2.Te mandare a Italia

Después de medio año, viví seis meses intensos en los que mi expareja, quien solicitó me divorcio estando en prisión. El y su amante me denunciaron por diferente crímenes que debía estar más tiempo, pero la cereza del pastel fue mi padre Salvatore Rossi.

Robo agravado, asesinato de un feto, vandalismo, maltrato intrafamiliar y trauma emocional, esa mezcla tan desafortunada me llevó aproximadamente medio año tras las rejas. ¿La parte más difícil de todo? El logró obtener un abogado financiado por ¡Mi padre! con el objetivo de arrebatarme todo. Al mencionar "todo", me refiero an mis bienes, mi posición en la empresa, los fondos que habíamos reunido, mi participación en el negocio de mi padre ¡Todo! Había sido abandonado en la calle sin un solo centavo. Lo positivo era que finalmente iba a poder salir, mi padre finalmente había decidido sacarme de esa horrible prisión infernal.

Una de las guardias, de las pocas que se mostraron amables conmigo, me entregó mis pertenencias. Expresé mi agradecimiento y luego me dispuse a cambiar de ropa.

Al salir de la prisión, me topé con mi padre esperándome afuera en su lujoso automóvil. ¿Consideran que las hijas son el regalo más valioso para los padres? En mi situación no ocurría de esa manera, él mostraba claramente su preferencia por sus hijos varones. Además, fui considerada ilegítima durante la mayor parte de mi vida, ya que él se percató de mi presencia cuando tenía trece años.

Tuve que aceptar su apellido para que se hiciera responsable de mí después de la muerte de mi madre a causa del cáncer. Al acercarme a él, aguardaba al menos un saludo, sin embargo, fui recibida con una abofeteada contundente en mi rostro que intuía dejaría una huella en mi suave piel. El ardor de ese bofetón persistía, el impacto fue tan repentino que mi melena como el brillo del sol se sacudió al unísono con mi cráneo.

—¡Eres una puta que no pudo mantener a un hombre y dejaste el nombre de mi familia por los suelos! —hablaba entre diente enfurecido limpiándose la mano con una servilleta. Como si solo tocar mi piel era motivo de asquerosidad. Con delicadeza entró su servilleta en su bolsillo.

Pregunté con sorpresa: —¿Perdón?

—El teatro que armaste puso en riesgo no solo la imagen de mi familia, sino también la tuya.

—Tendrás que aguantar mi cara por un buen rato porque pienso convertirle la vida de Trevon en un verdadero tormento —respondí con enojo.

Mi padre y yo teníamos una relación tumultuosa, carente de afecto y sin ningún interés por mi bienestar, salvo por el hecho de que me utilizó como ficha de negociación con la familia Brochetti. Tenía la intención de premiar a su hija con una pequeña recompensa si le proponían hacerse cargo de la gestión de los hoteles de esa familia que se encontraba en una situación financiera difícil.

Me había entregado una cantidad de dinero, sin embargo, desconocía que lo había invertido en su negocio. En caso de fracaso, él no asumiría ninguna pérdida económica.

—¿Piensas eso? Desde hoy te mandare a Italia, prefiero no cruzarme contigo ni por casualidad —me agarró con firmeza obligándome a subirme al coche.

A pesar de mis esfuerzos, resultaba imposible ya que en esa ocasión el anciano había enviado a sus secuaces con mayor determinación para arruinarme la vida. Se encargaron de que abordara el avión privado de mi familia y, después de un extenso trayecto, aterricé en el aeropuerto exclusivo en Florencia, Italia.

Estuve privada de mi libertad durante un año y no pude reunirme con mis hermanos en todo ese tiempo. En ese año, me vi en la necesidad de reflexionar y considerar la posibilidad de volver a casarme con mi exmarido, siempre y cuando él se humillara pidiéndome perdón. Mi padre me permitiría regresar a California ese año con la condición de vender mi alma.

¿Aceptaría la propuesta?

¡Sobre mi tumba! Durante ese año, estuve constantemente pensando en diversas estrategias para deshacerme de mi exmarido. En el transcurso de ese período de reflexión que mi padre me había concedido, me propuse cuidadosamente la manera de vengarme de él. En mi cara se formaba una amplia sonrisa malévola.

—Señorita Rossi, su padre ya ha llegado —comentaba Michelangelo el mayordomo de nuestra familia en esa familia de Italia.

—Gracias —comente plácidamente,

Michelangelo rondaba los setenta años, representaba la figura del sabio ideal con el que desearías contar a tu lado. Fue el único que me brindó apoyo en esa casa, ya que el resto me ignoraba por completo al enterarse de mi pasado en prisión. Bajaba de mi cuarto luciendo un precioso vestido estampado de flores que resaltaban mis ojos grises, los cuales heredé de mi madre. Mientras bajaba por las escaleras en dirección a la sala, percibí la mirada severa de mi padre al encontrarse conmigo.

—Eloise —hablo este de manera formal.

—Padre.

—¿Ya has tenido tiempo para pensar sobre tu pequeño sobresalto? Después de conversar con Trevon, ha manifestado su disposición a contraer matrimonio nuevamente contigo si muestras arrepentimiento. Si decides aceptar esta condición, regresarás de inmediato a California en mi compañía.

«Primero me mato»

Mientras simulaba una sonrisa afectuosa, consideraba la posibilidad de cortarme las venas.

—Padre este lugar me ha servido de reflexión y pienso que estoy dispuesta a ser una mejor esposa, me entregare completamente a mi Trevon—susurraba con fingida sinceridad.

—Entendido, en ese caso te dirigirás de inmediato a su residencia. Además, es requisito que estés dispuesto a compartir vivienda con la madre de su hijo.

Intenté mantener la compostura a pesar de sentir cómo mi ojo derecho temblaba de rabia ante la situación.

¿Mi padre consideraba aceptable que me alojara en la mismo alojamiento donde mi exmarido mantenía una relación con su amante? Alzaba una ceja por incredulidad.

Traté de aparentar inocencia de forma exagerada para mostrar que no me afectaba en absoluto, necesitaba salir de Italia lo antes posible para poder vengarme del despreciable de Trevon.

—Entiendo, padre. Estoy lista para inclinarme ante ella si es necesario, no me importa rebajarme frente a ella con tal de que mi esposo sea feliz —hablaba con leve enojo.

En caso de ser necesario, me hincaría para abandonar Italia y dirigirme a California, donde podría encontrarme con la persona indicada para facilitar todo el proceso de mi venganza.

—Bien entonces prepara tus maletas, te llevare con tu esposo—comento mi padre levantándose.

Al llegar a California, no tuve la oportunidad de contactar a mis hermanos ni a ninguna persona conocida. Fui llevada de inmediato a mi antigua propiedad, ahora en posesión de Trevon, donde fui recibida por Allana White, la pareja de mi exmarido. Ella lucía diferente, con implantes de silicona que evidenciaban una estrecha relación con la cirugía estética. Su sonrisa divertida dejaba mostrar su personalidad burlesca sobre lo que me estaba pasando actualmente.

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