3.Me agradas aún más

—Ya volviste Eloise —comento Allana de manera burlesca al verme entrar al pasillo.

Mire toda la casa, había sido cambiada completamente al igual que el personal. Antes, mi hogar lucía una decoración tan refinada que resultaba un deleite visual extraordinario, pero ahora es aburrida, convencional y juvenil. Se asemejaba al tipo de creaciones que una niña de siete años que empieza a hacer cuando se le permite ser "imaginativa".

—Si la manera en que decora piensas, déjame decirte que te faltan un par de neuronas —comentaba con desden con mis llena de ironía al ver la pared de rosa fucsia junto al sofá naranja de la entrada, solo de verlo me pedía salir huyendo.

—Serás...—susurro aquella rubia, pero se detuvo al ver a Trevon salir desde una de la habitación.

—Eloise, ya llegaste —comento con una enorme sonrisa.

A pesar de su deseo de evitar mi presencia, mi padre debió haberle ofrecido algo para que actuara como si nada hubiera ocurrido. Realmente, a mi padre le resultaba beneficioso que estuviéramos casados, ya que el negocio de Trevon pasaría a formar parte de la familia, y a Trevon le interesaba mi familia por los recursos económicos que aportaba gracias a nuestras empresas de envios.

Trevon, con su traje impecable, me miraba de manera egocéntrica. Lo escudriñaba con mis ojos grises trataba de ocultar la repugnancia que me provocaba en ese instante.

—Que bueno que regresaste, te he extrañado mucho —comento con una risa totalmente sarcástica.

—¡Vaya, qué sorpresa! —respondí de manera irónica —Creí que te habías olvidado de mí mientras estabas compartiendo la cama con esa cualquiera —le espeté sin apartar la mirada.

—Trevon escuchaste como me dijo —chillo la pelinegra.

—¡Cállate de una vez, Allana! —dijo de repente. —Mañana nos vemos en el hotel principal, retomarás tu antiguo puesto y te aseguro que hay mucho trabajo pendiente para ti —añadió con una amplia sonrisa.

En la semana que siguió, dediqué mi tiempo a analizar minuciosamente las áreas de oportunidad que aún persistían en el hotel, identificando estrategias de ataque y evitando aquellas que no resultarían efectivas, así como evaluando las acciones que no se llevaron a cabo.

Al regresar, noté que el lugar se había mantenido en pie gracias a la fe y la suerte, ya que con solo un ligero empujón se habría derrumbado. Sería una verdadera pena si alguien sedienta de venganza decidiera empujarlo.

¿Verdad?

Mi sonrisa era amplia ya que el viernes logré concertar una cita con Derek Montenegro, un destacado empresario del sector hotelero en California que estaba buscando expandirse y solo le faltaban conexiones, las cuales yo podía proporcionarle.

¿Lo mas interesante?

El era un bastardo al igual que yo además de ser primo de Trevon ¿Lo conocía? Para nada pues a el solo me lo pintaban como la oveja negra de la familia.

Mientras paseaba, lucía mis elegantes botas negras de Louis Vuitton; aunque me hubieran despojado de todo, mi estilo seguía intacto. Mi hermoso traje de vestir empresarial dejaba denotar a que iba a ese lugar. Una hermosa oficina de estilo minimalista pero aun así tenia lo necesario. Al acercarme notaba a su secretaria, enorme gafas circulares, una sonrisa nerviosa además de estar un poco despeinada como si viviera en constante estres.

—Buenas señorita Rossi, el señor Montenegro esta algo ocupado —comentaba la secretaria acomodándoselo sus lentes—el le dejara saber cuándo esté listo —comento mientras escribía algo en un cuaderno de notas.

Me sentaba en la oficina calidad mirando de reojo mi teléfono para ver el tiempo mientras sujetaba la carpeta con los papeles que sabia haría que aquel el picara. Pasaron unos minutos donde pude escuchar unos gritos desde la puerta al lado de la secretaria.

—¡Oh! ¡Oh si! ¡Así!

Unos fuertes chillidos de una mujer que estaba llegando al orgasmo, me sorprendería que no se escucharan en todo ese hotel. Mi mirada se petrifico pues no estaba comprendiendo, dirigiendo mi mirada hacia la secretaria que parecia ignorar los sonidos. Ella seguía escribiendo en su ordenador, se ajustaba los anteojos con total naturalidad, como si aquello fuera algo habitual para ella.

Observé disimuladamente a mi alrededor, escudriñando cada rincón en busca de alguna cámara secreta, con la esperanza de poder declarar que todo se trataba de una simple broma.

—¡Vamos! ¡Hazlo mas fuerte, mas fuerte! ¡Oh, cómo me tienes, ya!

Un silencio absoluto invadió la habitación, mientras un rubor se apoderaba de mis mejillas. Esos quince minutos se convirtieron en un espectáculo erótico en directo, algo que jamás habría imaginado ni en mis sueños más atrevidos.

—¡Pero seras un hijo de puta!

Desde el lado de la puerta se oyó un suspiro por parte de la secretaria, quien parecía estar familiarizada con la situación. Inmediatamente, comenzó a marcar en su teléfono y dijo con tranquilidad: —Tenemos a otra mujer que se niega a marcharse. Vengan de inmediato, ya que se está haciendo tarde para su reunión de las once.

Después de un rato, un guardia ingresó a la oficina y expulsó a una mujer de cabello pelirrojo. El lápiz labial estaba fuera de lugar, el vestido presentaba rasgaduras en la falda y en el tiro, y su cabello lucía desaliñado, indicando que había disfrutado de un encuentro íntimo inolvidable.

La secretaria anunció con tranquilidad que el señor Montenegro me estaba esperando, tecleando de forma tan metódica que parecía casi automatizada, lo cual resultaba inquietante en ese entorno.

Me levanté chocada aun por lo que estaba pasando, decidí tragar porque pues el seria mi única oportunidad de hundir a mi exesposo. Al ingresar a la oficina, observé a un hombre con su chaqueta arrugada, el cabello peinado hacia un lado, ojos oscuros como un iceberg y un cabello tan brillante como el sol.

Mientras estaba escribiendo en su ordenador, al notar mi llegada, me miraba detenidamente con una gran sonrisa, como si fuera un manjar recién servido. Tras de mí, la puerta se cerró de golpe. Había entrado en la guarida del león, pero en ese lugar el ambiente estaba impregnado de un fuerte olor a pasión.

—Señorita Rossi ¿No? —comenzó a hablar con tono indiferente —Escuche que movió muchas influencias para poder hablar conmigo, eso me agrada, dígame ¿Qué puedo hacer por usted?

Con su tono grave me hablaba, podría estremecer a cualquier persona. Con una mirada tan seductora que lograba cautivar a cualquier mujer a su manera, excepto a mí, ya que solo lo utilizaba para perjudicar a Trevon. Se acomodo la manga de su saco dejando ver unos tatuajes que sobresalian en su mano izquierda.

—Exacto, posees algo que deseo —susurré al acercarme a el hasta romper nuestra distancia — y yo tengo algo que nadie más le ofrecerá con facilidad —lo contemplé fijamente a los ojos —Conozco tu reputación como el diablo, te quiero proponer un acuerdo en los que solo sales beneficiado, sin embargo —esbocé una sonrisa astuta —¿estás dispuesto a negociar conmigo en esta ocasión?

Esa actitud pareció gustar al caballero que me observó con interés.

—Si prometes servirme como la espada que hundirá a Trevon Brochetti, tu primo, yo sere tu escudo, te protegeré de todo lo que venga y te ofreceré crecer tus hoteles.

Mientras hablaba aquel hombre de ojos zafiros me miraba de manera impenetrable con una enorme sonrisa.

—Me agradas aún más, habla.

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