Elena no se preocupaba por esas pequeñas tonterías, el hombre que la quisiera de verdad tendría que demostrar su amor a los cuatro vientos. Pero antes de que todo eso ocurriera tenía que salir de Virginia a toda costa. Y ahora que no tendría guardias siguiéndola a todas partes, tal vez escapar sería una buena opción. Total era mayor de edad y responsable de sus actos.
Organizó muy bien su huida desde hace días, y como estaba esperando una verdadera excusa para irse ya que esta no se presentaba esa tarde era el momento indicado. Su tío asistiría a una de sus reuniones con sus amigos políticos, la había invitado pero ella se negó alegando que no estaba interesada en escuchar temas aburridos de la política. El por su parte le afirmo que solo ella iría a compartir con los hijos de estos, ya conocía sus intenciones de casamentero. Así que termino por convencerlo de que fuera solo.
Cuando por fin oyó el coche marcharse de la casa, subió corriendo hasta su habitación recogiendo sus bolsos que había escondido debajo de la cama hace unos días. Saco sus ahorros debajo del colchón, tomó todas sus joyas y las guardo en su bolso de mano. Hace un par de días había llamado a una agencia que alquilaba cabañas en las afueras de Virginia. Quedaba como a siete horas de donde estaba, creía que eso era suficiente para iniciar y que el poder de su tío no llegaría hasta allá.
Tomó las llaves de su viejo coche esperando que su Nissan Sentra se portara a la altura, ya que no podía llevarse ninguno de los coches de la casa, eran muy llamativos. Entro en el garaje y allí estaba un poco empolvado pero sabía que estaba full de combustible, el mayordomo siempre hacía llamar al mecánico para que lo encendiera de vez en cuando y para que revisara el aceite u otras cosas… adoraba su coche, era un regalo de su padre. Pero su tío no la dejaba conducirlo decía que era un automóvil muy inseguro y obsoleto.
¡Pamplinas! le refutaba ella... siempre lo usaba cuando su padre vivía y nunca le fallo, metió rápidamente las maletas en el coche, abrió la puerta del garaje y salió muy despacio. Agradecida porque en la puerta nunca pusieron un portero como tal. La chica se encamino hasta el lugar donde había alquilado su nueva casita.
[…]
Mientras se comía una dona de chocolate muy distraído leyendo el expediente de su cliente escucho el ruido de un motor, levantó la vista de los papeles fijandose que de la casa del viejo ex-Alcalde salía un Nissan plateado y la persona que lo conducía era nada más y nada menos que la pelirroja (su cliente). En el informe decía que ella conducía otro coche, rápidamente encendió el suyo y salió detrás de ella.
—¿A dónde vas pelirroja? Se dijo mientras Introdujo el resto de la dona en su boca chupándose los dedos bañados de azúcar.
La siguió por un largo rato sin detenerse, llevaban como tres horas de manejo y ya estaba comenzándole a dolerle el trasero.
—¡Estás muy lejos de casa niña! Seguía diciendo.
Subían por las montañas, Sam estaba comenzando a pensar que ese coche no aguantaría mucho más tiempo, y menos cuando se aproximaba una tormenta. La carrera se pondría resbalosa, lo mejor era que la siguiera de cerca pero que no se diera cuenta... En esas montañas solo había pequeñas cabañas y cerros cubiertos por mucha nieve ¿que estaba buscando? Si lo veía por otro lado estaba en serio problemas, si alguien más la había seguido su vida correría peligro. Gracias adiós nunca salía desarmado, de hecho siempre metía algunas mudas de ropa en su coche y protección.
[…]
—¡Oh no! ¿Qué pasa bebé?, no me hagas esto ahora y menos con esta tormenta. Elena se quejó.
Su coche se había detenido en plena subida, ya no quería encender más. Estaba perdida ¿qué iba hacer ahora? La tormenta empezaba a ponerse peor, solo rogaba que no cambiara a nieve. Dentro del coche estaba haciendo frío, se caló un suéter de lana mientras pensaba como salir de allí, para empeorar la cosa decidió dejar su móvil en casa de su tío para que no la molestara, pensando que con la nota que le dejo era suficiente. Ahora se arrepentía de dejar su móvil en la casa...
¿Qué hace allí parada? ¿Espera a alguien? Se preguntaba Sam, llevaba media hora detenida. ¿Acaso no tenía frío? la lluvia había empeorado aún más. Se tendría que arriesgar y acercarse a ella, acelero su coche y paso lentamente a un lado del Nissan estacionándose frente del mismo. Se caló su chaqueta con capucha, quizás no diera buena impresión así, pero no pretendía mojarse. Bajó del coche hasta llegar hasta la altura de la ventanilla de ella y tocar levemente el cristal, la mujer lo miro de mala gana sin bajar el vidrio, él le sonrió tal vez le inspirara confianza.
—Hola señorita, ¿puedo ayudarla?
—No gracias, ¡todo está bien!
—¿Está segura? Me parece que su coche tiene problemas.
—¡Oh! No, todo está bien. Solo estoy esperando que la lluvia amine un poco para seguir mi camino.
Bueno, solo consiguió asustarla porque parecía nerviosa y no era de esperarse, un hombre solo al que casi no podía verle el rostro no era para confiarse.
—Señorita esta carretera no es muy segura para que este aquí estacionada. Hay muchos riesgos, y no todos se detendrán para ayudarla de buena gana como yo. Será mejor que siga el camino al menos de manera lenta.
—La verdad es que mi coche se averió, pero ya alguien viene por mí no se preocupe.
—Muy bien, si usted insiste.
Dio la vuelta para acercarse a su automóvil cuando la escucho llamarlo. Siempre funcionaba esa táctica primero infundir miedo y luego esperar a que la víctima te busque. Sicológica inversa.
—Espera, ¡por favor no te vayas! nadie viene por mi... estoy aquí varada y has sido el único que ha pasado por aquí para auxiliarme.
—Muy bien, ¿hacia dónde te diriges?
—Pues tengo que llegar hasta una de las cabaña de esta montañas.
Ella aún seguía dentro del coche con la ventanilla un poco baja mientras él se mojaba bajo la intensa tormenta que le calaba los huesos. La cosa estaba siendo injusta.
—¿Cual cabaña? Pregunto un poco irritado.
—La número 15. ¡¿Qué cosa?! ¿por qué había rentado esa? ¡Cielos! Exclamo para si el detective.
—¿Por qué has rentado esa cabaña? Sabes que es la que está más alejada, quizás a unas tres horas de aquí.
—¿Tres horas? Pensé que estaba más cerca ¡oh cielos!
—Mire señorita estoy empapado, porque no sale del coche sube al mío lo conversamos y decidimos que hacer.
—¿A su coche? Pero si no lo conozco.
—¿Prefiere en su coche? ¿Averiado? Mire, yo voy a un cabaña muy cerca y la verdad es que no tengo tanto combustible para llegar a la última, lo lamento mucho.
—Y si voy con usted, ¿remolcaría mi coche?
Esa mujer estaba loca, no comprendía que estaba escaso de combustible cuando mucho lograría bajar hasta la civilización con lo que le quedaba
—¡Lo dudo mucho! O se viene conmigo o se tendrá que quedar aquí sola.
Y esperaba que aceptara irse con el porqué no le agradaba la idea de quedarse en su coche mientras continuaba la tormenta. Sam vio que se acercaba un automóvil a lo lejos era completamente negro, no se podía ver quien lo conducía. El conductor misterioso siguió derecho sin hacer parada donde estaban ellos, mejor así no quería que se armara un campo de batalla allí mismo. —Oye, pero tu coche es grande puede arrastrar el mío. Si, su Jeep Wrangel Big Foot era todo un campeón aguantaba todo tipo de tormentas y ese día no era la excepción. Pero arrastrar otro coche implicaba quedarse sin combustible. —Es claro que mi coche puede llevar el suyo, pero no arriesgare nuestras vidas por llevar su coche. —¡De acuerdo! iré con usted. Hizo un mohín agarrando sus cosas—No me lo creo, tengo que dejar mi coche aquí tirado. Murmuraba tomando su enorme bolso. Cuando salió del automóvil se empapo rápidamente
¿Qué paso? ¿Hizo algo mal?, juraba que esas miradas que ambos se dieron terminarían en un ardiente beso ¿Sería su rostro? Posiblemente, con tantas horrorosas pecas lo podía comprender. Muchos de los hijos de los amigos de su tío se lo habían dicho que el exceso de pecas en su cara no era normales. La hacían sentir mal con sus comentarios. Recordó cuando un día conoció a un joven... parecía muy educado y diferente a los demás idiotas. Creyó que no tenía ninguna relación con el grupo de estúpidos que la molestaban y que su tío se empeñaba en que se liara con alguno. Pero inocentemente se había engañado a sí misma, ese joven la enamoró por unos meses, bueno realmente no la enamoro, solo la conquisto. Al final de todo, ella se encontraba sin prenda alguna debajo de él entregándole su inocencia. Si, fue ilusa y estúpida porque después de tres meses nadie podía enamorarse profundamente como él le decía que lo estaba. Todo era una vil
Ahora tenía que lidiar con una chica ebria eso sí que era nuevo para el detective no estaba acostumbrado a tratar con mujeres pasada de tragos... resignado termino con los trastos y fue acompañarla, pero de pronto algo muy extraño vio en ella, en su mirada. Se sentó a su lado pero no muy cerca era mejor evitar problemas. Elena lo miro con una sonrisa de medio lado y una mirada muy brillante, estaba borracha hasta el tope… La pelirroja comenzó a gatear un poco hacia él acabando con el poco espacio que existía entre ellos, se acercó a él tan cerca de sus labios que Sam se petrifico. —¿Qué estás haciendo? Era una pregunta estúpida y se reprendió por ello, era obvio lo que planeaba... —Solo te voy a besar, el resto lo veremos más tarde. ¿Te parece? ¡Por todos los cielos! Exclamó Sam para sus adentros, ella estaba eufórica. Sus pupilas dilatadas, sus pechos eran con un par de montañas puntiagudas se le marcaban atreves de la fi
Elena aún no se había quejado, el entraba despacio y la sensación lo estaba llenando por completo. Adentrarse en el interior de una mujer tan estrecha era una maravilla. La única explicación que le vino a la mente en esos momentos era que no tenía mucha experiencia con hombres, quizás el fuera el segundo cuando mucho el tercero. ¿Qué narices hacia pensando tonterías como esa? No se sentía muy cómodo haciéndolo con ella en ese estado. Ella lo sujeto con las piernas haciendo una llave con sus pies en su espalda. Lo instó para que él se adentrara en su interior. La chica soltó un grito ahogado pero aun así no se separó de Sam, era una fiera y como que estaba necesitada... Se sentía un poco usado ¿pero quién podía quejarse? Era su turno ahora de hacerle sentir, de llevarla a la gloria… Comenzó a moverse con rudeza como si se le fuera la vida en ello, Elena disfrutada porque nunca le pidió que se detuviera. Mantenía los ojos cerrados teni
Sam se despidió de Wendy para luego subir nuevamente a la cocina, miro por la ventana y arrugo el ceño al fijarse que continuaba nevando. Desafortunadamente cubría casi todo su coche y la entrada a la cabaña. No podían salir así, era imposible bajar por la montaña en coche, seguramente la vía estaría congelada. La cocina permanecía desolada, Elena seguiría dormida. Se asomó en su cuarto sin hacer mucho ruido y efectivamente ella lo estaba, decidió preparar el desayuno para cuando ella se levantara. Se sirvió otra taza con café para calentar sus helados huesos... —No te agradecí por el desayuno, estaba muy rico todo... veo que también sabes cocinar. La pelirroja le dijo al terminar de desayuna. —Sí, un poco. —Bueno lo haces muy bien. Le dijo ella con una radiante sonrisa, derritiendo su helado corazón—Qué problema con la nieve ¿no? —Muchísimo, estaremos aquí encerrados por unos días más. —Bueno y
—¿Me has escuchado Elena? Volvió hablar—Aquí afuera hay lobos que pueden atacarte en cualquier momento. Se acercó a ella, su aliento era muy frío de su boca se podía ver salir humo blanco. Seguía ignorándolo, sentía mucho coraje por la manera que lo estaba tratando. Ella tomo al menos unos siete troncos pequeños y se dirigió a la casa sin siquiera verlo a la cara. Estaba usando el método de la indiferencia contra él, ¡era lo último que le faltaba! La siguió con la mirada mientras observaba para todos lados, pero no podía ver nada todo estaba cubierto por la nieve que comenzaba hacerse gruesa. —Elena, no puedes estar saliendo así sin avisarme, es muy peligroso. Yo me encargare de meter la leña a la casa. Vocifera una vez que estaba dentro de la cabaña. Ella apilo los troncos cerca de la chimenea, froto sus manos cerca del fuego y se levantó pasándole por un lado como si el no estuviera allí parado. La observó hasta perderla en la
—Bueno, ¿entonces me volverás hablar?, yo puedo estar todo el día así. No pesas casi nada. —No quiero hablarte nunca más en mi vida, déjame en paz de una vez. —Eso no suena bien, podemos estar aquí encerrados por días, incluso semanas, ¿no querrás estar así en silencio? —Por mi como que no existes Sam ¡Bájame de una vez! —¿Porque me odias tanto? Tenía que saberlo, no podía detestarlo por el simple hecho de no querer estar con ella. Le estaba haciendo un favor al no juntarse con en el ámbito de la intimidad. —Eres como toda la b****a que he conocido en mi vida, y sabes que ya no me importa lo que piensen, ni de la caridad de nadie. No quiero hablarte más, por favor respeta mi decisión. —¿Basura? ¿Qué te hicieron para ser así? Le dijo poniéndola en el piso. —Solo déjame en paz. Sus ojos estaban cargados de dolor y a punto de desbordarse en lágrima
—¿Crees que sean hombres malos lo de afuera? Pregunta ella sacándolo de sus cavilaciones. —No lo sé… ¿Acaso te persigue algún hombre malo? ¿Un ex novio obsesionado? ¿Una enemiga? Quizás… Ella guardo silencio quizás no debió preguntar algo así, que estúpido era. Parecía un pinche policía haciendo preguntas. —Creo que sí. Eso no se lo esperaba… se incorporó un poco mirándola fijamente, ella solo miraba el techo. —¿Qué dices? ¿Quién? Frunce el ceño. —Es que no estoy segura, solo digo esto porque mi tío me metió muchas cosas en la cabeza. Tal vez solo son ideas mías. —¿Quién es tu tío? Se hizo el tonto con esa pregunta. —¿De verdad no sabes quién soy yo? Tenía que mentir si quería ganarse su confianza para poder convencerla de volver a casa. —La verdad es que no, soy un poco ermitaño. —¡Ya veo! Me llamo Elena Stel