—Hola mi dulce Wendy ¿Cómo estás?
—¿Qué quieres, Sam? La chica contesta yéndose directo al grano.
—Consigue cualquier información sobre un tío llamado Jarold Tingh. Y todo sobre la riña que había tenido con Daniel Steller hace 29 años.
—¿Estás loco? 29 años, Sam. ¿Quién crees que soy?
—Vamos nena, tu puedes hacerlo. Y necesito que seas tan discreta como sea posible de acuerdo.
Del otro lado de la línea escucho un suspiro, sabía que podía contar con Wendy era la más confiable mujer que había conocido nunca.
—De acuerdo, pero con esta me deberás muchas Sam.
—¡Te prometo que te lo compensare!
—No veo como, no tienes nada que me interese.
—Vamos, no seas tan dura conmigo.
—Lo siento, no eres mi tipo. Haré lo que pueda con lo que me pediste, no te metas en líos quieres.
—¡Adoro cuando te preocupas por mí!
—No seas zalamero. Le dijo Colgándole la llamada. Wendy era buena en su trabajo pero era muy antipática cuando se trataba de que le hicieran un cumplido por su belleza.
Podía dejarle ese encargo a ella, mientras que el comenzaba su trabajo como niñera. Si descubría quien estaba detrás de los incidentes de la familia Steller mas rápido podría terminar ese caso y zafarse de los pensamientos revoltosos que tenía cada vez que miraba la foto de Elena. Parecía una especie de adición sin cura alguna. Pero estaría bien se decía así mismo, siempre y cuando no tuviera que tener ningún tipo de contacto con ella.
[…]
—Tío, por favor. Es una completa locura, es que ni siquiera me puedo parar a pensar en eso.
—¿Y por qué no? ¿Qué tiene de malo?
—¿Pretendes que me mude a Londres así si más? Simplemente porque tuve un estúpido accidente en el coche.
—No fue un estúpido accidente Elena, pudiste haber salido muy lastimada. No sé qué hubiera sido de mí si algo te pasara.
—Tío no me pasara nada, deja de manipularme sabes bien que odio que lo hagas ¡Estoy harta de tus guardias! Y también de tus exageraciones.
—Deben cuidarte Elena, no me creo que lo que pasó con tu coche solo haya sido un mero accidente.
—¡Lo fue! Solo se pinchó una yanta cuando conducía, ¿qué de malo con eso? ¡Nadie murió! Además, solo me aruñe el brazo y eso fue todo, ¿porque armas un drama de todo?
—Me preocupo por ti, eres mí única sobrina y te quiero como si fueras mi propia hija. ¿No puedes entender eso?
—Lo entiendo perfectamente, pero tú y tus guardias me abruman. Quiero mi espacio, odio a los reporteros buscando que escarbar para tener una noticia.
—Y es por eso que quiero que te vayas para Londres, allá nadie te conocerá ni te molestaran. Podrías empezar una nueva vida.
—¡No! Me gusta aquí, aquí están mis amistades, tío no me pidas que me marche porque si quieres que me marche lo haré, pero para vivir mi vida con la independencia que quiero.
¿Porque tenía que ser tan cabezota su sobrina?, bien que había heredado eso de Daniel.
—Escucha Elena, temo que corras peligro aquí.
—Tío, ¿por una yanta espichada? Le dijo sin importancia—No me pasara nada, tienes que dejar de cuidarme como si fuera una bebé. Además soy bastante mayorcita, en algún momento me querré casar, ¿Qué pasara cuando llegue ese día?
—Bueno, eso es algo que se verá con el tiempo.
—Te pido que quites los guardaespaldas que me has puesto.
¿Qué podía hacer? Seguir discutiendo no solucionaba nada, tendría que aceptar su petición. Gracias a dios había pensado en ponerle uno en secreto, contaba con que su amigo Frank eligiera uno muy competente y que no se lograra atrapar con Elena, era una chica muy astuta… bueno, la mayoría de las veces.
—¡De acuerdo! tú ganas. Les ordenare que no te sigan.
—¿Así de fácil? Le dijo achicando los ojos—¿Es que piensas ponerme uno en secreto no es así? ¿Qué planeas?
—No lo haré, pero solo si prometes no cometer locuras, o estar hasta tan tarde fuera de casa.
—Te he dicho que no soy ninguna bebé tío. Se cuidar de mí.
—Si no prometes lo que te pido, no quitare los guardias.
—De acuerdo… de acuerdo. ¡Dios mío! ¿Porque tienes que ser así?
—Solo intento protegerte de un loco maniático.
Ella suspiro por dentro, su tío sí que estaba un poco loco. Pensar que alguien le quisiera hacer daño, ¿Pero quién? ¿Y porque? Nunca había tenido problemas con nadie… Nadie de su familia lo había tenido, su tío había sido un buen Alcalde así que no tenía enemigos y su padre mientras vivía llevaba una vida normal.
Quizás los años le estaban pegando al viejo, porque no paraba de decirle que se cuidara y no anduviera sola. Pero como no hacerlo, de hecho le había mentido diciéndole que tenía amigos, era patético pero no veía otra alternativa más que mentir, si no hubiese seguido insistiendo en que se fuera para Londres.
Era una locura, ¿Qué podría hacer en Londres? ¿Sola? No es que hubiese mucha diferencia de cómo estaba en esos momentos pero por lo menos conocía todo a su alrededor. Londres no le aportaría nada de lo que ya tuviera allí, aunque últimamente había pensado en mudarse a otro condado y vivir una vida normal como siempre lo había pedido. Su tío era tan implacable que no le había permitido tal privilegio.
Había reunido unos ahorros con lo que podía comenzar desde cero, sin periodistas o guardias, solo debía encontrar un motivo verdaderamente fuerte como para poder dar una excusa para irse de casa.
Hasta ahora había fracasado miserablemente, su tío a pesar de reprenderla y no tolerar su comportamiento, le perdonaba y olvidaba el incidente. Los guardias eran los únicos que pagaban las consecuencias de sus actos, sentía lastima por algunos, pero luego pensaba que por lo menos a ellos los despedían. Ella anhelaba que la despidieran, tenía casi treinta años y su tío no hacía más que presentarle los hijos de sus amigos cuando organizaba las pequeñas reuniones en casa, que por cierto eran muy escasas.
Pero a pesar de ello, nunca tuvo simpatía por ninguno de los individuos catalogados como "pretendiente", y ellos tampoco mostraban mucha empatía por ella. Al parecer una mujer de piel tan blanca como el papel, de cabello rojizo y con una serie de pecas en la cara y espalda no les parecían nada atractivo. Suponía que una rubia de largas piernas era el prototipo perfecto para ellos.
Elena no se preocupaba por esas pequeñas tonterías, el hombre que la quisiera de verdad tendría que demostrar su amor a los cuatro vientos. Pero antes de que todo eso ocurriera tenía que salir de Virginia a toda costa. Y ahora que no tendría guardias siguiéndola a todas partes, tal vez escapar sería una buena opción. Total era mayor de edad y responsable de sus actos. Organizó muy bien su huida desde hace días, y como estaba esperando una verdadera excusa para irse ya que esta no se presentaba esa tarde era el momento indicado. Su tío asistiría a una de sus reuniones con sus amigos políticos, la había invitado pero ella se negó alegando que no estaba interesada en escuchar temas aburridos de la política. El por su parte le afirmo que solo ella iría a compartir con los hijos de estos, ya conocía sus intenciones de casamentero. Así que termino por convencerlo de que fuera solo. Cuando por fin oyó el coche marcharse de la casa, subió corriend
Y esperaba que aceptara irse con el porqué no le agradaba la idea de quedarse en su coche mientras continuaba la tormenta. Sam vio que se acercaba un automóvil a lo lejos era completamente negro, no se podía ver quien lo conducía. El conductor misterioso siguió derecho sin hacer parada donde estaban ellos, mejor así no quería que se armara un campo de batalla allí mismo. —Oye, pero tu coche es grande puede arrastrar el mío. Si, su Jeep Wrangel Big Foot era todo un campeón aguantaba todo tipo de tormentas y ese día no era la excepción. Pero arrastrar otro coche implicaba quedarse sin combustible. —Es claro que mi coche puede llevar el suyo, pero no arriesgare nuestras vidas por llevar su coche. —¡De acuerdo! iré con usted. Hizo un mohín agarrando sus cosas—No me lo creo, tengo que dejar mi coche aquí tirado. Murmuraba tomando su enorme bolso. Cuando salió del automóvil se empapo rápidamente
¿Qué paso? ¿Hizo algo mal?, juraba que esas miradas que ambos se dieron terminarían en un ardiente beso ¿Sería su rostro? Posiblemente, con tantas horrorosas pecas lo podía comprender. Muchos de los hijos de los amigos de su tío se lo habían dicho que el exceso de pecas en su cara no era normales. La hacían sentir mal con sus comentarios. Recordó cuando un día conoció a un joven... parecía muy educado y diferente a los demás idiotas. Creyó que no tenía ninguna relación con el grupo de estúpidos que la molestaban y que su tío se empeñaba en que se liara con alguno. Pero inocentemente se había engañado a sí misma, ese joven la enamoró por unos meses, bueno realmente no la enamoro, solo la conquisto. Al final de todo, ella se encontraba sin prenda alguna debajo de él entregándole su inocencia. Si, fue ilusa y estúpida porque después de tres meses nadie podía enamorarse profundamente como él le decía que lo estaba. Todo era una vil
Ahora tenía que lidiar con una chica ebria eso sí que era nuevo para el detective no estaba acostumbrado a tratar con mujeres pasada de tragos... resignado termino con los trastos y fue acompañarla, pero de pronto algo muy extraño vio en ella, en su mirada. Se sentó a su lado pero no muy cerca era mejor evitar problemas. Elena lo miro con una sonrisa de medio lado y una mirada muy brillante, estaba borracha hasta el tope… La pelirroja comenzó a gatear un poco hacia él acabando con el poco espacio que existía entre ellos, se acercó a él tan cerca de sus labios que Sam se petrifico. —¿Qué estás haciendo? Era una pregunta estúpida y se reprendió por ello, era obvio lo que planeaba... —Solo te voy a besar, el resto lo veremos más tarde. ¿Te parece? ¡Por todos los cielos! Exclamó Sam para sus adentros, ella estaba eufórica. Sus pupilas dilatadas, sus pechos eran con un par de montañas puntiagudas se le marcaban atreves de la fi
Elena aún no se había quejado, el entraba despacio y la sensación lo estaba llenando por completo. Adentrarse en el interior de una mujer tan estrecha era una maravilla. La única explicación que le vino a la mente en esos momentos era que no tenía mucha experiencia con hombres, quizás el fuera el segundo cuando mucho el tercero. ¿Qué narices hacia pensando tonterías como esa? No se sentía muy cómodo haciéndolo con ella en ese estado. Ella lo sujeto con las piernas haciendo una llave con sus pies en su espalda. Lo instó para que él se adentrara en su interior. La chica soltó un grito ahogado pero aun así no se separó de Sam, era una fiera y como que estaba necesitada... Se sentía un poco usado ¿pero quién podía quejarse? Era su turno ahora de hacerle sentir, de llevarla a la gloria… Comenzó a moverse con rudeza como si se le fuera la vida en ello, Elena disfrutada porque nunca le pidió que se detuviera. Mantenía los ojos cerrados teni
Sam se despidió de Wendy para luego subir nuevamente a la cocina, miro por la ventana y arrugo el ceño al fijarse que continuaba nevando. Desafortunadamente cubría casi todo su coche y la entrada a la cabaña. No podían salir así, era imposible bajar por la montaña en coche, seguramente la vía estaría congelada. La cocina permanecía desolada, Elena seguiría dormida. Se asomó en su cuarto sin hacer mucho ruido y efectivamente ella lo estaba, decidió preparar el desayuno para cuando ella se levantara. Se sirvió otra taza con café para calentar sus helados huesos... —No te agradecí por el desayuno, estaba muy rico todo... veo que también sabes cocinar. La pelirroja le dijo al terminar de desayuna. —Sí, un poco. —Bueno lo haces muy bien. Le dijo ella con una radiante sonrisa, derritiendo su helado corazón—Qué problema con la nieve ¿no? —Muchísimo, estaremos aquí encerrados por unos días más. —Bueno y
—¿Me has escuchado Elena? Volvió hablar—Aquí afuera hay lobos que pueden atacarte en cualquier momento. Se acercó a ella, su aliento era muy frío de su boca se podía ver salir humo blanco. Seguía ignorándolo, sentía mucho coraje por la manera que lo estaba tratando. Ella tomo al menos unos siete troncos pequeños y se dirigió a la casa sin siquiera verlo a la cara. Estaba usando el método de la indiferencia contra él, ¡era lo último que le faltaba! La siguió con la mirada mientras observaba para todos lados, pero no podía ver nada todo estaba cubierto por la nieve que comenzaba hacerse gruesa. —Elena, no puedes estar saliendo así sin avisarme, es muy peligroso. Yo me encargare de meter la leña a la casa. Vocifera una vez que estaba dentro de la cabaña. Ella apilo los troncos cerca de la chimenea, froto sus manos cerca del fuego y se levantó pasándole por un lado como si el no estuviera allí parado. La observó hasta perderla en la
—Bueno, ¿entonces me volverás hablar?, yo puedo estar todo el día así. No pesas casi nada. —No quiero hablarte nunca más en mi vida, déjame en paz de una vez. —Eso no suena bien, podemos estar aquí encerrados por días, incluso semanas, ¿no querrás estar así en silencio? —Por mi como que no existes Sam ¡Bájame de una vez! —¿Porque me odias tanto? Tenía que saberlo, no podía detestarlo por el simple hecho de no querer estar con ella. Le estaba haciendo un favor al no juntarse con en el ámbito de la intimidad. —Eres como toda la b****a que he conocido en mi vida, y sabes que ya no me importa lo que piensen, ni de la caridad de nadie. No quiero hablarte más, por favor respeta mi decisión. —¿Basura? ¿Qué te hicieron para ser así? Le dijo poniéndola en el piso. —Solo déjame en paz. Sus ojos estaban cargados de dolor y a punto de desbordarse en lágrima