Abigaíl acompañó a Oliver a pagar por el café que habían compartido. Él pagó temblando porque no lograba distinguir de la realidad y sus sueños, porque, no iba a negarlo, aunque se negara a aceptarlo en voz alta, se había imaginado muchas veces ese momento tenso con su estudiante. Por un instante se convenció de que era otro de sus sueños, pero se terminó riendo emocionado cuando sintió el tacto tibio y delicado de su estudiante. Eso no era un sueño. Era real. Terriblemente real.Abigaíl siempre estuvo tranquila; les agradeció a los dependientes de la cafetería, quienes parecían conocerla bien y se marcharon sin decir ni una sola palabra.Oliver estaba tan tenso que, Abigaíl tuvo que mostrarle el camino, porque él parecía perdido en sus pensamientos. Oliver solo tenía una interrogante entre sus pensamientos: ¿Cómo era posible que una chiquilla de su edad y con poca experiencia, tuviera más poder de decisión que cualquiera otra mujer?Ella lo miró un par de veces por encima de su
Aunque no le pareció muy buena idea, Oliver tuvo que decirle adiós a la estudiante cuando llegaron a la Universidad y sus caminos se dividieron de manera forzosa.Disimular no era parte natural en él, pues, si bien, no tenían clases juntos ese día, se las ingenió para buscarla en los recesos entre clase y clase.Necesitaba verla. Comió incluso en las mesas exteriores y no le quitó los ojos de encima durante ni un solo segundo. Por más que se exigía a sí mismo dejar de babear y ser tan obvio, no pudo comportarse.La joven le resultaba como un imán poderoso que lo atraía hacia él sin derecho a refutar, ni siquiera a pensar.Sí, había dejado de pensar esa mañana, cuando le había invitado el café. Había acelerado un coche sin frenos y él lo tenía clarísimo.Se sorprendió cuando la vio a ella, tan discreta que no lo miró más de dos veces, y tan despreocupada que tuvo enormes deseos de correr a contarle la verdad a Simona, quien de seguro lo iba a criticar y a crucificar por tan menudo er
Esa tarde, Abigaíl se preocupó de que todo estuviera en orden en su casa, puesto que tenía que ir a trabajar para cumplir con sus responsabilidades.Se derrumbó en la sala al entender que sus hermanos pasarían otra noche a solas y ella con el corazón en la garganta, sin saber si estaban a salvo o no. Bien sabía que eso no era lo correcto, incluso temía por su seguridad, pero ya no le quedaban otras opciones. El trabajo que tenía en el bar era lo más decente que había conseguido en mucho tiempo. También lo más estable y seguro. Tenía tan poca experiencia que nadie la tomaba en serio. Nadie había querido arriesgarse con ella. Aprovechó de su privacidad para llorar. A veces le urgía desahogarse y dejar salir un poquito de todo eso que guardaba en su profundo corazón. Sus hermanos estaban en la planta superior de la casa, preparando todo para ir a dormir y Abigaíl consideró que era el mejor momento para derrumbarse en sus propios problemas.Sus hermanos no eran su responsabilidad, au
—¡Abi, otra ronda! —gritó Victoria, feliz.Abigaíl caminó con la botella de tequila en la mano. —Que lo disfruten —dijo con claro sarcasmo.De reojo miró a su profesor. Él la estaba esperándola. Se hallaba tan ansioso como ella. Podrían haberse perdido en ellos mismos, pero Victoria estaba presente y, por supuesto, quería encarecidamente la atención de Oliver.Era su noche, su gran noche. No iba a permitir que nadie ni nada se la arruinara. La había soñado tantas veces que, nunca pudo ver todas las señales que Oliver le dio.La señal más importante de todas estaba allí, frente a ella; se llamaba Abigaíl. Victoria estaba tan ansiosa por llegar más lejos con Oliver que, bebió más de la cuenta. Cuando empezó a sentirse mareada, tuvo que disculparse para escabullirse hasta el cuarto de baño.No quería exponerse borracha y devolver todo lo que había bebido sobre su conquista. Apenas se marchó, buscando el tocador femenino, Oliver tuvo su oportunidad. —¿Por qué estás aquí? —le preguntó
Abigaíl suspiró aliviada en cuanto Victoria salió por la puerta del bar.Sí, se sintió terriblemente mal por tan tensa situación. No le gustó la idea de ver a Victoria borracha marchándose sola, sin protección. Se tuvo que quedar con la idea de que en el taxi estaría segura y que llegaría a casa a salvo.Siguió trabajando con normalidad. Les pagó a los empleados de turno y terminó de guardar el resto del dinero en la caja fuerte. Cuando terminó, se preparó para partir. Cogió su abrigo y su bolso, pero el encargado de seguridad regresó por la puerta y le dijo:—Abi, un joven te busca afuera, dice que se llama Javier.Abigaíl se puso pálida. Pensó que se desmayaba en ese momento, cuando supo que estaba jugando con fuego y se estaba empezando a quemar.—No, maldición —maldijo en voz alta y se tocó los ojos con fuerza, mostrando el cansancio emocional que sentía—. Dile que ya me fui…—Pero le acabo de decir que estabas aquí —contestó el hombre.Abigaíl le miró con pavor y soltó un largo s
Como a Oliver le costaba trabajo dar un primer paso, ella optó por acelerar las cosas, y se pasó por encima de la caja de cambios con su hábil cuerpo para subirse en sus piernas y dominar toda la situación.Oliver la recibió gustoso, aunque un poco nervioso. No sabía dónde poner las manos y no quería incomodarla, así que con suavidad la tomó por la cintura. Ella deseaba el contacto, lo anhelaba con entusiasmo. Sintió que temblaba cuando sus cuerpos se encontraron en ese estrecho espacio y sucumbió en sus labios con los ojos cerrados. Aunque su piel y su mirada oscura aceleraban su corazón con exageración, eran sus besos, húmedos y profundos, los que la ponían de cabeza. Nadie le había besado así y cada vez que sus lenguas se encontraban entre humedad y gemidos, la joven desfallecía con tanta pasión.El corazón le dolió, pero le gustó y es que llevaba tanto tiempo sin sentirse así que empezó a disfrutar cada sensación que la joven encendió en él. Se convirtió en un hombre salvaje
Se quedaron dentro del coche a conversar, pero la mala suerte estaba de su lado.Un coche policial aparcó junto a ellos para un control de rutina, un control que puso más nerviosa a Abigaíl de lo normal.—Buenas noches —los saludó el policía y con una pequeña linterna observó al conductor con ojo crítico—. Vamos a hacer un pequeño control. Sus documentos, por favor —pidió amable y miró a Abigaíl con el ceño arrugado.—Oficial —respondió Oliver entregándole toda la documentación que le solicitaba. Oliver era un hombre correcto; acostarse con una estudiante resultaba ser lo más descabellado e ilegal que había hecho nunca, aunque estaba seguro de que no era algo prohibido.El oficial estudió los documentos algunos instantes. Cuando la información que recibió parecía normal, regresó con ellos para despedirse y aconsejarlos.—Vayan a casa, a esta hora las calles son peligrosas —indicó y los miró a los dos señalándolos con su suave linterna. Abigaíl se cubrió el rostro con los dedos y esqu
Oliver abrió la puerta para ella y la invitó a pasar a la calidez de su hogar. Su intimidad.—¿Café, huevos, panquecas? —le preguntó caballeroso.No conocía los gustos de la joven y no quería equivocarse con ella. Tampoco quería arriesgarse a cocinar algo solo para él, y comportarse como un egoísta.Abigaíl le sonrió nerviosa. Nunca le habían preguntado algo tan simple, pero significativo. —Todo me parece perfecto —susurró cuando el hombre la miró con el ceño arrugado.—¿Estás nerviosa? —quiso saber y es que la notaba tensa en una esquina. —Un poco —respondió ella tocándose los dedos.Volvió a sentirse segura cuando el hombre se acercó para acariciarle la mejilla delicada con la punta de los dedos.—Cundo estoy contigo, siento tantas ganas de abrazarte fuerte y no sé por qué —agregó con dulzura y Abigaíl se derritió bajo su mirada cálida—. ¿Sería mucho descaro si te invito a cenar? —Se atrevió y es que se estaba volviendo loco.No comprendía bien desde donde provenía tanta valentía,