El ruidoso repiqueteo de sus tacones sobre el piso de baldosas al recorrer el pasillo, anticipa que nuestra flamante nueva directora ejecutiva de la empresa; está a punto de hacer su aparición. Todos los empleados han sido congregados en la gran sala de reuniones, lugar escogido para la presentación formal de la nueva al mando… mi jefa.
Recordarlo hace que la bilis suba hasta mi boca. Llevo la mano hasta mi cuello y me aflojo la corbata, porque de repente siento que me falta la respiración. En pocos minutos podré verle la cara a la arpía que clavó sus garras en mis pelotas y las hizo trizas. Mi pierna derecha revota una y otra vez de manera inquieta mientras espero a que la fulana jefa aparezca. Observo el reloj y constato que, en su primer día, ya viene con retraso. Gruño como perro rabioso. ¿Es esta la clase de persona que eligen para que dirija una empresa tan importante y sólida como esta? Menuda equivocación.
No puedo dejar de recordar lo perturbador y humillante que fue para mí el instante en que la noticia se divulgó a través de un comunicado por la mensajería interna de la empresa y en el cual se notificaba de manera formal, el nombramiento de la nueva directora ejecutiva de Sutton International Design. Aún después de todo este tiempo sigue revolviéndome las tripas. Ni la hiedra venenosa provocaría tanta irritación como la que me produjo el repentino anuncio. Estaba reacio a creer que el cargo por el que estuve trabajando durante largos años, uno para el que estaba seguro sería electo; en el último instante me fuera arrebatado de las manos por esa arpía oportunista. Solo pude convencerme de que era real una vez que la noticia me explotó en cara y me dejó con un mal sabor en la boca.
Desde entonces tuve que proveer mi despensa de medicamentos con unas cuantas botellas de antiácido. Fue una burla para mi ego maltrecho el que una mujer fuera la causante de mi malestar. Estuve a punto de destrozar toda mi oficina al ver el mensaje en la pantalla del ordenador, que, para el mayor de todos mis males; se quedó colgado como un recordatorio a la dolorosa realidad que estaba viviendo. Fue como una bofetada a mis aspiraciones, incluso, para mi propia hombría. Era el hazmerreír y la comidilla del día. El nuevo entretenimiento para los jugosos chismes que se cuchicheaban por los corredores de la empresa.
Respiro profundo y clavo la mirada sobre la puerta en cuanto la perilla gira con lentitud. Todas las cabezas giran al unísono y centran su atención en el mismo punto. El bullicio es remplazado por un cauteloso silencio.
El primero en entrar es mi mejor amigo, Jefferson Evans; jefe del departamento de Recursos Humanos. Mi cuerpo entra en tensión y cada uno de los músculos que lo conforman. Va vestido con uno de sus acostumbrados trajes a la medida, uno que usa solo para ocasiones especiales como esta. Ruedo los ojos, no hay una m*****a ocasión especial en lo que a mí respecta. Pero lo más molesto del asunto, es esa arrogante e insoportable sonrisa ensayada que lleva dibujada en su boca y que divide su rostro en dos mitades perfectas; la misma que utiliza cada vez que una mujer atractiva está en su radar. ¡Maldito imbécil! Debería borrársela a punta de puñetazos. De inmediato, hace aparición el objeto de mis rabietas y constantes pesadillas… la trepadora que cambió mi destino en esta empresa.
Un murmullo generalizado se escucha en toda la habitación una vez que la hermosa rubia acapara la atención con su atractiva presencia. Su fragancia es la primera en esparcirse por toda la sala como una poderosa poción mágica para encantar a cada uno de los presentes, sobre todo a los hombres que la miran como caníbales a su presa.
El dulce aroma floral emborracha a los más ávidos, quienes con disimulo repasan con ojos voraces a la presencia cautivadora. Trago grueso. Sus largas y torneadas piernas descansan sobre un par de sexys estilettos de aguja en color negro de la marca Manolo Blahnik, que van atados a sus finos tobillos con unas delicadas cintas de raso. Desplazo la mirada y me quedo perplejo con ese hermoso cuerpo de sirena que va cubierto con un elegante y discreto traje ejecutivo que abraza sus sinuosas curvas como una segunda piel. ¡Válgame Dios! Es una mujer muy hermosa y es una verdad que, ni siquiera yo, puede negar. Por más que intento ignorarla, no puedo apartar la mirada de ella. Además de arpía, es una m*****a bruja encantadora y un imán para la vista.
Su larga cabellera dorada y llena de ondas brillantes se desparrama sobre su espalda como cascada y se extiende hasta acariciar su diminuta cintura de reloj de arena. Su piel cremosa es tan tersa que parece hecha de porcelana y ese precioso rostro acorazonado es realzado por un fascinante par de ojos color celeste intenso en forma de almendra, que te atrapa con la mirada y te deja sin respiración. Una naricita perfilada, labios gruesos y abultados; que van delineados con un brillo natural para hacerlos ver más provocativos y deseables.
Sacudo la cabeza para zafarme del hipnotismo momentáneo en el que nos está envolviendo esa bruja maquiavélica. Sin duda alguna, esa arribista es un arma de destrucción masiva de la que cualquier hombre debe cuidarse. He de tener precaución con esa atracción irresistible y natural que engatusa a la primera mirada. Tiene a más de uno en esta sala con la boca abierta y con la baba chorreando sobre sus trajes.
Sin más preámbulo, Samuel, da inicio a las presentaciones.
―Damas y caballeros, muy buenos días tengan todos ―no puedo opinar lo mismo―. Como recordarán, hace casi tres semanas enviamos a todos un comunicado interno en el que se les informaba oficialmente, el nombramiento de la nueva directora ejecutiva de la empresa ―aquella última frase me cae como una patada directa al estómago―, y, de igual manera, la fecha en que estaría asumiendo el mando y control de nuestras operaciones. Así que ―vuelve a mostrar esa ridícula sonrisa que ya me causa constreñimiento―, sin más preámbulos, es un honor para mí y para nuestra empresa, presentarle a la señorita Victoria Kent, quien a partir de hoy estará llevando las riendas de Sutton International Design.
Aplausos ensordecedores y vítores se oyen en simultáneo como bienvenida a la flamante usurpadora. Una furia candente se esparce por todo mi cuerpo como llama voraz a punto de incinerarlo. Aprieto los puños mientras los mantengo escondidos bajo la mesa, para evitar que otros noten mi desacuerdo con la nueva designación. Me quedo sentado cuando el resto de los presentes se pone de pie para conocer y darle la calurosa bienvenida a la nueva jefa. Los muy traicioneros se acercan a ella para estrechar su mano y darle un cordial recibimiento como si la usurpadora ya fuera parte de la familia ―malditos lambiscones―. Soy ajeno a la algarabía de todos mis compañeros. Me mantengo indiferente a lo que sucede al rededor. La mirada de la susodicha se desvía con discreción hacia el lugar en el que permanezco atornillado. Muestro una actitud serena, pero, por dentro, la indignación y la rabia se cocinan a punto de ebullición. Entrecierra los ojos, me escruta con curiosidad y gesto confuso, debido a la actitud indiferente que he adoptado ante su presencia.
Bien, espero entienda que no es del todo bienvenida. Enfrento su mirada y le dejo claro que, todos menos yo, estamos contentos por su llegada. Debe verme como un adversario con el cual debe tener mucho cuidado, porque estoy dispuesto a dar dura pelea para recuperar lo que me pertenece por derecho. Le devuelvo una mirada llena de absoluto desdén. En ningún momento hago un mínimo intento para acercarme o reconocer a la intrusa.
Una vez concluidas las presentaciones se acomoda delante de todos para ofrecer unas breves palabras de agradecimiento a los presentes. ¡Comienza el show!
―Es un orgullo y un gran placer estar hoy junto a ustedes, más aún, saber que cuento con todo su valioso apoyo. No lo duden, es aseguro que todos mis esfuerzos estarán dirigidos a lograr que nuestra empresa siga siendo la mejor del país ―bla, bla, bla, bla―. Trabajaré para que los altos estándares de servicio y calidad sean nuestra carta de presentación, tanto para las futuras adhesiones, así como también, para nuestra actual cartera de clientes. Gracias por su amable recibimiento.
Sus ojos continúan escudriñándome mientras pronuncia sus últimas palabras. Los aplausos vuelven a estallar tras su discurso, al mismo tiempo en que la puerta se abre una vez más. Anderson Sutton, dueño de la empresa y a quien considero como a un padre, hace acto de presencia para recibir a la nueva integrante.
―¿Eres la encantadora, Victoria Kent? ―pregunta con caballerosidad, mientras le tiende la mano para que la estreche―. Es un placer para mí conocerte por fin en persona. Me han hablado muy bien de ti y tus credenciales no hacen más que demostrar que hemos hecho la mejor elección. Lamento no haberme presentado antes, pero las ocupaciones me lo impidieron hasta ahora.
Un tenue rubor se esparce por la cara de la hermosa arpía como respuesta a los elogios recibidos.
―Al contrario, señor Sutton, el placer es todo mío ―toma su mano y la estrecha con firmeza―. Trabajar con ustedes hombro a hombro y acompañarlos de ahora en adelante, es uno de los retos más importantes en mi vida profesional ―ruedo los ojos al escuchar esa repetitiva frase cliché―. Demostraré que no se han equivocado al elegirme ―sonríe con dulzura y piensa que con ello puede conquistarlos a todos―, estoy más que decida a entregarme en cuerpo y alma a esta empresa ―eso no lo pongo en duda―, hacerlos sentir orgullosos, además de satisfechos con los resultados obtenidos por el trabajo que vine a desempeñar.
Maldigo por lo bajo. Muy astuta y aduladora ha resultado ser la recién llegada, cree que con sus halagos tendrá en saco a todos los directivos. Llegó la hora de que acabe con el ridículo show que se acaba de montar.
―Ethan, me contenta que estés aquí, hijo ―Sutton, me abraza y me da un par de palmadas en la espalda― ¿Ya conociste a Victoria?Respiro profundo. No es el momento de perder el control y comportarme como un idiota resentido. Debo mantener la mente fresca y controlarme mientras esa mujer ande en los alrededores.―Bueno, conocerla no es la palabra correcta, ya que acaba de llegar ―expreso con pedantería―, pero imagino que tendré el tiempo suficiente para hacerlo, es lo que espero ―comienza el ataque. Quiero que sepa que no es bienvenida―. Encantado de conocerla, señorita Kent ―miento―. Espero que esté a la altura del puesto que ha venido a desempeñar y que el tiempo le alcance para demostrarlo.Con mis palabras le envío, un mensaje claro y certero que espero haya captado. Sonó bastante fuera de lugar, lo admito, pero la intención no es ser condescendiente con ella, al contrario, espero que comprenda que, en mí, no encontrará a un amigo. Mucho menos a un aliado.―Perdone… ¿Usted es?El ge
Su respuesta es inesperada. Su aparente fragilidad engaña hasta al más astuto, pero es una fiera salvaje de garras letales y afiladas.―¿Puedes explicarme qué carajos es lo que pasa contigo? ―grita furiosa, con esa boca tan viperina y ágil que me deja perplejo. Sin embargo, lo que me deja con la boca seca en esa actitud desafiante que muestra, es ese par de pezones duros taladrando mi pecho― ¿Cuál es el motivo que te impulsa actuar con esa actitud malsana contra mí?¡Vaya con la señorita! Sí que sabe usar los tacos como un perfecto camionero. Su reacción causa un efecto extraño en mí. En lugar de sentirme enfadado y predispuesto, solo siento admiración por esa actitud combativa y salvaje que la hace ver… ¿sexy y sensual?―¿Perdona?... no entiendo a qué te refieres ―pregunto cómo quien no entiende la cosa.Estoy a punto de soltar una gran carcajada, pero decido seguirle la corriente. Es emocionante verla furiosa y frustrada. Así que respondo con humor y sarcasmo para que entienda que s
¿Acaso perdí la cabeza? ¿Cómo me atreví a llamarle de esa manera? Fui vulgar, imprudente y desatinada. Nunca antes me había dirigido a alguien de forma tan grosera y despectiva. Le falté el respeto a uno de los ejecutivos más importantes de esta empresa como nunca me atreví a hacerlo con nadie más. Y nada más y nada menos que al predilecto del jefe. No me sorprendería si le va con la novedad y recibo una carta de despido antes de que siquiera llegue a ocupar mi oficina. Nada justifica ese comportamiento, pero su insoportable arrogancia me hizo explotar de la rabia. Respiro profundo y trato de calmarme. No es la única ocasión en la que alguien de mi entorno laboral intenta sabotearme, pero sí es la primera vez que respondo de manera tan irracional. Ahora para el mayor de mis disgustos ni siquiera tengo idea que dirección tomar para dirigirme a mi oficina. Se supone que luego del dichoso recorrido, él me llevaría a ella. Lo más conveniente es que me calme, solo así podré pensar con coh
Entro a mi apartamento sintiendo que el día mejora a cada segundo que pasa. Coloco el juego de llaves en la bandeja dispuesta sobre la mesita ubicada al lado de la entrada, me desprendo del saco y la corbata y los cuelgo en el perchero. Me lanzo sobre el sofá y apoyo la cabeza en el respaldo. Cierro los ojos, respiro profundo y dejo que el mal humor se disipe. De repente, estoy pensando en lo que sucedió esta mañana. En la mujer de cabellera dorada y de cuerpo escultural que se ha convertido en mi enemiga, pero también en alguien que ha comenzado a robarse toda mi concentración. Maldigo por lo bajo. ¿Es qué ni en mi propia casa voy a librarme de esa mujer? Me levanto del sillón, influenciado por mi mal temperamento y me dirijo hasta el mueble bar. Necesito un trago. Sé que es muy temprano para comenzar a beber, no obstante, la situación lo amerita. Tomo un vaso de cristal y lo lleno con algunos cubos de hielo. Destapo la botella de whisky y lo lleno hasta rebosar. Cojo el vaso de la
Salgo de la oficina para encontrarme con Dalton y a lo largo de todo el recorrido, recibo agradables gestos de bienvenida de los trabajadores que voy encontrando en mi camino. > Si cree que puede hacer lo que se le dé la gana mientras está bajo mi mando, está bien equivocado. Voy a tener que aclarar esta situación de una vez por todas. > ―¡Claro que no lo hago! Me respondo a mí misma. Su actitud me saca de quicio y me transforma en un ser impulsivo e irracional. Nunca había tenido tantas diferencias con alguien y tampoco tantos contratiempos como los he tenido con él. Ethan se ha convertido en un interruptor para mi mal temperamento. > ¡No me
―Disculpen la interrupción, pero… creo que la señorita Kent y yo, tenemos una reunión urgente y de suma importancia. Su pose intimidante y el tono con el que remarca y pronuncia cada palabra no pasa desapercibido. ―¿Y usted es? Dalton interviene colocándose delante de mí para protegerme del inminente desconocido ―Ethan Callaway, su compañero de trabajo y uno de los ejecutivos de esta empresa. No se amilana ante la reacción de mi prometido y como todo un espartano listo para la batalla, se acerca a él, revelando su nombre, pero manteniendo su mirada fija sobre mí mientras lo hace. Su actitud desafiante me pone nerviosa. ―Dalton Prescott… su prometido. Responde en un intento de reafirmar su propiedad sobre mí, por lo que intervengo, ya que esto acaba de convertirse en un concurso de meadas que me está incomodando. ―Por supuesto, señor Callaway, nos reuniremos en breves minutos. Balbuceo con nerviosismo, lo que me hace sentir furiosa, porque no quiero que él piense que su presenc
Estoy temblando de pies a cabeza. ¿Qué es lo que acaba de suceder? Lucy me observa tan sorprendida como yo lo estoy. ¿Qué puedo decirle que sirva de excusa o explicación a lo que a sus ojos es tan evidente? Sigo aturdida, confundida y preocupada por lo que acaba de pasar entre Ethan y yo, sobre todo, porque mi asistente ha sido testigo de ello. ―Este… ―intenta decirme algo, no obstante, solo es capaz de señalarme con su dedo índice en dirección hacia mi cabello, preocupada por comunicarme algo que no logro entender―, su cabello está… ―aclara su garganta y baja su mirada al tiempo que reacomoda sus anteojos―. Creo que debería ir al baño y mirarse al espejo para arreglar un poco el desorden. Abro los ojos como platos cuando logro entender lo que ha estado tratando de explicarme. Mi cara enrojece como nunca antes. Elevo las manos y trato de arreglar el desastre, sin embargo, vuelve a señalarme en dirección hacia mi boca. Esta vez tiene toda mi atención, no sé cómo ocultar el bochorno q
Intento olvidarme de todo lo que pasó entre Victoria y yo, con mucho trabajo. Me hundo entre los papeles que hay sobre mi escritorio durante largas horas. Repaso cada detalle sobre el proyecto de diseño que debemos presentar el lunes a primera hora a un nuevo cliente potencial. Sin embargo, no logro concéntrame por mucho que lo intento. Repeticiones muy vívidas del beso apasionado que nos dimos y las ansias con las que nos devoramos me distraen de mis obligaciones. Lanzo el bolígrafo contra el escritorio y maldigo en voz baja, decepcionado por mi descontrol y por el hecho de que por más que quiera engañarme, quiero más. Deseo más de lo que Victoria pueda darme. Logro centrarme por fin en mi trabajo. Decido quedarme algunas horas más para dejarlo todo listo y recuperar el tiempo que perdí entre tantas divagaciones. Todos los empleados se han retirado, por lo que decido apagar las luces que han quedado encendidas. Logro avanzar unos pocos metros cuando percibo un destello de luz procede