¿Acaso perdí la cabeza? ¿Cómo me atreví a llamarle de esa manera? Fui vulgar, imprudente y desatinada. Nunca antes me había dirigido a alguien de forma tan grosera y despectiva. Le falté el respeto a uno de los ejecutivos más importantes de esta empresa como nunca me atreví a hacerlo con nadie más. Y nada más y nada menos que al predilecto del jefe. No me sorprendería si le va con la novedad y recibo una carta de despido antes de que siquiera llegue a ocupar mi oficina.
Nada justifica ese comportamiento, pero su insoportable arrogancia me hizo explotar de la rabia. Respiro profundo y trato de calmarme. No es la única ocasión en la que alguien de mi entorno laboral intenta sabotearme, pero sí es la primera vez que respondo de manera tan irracional.
Ahora para el mayor de mis disgustos ni siquiera tengo idea que dirección tomar para dirigirme a mi oficina. Se supone que luego del dichoso recorrido, él me llevaría a ella. Lo más conveniente es que me calme, solo así podré pensar con coherencia. Miro en todas direcciones y me doy cuenta de que hay avisos pegados en las paredes que indican el rumbo que debo tomar dependiendo del área al que desee dirigirme. ¡Gracias a Dios!
Sigo todos aquellos que señalan hacia el área de la gerencia. Sin embargo, considero llamar al señor Evans. No tengo idea del lugar en el que está ubicada mi oficina y nadie mejor que él, para que me lo diga. Saco el móvil del bolsillo de la chaqueta y marco su número.
―Señorita Kent, ¡qué maravillosa sorpresa! ―menciona con demasiada emoción―. Dígame, ¿en qué puedo ayudarla?
―Esto… yo ―me tomo una pausa antes de que siga balbuceando como idiota―. Disculpe, necesito de su ayuda ―le explico―. Estoy perdida y no tengo idea de la ubicación exacta de mi oficina.
Se queda callado durante algunos segundos. Luego responde.
―Creí que estaba haciendo un recorrido por las instalaciones en compañía del señor Callaway.
¡Madre mía! ¡Qué vergüenza!
―Lo siento, es que… ―aclaro la garganta, no puedo contarle la verdad―, Ethan, digo, el señor Callaway tuvo que retirarse de urgencia y yo insistí en seguir sola con el recorrido, pero olvidé preguntárselo ―espero que crea esta mentira tan absurda que acabo de darle―, por eso pensé que tal vez usted podría ayudarme con este pequeño inconveniente.
―Oh… lo siento, señorita Kent, será un placer de mi parte ayudarla a resolver su problema ―escucho el rechinar de la silla cuando la arrastra y se levanta de ella―. Gran error de mi parte ―asume la culpa cuando en realidad es mía y en parte, de ese idiota presumido―. Olvidé mostrarle su oficina, una falta imperdonable que de inmediato he de corregir.
―Agradezco su amabilidad, señor Evans, y disculpe las molestias que le ocasiono.
―No es ninguna molestia, señorita Kent, esto me permitirá estirar un poco las piernas ―lo escucho reír―. Indíqueme en qué lugar se encuentra y en cuestión de minutos estaré allí con usted.
Dirijo la mirada a la pared y suministro la información que necesita.
―Me encuentro en el área de compras, en el mismo piso en que se realizó la reunión.
―Sé con exactitud dónde queda, por favor no se mueva de allí ―escucho el instante en que su puerta se abre y luego vuelve a cerrarse―, está muy cerca de mi oficina, no tardaré en llegar.
***
Diez minutos después estamos montados en el elevador, dirigiéndonos al piso superior; lugar en el que quedan las oficinas de los altos ejecutivos. Entre ellas la de Ethan. Una vez que este se detiene en el último nivel, las puertas se abren y quedo deslumbrada por el intimidante vestíbulo que nos recibe en primera instancia. Enormes puertas acristaladas en la entrada, con el nombre y el logo de Sutton Internacional Desing, en un discreto y elegante tono metálico.
Atravesamos las puertas para adentrarnos en la enorme sala que está separada de las oficinas privadas por un sólido y elegante mostrador de madera maciza con detalles en acero inoxidable, tras del cual se encuentra una joven y atractiva mujer que nos recibe de manera cordial.
―Buenos días, señorita Kent, señor Evans ―nos saluda a ambos de manera muy profesional―, bienvenida de nuevo a Sutton Internacional.
Una hermosa sonrisa acompaña sus gentiles palabras.
―Muchas gracias, eres muy amable.
―Mi nombre es Priscilla ―responde con emoción―, puede llamarme cada vez que lo necesite, estoy a sus órdenes.
―Por supuesto que lo haré, Priscilla, estoy segura que encontraré en ti a una buena aliada.
Continuamos el recorrido por un extenso corredor alfombrado en el que puedo distinguir ubicadas a ambos lados del mismo las oficinas de los altos ejecutivos. A final del corredor la oficina del presidente, flanqueada por dos más que están ubicadas a pocos metros de esta. A la derecha mi oficina y a la izquierda, justo al frente de la mía, la del hombre que ha hecho cuadros mi primer día en esta empresa.
<<No habrá manera en que puedas deshacerte de tu nuevo dolor de cabeza>>
―Adelante, señorita Kent, esta será su nueva oficina.
Levanto la mano y toco la placa dorada grabada con mi nombre. El señor Evans abre la puerta y me invita a entrar. El espacio es inmenso. Está decorado con un estilo similar al resto de las áreas.
―Esperamos que la decoración sea de su agrado, de lo contrario, puede cambiarla según sea su preferencia. En tal caso, puede comunicarse con el departamento de diseño y decoración, ellos se harán cargo de los cambios que usted desee realizar.
Estoy fascinada con todo. No necesito cambiar nada, porque estoy más que encantada con esta oficina.
―No, no es necesario ―respondo conforme―, todo es perfecto tal y como está.
Sigo concentrada en cada detalle de la decoración y en cada objeto situado con precisión. Es un paraíso de oficina.
―Bueno, entonces no hay nada más qué decir ―indica mientras camina hacia la puerta―. Su asistente está por llegar, se encuentra en el área de fotocopiado, al otro lado del corredor principal ―señala con su pulgar hacia atrás―, preparando algunos documentos importantes para usted ―explica―. Se llama Lucy. Es una chica algo extrovertida y diferente ―hace énfasis especial en la última palabra―, pero muy eficiente en su trabajo.
―Debe estar ya en su área, esperando por sus indicaciones.
Con una sonrisa y un asentimiento se retira. Mientras lo observo partir, una chica de cabellera rojiza entra de forma apresurada a punto de atropellarlo en su afán. Se disculpa por su torpeza y se ajusta los anteojos antes de que estos caigan al piso.
―Este… yo… quiero decir ―aclara su garganta―. Lo siento por eso.
Vuelve a asegurar sus anteojos sobre el puente de su nariz. Me gusta esta chica a la primera impresión.
―No te preocupes, pasa adelante y toma asiento por favor.
Ocupo mi lugar detrás de mi escritorio.
―Buen día, señorita Kent, mi nombre es Lucy Lane y a partir de ahora seré su nueva asistente ―sonríe con gracia―. Puede pedirme lo que sea, cuando lo requiera, para eso estoy aquí… ¿No es cierto? Bueno… ―vuelve a aclarar su garganta―. Este… ¿Puedo traerle una taza de café o de té? ¡Oh! ¡Santo cielos! Ni siquiera conozco sus preferencias, será mejor que vaya por mi bloc de notas y registre de inmediato lo que le gusta.
―Detente, Lucy ―esta chica ha mejorado mi día con su chispa contagiosa―. Eso puede esperar ―niego con la cabeza―, mis gustos no son tan particulares. Además, ya tomé café y estoy segura que cualquier cosa que tú me traigas estará genial.
―Lo que necesite, yo se lo preparo ―explica con agrado exagerado―. Es más, si no le gusta nada de lo que tenemos aquí puedo enviar al chico de los mandados al café que está justo en la acera del frente ―explica interesada―. Aunque déjeme decirle, el café que preparamos aquí es buenísimo, tal vez el mejor que he probado en toda mi vida, tanto que me he vuelto adicta a él.
¡Madre mía!, esta chica parece un tren a toda revolución, pero me encanta lo desenvuelta y espontanea que es.
―Qué tal si comenzamos desde el principio ―le indico, mientras enciendo el computador―. Trae todo el material que estuviste preparando para mí y nos ponemos al día con eso. Necesitaré de toda tu ayuda.
Me muestra su sonrisa más radiante y sale de la oficina en busca de lo que acabo de pedirle. Hay tanto trabajo por hacer que esto segura que el tiempo no nos alcanzará para hacerlo todo.
***
La mañana transcurre rápidamente. Lucy, resultó ser toda una bendición. Es más que buena y eficiente en lo que hace. Gracias a ella, el trabajo fue más sencillo y menos agobiante de lo que esperaba.
Varios minutos antes de la hora de almuerzo suena mi móvil. Por el tono de la melodía sé de inmediato de quién se trata… Dalton, mi prometido.
―Hola, cariño.
Se me escapa un pequeño suspiro como respuesta a la mañana tan atareada que he tenido, pero su llamada me hace sentir relajada.
―Hola, cielo… ¿Un día difícil?
¿Tan evidente he sido?
―No, solo algo complicado, pero ya he tomado el toro por los cuernos ―le digo, satisfecha―. En poco tiempo estaré adaptada al nuevo ritmo de trabajo.
Puedo escucharlo sonreír al otro lado de la línea.
―No lo pongo en duda, preciosa ―me dice en tono orgulloso―, eres una mujer maravillosa, reconozco esa gran capacidad que tienes para resolver cualquier complicación que se interponga en tu camino.
Agradezco su fe en mí.
―Gracias, Dalton, necesitaba esas palabras de aliento ―sonrío contenta―, ahora me mucho siento mejor. Me has alegrado la mañana.
Respiro con más tranquilidad y olvido por completo lo que pasó a principio de la mañana con el imbécil.
―Bueno, cariño, ¿qué te parece si te invito a almorzar y conversamos sobre tu primer día de trabajo? ―le doy un vistazo al reloj que está sobre el escritorio y noto que solo faltan veinte minutos para el mediodía―. Puedo pasar a buscarte dentro de algunos minutos, acabo de salir del bufete ―sugiere―, iremos a algún restaurant cercano a tu trabajo.
―Me parece una magnífica idea, cielo ―suelto emocionada―. Te estaré esperando en el vestíbulo.
Termino la llamada y en el mismo instante suenan un par de toques a la puerta.
―Adelante.
Me pongo la chaqueta preparándome para salir de la oficina y encontrarme con mi prometido.
―Señorita Kent, acaba de llamar la asistente del señor Callaway, para notificarme que su jefe no estará disponible para la reunión pautada con usted para esta tarde ―¿qué es lo que dijo?―, ha sido diferida para mañana a la misma hora.
¿Así que insiste en fastidiarme el día?
―¿Ha mencionado el motivo de la suspensión?
Lo tomo con calma, no quiero verme alterada cuando me encuentre con Dalton.
―No, en absoluto ―indica―, solo me informó que su jefe había decidido retirarse luego de la reunión. Dio por concluidas sus actividades del día ―niega con la cabeza―, no regresará hasta mañana.
Por lo visto este idiota ha decidido complicar mi existencia, pero esta vez no pienso permitírselo. Le voy a enseñar que él no es el único que toma las decisiones en esta empresa y que, como su jefa, debe consultarme antes de tomar una decisión de manera unilateral.
―Comunícate de nuevo con su asistente y dile… No, mejor dile que le exijo que se comunique con su jefe y le informe que no estoy dispuesta a aceptar ningún cambio en mi agenda sin que haya un motivo de peso para ello ―esta será mi primera venganza contra él―. Que lo espero sin falta en esta oficina a la hora acordada o habrá consecuencias.
Lucy me mira con una expresión confusa, pudiera decir casi aterrorizada.
―Este… yo… por supuesto, le comunicaré de inmediato a su secretaria.
Llegó la hora de que ponga a Ethan Callaway, en su sitio. Acabo de declararle la guerra.
Gracias por acompañarme con esta nueva historia. Espero que les guste. Bienvenidas!!
Entro a mi apartamento sintiendo que el día mejora a cada segundo que pasa. Coloco el juego de llaves en la bandeja dispuesta sobre la mesita ubicada al lado de la entrada, me desprendo del saco y la corbata y los cuelgo en el perchero. Me lanzo sobre el sofá y apoyo la cabeza en el respaldo. Cierro los ojos, respiro profundo y dejo que el mal humor se disipe. De repente, estoy pensando en lo que sucedió esta mañana. En la mujer de cabellera dorada y de cuerpo escultural que se ha convertido en mi enemiga, pero también en alguien que ha comenzado a robarse toda mi concentración. Maldigo por lo bajo. ¿Es qué ni en mi propia casa voy a librarme de esa mujer? Me levanto del sillón, influenciado por mi mal temperamento y me dirijo hasta el mueble bar. Necesito un trago. Sé que es muy temprano para comenzar a beber, no obstante, la situación lo amerita. Tomo un vaso de cristal y lo lleno con algunos cubos de hielo. Destapo la botella de whisky y lo lleno hasta rebosar. Cojo el vaso de la
Salgo de la oficina para encontrarme con Dalton y a lo largo de todo el recorrido, recibo agradables gestos de bienvenida de los trabajadores que voy encontrando en mi camino. > Si cree que puede hacer lo que se le dé la gana mientras está bajo mi mando, está bien equivocado. Voy a tener que aclarar esta situación de una vez por todas. > ―¡Claro que no lo hago! Me respondo a mí misma. Su actitud me saca de quicio y me transforma en un ser impulsivo e irracional. Nunca había tenido tantas diferencias con alguien y tampoco tantos contratiempos como los he tenido con él. Ethan se ha convertido en un interruptor para mi mal temperamento. > ¡No me
―Disculpen la interrupción, pero… creo que la señorita Kent y yo, tenemos una reunión urgente y de suma importancia. Su pose intimidante y el tono con el que remarca y pronuncia cada palabra no pasa desapercibido. ―¿Y usted es? Dalton interviene colocándose delante de mí para protegerme del inminente desconocido ―Ethan Callaway, su compañero de trabajo y uno de los ejecutivos de esta empresa. No se amilana ante la reacción de mi prometido y como todo un espartano listo para la batalla, se acerca a él, revelando su nombre, pero manteniendo su mirada fija sobre mí mientras lo hace. Su actitud desafiante me pone nerviosa. ―Dalton Prescott… su prometido. Responde en un intento de reafirmar su propiedad sobre mí, por lo que intervengo, ya que esto acaba de convertirse en un concurso de meadas que me está incomodando. ―Por supuesto, señor Callaway, nos reuniremos en breves minutos. Balbuceo con nerviosismo, lo que me hace sentir furiosa, porque no quiero que él piense que su presenc
Estoy temblando de pies a cabeza. ¿Qué es lo que acaba de suceder? Lucy me observa tan sorprendida como yo lo estoy. ¿Qué puedo decirle que sirva de excusa o explicación a lo que a sus ojos es tan evidente? Sigo aturdida, confundida y preocupada por lo que acaba de pasar entre Ethan y yo, sobre todo, porque mi asistente ha sido testigo de ello. ―Este… ―intenta decirme algo, no obstante, solo es capaz de señalarme con su dedo índice en dirección hacia mi cabello, preocupada por comunicarme algo que no logro entender―, su cabello está… ―aclara su garganta y baja su mirada al tiempo que reacomoda sus anteojos―. Creo que debería ir al baño y mirarse al espejo para arreglar un poco el desorden. Abro los ojos como platos cuando logro entender lo que ha estado tratando de explicarme. Mi cara enrojece como nunca antes. Elevo las manos y trato de arreglar el desastre, sin embargo, vuelve a señalarme en dirección hacia mi boca. Esta vez tiene toda mi atención, no sé cómo ocultar el bochorno q
Intento olvidarme de todo lo que pasó entre Victoria y yo, con mucho trabajo. Me hundo entre los papeles que hay sobre mi escritorio durante largas horas. Repaso cada detalle sobre el proyecto de diseño que debemos presentar el lunes a primera hora a un nuevo cliente potencial. Sin embargo, no logro concéntrame por mucho que lo intento. Repeticiones muy vívidas del beso apasionado que nos dimos y las ansias con las que nos devoramos me distraen de mis obligaciones. Lanzo el bolígrafo contra el escritorio y maldigo en voz baja, decepcionado por mi descontrol y por el hecho de que por más que quiera engañarme, quiero más. Deseo más de lo que Victoria pueda darme. Logro centrarme por fin en mi trabajo. Decido quedarme algunas horas más para dejarlo todo listo y recuperar el tiempo que perdí entre tantas divagaciones. Todos los empleados se han retirado, por lo que decido apagar las luces que han quedado encendidas. Logro avanzar unos pocos metros cuando percibo un destello de luz procede
Victoria se desmaya entre mis brazos. Un latigazo de miedo recorre mi espina dorsal al verla perder la conciencia. En mi vida me había sentido tan nervioso como en este momento. Noto su cartera tirada a un lado de su cuerpo, la recojo del suelo con una de mis manos mientras sujeto a Victoria con la otra. Una vez que la tengo, meto uno de mis brazos por debajo de sus rodillas y la levanto. La traslado hasta mi auto y con un poco de dificultad logro sacar el mando del bolsillo de mi pantalón. Abro la puerta del copiloto y la acomodo en el asiento. Mis manos están temblando. La sujeto con el cinturón de seguridad mientras observo su hermoso rostro palidecido. Por un instante siento el impulso de acariciarlo, pero me contengo. Me alejo de ella y cierro la puerta, antes de rodear el vehículo a una velocidad vertiginosa. Me ubico en mi asiento, la miro una vez más y arranco a toda velocidad. Salgo del aparcamiento como bólido endemoniado y tomo la vía principal que me llevará directo al hos
Reviso la cartera y busco cualquier documento que contenga la información que el doctor está requiriendo. Veo con fascinación todos los objetos que hay dentro de su bolsa y sonrío como un puto tonto por la cantidad de objetos innecesarios que lleva en el interior. Niego con la cabeza. Las mujeres son un complejo paquete de infinitas contradicciones. Meto la cartera debajo de mi brazo y regreso a la clínica con una enorme sonrisa dibujada en mi boca. Después de finiquitar con la administración el asunto con el seguro, me dirijo a la habitación donde ha sido trasladada Victoria. La mantendrán bajo observación por algunas horas, pero la darán de alta una vez que descanse y se recupere. Al ingresar a la habitación, la encuentro dormida. Me acerco y me detengo a un lado de la cama. Se ve tan pacífica, nada que ver con la mujer de carácter y fuertes convicciones. El médico me ha dicho que es solo cuestión de tiempo para que despierte. Le han colocado un calmante para mantenerla sedada. Est
La discusión termina cuando se escuchan los suaves gemidos que emite Victoria al despertar. Las miradas de duelo mortal se detienen. Ambos giramos al mismo tiempo y hacia la misma dirección. ―Dalton… Victoria abre sus ojos y pronuncia el nombre de su maldit0 prometido. Me estremezco de pies a cabeza, pero logro controlar la ira y la impotencia que me produce reconocer que ella solo tiene ojos para él. ¿Acaso no se da cuenta que ese tipo no le conviene? Él se acerca y se inclina para besarla en los labios. Mi estómago se revuelve y tengo que mirar hacia otro lado para no ser testigo de la escena romántica que los dos protagonizan. ―Hola, hermosa, ya estoy aquí ―le dice con voz aduladora―, no tienes de que preocuparte, siempre voy a cuidar de ti. Ruedo los ojos. El imbécil comienza a repartir besos repetidos sobre su rostro y, finalmente, la vuelve a besar. Tengo unas ansias locas y demediadas de alejarlo de ella, evitar que siga probando de esos mismos labios que ya fueron míos.