—La encontré —vuelvo a repetirlo; sonrió al ver a mi linda mujer—. Hicieron un buen trabajo. Felicito a mis hombres porque han estado muy pendientes de esto. Tengo que actuar rápido antes de que pase algo, aunque tengo algo en mente. —Max, quiero que en una habitación de mi nueva mansión la preparen con todo lo que necesita una mujer: ropa, zapatos, maquillaje, toallas, tampones, champú de mujer, todo lo que se te pueda ocurrir —ordenó. —Claro que sí, señor, pero ¿qué talla de ropa? —preguntó. Así que tomo uno de mis bolígrafos de mi escritorio y escribo sobre una hija la talla de ropa, vestidos y la talla de zapato. —Ten, estas son las medidas y que esté listo lo más rápido posible. —Extiendo mi brazo con la hoja en mi mano mientras el guardaespaldas la agarra viendo las tallas. —Haré mi mayor esfuerzo. —Bueno, con eso me conformo; te puedes ir —le digo y Max se va dejándome solo en mi oficina. Me siento en mi lugar, tomando esa fotografía, viendo a mi Mia salir de
P.O.V. Adriano Salgo de esa casa con una sonrisa en mi rostro y una alegría en el alma; nunca me había sentido tan bien y ahora me siento como si fuera un ave que por fin abre sus alas. Nunca antes había tomado las riendas de mi vida; siempre mi padre decidió qué era lo que según él mejor me convenía y, al llegar Sara a mi vida, fue bueno, aunque a la vez también sé que mis padres y su hermano conllevaron algo. Y es que todos saben que los Borbon y los Russo son las familias más importantes, así que para mí eso fue más que obvio; sé que nuestro primer encuentro fue planeado por ellos, aunque nunca lo admitió mi padre. Sin embargo, fue distinto con ella, ya que no nos obligaron a que nos enamoráramos o nos casáramos; al principio solo nos mirábamos como unos extraños que intentábamos conocernos. Ella era algo ruda, tierna, amable en el fondo y muy decidida. También sabía que su hermano quería emparentarla conmigo y me advirtió que si no le llamaba la atención, se iría; aun
Me quedo helado; no sé si lo que estoy viendo sea correcto, pero vuelvo a enfocar mis ojos para comprobar lo que miro y si la imagen sigue en mis manos. Mia está besando a un hombre. Trago saliva que me sabe totalmente amarga al caer a mi estómago; debido a su sabor, siento cómo mi estómago cruje al caer mi saliva en él. Omito el sonido de mi panza y la ira crece en mi interior, a la vez que un profundo dolor. —¿Qué carajos es esto? —grito con fuerza, haciendo que mis mascotas salgan corriendo—. ¿Quién lo envió? —No lo sé, señor, uno de mis hombres lo encontró en la entrada justo después de que entramos —me contestó Max guardando la compostura. Pienso en cómo averiguar quién dejó esto, pero no hay mucho que pueda hacer, ya que las cámaras todavía no están listas, así que solo eso provoca que mi rabia crezca más y más. —¿Qué quiere que haga, señor? —preguntó Max con una voz fuerte. —Manda a los hombres a preparar el jet, nos iremos esta tarde a Alaska —le ordenó dándome me
Trago saliva al oír esa voz tan familiar que provoca que cada vello de mi cuerpo se erice de miedo. Me giro con brusquedad tirando algunas lociones que hay sobre el tocador, pero no les pongo importancia y es que sigo fija en él. Sintiendo cómo la atmósfera se vuelve fría, tensa y muy pesada, se diría que casi se puede cortar con un cuchillo. Percibo cómo sus ojos azules se clavan en mí como si fueran navajas y quisieran matarme. Sin importar la poca luz, puedo ver su rostro serio e inexpresivo, que me causa mucha más incomodidad porque no sé con claridad cómo es su temperamento ahora mismo. Y es que recuerdo cada una de las palabras que Tani me ha dicho, lo molesto que está conmigo y, sabiendo lo que le hizo a ella, solo causa que me aterrorice más y más. Quizá vino para cobrarse por haberlo usado como un prostituto, tal vez vino aquí para matarme o matar a mi familia, aunque me alegra que ellos no estén aquí o si no, tal vez al llegar a casa haya encontrado una escena muy diferen
P.O.V. Adriano. Sigo a Mia con calma mientras canto una melodía que, cuando era niño, jugaba constantemente con mi madre y, debido a la situación, es perfecta para usarla. Miro cómo ella corre por los pasillos semioscuros de la casa, dirigiéndose directamente hacia la cocina, mientras que me encamino hacia esa dirección y justo antes de entrar a esa zona vuelvo a reproducir la melodía en mi teléfono. —Jugaremos en el bosque mientras el lobo no está, porque si el lobo aparece a todos nos comerá. Lobo, ¿estás ahí, sí o no? Detengo la canción justamente en ese momento para poder hablar. Aclaré mi garganta para usar el mismo tono que he estado usando. —Sí, y tengo mucha hambre —digo con una voz juguetona, media macabra. Dejo mi teléfono dentro de mi bolsillo, entrando por completo a la cocina que está ligeramente iluminada. Busco a mi linda castaña rojiza y la encuentro cerca de la estufa empuñando un cuchillo, pero veo cómo tiembla de miedo; al igual que sus extremidades, tambi
—Adriano, ¿qué ocurre? —le preguntó, pero no tengo contestación. Así que busco rápido una solución, pasamos cerca de las escaleras y me sostengo del barandal de las para impedir que él siga jalándome. Él solo se da la vuelta, apartando mis manos y subiéndome en su hombro. —¡Adriano, bájame! —elevó la voz mientras golpeó su ancha espalda, intentando liberarme de su agarre, pero es en vano porque no logro que ni se inmute, además de que ni caso me hace, es como si me ignorara. Salimos de la casa en plena oscuridad, siento la brisa fresca tocar mi espalda y cómo mueve mi cabello que cae en mi rostro. —¡Arreglen todo, nos iremos esta misma noche! —les grita Adriano a sus hombres. Veo cómo algunos guaruras pasan por nuestro lado dirigiéndose a la casa. Adriano me baja de su hombro; estamos al lado de un auto oscuro de lujo. Max tiene la puerta abierta. —Entra, Mia —me ordena. —No voy a hacerlo —me niego y, debido a la poca luz, noto como él aprieta la quijada conteniendo la ira.
P.O.V. Adriano Me siento frustrado, molesto y con un sentimiento bastante extraño porque le acabo de decir algo a Mia, algo delicado, y ella lo toma como un juego. No sabe que ese hombre es malo y que solo querrá lastimarla, pero no discutiré con ella; prefiero ahorrarme palabras y no seguir molestándome.. Por fin, después de minutos, sintiendo esa aura pesada y una incomodidad terrible, él detuvo el auto. Miro cómo todo está listo, oigo cómo Max quita los seguros de las puertas y, antes de que pueda reaccionar, miro cómo Mia abre la puerta, saliendo disparada del auto. —Maldición. Salgo también del vehículo, corriendo detrás de ella que va a toda velocidad, pero para mí no es nada grave porque desde muy joven me la he pasado corriendo, así que esto es pan comido para mí. —¡Corre, Mia, corre porque el lobo va detrás de ti! —expresó de forma juguetona. Miro como uno de mis hombres que se acerca a toda velocidad para auxiliarme, pero le hago una señal con la mano para qu
P.O.V. Mia Abro los ojos al sentir un movimiento brusco, miro a todas direcciones, algo asustada y aturdida. —Tranquila, estamos por aterrizar. —Adriano me habla; yo lo veo de reojo, aunque no le digo nada. Volteo hacia la ventana corroborando lo que él me acaba de decir. La vista empieza a cambiar; antes se veían solo nubes y mar. Ahora se vuelve verde con algunas montañas y árboles. Cada vez estamos más cerca de la tierra y justo cuando menos me lo espero, se siente como el jet ha tocado tierra. Bajando cada vez más su velocidad hasta quedar completamente quieto. Adriano se levanta y miro cómo sus hombres pasan rápidamente abriendo la puerta. —Andando —habla Adriano de nuevo. Desabrocho el cinturón poniéndome de pie. Él me da el pase primero y me dirijo hacia la puerta. La luz empaña mis ojos; intento acostumbrarme a la luz teniendo por fin claridad. Contemplo la enorme pista de aterrizaje con varios autos oscuros al pie del jet y con bastantes guardaespaldas armados