CAPÍTULO 3

Alessio, su tercer hermano mayor, se acerca rápido para saludarlo y a su vez interceptarlo para tranquilizarlo antes de que haga una tontería, pues la tensión en el ambiente ha aumentado con su llegada. La familia en sí ya se sentía incómoda con la llegada de la ex miembro, ya que no sabían cómo tratarla luego de dos años sin verla; y la expresión en la cara de Vicenzo, tan solo verla, les hizo confirmar sus sospechas de que las cosas no habían terminado tan bien como él les había hecho creer.

—Hola, hermano, ¿cómo estás? —saluda Alessio mientras abraza a Vicenzo por el cuello, para luego darle una palmada en la espalda.

—¿¡Qué madres es esto Alessio!? ¿Por qué Carlota está aquí? —le refiere muy molesto, pero en voz baja, de manera que los demás no puedan oírle.

—Tranquilo Vicenzo, ella llegó sola. Dijo que pasó a saludar, de hecho, ya se iba cuando llegaste —susurra Alessio a su hermano, para tratar de calmarlo un poco.

—Pinche vieja. Qué valiente se considera al venir acá a darle la cara a todos luego de todo el daño que causó —murmura Vicenzo mientras acompaña a su hermano a saludar a su madre que ya lo ve a unos metros con ojos de alegría.

Él no ha venido para ver a Carlota y eso le remueve todo tipo de sentimientos negativos. Quiere salir huyendo de ahí con más ganas que las de antes, pero la familia se había reunido y venido unos desde lejos, solo para estar juntos. Así que se traga sus emociones y empieza a saludar de lejos a todas las personas ahí reunidas, totalmente resignado, pues ya está con ellos.

Vicenzo acorta el camino entre su madre y él, pues ella ya se acercaba con brazos abiertos a recibirlo con tremenda sorpresa y admiración.

—Hijo mío, qué alegría verte de nuevo —Anna le da un abrazo y un beso efusivo en comparación al escueto de su hijo.

—También me da gusto verte madre —devuelve el abrazo de la mejor manera que puede, pues él poco ánimo que tenía ya se había esfumado en cuanto vio a la «arpía»

— ¿Ya viste a Carlota? ¡Qué sorpresa que viniera! —indaga la matriarca, pues deduce que algo oculta su hijo, pero no el que.

—Sí, ya la vi. No te alegres mucha madre. El que esa mujer esté aquí no pinta nada bueno —responde tácito y con voz ronca.

La cara de Anna se transforma y la preocupación se instala en sus gestos, confirmando que algo grave ocurrió entre ellos. Una sospecha de infidelidad por parte de Carlota era algo que no podía salir de su pensamiento, pero como no conocía la verdad, el sacar conjeturas solo era una pérdida de tiempo y un desgaste emocional al que no quería recurrir. Por lo tanto, sigue esperando que su hijo se anime a contarle la verdad.

— ¿Pero, por qué? Dime que está pasando Vicenzo, me preocupas… —le demanda tratando de persuadirlo, acariciándole con cariño su mejilla como cuando era un niño.

—Nada madre, solo que no me gusta verla. Es una ex incómoda, solo eso —responde Vicenzo quitándole importancia, he intentado sonreír para calmar a su madre que está preocupada.

—Bueno, si tú lo dices… —sin tragarse el cuento, Anna le toma del brazo llevándolo hacia sus consuegros para que salude.

Alessio no le abandona en ningún momento, conoce demasiado a su hermano como para saber que le duele mucho ver a su ex ahí. Nadie conoce realmente la historia detrás de la separación de ellos dos, pero él sí. Por lo tanto, sabe que debe apoyar a Vicenzo en este instante, ya que el sentido común de su hermano puede desaparecer en un santiamén.

Al llegar el turno para saludar a su exmujer, Vicenzo no puede contener la ira aún guardada dentro de sí. Ella le había engañado con su mejor amigo, estafándolo con su empresa de bienes raíces y dejándolo en la calle. La última vez que se vieron ella le había amenazado con quitarle también la única propiedad que tenía a su nombre y que casualmente era la casa de su madre.

Su padre al morir había dejado estipulado en el testamento las propiedades que serían para cada uno de sus hijos. La casa de la Abuela, como solían llamarla todos, pasaría hacer de él una vez que la matriarca así lo quisiera. Vicenzo, que nunca ha sido un hombre interesado en los bienes materiales, le dijo a su madre que se quedara tranquila, qué esa casa es y sería siempre de ella.

Ver a Carlota ahí le produce un mal augurio «¿acaso vino a ver la propiedad?» «O quizás ¿está tramando algo?» Se pregunta qué diablos la ha motivado para hacer aquello y por qué está ese preciso día ahí.

Ella siempre ha sido una mujer astuta y perspicaz, sabe leer muy bien a las personas y también es experta manipulándolas a beneficio propio; de esa manera fue que Vicenzo cayó en sus redes dándose cuenta muy tarde del verdadero tipo de mujer que esta es. Y aún muy a su pesar la amó, pues además de poseer un gran atractivo físico con un cuerpo muy trabajado en el gimnasio, piel blanca, un hermoso rostro adornado por su melena larga y oscura, tiene una gran inteligencia y habilidad para los negocios que al fin de cuentas era lo que lo eclipsaba totalmente.

Ahora al verla se lamenta haberla admirado y amado, pues debajo de toda esa fachada de amabilidad hay una serpiente venenosa que juega muy bien las piezas a su favor para que todos le sirvan. Eso lo comprobó cuando nada más estafarlo usando a su mejor amigo, ella lo dejó, ya que había cumplido su cometido.

Teniéndola cara a cara todas aquellas emociones que una vez afloraron por ella ahora solo eran un triste recuerdo, lo único que permanecía era la impotencia de querer decir a todos lo que en verdad era esta mujer. Su exmujer.

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