—Lamento informarte Leo que el estado del joven es crítico. Venía con un pulmón perforado, hemorragia interna, un pie quebrado y varias lesiones menores como en el brazo, cuello y abdomen —anuncia con delicadeza—. Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos para estabilizarlo, pero por precaución es necesario no trasladarlo a la ciudad hasta que esté más estable, por el momento la hemorragia ya fue parada.
» ¿Le conoces de algún lugar Leo? Porque hay que avisar a sus familiares —añade el médico a su amigo de toda la vida.
—No, apenas lo encontramos allá camino a Mexiquillo lo trajimos contigo. ¿Se va a recuperar? Perdió mucha sangre, hubieras visto su auto, quedó hecho añicos y todo el lugar estaba lleno de sangre.
—Es difícil su situación. Por lo que cuentan, el cinturón ejerció presión sobre la arteria y eso hizo que la pérdida de sangre no fuera tan acelerada. Pero aun con eso y el tiempo que estuvo ahí perdió bastante. Créanme que, si hubieran llegado media hora más tarde, él no estaría vivo. También ocupo pedirles un favor, el joven necesita al menos dos medidas más de sangre, ya se le administraron las que tenía de reserva, pero no son y suficientes.
—¿Hay una manera de ayudar? —pregunta don Leo, dispuesto como siempre a ayudar a todo aquel que lo necesite.
—Sí, la hay. Necesitaremos sangre O negativo, por lo tanto, requiero de ti y de Sara, ya que el paciente es de su mismo tipo sanguíneo y solo ustedes pueden donarle. Son las únicas personas que conozco que la tienen y que están a la mano, por así decirlo.
—Está bien Jaime. Lalo, ve lo antes posible por tu hermana, explícale lo sucedido y no olvides decirle que es una urgencia —pide con prontitud a su hijo.
—Está bien papá, voy por ella. Nos vemos aquí en un rato —informa sacando las llaves de su vieja Pick—Up mientras camina hacia afuera de la clínica.
—Perfecto. Iremos preparando las cosas y a ti en lo que llegan —anuncia el doctor mientras señala una de las puertas de la clínica y su amigo la abre para entrar, luego ambos a una pequeña sala.
—Toma asiento en ese sillón. Gabriela vendrá enseguida a canalizarte —dice burlón, pues sabe del miedo que les tiene su amigo a las agujas.
—Ajá. Todo sea por el bien del jovencito —sonríe nervioso don Leo.
—Tuve que intervenirlo de urgencia. Por ese motivo tardé un poco en salir. Pero es necesaria la sangre si hubiera otra forma créeme que no te lo pediría —aclara el doctor para que no quede duda ante una posible malinterpretación futura.
—Lo sé, no hay de qué preocuparse.
—Te dejo, iré a ver el estado de mi paciente. Aún sigue en el quirófano con el traumatólogo —le hace de su conocimiento para luego salir de la sala pintada de blanco.
Al cabo de un rato entra Gabriela, una de las enfermeras más jóvenes de la clínica, recién egresada de la universidad, cargando con una mano un tripié para las transfusiones y con la otra todo el material que va a necesitar para hacerlo.
—Don Leo, ya sabe, apriete el puño y cuando le diga que lo abra lo hace —informa Gabriela mientras le amarra una liga alrededor del brazo.
—Está bien —responde don Leo mientras sigue las indicaciones de la enfermera y voltea hacia otro lado evitando ver.
—Esto va a doler un poquito, pero será rápido —avisa con cariño, pues sabe que no todos son afectivos a esos utensilios— tranquilo, ya casi está. Abra la mano —dice al terminar de canalizar a don Leo
—Gracias, Gabriela, eso fue muy rápido. Realmente te has vuelto muy buen en esto de andar picando a la gente —la sonrisa bromista del señor no se hace esperar y eso le saca una carcajada a la enfermera.
—Gracias a usted. Está ayudando a salvar una vida —dice con una tierna sonrisa—. Y sí, entre más inyecto a las personas, más fácil se va haciendo. Como dicen por ahí, don Leo, la práctica hace al maestro.
—Tienes razón, mi niña… —le regala una sonrisa afectiva recordando que su hijo está locamente enamorado de ella, pero no se atreve a decírselo—. Lamento que tuvieras que venir en Navidad acá, lo más seguro es que estuvieras aun durmiendo o desayunando ya un menudito.
—Posiblemente estaría desayunando…
—Papá. ¿Estás bien? —pregunta Lalo al llegar y ver a su padre canalizado a sabiendas de su ya conocido miedo e interrumpiendo la conversación entre este y su amada musa.
—Sí, hijo, no te preocupes. Gaby ha sido muy cuidadosa y amable conmigo. ¿Sara viene contigo? —inquiere el patriarca con angustia.
—Sí. Se está lavando los brazos. Ya sabes, el aroma.
—Hola, Lalo —saluda Gabriela a Eduardo esperando llamar su atención.
—Hola, Gaby. ¿Qué tal se comportó mi papá? —pregunta divertida Lalo
—Muy bien. A comparación de la vez pasada, perfecto diría yo —comenta riendo.
—No se burlen de mí. Todos tenemos miedos. Si no me creen, pregúntenle a la ratita que va pasando por tus pies Lalo. —dice alzando la ceja y señalando al suelo con la mano que tenía desocupada.
Lalo duda un momento en ver, pero de pronto siente que algo sube por su pierna y pega tremendo grito. Su hermana menor, que acababa de entrar sin que nadie notara su presencia, al darse cuenta de la broma que su padre quería jugarle a Lalo, se agachó y con una pluma de las que usaba en su trabajo simuló que algo subía por la pierna de su hermano. Él volteó a ver a la dichosa rata y no era más que su hermana agachada muerta de risa, a este contagio se unen su padre y Gabriela que no evitan reírse luego de dicha broma.
—Sara, necesito que te sientes para hacer la transfusión de sangre —informa la enfermera tratando de mantener la compostura luego de tanto reír.
—De acuerdo, estoy lista —afirma la joven mientras se acomoda en el asiento y pone el brazo en posición, ya sabiendo lo que debía de hacer.
Hija y padre son del mismo tipo de sangre, lo que es una ventaja, pues ellos pueden donarles a todos los que necesitaran, la desventaja está en que no cualquiera puede donarles a ellos, pues solo pueden recibir sangre de otro o negativo, eso les hace conocedores de la urgencia con la que se ocupa su sangre.
Cuando Lalo pasó por su hermana al trabajo, la puso al tanto de todo lo que había sucedido hasta el momento. Aun sin conocer a Vicenzo, Lalo y su familia sienten una verdadera preocupación por su estado, ya que alguna vez ellos también ocuparon ayuda y hubo personas de noble corazón que les tendieron la mano cuando más lo necesitaban.—Muchas gracias por su ayuda ¬—anuncia el doctor Jaime a la familia de don Leo—, tal vez este joven hubiera muerto sin ustedes. Su estado actual es delicado y está en coma debido al accidente. Posiblemente, tarde de uno a dos días para que despierte.—Son muchos días, Lalo. No podemos pagar tanto —confiesa el patriarca con pesar, ya que la economía de su familia no ha estado en su mejor momento durante un tiempo.—Lo sé, pero dejémoslo aquí lo necesario. Sus signos vitales son estables. El estado comatoso en el que se encuentra es debido a un golpe que recibió en la cabeza y a la pérdida de sangre. Su cerebro necesita tiempo para desinflamarse por sí sol
—Ya, ya, niños. Vengan mejor, yo también tengo hambre. Seguro, mamá Lita ha de estar ocupada y tu madre también. Vamos —señala con la cabeza la salida de la clínica—, doña Lupe ya se puso en la esquina de enfrente con los tamales. Yo pago.El par de hermanos que hasta el momento seguían molestándose sonrieron con entusiasmo ante la propuesta de su padre. Abrazados caminaron detrás de él hasta salir y llegar al puesto de tamales.Sara, que no dejaba de preocuparse, solo pide uno de elote con rajas, por ser de los más baratos, pero don Leo y Lalo piden dos cada uno de carne y acelgas. No porque fueran más baratos, sino porque sabían con certeza que la vida es un tobogán, a veces vas tan deprisa que no reparas en disfrutar del momento; así que ellos sí lo hacían, en eso se parecían padre e hijo. Mientras Sara reparaba en todas las necesidades, ellos se dispusieron a disfrutar lo que la vida les daba en ese momento y eso era un par de tamales para cada uno.Después de compartir juntos aqu
Sara nunca pensó que su Navidad terminaría recostada en una camilla junto a un hombre que jamás había visto en su vida. Tendida de lado observa el perfil de Vicenzo, que yace aún en coma, pasea la vista por su mentón, seguido de sus labios ligeramente carnosos, subiendo por el perfilado recto de su nariz hasta llegar a su frente amplia. Le mira imaginando de donde viene y a que se dedica, mentalmente se formula un par de historias sobre la posible identidad del hombre.Entre todas esas preguntas hay una que le sobresalta y es ¿cómo es que pudo accidentarse? Es normal hasta cierto punto que pasen unos cuantos accidentes al año por la carretera Sinaloa—Durango. Pero en su mayoría eran personas que manejaban por la parte donde más curvas hay, no en la zona donde su hermano dijo que lo encontraron, las curvas ahí no suelen ser prominentes y no hay un alto riesgo como para volcarse.—Buen día, Sara —saluda Gaby al entrar a la habitación con el archivo del paciente—. Que temprano despertast
—Buenos días, Sra. Mary, ya llegué —anuncia Sara a una de sus compañeras de trabajo y también su jefa directa—. Qué bueno mi niña, llegaste a tiempo, la Señora ya preguntó por ti.—¿Pero si aún faltan veinte minutos para mi entrada? Cada día que pasa se pone más y más exigente.—Lo sé, niña. Ella también tiene días difíciles, debemos comprenderla un poco.—Está bien, doña Mary —afirma Sara para calmar a la mujer que logró conseguirle el empleo—. Ahora, voy donde la Señora y veo que ocupa. Ya vuelvo. —de repente se regresa y le da un abrazo cariñoso por la espalda a la anciana—. Gracias por todo.—De nada, niña. —La mujer de cabello cano le da una palmadita cariñosa en la espalda y la aleja para que se apresure—. Anda con la Señora, ha de estar desesperada.—¡Voy! —anuncia Sara mientras toma la bata y la maleta que ocupara para hacer lo que su trabajo requiere.A varios kilómetros, un derrumbe de uno de los tantos cerros de la sierra de Durango provoca el accidente de una van y un auto
—Lamento no tener un lugar adecuado para disponer al joven —confiesa apenado don Leo.—No se preocupe —Javier se acerca dándole una palmada en la espalda— ustedes están a cargo de él y mejor ayuda no pudo haber encontrado pese a las circunstancias.—Pero pudo haber sido mejor —se lamenta el hombre mayor por las condiciones económicas en las que se encuentran.—Don Leo, yo estaré viniendo al menos una vez al día para cualquier cosa. Ya dejé anotadas las instrucciones a seguir para el cuidado del paciente. Son fáciles, él no tardará en despertar, así que los cuidados serán mínimos —asegura Gabriela al tiempo que verifica los vendajes y la sonda—. De cualquier forma, hoy le enseñé a Sara como hacer algunas cosas y dada su experiencia no creo que le resulte difícil.—Está bien, Gaby —afirma el patriarca con tristeza al recordar la experiencia a la que se refiere su futura nuera—. Estaremos en contacto, entonces.—Oye, mi niña —llama Lita a la joven—, y ¿cómo cuánto tardará en despertar el
Una vez más la jalonea intentando levantarla para subirla, pero Sara con un último intento y fuerza de voluntad logra zafarse y corre alejándose de él. El hombre de tez morena y ojos inyectados de sangre corre tras ella cuando una Pick—up todoterreno sale de la curva y se encuentra con ellos.Sara les hace señas para que se paren y estos por temor disminuyen la velocidad solo para pasarlos y en cuanto lo hacen aceleran.—¿Lo ves? Estás sola —le grita furibundo—. Ven acá, perrita, vamos a jugar. Justo cuando está por alcanzarla, el auto que segundos atrás los había pasado se regresa a toda velocidad en reversa.—¡Eh, tú, aléjate de la chica! —le grita un joven de unos veinticinco años bajándose del coche, al ver que el hombre no tenía intención de alejarse, se baja del coche apuntándole con un arma— ¡Te dije que te alejaras de la chica!—Tú no te metas, esa perra me la tiene que pagar —señala el hombre a Sara quien está temblando bajo la lluvia tratando de agarrar aire.Otros tres homb
CAPÍTULO 13Cuando habían avanzado un par de kilómetros es Patricio sentado a la derecha de ella quien se atreve a preguntarle.—¿Ocupas ayuda con algo? ¿Quieres… hablar sobre lo que pasó? —la timidez en su voz se nota, pues no se siente bien ser imprudente, sin embargo, le puede el poder ofrecer un poco o mucha de ayuda a la desconocida.Una vez más ella niega con un ademán sin querer hablar de ello. Justo cuando están por llegar a la curva que ella toma para entrar al sendero que le lleva a su casa, les pide que paren.—Aquí me bajo, yo puedo seguir desde este lugar.—Por supuesto que no —avisa Jasiel mientras abandona la carretera para seguir avanzando por aquel pequeño camino a su derecha, siguiendo su instinto, sin saber a ciencia cierta si era por donde debía avanzar—, te llevaremos hasta el lugar que sea, pero donde estés segura.Sara sin ánimos de discutir, accede a lo que dicen a sabiendas de que no podrá avanzar mucho en la bicicleta debido al dolor en el cuerpo y cabeza.—A
Afuera Gustavo y Emil revisan alrededor luego de recargar la bicicleta sobre la pared de madera, al igual que sus primos caen en cuenta de la baja situación económica de aquella familia.—Tranquilos, no pasa nada. Venía pedaleando bajo la lluvia y derrapé en una curva. Estaba tirada en el piso llorando de dolor cuando ellos amablemente se bajaron a ayudar —explica rápidamente por causa de los nervios. Intenta controlar sus emociones y disimular escondiendo el dolor que le causaron los golpes.—Hija, pero tienes un golpe en la cara —dice Lita, no creyendo ninguna de las palabras de su nieta—. Toma ayudará la inflamación. —Le acerca un trapo con hielo de afuera para ponérselo en la mejilla.—No, Lita, fue cuando caí, fue espantoso. Me duele todo —asegura a la familia.—¿Segura que estás bien?, si quieren podemos llevarla a una clínica o algo así, donde ustedes quieran —les ofrece Jasiel al ver la situación en la que se encuentran.—¡No, no se preocupen! —se exalta Sara al oír la propues