Afuera Gustavo y Emil revisan alrededor luego de recargar la bicicleta sobre la pared de madera, al igual que sus primos caen en cuenta de la baja situación económica de aquella familia.—Tranquilos, no pasa nada. Venía pedaleando bajo la lluvia y derrapé en una curva. Estaba tirada en el piso llorando de dolor cuando ellos amablemente se bajaron a ayudar —explica rápidamente por causa de los nervios. Intenta controlar sus emociones y disimular escondiendo el dolor que le causaron los golpes.—Hija, pero tienes un golpe en la cara —dice Lita, no creyendo ninguna de las palabras de su nieta—. Toma ayudará la inflamación. —Le acerca un trapo con hielo de afuera para ponérselo en la mejilla.—No, Lita, fue cuando caí, fue espantoso. Me duele todo —asegura a la familia.—¿Segura que estás bien?, si quieren podemos llevarla a una clínica o algo así, donde ustedes quieran —les ofrece Jasiel al ver la situación en la que se encuentran.—¡No, no se preocupen! —se exalta Sara al oír la propues
Sara deja a su nena entretenida con un pulpito reversible y al cuidado de su madre, luego de cerciorarse de que su hija está bien, sale de la casa para agradecer a sus rescatadores. Observa a todos reunidos en un casi círculo, mientras escuchan atentamente a su padre.—Hey… —llama su atención y todos giran sus cabezas para verla—. Solo quería agradecerles por… —un nudo se forma en su garganta y traga un poco para que pase—. Por ayudarme antes, fueron muy amables. No tenían que detenerse y, sin embargo…El llanto que tanto intentaba controlar ahora sale a raudales por sus ojos cayendo por sus mejillas para por fin perderse en la tela de su pecho. Lalo se apresura a ella y la abraza fuerte, Lita sale de la parte lateral de la casa con un cantarito de agua y se apresura a ella para darle de beber.Los chicos que antes sospechaban sobre el posible maltrato que ya previamente la chica había sufrido por parte del tipo de la carretera, al ver tal escena, no pudieron, sino comprobar que así e
La familia López había acogido y cuidado de Vicenzo, su estado seguía inconsciente, pero constante y según los doctores solo quedaba esperar, ya en el hospital habían hecho los procedimientos necesarios para restablecerlo lo mejor posible.Afortunadamente, don Leo y su hija Sarahi a la que todos decían Sara de cariño, siendo del mismo tipo sanguíneo que Vicenzo, pudieron donar sangre para que su recuperación fuera más rápida. El teléfono móvil de Vicenzo había quedado completamente destruido. Y era uno que no tenía un chip, por lo que no pudieron recuperar algún contacto. Lalo estaba de vacaciones en su pueblo y no regresaría a la ciudad hasta pasando Año Nuevo, por lo que eso impedía de alguna manera que pudieran buscar datos de Vicenzo en el internet.Ellos vivían en un pueblo tan alejado de la civilización «como decían los citadinos sobre ellos para burlarse», que no había señal alguna de internet, salvo en la escuela, que por vacaciones estaba cerrada y sin luz.La vida parecía qu
Sabe que ella no fue mejor que él al haberle dicho así las cosas y mucho menos al referirle de esa manera la ayuda que le brindaron. Eso no la ha hecho una mejor persona y, aun así, se siente satisfecha al ver la reacción del rostro desencajado de aquel hombre.También la forma en que él miró aquel lugar como si fuese poca cosa la hizo sentir mal. Sabía que no eran las mejores condiciones, pero ella y su familia se esforzaban por vivir limpiamente y lo mejor posible. Todo ese aluvión de sentimientos no hizo más que recordarle lo miserable que era, lo poca cosa que valía para la gente y que eso jamás iba a cambiar.Vicenzo se queda sorprendido de la ferocidad de esa pequeña mujer. Nunca pensó que con tal tamaño y una voz dulce podría ponerle en su lugar. La mención del padre y hermano de la chica le hacen recordar algunas cosas que parecían más un sueño que algo real.Nieve, una barranca, sangre goteando, un señor mayor y un muchacho en sus veinte sacándolo del coche en el que se accid
La señora López, madre de Sara y esposa de don Leo, estaba en desacuerdo con que Vicenzo se quedara en su casa. Solo contaban con dos cuartos y él estaba en el cuarto principal. Además, no podían permitirse mantenerlo. La venta de su producto casero estaba casi en la ruina. Productos de la ciudad habían llegado hasta donde ellos y vendían a precios de mayoreo, lo que provocaba que cada vez más los negocios locales dejaban de comprar sus productos, a pesar de que eran más frescos y de mejor calidad.El pago del hospital y la cirugía ambulatoria, habían sido pagados por ellos. Don Leo y doña Lita se habían opuesto rotundamente a tomar el dinero de la cartera del joven. El dinero con el que pagaron era el que habían ahorrado todo el año para comprar un pequeño becerro y así comenzar a meter productos de res a las ventas. La familia López pensaba que tal vez así, quizá todo mejoraría.Pero una vez más la honradez y los buenos valores no eran recompensados por la vida. Se quedaron sin capi
Hay muchos pinos a su alrededor. El cielo aún es oscuro y las estrellas en él brillan con tremendo resplandor, tanto que iluminan el camino por el cual ella anda. Vicenzo se pregunta hacia dónde va cuando la pierde de vista entre las sombras. En la ausencia de su figura, aprovecha para observar con más detenimiento el derredor.Alcanza a ver una especie de corral, en ella unos tres puercos aún pequeños y dos perros. Estos tenían una pequeña techumbre algo caída y una cerca vieja. Estaba sostenida apenas con unos palos secos y alambres.Junto a esta puede ver la hornilla hecha de adobe y junto a ella un pequeño horno rústico. Nunca en su vida pensó que vería uno de esos. Para él esas cosas ya no existían y eran parte del tercer mundo.Se le hace un nudo en la garganta al darse cuenta de que ahora él estaba en ese submundo y no sabe hasta cuándo.
En la mañana el señor Leo regresa junto con Lalo de la ciudad. Visitan a Vicenzo que yace dormido después de desvelarse en la madrugada.—Hola, Vicenzo, ¿cómo te sientes? —inquiere don Leo— disculpa, soy Leonardo López, este es mi hijo Lalo. Nosotros te encontramos en la orilla de la carretera, cerca de un barranco.—Muchas gracias, le debo mi vida a usted y su familia. Créame que le pagaré hasta el último centavo. Se lo prometo —dice Vicenzo agradecido con su salvador y sabiendo de antemano por su hija que estaban en una mala situación económica.—No, no para nada, muchacho. Eso lo hicimos de corazón —responde don Leo.—Así es, no es necesario —reafirma Eduardo— además alégrate, pudimos contactar uno de tus familiares y vienen en camino acá por ti. No han de tardar en llegar. Desde ayer les avisamos.— ¿En serio? ¡Eso es grandioso! —su voz es efusiva, una alegría le invade de repente. Pronto podrá salir de aquel lugar y continuar con sus planes… y
—Lita, disculpe. ¿Puedo hablar con usted? —cuestiona Vicenzo antes de que cruce la puerta.—Sí —responde Lita mientras se regresa hacia la mecedora —dime.— ¿Qué pasa con Sara? ¿Por qué tanto misterio? —su mirada inquisitiva provoca cierta alegría a la abuela— Hoy me percaté apenas que había sido golpeada, ¿quién lo hizo?Esa última pregunta procedía desde el interior de su alma, un sentido de protección hacia ella se había elevado desde que la miró en la mañana. No había podido dejar de pensar en ella, formulándose preguntas sobre ella y su vida con la firme determinación de querer conocerla más.—Ah, mira, no eres tonto —se burla Lita.—No, no lo soy. Ella siempre está a la defensiva conmigo. Y ustedes tienen cierto comportamiento extraño para con ella. No hay de qué preocuparse, yo ya me voy. Así el marido no le dirá ni volverá a hacer nada —concluye con aquella idea loca en su cabeza.— ¿Marido?, ¿marido de quién? —cuestiona Lita al tiempo que lo ve con cara de no creer que sacara