Sara deja a su nena entretenida con un pulpito reversible y al cuidado de su madre, luego de cerciorarse de que su hija está bien, sale de la casa para agradecer a sus rescatadores. Observa a todos reunidos en un casi círculo, mientras escuchan atentamente a su padre.—Hey… —llama su atención y todos giran sus cabezas para verla—. Solo quería agradecerles por… —un nudo se forma en su garganta y traga un poco para que pase—. Por ayudarme antes, fueron muy amables. No tenían que detenerse y, sin embargo…El llanto que tanto intentaba controlar ahora sale a raudales por sus ojos cayendo por sus mejillas para por fin perderse en la tela de su pecho. Lalo se apresura a ella y la abraza fuerte, Lita sale de la parte lateral de la casa con un cantarito de agua y se apresura a ella para darle de beber.Los chicos que antes sospechaban sobre el posible maltrato que ya previamente la chica había sufrido por parte del tipo de la carretera, al ver tal escena, no pudieron, sino comprobar que así e
La familia López había acogido y cuidado de Vicenzo, su estado seguía inconsciente, pero constante y según los doctores solo quedaba esperar, ya en el hospital habían hecho los procedimientos necesarios para restablecerlo lo mejor posible.Afortunadamente, don Leo y su hija Sarahi a la que todos decían Sara de cariño, siendo del mismo tipo sanguíneo que Vicenzo, pudieron donar sangre para que su recuperación fuera más rápida. El teléfono móvil de Vicenzo había quedado completamente destruido. Y era uno que no tenía un chip, por lo que no pudieron recuperar algún contacto. Lalo estaba de vacaciones en su pueblo y no regresaría a la ciudad hasta pasando Año Nuevo, por lo que eso impedía de alguna manera que pudieran buscar datos de Vicenzo en el internet.Ellos vivían en un pueblo tan alejado de la civilización «como decían los citadinos sobre ellos para burlarse», que no había señal alguna de internet, salvo en la escuela, que por vacaciones estaba cerrada y sin luz.La vida parecía qu
Sabe que ella no fue mejor que él al haberle dicho así las cosas y mucho menos al referirle de esa manera la ayuda que le brindaron. Eso no la ha hecho una mejor persona y, aun así, se siente satisfecha al ver la reacción del rostro desencajado de aquel hombre.También la forma en que él miró aquel lugar como si fuese poca cosa la hizo sentir mal. Sabía que no eran las mejores condiciones, pero ella y su familia se esforzaban por vivir limpiamente y lo mejor posible. Todo ese aluvión de sentimientos no hizo más que recordarle lo miserable que era, lo poca cosa que valía para la gente y que eso jamás iba a cambiar.Vicenzo se queda sorprendido de la ferocidad de esa pequeña mujer. Nunca pensó que con tal tamaño y una voz dulce podría ponerle en su lugar. La mención del padre y hermano de la chica le hacen recordar algunas cosas que parecían más un sueño que algo real.Nieve, una barranca, sangre goteando, un señor mayor y un muchacho en sus veinte sacándolo del coche en el que se accid
La señora López, madre de Sara y esposa de don Leo, estaba en desacuerdo con que Vicenzo se quedara en su casa. Solo contaban con dos cuartos y él estaba en el cuarto principal. Además, no podían permitirse mantenerlo. La venta de su producto casero estaba casi en la ruina. Productos de la ciudad habían llegado hasta donde ellos y vendían a precios de mayoreo, lo que provocaba que cada vez más los negocios locales dejaban de comprar sus productos, a pesar de que eran más frescos y de mejor calidad.El pago del hospital y la cirugía ambulatoria, habían sido pagados por ellos. Don Leo y doña Lita se habían opuesto rotundamente a tomar el dinero de la cartera del joven. El dinero con el que pagaron era el que habían ahorrado todo el año para comprar un pequeño becerro y así comenzar a meter productos de res a las ventas. La familia López pensaba que tal vez así, quizá todo mejoraría.Pero una vez más la honradez y los buenos valores no eran recompensados por la vida. Se quedaron sin capi
Hay muchos pinos a su alrededor. El cielo aún es oscuro y las estrellas en él brillan con tremendo resplandor, tanto que iluminan el camino por el cual ella anda. Vicenzo se pregunta hacia dónde va cuando la pierde de vista entre las sombras. En la ausencia de su figura, aprovecha para observar con más detenimiento el derredor.Alcanza a ver una especie de corral, en ella unos tres puercos aún pequeños y dos perros. Estos tenían una pequeña techumbre algo caída y una cerca vieja. Estaba sostenida apenas con unos palos secos y alambres.Junto a esta puede ver la hornilla hecha de adobe y junto a ella un pequeño horno rústico. Nunca en su vida pensó que vería uno de esos. Para él esas cosas ya no existían y eran parte del tercer mundo.Se le hace un nudo en la garganta al darse cuenta de que ahora él estaba en ese submundo y no sabe hasta cuándo.
En la mañana el señor Leo regresa junto con Lalo de la ciudad. Visitan a Vicenzo que yace dormido después de desvelarse en la madrugada.—Hola, Vicenzo, ¿cómo te sientes? —inquiere don Leo— disculpa, soy Leonardo López, este es mi hijo Lalo. Nosotros te encontramos en la orilla de la carretera, cerca de un barranco.—Muchas gracias, le debo mi vida a usted y su familia. Créame que le pagaré hasta el último centavo. Se lo prometo —dice Vicenzo agradecido con su salvador y sabiendo de antemano por su hija que estaban en una mala situación económica.—No, no para nada, muchacho. Eso lo hicimos de corazón —responde don Leo.—Así es, no es necesario —reafirma Eduardo— además alégrate, pudimos contactar uno de tus familiares y vienen en camino acá por ti. No han de tardar en llegar. Desde ayer les avisamos.— ¿En serio? ¡Eso es grandioso! —su voz es efusiva, una alegría le invade de repente. Pronto podrá salir de aquel lugar y continuar con sus planes… y
Las luces tenues de la ciudad entran a través de la ventana de la habitación, iluminando los cuerpos sudorosos que están sobre las arrugadas sabanas debajo de ellos. La joven pelirroja gime ante la inminente sensación de placer que Vicenzo le da. Extasiados en sus cuerpos, se dejan llevar a través del ocaso nocturno hasta llegar al frenesí del orgasmo cargado de mera lujuria carnal.—¿En verdad tienes que irte ya? ¿O es que te puedes quedar una hora más? —la voz melosa de la pelirroja acaricia el oído del moreno que yace desnudo de la cintura para arriba.Tomando un poco de aire, él se aleja un poco más de ella disimuladamente, intentando salir de la cama y posteriormente de la habitación.—Sabes que sí, acaso tú no tienes ningún otro lugar a donde ir —sonaba más a afirmación que a una cuestión en sí— ¿Una familia, amigos, una mascota o ya en última instancia alguna fiesta?—Ya conoces la respuesta a eso, Vicenzo. Desde que salí de casa y me hice independiente no he vuelto. —Mariana s
Vicenzo camina despacio cruzando la pequeña calle para llegar a casa de su madre, Anna Mariani de Della Rovere. Había enviudado hace unos años y desde entonces vive con una gran cantidad de avecillas que le hacen compañía cada vez que sale a tomar café al jardín.Se puede decir que mantiene una estrecha relación con al menos tres de sus cuatro hijos, quien continuamente la visitan y la llenan de mimos, sabe que eso se debe en gran parte a la buena fortuna de tener un par de nueras amables y amorosas. Sin embargo, no todo es color Della Rovere para todos los hijos de la matriarca de los Della Rovere Mariani; en el fondo, a Anna le duele la situación del menor de ellos, Vicenzo. Sabe que la vida que lleva es hueca e insípida, llenada por simples banalidades que mitigan su soledad solo por pequeños momentos y que por mucho que intente apartarlo de ese camino vacío de sentido, lo único que logra es seguir apartándolo más y más por causa del orgullo y autosuficiencia que él cree poseer.Dí