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Christina, tomó la mano que él le ofrecía, disfrutando del contacto de aquella piel a cuyo tacto comenzaba a acostumbrarse. Subieron un tramo más de escaleras, hasta la terraza, en donde la suave brisa del final de la tarde los arropó. El lugar estaba lleno de macetas con algunas plantas decorativas, otras con tomates, pimentón, hiervas como culantro, menta, espinacas, entre otras. Santiago la guio hasta una manta en el suelo, dispuesta con varios cojines, un par de copas, platos, así como una hielera con un champan enfriándose. Todo era sencillo y estaba colocado de una forma muy ordenada y bonita. Él dejó la cesta y comenzó a enseñarle el lugar, incluyendo la vista de las casas circundantes, así como un centro comercial muy grande que estaba más adelante.

—Dime Santiago ¿Todas estas plantas ya estaban aquí? porque si también se te da la jardinería me desmayo.

—También se me da la jardinería.

Christina fingió desvanecerse y Santiago la sostuvo entre sus brazos. Era un juego, sin emba
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