-No seas tan sarcástica conmigo.-Esa parte que acabo de mencionar fue en serio, gracias por hacer todo esto para mi, está muy lindo.-No tienes que agradecer nada. Las brochetas las hice yo.-¡Wow! ¡Pinchar frutas con palillos! -dijo Christina abriendo la boca, llevándose las manos a las mejillas y él se rio de su imitación de mi pobre angelito.La cita transcurrió entre conversaciones muy cómodas y risas . Ambos comían sin ganas, preferían y les fascinaba coquetearse mutuamente, intercambiando información de interés mutuo. Christina le pidió a Santiago que le contará de su trabajo. Así que este le habló sobre lo mal que le fue en el mundo corporativo, cuando estaba por graduarse de administración Industrial, nunca supo lidiar con las jerarquías. También le comentó que por un tiempo pensó en dedicarse a la agricultura, como su familia materna, pero analizó que vivir fuera de la ciudad todo el tiempo, no era algo que lo haría feliz, por lo que comenzó a vender los productos de sus tío
Sorprendida, estupefacta y enmudecida, se llevó un trozo de galletas a la boca para mantenerla ocupada mientras conseguía conjugar alguna idea, sentía que había arruinado todo. -Yo lo dejé -dijo haciendo una pausa, tomando un sorbo de vino.-. Es un buen tipo o al menos eso creía. -Se encogió de hombros-. No sé, no me llenaba de la forma en que necesitaba y eso me estaba matando. Quise hablarlo, nos peleamos. Terminé con él, quien se ofuscó, se montó en el auto, manejó y se pasó un pare... teniendo un accidente, me culpo a mí por el accidente, la familia me corrió y bueno te puedes imaginar el espectáculo que se ha armado y en fin de todas estas, en el hospital me pidió que no lo buscara más y que me olvidara de él. Te juro que yo no quise que...-No es tu culpa -interrumpió él.-Tal vez no, pero sí me sentí culpable en un principio por que le había discutido minutos antes del accidente. Lo cierto, es que unos días después fui a verlo en el hospital y tenía la cara en el escote de un
-No, me gustaría cualquiera que me dijeras, pero por favor no me vayas a decir Santi, porque me recuerda a mi hermanita -dijo él, pensando en lo bien que se vería ella en su cama. Santiago tocó el tobillo de Christina con la punta de los dedos acariciándola. Un toque a simple vista inocente que, a ella, le repartió sensaciones agradables por todo el cuerpo.Santiago subió lentamente los dedos un poco hacia las pantorrillas, mientras que ella trataba de permanecer impasible.-Ok está bien, no te llamare Santi cuando estemos en la cama -dijo, intentando seguir la conversación como si el toque de los de dedos de Santiago no la estuviese enloqueciendo.-Te quedaras callado Santiago -dijo sonriéndose.Santiago la miro y se lamió los labios mirando a Christina de una forma excitante, que hizo que se le erizará toda la piel, se le endurecieran los pezones. Se obligó a sostenerle la mirada, entendió que, si lo seguía mirando, él la bes
Se dejó caer un poco más, balanceándose suavemente sobre sus antebrazos y rodillas, para no rozarla del todo como en realidad quería. El movimiento afectó a Christina poniéndola nerviosa, una cosa era besarlo, otra que tuviesen un contacto tan pronunciado. Apoyó con suavidad las manos en aquella espalda ancha, sintiéndose superada. Empujándola a una asfixiante dualidad entre el deseo que sentía. -Concéntrate en mí, no pienses en nada -susurró demandante a su oído, con la voz muy ronca producto de la excitación.Sintió el calor que desprendía la mano de Santiago al tocarle la pantorrilla hasta encajarse en su cintura, abriéndole las piernas sin dejar de mirarla en ningún momento con expresión seductora. Ella cerró los ojos, gimiendo en silencio ante el contacto de su erección sobre la fina y húmeda tela de su ropa interior, enloqueciéndolo, pues encontró el sonido demasiado excitante, se movió contra ella con una sutil oscilación de pelvis, la dura b
Ella estiró los brazos hacia atrás, apretando la tela de los pantalones en busca de algo de estabilidad, las piernas le temblaban. Excitada, buscó los ojos de Santiago en el reflejo del espejo, tenían un brillo flamígero. Se veía especialmente apetecible, lo observó justo cuando hundía los dientes en la carne de su hombro, haciendo que de nuevo no pudiese, evitar gemir desvergonzada. La estaba haciendo perder el control con el toque de sus dedos expertos que le calentaban los pechos sensibles, embebiéndola en un placer inmensurable. Su mano derecha descendió recorriéndole la cintura, paseándose por el hueso de la cadera, hasta posarse sin objeción sobre el monte de venus. Le apretó el coño con descaro y luego, comenzó a subirle la falda del vestido, logrando que ella dejara caer la cabeza hacia atrás sobre su hombro. Lo miró presa de las sensaciones que le estaba ocasionando, Christina rogó por un beso, ladeando el cuello para tal propósito. La mano de Santiago abando
El contacto entre sus pechos había sido delirante, pero al notar como bajaba hacia el vientre, le pareció que no podía haber nada más delicioso que sentirlo entre las piernas. Santiago le pasó la lengua justo encima de la ingle derecha, para después succionar enérgico, haciéndola arquear la espalda y gemir deseosa. Quería escucharla así, por lo que siguió lamiendo esa franja de piel, para continuar hasta el monte de venus. Christina se incorporó interrumpiéndolo hasta quedar sentada. La hizo arder de deseo, por lo que enterró los dedos en el cabello oscuro del Santiago, jalándolo sin miramientos y abrazándose a su cuello se dedicó a besarlo con prontitud. Santiago la tomó por las caderas, posicionándola en el borde de la cama, acoplando su cuerpo con el suyo. Rosándole el sexo con la pelvis. Ella abrió las piernas dándole espacio.-Déjame saborearte primero -dijo con voz seductora a su oído - me encanta como huele tu coño. -No, no quiero.
Entonces, las cosas se salieron un poco de control, ella quiso resistirse, evitarlo a toda costa. Respiró profundo, enterrando la cara en el cuello de él, que estaba concentrado en cogérsela de la forma más deliciosa que un hombre había hecho antes. Christina apretó los dientes, contuvo la respiración, oprimió los parpados, cerrándolos hasta que no pudo más. El primer murmullo no fue percibido por él, lo dejo pasar, sin embargo, tras un par de segundos de lo que parecían jadeos ahogados, Santiago la tomó por el cuello, quería verle la cara, quería verla acabar. La miró conmocionado, Christina rompió en llanto, un llanto desgarrador. Le tomó un par de segundos entender que no eran lágrimas de gozo, se detuvo apenas lo comprendió.-¿Estás bien Christina? ¿Te hice daño? -Ella negó con la cabeza. No consiguió hablar. Enterró la cara entre las manos ocultándose. Él hizo lo único que se le ocurrió en ese momento: abrazarla con fuerza -Tranquila, Christina, tranquila.Santiago la consoló aca
Christina leyó aquellas palabras a la par de sus sollozos, advirtiendo que las sienes le palpitaban lancinantes. "Por supuesto que está preocupado. Es un hombre increíble" pensó, tomando asiento en sofá para escribir una respuesta. "Disculpa por no contestarte el teléfono. Estoy bien, no tengo que perdonarte nada, no hiciste nada mal. Por favor, Perdóname, discúlpame también por hacerte pasar un rato pésimo"."No tienes que pedirme disculpas por nada, hablemos por favor, dime qué sucedió".La angustia de Christina aumentó al leer su mensaje, pensó en que cualquier otro hombre se sentiría, fastidiado y no dudaría en dejarla a un lado como hizo su primer novio, sobre todo, porque tenían poco tiempo conociéndose. Entendía, perfectamente, la curiosidad de Santiago sobre lo sucedido, comprendía que le debía una aclaratoria, el problema era que no sabía cómo explicarse. "Gracias por una cita tan maravillosa, disculpa si no puedo darte explicaciones sobre lo que sucedió, espero puedas discul