64. Marcada

Isabella contempló el reflejo de ambos en las puertas del elevador mientras descendían al estacionamiento. Él revisaba su teléfono con una mano, y con la otra acariciaba la suya con el pulgar. Aunque iban en silencio, vibraban con una tensión diferente tras despedirse en su oficina.

Algo invisible parecía haberlos unido más después de que le revelara la terrible verdad sobre sus padres. Y la culpa por vivir ajena a sus tragedias se mezclaba con una extraña sensación de intimidad que iba más allá del consuelo que él le prodigó la noche anterior.

Fue impulsiva al ir por él buscando respuestas. Quizá debió ir con Sara, la persona más cercana a ellos en aquel tiempo, pero no lo pensó. Y al final de la noche, lo agradeció mientras el calor de su cuerpo y las caricias en su cabello la arrullaron con ternura.

Se acercó a su pecho y apoyó la frente en él. Nathan sonrió bajo y besó su cabeza. Eso eran ahora; incapaces de estar lejos del otro, prodigándose arrumacos como dos… enamorados.

Las
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