¿Cuál es tu personaje favorito? ¿Qué crees que va a ocurrir con Sophia? ¿Y con Liz? Me encantará leerte
El sonido de las aves en el jardín se filtraba a medios por la ventana colonial del comedor, mientras Elizabeth miraba con cara de angustia el móvil de Samuel. El ardor en sus mejillas no tenía nada que ver con la fiebre esta vez, y la sensación solo se intensificó bajo la mirada de Samuel.—¿Qué hice? —susurró al techo.Las palabras de Nathan detrás de la cabaña la mañana de ayer sobre desearla en su cama la marcaron como un hierro candente. Cedió ante él, tan pronto… igual que una tonta necesitada de atención. Y lo peor no fue entregarse a él, sino llamarlo después, rogando por su presencia sin tener ningún derecho.La culpa la carcomía por dentro, no solo por su impulsividad, sino porque muy en el fondo, sabía que volvería a hacerlo. Samuel solo dio voz a lo que ella ya deseaba con esa sonrisa lobuna que empezaba a conocer.Se bañó tras despertar desorientada, adolorida en lugares insospechados, entre sábanas revueltas con manchas de sangre seca. Sacudió la cabeza para olvidar que
La sensación de los dedos de Liz deslizándose por su piel con nerviosismo era como fuego líquido en sus venas. Cada roce tímido, sus caricias inseguras sobre los músculos de su espalda lo empujaba más cerca del límite de su control. Se arqueó encima de ella, conteniendo el peso de su cuerpo mientras luchaba contra el impulso de tomarla sin miramientos.Él deslizó la mano por su muslo, apartando el suave tejido de la bata para abrirla por completo. Quería consumirla, marcarla, asegurarse de que supiera que le pertenecía de una forma en que nadie más lo había hecho. Pero algo en su respiración errática lo detuvo.—Ángel… —murmuró contra su cuello, buscando su mirada.Ella evitó sus ojos, tensándose, mientras sollozaba sin dejarse ver. Nathan sintió una punzada en el pecho y se apartó para deslizar los dedos por su rostro.—Dime qué pasa.—Lo siento… —murmuró Liz, con la voz quebrada—. Es que… soñé con Emma.El cambio en el aire fue inmediato. Nathan observó sus las lágrimas llenando sus
Elizabeth pasó los dedos por los diagramas del arma esparcidos sobre la mesa del sótano mientras las palabras de Samuel sobre ese misterioso proyecto resonaban en su mente, tentándola con un mundo de posibilidades para ella y su hija.—Esperaba que subieras —La voz de Nathan la sobresaltó.—No puedo —Liz mantuvo la mirada fija en los papeles.—¿Por qué no?Elizabeth alzó la vista y elevó una de las hojas para no tener que explicarse. Sin embargo, al verlo tan impasible, la frustración inundó su pecho.—Porque cada minuto que paso aquí sentada es una oportunidad más para que Richard haga desaparecer todo por lo que luché para mi hija.Nathan se cruzó de brazos y su expresión endureció.—¿Y qué planeas hacer? ¿Dispararle desde aquí?—No —respondió entre dientes—, pero ayudaría que hables con Samuel.Las palabras escaparon antes de poder contenerlas, pero Nathan la miró confundido, así que le aclaró:—Me habló sobre el Proyecto Fénix y lo que hacen.La mandíbula de Nathan se tensó visibl
Nathan apretó el acelerador, serpenteando por las calles desoladas de ese sector. Su mente era un torbellino de pensamientos contradictorios y eso no cambió aún cuando se adentró en la ciudad.—Maldita sea, Elizabeth —murmuró, golpeando el volante—. ¿Por qué tienes que ser tan obstinada?—Una cirugía. Es que no lo entiendo. Prefieres arriesgarte, arriesgarnos a todos.Frenó con brusquedad frente a la casa de Sara Campbell. El vecindario estaba en silencio, demasiado tranquilo para su gusto. Bajó del auto dando un portazo y subió los escalones de dos en dos.—¡Sara! —gritó, aporreando la puerta. El silencio fue su única respuesta. Buscó instintivamente su teléfono, maldiciendo al darse cuenta de que lo olvidó en la villa.Si Liz decidía llamar a más personas todo lo que hizo por ella dejaría de tener sentido, pero qué más podía hacer. ¿Obligarla a quedarse?Negó con la cabeza y miró la casa oscura una última vez antes de subir a su auto, decidiendo ir al origen de este embrollo.Conduj
La mañana se había instalado en la villa con una calma que le resultaba insoportable. No durmió nada, así que se levantó del sofá, incapaz de mantener quietas las manos. Sus pasos la llevaron hasta la ventana, pero ni siquiera la vista logró distraerla de la culpa que le consumía. Sus ojos volvían una y otra vez al teléfono, y con él, al recuerdo de la furia en el rostro de Nathan cuando descubrió que contactó a alguien.—Sara siempre estuvo ahí para mí —murmuró, apoyando la frente contra el cristal frío—. Cuando perdí a mis padres, y luego tuve que abandonar mis estudios para convertirme en madre... Fue mi único apoyo.Pero las palabras de Nathan la hicieron dudar. ¿Y si estaba equivocada? ¿Y si confiar en Sara no solo la ponía en riesgo a ella, sino también a Emma? El pensamiento le revolvió el estómago.Después de lo que pareció una eternidad dando vueltas por la sala, Liz tomó el teléfono. Sus dedos temblaron mientras marcaba el número de la única persona que le daría un poco de c
Liz dio su recorrido por el pinar, satisfecha al notar que su resistencia mejoraba. Al entrar, encontró a Nathan inclinado sobre la mesa del comedor, rodeado de documentos. Desde que volvió, lucía tenso, con llamadas que terminaban cuando ella entraba y conversaciones en voz baja con su padre. Esta vez, la preocupación en su rostro era tan evidente que no pudo ignorarla.Sin embargo, años con Richard le habían enseñado que preguntar sobre trabajo significaba exponerse a una ofensa, pero la angustia en el ceño fruncido de Nathan pudo más que sus miedos.Él levantó la mirada, y pareció debatirse entre compartir su preocupación o no. Así que al reconocer el gesto, le dio la espalda.—Lo siento —se apresuró a retroceder.—No, no es eso —Nathan soltó un suspiro, pasándose una mano por el cabello—. Es algo del negocio de mi padre. El alcalde nos está pidiendo una suma exorbitante para mantener una carga en sus bodegas. El problema no es el dinero, sino que si accedemos...—El próximo será m
Elizabeth se ajustó el vestido negro frente al espejo del pasillo, tirando de la tela para disimular un poco sus curvas. Suspiró, vencida. Desde el nacimiento de Emma, su cuerpo se negaba a volver al que fue, a pesar de su constante lucha con ejercicios y dietas que no parecían funcionar. Se pasó las manos por las caderas, recordando cómo Richard le susurraba lo hermosa que era. Ahora, esos momentos parecían tan lejanos.La mirada de reprobación que le dio en el auto, hizo evidente que no estaba de acuerdo con el vestido que eligió, pero ya no tenían tiempo para que ella se cambiara.Al llegar, Richard dudó entre ayudarle a bajar o dejar que el conductor lo hiciera, pero al sentirse observado, balbuceó algo y le ofreció su mano. Después de forzar una sonrisa con los anfitriones, su esposo desapareció de su lado y ella tuvo que llevar a Emma con los demás niños, pero la incomodidad persistía en su pecho.Al volver al salón principal, Richard se le acercó y sin molestarse en ocultar su
Nathan siguió la voluptuosa figura de Liz con la mirada hasta que se perdió dentro del salón. Algo en su vulnerabilidad siempre despertó un instinto protector en él, pero esta vez lo aplastó de inmediato. No era momento para distracciones. Marcus Chen, el imbécil que le debía dinero a su padre, acababa de escabullirse hacia el baño.Lo siguió con calma y al entrar tras él, lo encontró inclinado sobre el lavabo. Así que lo agarró por el cuello de la camisa y lo estrelló contra la pared.—Una semana de retraso. Te advertí que no jugaras conmigo.Chen tartamudeó excusas patéticas, pero Nathan lo silenció con un puñetazo en el estómago y lo vio desplomarse al suelo con un quejido lastimero.La puerta se abrió de golpe y al voltear, notó el rostro de Richard Crawford contrayéndose al ver la escena, pero intentó disimular su nerviosismo con esa sonrisa falsa que tanto despreciaba.—James mencionó que irían al golf. ¿Vas a…?Nathan lo miró sin expresión. Crawford era un parásito, alimentándo