Eran las cuatro de la tarde cuando Kimberley salió de su oficina, iba a encontrarse con la diseñadora de su vestido. Cada día que pasaba la boda la entusiasmaba más, ya tenían fecha. Sería el quince de marzo del siguiente año, una fecha simbólica porque fue el día en el que se conocieron. La chica le avisó a su asistente y le pidió que se quedara hasta la hora de salida por si habían llamadas importantes. Tomó sus cosas y bajó hacia el estacionamiento para subir al auto. Cuando estaba de camino llamó a su prometido, quien contestó luego de varios timbrazos.
—¡Hola amor! ¿Pasó algo? —preguntó el joven.
—No amor, está todo bien. Solo quería escuchar tu voz un momento y decirte que estoy yendo para ver el vestido —respondió Kimberley.
—¡Bien! —espetó entusiasmado—. ¿Ansiosa? Porque yo muero por verte con él.<
El quinto vestido no le gustó a nadie, los hombros descubiertos no le convencieron a la joven y los volados a su hermana le parecieron demasiado latinos. Cuando Kimberley se colocó el sexto vestido supo que era el indicado. Una gran falda, escote reservado y una espalda descubierta, eran lo que ella estaba buscando, no había encaje, ni transparencias, las tiras de los hombros eran gruesas y sujetaban bien el vestido, y la falda era tan amplia como ella deseaba. La joven salió a la sala de espejo.—¡Es ese! —exclamó Jennifer sin pensarlo.Sus amigas estaban emocionadas, Shirley tenía lágrimas en los ojos.—¿Qué opinan chicas? —preguntó la joven.—Es el correcto &mdash
Kimberley se levantó y comenzó a caminar de un lado para el otro hasta que vio el móvil de Amber donde lo había dejado, se acercó y decidió ver si podía saber de algo, alguna conversación del día de la fecha, o llamada. Creyó que podría estar bloqueado, pero se equivocó y todo fue sencillo. Aunque no encontró nada del día de la fecha. Revisó sus contactos y vio un número que decía madre. Sostuvo el aparato por un largo momento en sus manos con el número a la vista, no estaba segura de llamar, pero finalmente tras meditarlo lo hizo. —Hija, te dignas a telefonear —espetó bromeando la mujer. —Hola, señora. Lo siento, no soy Amber… —¿Secuestró a mi hija? —inquirió preocupada. —No, claro que no. Soy Kimberley Roux, ella cuida
Leila no sabía cómo calmar a los pequeños, no paraban de preguntar por su madre. Por un instante se arrepintió de haber tomado esa decisión, pero la descartó inmediatamente. Ella debía criar a esos pequeños junto a su verdadero padre.—Ya coman, en un rato le hablaré a su madre para saber porque no está aquí —indicó la mujer con molestia.Pasó sus manos por la cara y cuando estaba pasándolas por el cabello, escuchó un ruido en la planta superior.—¿Qué fue eso tía Leila? —preguntó Siena mirando hacia arriba.—No lo sé, pequeña —espetó levantándose—. Pero iré a aver
—¿Estás bien? —preguntó Amber preocupada.—Creo que me rompí la mano, pero no importa —respondió mientras sostenía su mano golpeada.—Debería ver eso —espetó la joven acercándose.—Estoy bien Amber —dijo molesto y se alejó.—Solo intento ayudar —musitó ella.—Sí, lo sé. —Resoplo afligido—. Disculpa, esta situación me está alterando, no creí que Leila podría llegar a hacer algo así.—No debí salir sin el teléfono —comentó ella caminando de un lado a
—¿Duermes? —preguntó la chica.—Lo intento —respondió el joven.—¿En qué piensas? —preguntó y él giró hacia el lado donde estaba acostada colocando su brazo debajo de la cabeza.—En todo lo que está sucediendo —espetó suspirando—. Aún no me muestras los análisis que has hecho —protestó.—Mañana lo haré. ¡Lo prometo! —indicó ella—. ¿Acaso no crees en mí? Yo jamás te mentiría con algo así.—Lo sé, pero piensa Leila que eso no es algo habitual —indicó el joven—. Me habla
La noche había sido la más larga de su vida, por momentos se dormitaba, pero la despertaban las pesadillas que tenía. Su cuerpo sintomatizó todo lo que su mente cargaba. Llevaba sin saber de sus hijos casi por veinticuatro horas, y le parecieron eternas. Por recomendación de Francis, la joven subió a su habitación donde intentaba descansar en las últimas horas.Aún no tenían noticia de los detectives.—¿Kimi despertaste? —indagó Francis ingresando a la habitación sigilosamente.—Si amor —dijo con la voz ronca.—¿Cómo te sientes? —preguntó sentándose en el borde de la cama.
Dustin logró convencer a Leila, gracias a los niños, que salieran de la casa, tanto él cómo Amber fingieron un estado relajado, para que la joven confiara, y luego pudieran dar la estocada final.La joven preparó a los pequeños con ropa que tenía en el armario de la habitación donde ellos habían dormido y emprendieron viaje. La niñera acotó que se quedaría descansar para poder encargarse de los pequeños cuando regresaran.—Agradezco la invitación, pero es mejor que uno de nosotros permanezca fresco para poder compartir el cuidado de los pequeños cuando regresen del paseo.—¿Por qué? —consultó sin convencimiento Leila.—Porq
Para Kimberley fue un respiró saber que había una pista que los detectives podían seguir, aunque estaba completamente aturdida enterarse que la prometida de su cuñado fuera la causante de aquel momento.—No puedo creer aún que haya sido tu cuñada la que se llevó a los pequeños —espetó casi en un susurro.—Yo tampoco, seguí tratando de comunicarme con ambos y nada, sus móviles están apagados y mi padre no sabe nada de Dustin hace diez días, ni siquiera sabía que se habían pedido tiempo. —Revoleó los ojos—. Mi madre hará un escándalo de esto, y debe estar rompiendo la cabeza de mi padre con su voz.—¡Pobres! &mdas