Para Kimberley fue un respiró saber que había una pista que los detectives podían seguir, aunque estaba completamente aturdida enterarse que la prometida de su cuñado fuera la causante de aquel momento.
—No puedo creer aún que haya sido tu cuñada la que se llevó a los pequeños —espetó casi en un susurro.
—Yo tampoco, seguí tratando de comunicarme con ambos y nada, sus móviles están apagados y mi padre no sabe nada de Dustin hace diez días, ni siquiera sabía que se habían pedido tiempo. —Revoleó los ojos—. Mi madre hará un escándalo de esto, y debe estar rompiendo la cabeza de mi padre con su voz.
—¡Pobres! &mdas
Dustin manejaba de regreso a la casa con la ansiedad de que Amber hubiera encontrado el móvil. Se lo pediría y llamaría en la noche a su hermano para tranquilizarlos, rogaba que ellos no hubiesen llamado a la policía, aunque a la vez lo dudaba. El auto se encontraba llenó del bullicio de los pequeños que no paraban de hacerles pregunta a Leila para conocerla mejor, la chica se sentía distendida y el joven agradeció aquello para que no tuviera la guardia en alta y él pudiera persuadir mejor las decisiones que ella quería tomar.Llegaron a la casa y los niños no esperaron a que alguno de los adultos del auto los bajaran, se quitaron el cinturón y abrieron la puerta del lado de la acera por donde ambos bajaron, para luego correr hasta la puerta de entrada donde quedaron esperando que alguien abriera.
Cuando el joven pudo levantarse comenzaron a escuchar la voz de Leila que no paraba de gritar en la planta principal. Ambos subieron las escaleras, fue Amber quien intentó abrir la puerta que se encontraba con llave desde afuera.—No podrán salir —vociferó por encima del llanto de los pequeños acto que desesperó a la niñera.—¡Leila no hagas una locura! —vociferó Dustin del otro lado de la puerta mientras la golpeaba.—Despidanse de su padre, será la última vez que lo escuchen —espetó ella a los pequeños que no paraban de llorar.—¡Quiero a mi mami! —Lloriqueó Siena.—A partir d
El detective Cook estaba a pocos pasos de ella y en un ágil movimiento logró desarmar a la pediatra quien se sobresaltó cuando sintió el agarré del hombre. Con Leila desarmada la niña pudo correr hacia Dustin quien la llamó de inmediato, la alzó en brazos y la pequeña se sintió a salvo. —Leila O’neill queda bajo arresto por secuestro y privación de la libertad. —El detective esposó a la joven con sus brazos hacia atrás. —¿Qué? ¡No! —vociferó la joven—. Lo prometiste Dustin —gritó. —Tranquila, lo solucionaremos —espetó el joven. —Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga puede y será usado en su contra en una corte legal, tiene derecho a un abogado si no tiene la corte podrá ofrecerle uno. —El detective salió con ella esposada de la cocina y se la entregó a un oficial—. Ya le he dicho sus derechos, estará en custodia hasta que se presenten formalmente los cargos. —Muy bien, detective —espetó el joven y salió con ella fuera de la casa. Detrás de él salió Dustin conversando
Tras varias horas en el departamento de policías, la pareja pudo abandonar el lugar junto a los pequeños que se sentían muy cansados. Cuando salieron del edificio, se encontraron con Amber que estaba despidiéndose de Dustin, la chica vio a la pareja y se acercó a ellos. —Me despediré de mi hermano —espetó el joven, Kimberley solo asintió. —Francis, ya pudieron terminar todo —consultó el mellizo. —Sí, nos notificarán cuando un juez firme la orden de restricción. —Se colocó las manos en los bolsillos—. ¡Rayos! Esta situación es un tanto incómoda. —Se balanceaba sobre sus pies hacia delante y atrás. —Lo sé, hermano. —Se encogió de hombros—. Supongo que todo se solucionará —Fran —El joven volteó al escuchar la voz de Kimberley. —Es hora de irme, pero tenemos una charla pendiente. —Lo sé, déjame solucionar mis temas en el hospital y me contactaré para que nos reunamos. —Bien, me voy. Los niños y Kim están agotadisimos. —Lo entiendo. —Una cosa más, no te sientas culpable por las d
—Jenn llegaste —abrió sin ver.—No soy Jenn —dijo la voz del otro lado, ella volteó asustada.—¿Dustin, qué haces aquí? —preguntó aturdida.—Vine a hablar —contestó el joven.—¡Lo siento!, pero no es momento. —Suspiró con ahogo.—¿Qué sucedió? —inquirió al ver a la joven tan demacrada.—Me peleé con tu hermano, pero en serio, no estoy dispuesta a hablar de eso contigo —confesó abatida.—¿Kim qué hace él aquí? —p
Durante el fin de semana Kimberley tratói por todos los medios sonreír pese a que su mente estaba llena de cuestionamientos que solo la angustiaban a cada minuto, lo intentaba por sus dos soles, ellos no debían verla caer de esa forma, y tampoco podía transmitir a su bebe en el vientre semejante angustia. Su hermana se encargó de distraerla llevándola de paseo junto a sus hijos y sobrino, aunque no quería. Al llegar a la casa vio que tenía muchas llamadas pérdidas de Dustin y algunos mensajes de texto, aunque la curiosidad se había cruzado por su mente, necesitaba más tiempo. Su mente necesitaba mantenerse enfocada en la renuncia de su trabajo y resolver la situación con Francis, lo echaba de menos. Cuando el domingo llegó a su fin y todos estaban durmiendo, Kimberley se acostó para intentar descansar un poco, pero en plena madrugada el insomnio la visitó, y eso se notó a la mañana siguiente cuando todos
—De acuerdo —musitó esperando no arrepentirse. Cuando él comenzó a caminar hacia los niños recordó súbitamente que Francis estaba en camino para encontrarse con ellos. Los saludó brevemente y regresó hacia donde estaba ella. Se paró a su lado y sin verla, habló: —¿Me contarías algo de los mellizos? —¿Por qué quieres saber? —respondió cuestionando el pedido del joven. —Porque no importa que suceda de ahora en más, seremos familia. —Si no te preocupaste antes, porque lo harías ahora —espetó con remordimiento. —No vine a discutir, solo quiero acercarme a mi familia. —Creo que lo mejor sería que te fuera y desaparecieras de la vida
—Descuida, no tengo intenciones ocultas —indicó el joven y corrió hacia donde estaban los pequeños.—¡Vamos! —ordenó Francis cargando un brazo de ella sobre sus hombros para ayudarla a caminar—. ¿Sigues teniendo el dolor?—Sí, aunque no es tan agudo —respondió cerrando los ojos.—¿Aún no es momento de parto, verdad? —preguntó preocupado y le indicó que se tomará del auto para abrirle la puerta.—No, estoy de siete meses, Fran —respondió la chica—. No sé que fue el dolor, pero se parecían a las contracciones cuando tuve a los mellizos.—Si m