La cena estuvo realmente deliciosa, porque hablaron muy poco durante ella. Los niños fueron los primeros en terminar y a pesar de que Kimberley les pidió que se quedaran en la mesa hasta que todos terminaran. Su abuela los autorizó a levantarse y ellos corrieron a la sala contentos para seguir mirando sus dibujos.
—¿Quieres más Kimberley? —preguntó su suegra.
—La verdad que estaba delicioso, pero estoy satisfecha.
—¿Un café quizás?
—Sí, eso lo acepto. —La mujer se levantó para comenzar a juntar la mesa.
—Pasen a la sala que ya lo llevo —comunicó poniendo la
La beba comenzó a sentir la tensión y empezó a llorar con desconsuelo, ella intentó calmarla meciéndola un poco, pero fue en vano.—Quizás puedas ser más feliz con el otro.—¡Carajo, Francis! Yo te amo a ti.—Recién no pareció lo mismo.—Pero qué dices, estaba hablando de hace cinco años atrás. Yo ahora te amo. Nos vamos a casar, tenemos una hija, tres en realidad.—Que la críe tu amante —comentó mientras tomaba sus pertenencias.—Francis, no te vayas. Estamos hablando.—Ya no hay nada
Francis abrió la puerta y dentro de la habitación se encontró con una enfermera a su lado dándole una inyección.—Señor, lo siento. Pero no puede estar aquí.—El doctor que atiende a mi hermano me autorizó cinco minutos.—¿Cómo puedo estar segura de eso?—¡Vaya y pregúntele! No estoy mintiendo, es mi hermano mellizo. Acaso no ve que somos iguales.—¿Puedo ver su identificación?—No soy un delincuente, solo vengo a ver a mi hermano porque llamaron de aquí a mi madre y estaba preocupada porque le dieron mala información.
La mujer simplemente sonrió y continuó su camino. Francis se encontraba ansioso por contarle la gran noticia que le habia dado su hermano, a Kimberley. El apoyo que le brindaba su hermano y el cambio de actitud de sus padres, es algo que no se esperaba. Cuando subió al auto condujo al mall para comprar las cosas que le había pedido su prometida, y mientras estaba allí, se le ocurrió una mejor idea, haría la videollamada para que se lo dijera él en persona. Tomó el camino de regreso y en pocos minutos estaba en la puerta.Lo único que hizo fue bajar del auto y correr a la puerta.—¡Familia ya llegué! —Cerró la puerta detrás de sí.—Hola mi amor. ¿Trajiste lo que te pedí? —inqui
A la mañana siguiente los pequeños despertaron a sus padres para el tan esperado fin de semana en la casa de sus abuelos. El viaje fue muy divertido por las ocurrencias de los pequeños, así cómo sus planes en la nueva casa, que aún no habían conseguido.Llegaron al lugar casi en tiempo record.—Hola pequeños —Paula los esperaba en la puerta de su casa.—Abu —exclamaron a dúo y la abrazaron a la vez.—¿Cómo están pequeños?—Vamos a mudarnos aquí —respondió Siena.—¿Cómo? —La mujer elevó la mirada para ver
Sus cuerpos se encontraban desnudos y mojados no solo por la lluvia que corría por sus cuerpos, sino por la excitación que se había provocado. Por un instante eran ellos solos, nadie más. El joven la tomó de las caderas y la acorraló contra la pared completamente excitado. Tomó su sexo y la introdujo en su zona de placer, provocando que ella enterrara los dedos en su espalda, sintiendo un fuego interior que crecía.—¡Oh santo cielo! —Gimió ella claramente excitada y moviéndose al unísono con el joven.—Cómo extrañaba tus gemidos —declaró él mientras mordisqueaba con dulzura los hombros de la joven.—Yo extrañaba que estuvieras tan entregado —agregó la joven
Kimberley siguió las indicaciones del joven y cuando estuvieron allí, bajaron junto a su beba para hacer algunas compras, tanto lo que había encargado su suegra, cómo cosas que necesitaban ellos. Además del postre el cual no habían pedido, pero no les pareció que estuviera demás. Una torta helada de dulce de leche y crema americana.—Esta torta helada parece rica —comentó Kimberley.—Ponla en el carro, entonces.—Necesito comprar un paquete de pañales aunque sea pequeño, porque solo me quedan dos de lo que traje.—De acuerdo, de pasada hacia la caja lo tomas. Vi que estaban en las estanterías delanteras.—&i
El móvil de Kimberley sonó dentro de su pantalón. La joven lo tomó y vio el número. —Tengo que atender. Es la agente de bienes raíces de Santa Bárbara. Ahora te cuento porque llama. Se apartó un poco de su hermana, mientras la mujer seguía empacando. —¡Hola! —¡Hola! ¿Señora Galanis? —Sí, ella habla. —Soy Carol Lentis, la agente de bienes raíces. —Sí, la tengo agendada. —Sonrió. —Su esposo me ha dado su número porque él no me podía atender, estaba en una reunión. —Sí, claro entiendo. Dígame el motivo del llamado —dijo ansiosa.
Kimberley subió las escaleras junto a Francis y cuando estuvieron en su habitación a solas. Él la tomó entre sus brazos y la besó apasionadamente.—Amor, los niños. —Lo alejó.—Es solo un mimo —espetó el joven sonriendo—. Igual me iré a bañar así no nos atrasamos.—De acuerdo. ¿Quieres algo especial para ponerte?—No, elige tú. Que siempre que lo haces, me halagan —dijo entrando al baño—. ¡Oye! ¿Te ha llamado la agente? —preguntó.—Sí, olvidé mencionarlo. Me dijo que todos los trámites ya han empezado, y le comenté qu