Sus cuerpos se encontraban desnudos y mojados no solo por la lluvia que corría por sus cuerpos, sino por la excitación que se había provocado. Por un instante eran ellos solos, nadie más. El joven la tomó de las caderas y la acorraló contra la pared completamente excitado. Tomó su sexo y la introdujo en su zona de placer, provocando que ella enterrara los dedos en su espalda, sintiendo un fuego interior que crecía.
—¡Oh santo cielo! —Gimió ella claramente excitada y moviéndose al unísono con el joven.
—Cómo extrañaba tus gemidos —declaró él mientras mordisqueaba con dulzura los hombros de la joven.
—Yo extrañaba que estuvieras tan entregado —agregó la joven
Kimberley siguió las indicaciones del joven y cuando estuvieron allí, bajaron junto a su beba para hacer algunas compras, tanto lo que había encargado su suegra, cómo cosas que necesitaban ellos. Además del postre el cual no habían pedido, pero no les pareció que estuviera demás. Una torta helada de dulce de leche y crema americana.—Esta torta helada parece rica —comentó Kimberley.—Ponla en el carro, entonces.—Necesito comprar un paquete de pañales aunque sea pequeño, porque solo me quedan dos de lo que traje.—De acuerdo, de pasada hacia la caja lo tomas. Vi que estaban en las estanterías delanteras.—&i
El móvil de Kimberley sonó dentro de su pantalón. La joven lo tomó y vio el número. —Tengo que atender. Es la agente de bienes raíces de Santa Bárbara. Ahora te cuento porque llama. Se apartó un poco de su hermana, mientras la mujer seguía empacando. —¡Hola! —¡Hola! ¿Señora Galanis? —Sí, ella habla. —Soy Carol Lentis, la agente de bienes raíces. —Sí, la tengo agendada. —Sonrió. —Su esposo me ha dado su número porque él no me podía atender, estaba en una reunión. —Sí, claro entiendo. Dígame el motivo del llamado —dijo ansiosa.
Kimberley subió las escaleras junto a Francis y cuando estuvieron en su habitación a solas. Él la tomó entre sus brazos y la besó apasionadamente.—Amor, los niños. —Lo alejó.—Es solo un mimo —espetó el joven sonriendo—. Igual me iré a bañar así no nos atrasamos.—De acuerdo. ¿Quieres algo especial para ponerte?—No, elige tú. Que siempre que lo haces, me halagan —dijo entrando al baño—. ¡Oye! ¿Te ha llamado la agente? —preguntó.—Sí, olvidé mencionarlo. Me dijo que todos los trámites ya han empezado, y le comenté qu
Kimberley caminaba por los corredores del edificio donde trabajaba cómo ejecutiva de cuentas, al menos hasta ese día, dónde el comité de la empresa Renovar dedicada a los servicios financieros para individuos y pequeñas empresas la nombró gerente general de la sucursal en Madrid. Acababa de obtenerlo y su sonrisa lo indicaba sin duda alguna. A sus veintinueve años, era una meta más lograda que quería cumplir antes de los treinta. Luego de bajar al estacionamiento por su auto y subir en este, pensó que debía hacer un cambio. Su puesto lo ameritaba, colocó el móvil en el portamóvil del vehículo y arrancó rumbo a su domicilio, dónde la esperaban dos de las personas más importantes en su mundo. Cuando se detuvo en un semáforo vio titilaba la pantalla de su aparato y al ver que era una llamada de su madre, la sonrisa que tenía se amplió. —Mamá, no adivinarás… —espetó entusiasmada. —¡Kim! —exclamó con la voz entrecortada del otro lado. —Jenn. ¿Qué pasó? —preguntó confundida, y su sonris
—¡Buenas noches doctor! —Saludó Jennifer, porque su hermana no salía de su asombro, así que decidió presentarla—. Ella es mi hermana menor Kimberley. Nuestra madre fue internada hace unas horas, sé que el horario de visita ha pasado, pero quisiera saber si puede hacer una excepción por ella para que pueda verla unos minutos.—Hablamos de la paciente Rose Roux, ¿correcto? —Jennifer asintió—. Disculpe que lo corroboré, pero a veces me pasan mal las fichas.—Descuide —espetó sonriente la mujer.—Acompañenme por aquí.Kimberley quedó frizada en el lugar mientras ambos comenzaron a caminar. Su hermana se percató de la reacción que había tenido la menor, y luego de regresar por ella y hablarle al oído, los tres se dirigieron hacia el elevador para ir a la zona de internación. Cuando estuvieron allí, el doctor le indicó la puerta.—Solo tiene cinco minutos, ya que debo volver a mis rondas nocturnas —comunicó mirando su reloj de muñecas—. La unidad de cuidados es un sector con muchos resguard
El sol salió en la ciudad de Fresno, y los ojos de Dustin se abrieron cuando una de sus compañeras tocó el hombro del doctor, quien estaba descansando en su oficina. Dónde había decidido descansar en la última hora después de una larga noche de emergencias, y de esa forma poder continuar un par de horas más para ayudar al personal.—No tienes que quedarte, tenemos el personal necesario —indicó la doctora—. Vete a descansar, que esta noche tienes una guardia doble.—No importa, en mi casa nadie me espera. —Coqueteó el joven tomando a la doctora de la cintura—. Y este es el único momento que podemos vernos, puedo hacer horas extras.—Dustin, debes descansar —espetó sonriente zafándose.—¿Cuándo tienes tu próximo día libre? —inquirió el joven acercándose hacia ella.—El fin de semana, le he cambiado el día a Zahara que me había pedido un enroque hace dos meses atrás —comentó Leila acariciando el cuello del ambo que usaba el joven.—¿Qué te parece si nos vamos el fin de semana a Las Vegas
—¿Qué hora es? —inquirió adormilado, restregando los ojos.—Las nueve —respondió dulcemente Leila—. ¿Quieres desayunar? —Se sentó en el borde del sofá.—Sí claro.Ella se levantó y se sentó en una de las sillas frente al escritorio, él hizo lo mismo.—¿Has tenido una noche dura? —preguntó sonriendo, mientras abría el paquete que llevó.—Tuve una cirugía de cinco horas, afortunadamente el hombre se encuentra estable. —acotó el joven.—Traje café. —Le alcanzó un vaso térmico donde había llevado la bebida.—¿Dónde compraste esto? —preguntó curioso.—No lo compré, el café lo hice en casa y lo coloqué en los vasos térmicos.—¡Qué rico! —Se frotó el abdomen, mientras relamía sus labios en señal de degustación.—Compré dos porciones de tarta para compartir. —El joven las observaba deseoso.—Creo que esta inyección de café y dulce me activará.—Pienso lo mismo —acotó la chica y tomó un trago de su bebida caliente—. ¡Oye! Ayer estuve viendo hoteles en Las Vegas y no habían muchas opciones, las
La semana transcurrió entre el trabajo y el hospital para Kimberley. Cuando el viernes llegó ella pudo respirar al enterarse que los pólipos de su madre eran benignos y podrían ser extirpados sin ningún riesgo. Eso fue un alivió para la joven y pudo concentrarse en la reunión con los padres de su novio. Cuando Siena y Misael se enteraron del viaje se pusieron felices de conocer a los padres de quien consideraban su papá. Ese día de buenas noticias, Francis los recogió en la casa, ya que la joven estaba de licencia por unos días, y fueron a un restaurante familiar donde los pequeños podían divertirse un poco en los juegos del lugar.Cuando Kimberley se colocó el cinturón, él arrancó el auto y a los pocos segundos rompió el silencio.—¿Cómo está tu madre? —preguntó mientras manejaba.—la vi mejor y con más ánimo, le dije que vería a tus padres este fin de semana y se puso contenta, dice que ya es hora después de tanto tiempo juntos.—Le dijiste que el problema no eres tú, sino yo, que n