El sol salió en la ciudad de Fresno, y los ojos de Dustin se abrieron cuando una de sus compañeras tocó el hombro del doctor, quien estaba descansando en su oficina. Dónde había decidido descansar en la última hora después de una larga noche de emergencias, y de esa forma poder continuar un par de horas más para ayudar al personal.
—No tienes que quedarte, tenemos el personal necesario —indicó la doctora—. Vete a descansar, que esta noche tienes una guardia doble.
—No importa, en mi casa nadie me espera. —Coqueteó el joven tomando a la doctora de la cintura—. Y este es el único momento que podemos vernos, puedo hacer horas extras.
—Dustin, debes descansar —espetó sonriente zafándose.
—¿Cuándo tienes tu próximo día libre? —inquirió el joven acercándose hacia ella.
—El fin de semana, le he cambiado el día a Zahara que me había pedido un enroque hace dos meses atrás —comentó Leila acariciando el cuello del ambo que usaba el joven.
—¿Qué te parece si nos vamos el fin de semana a Las Vegas, a divertirnos? —sugirió Dustin.
—Suena bien —exclamó la joven, y le dio un beso en la comisura de los labios—. Ahora vete a descansar.
—Luego de que me des un nuevo beso.
El joven accedió a la petición de su novia y con la mano libre la tomó del mentón para besarla, fue interrumpido cuando el altavoz nombraba una urgencia a la joven doctora. Le dio un último rápido beso y se retiró de la oficina. Dustin se apoyó sobre el borde del escritorio analizando que era una buen momento para pasar al siguiente nivel con su novia de los últimos diez años. Estaba decidido, organizaría un fin de semana para ambos y proponerlo de una forma romántica.
Se separó del escritorio y decidió seguir el consejo de la joven e irse a descansar. Cuando estuvo en su auto relajado y al salir del estacionamiento el sol golpeó sus ojos ensegueciéndolo parcialmente, tomó de la guantera sus anteojos de sol y siguió conduciendo. A los pocos metros sonó su móvil y bajó la insitencia de la llamada, decidió atender.
—¡Hola! —saludó al atender.
—Vaya, esa es la manera en que saludas a tu padre, luego de no hablarle por una semana. —Se escuchó del otro lado.
—¡Hola Padre! —Volvió a saludar—. Lo siento, estoy un poco cansado. Atendí sin ver porque estoy manejando, acabo de salir de una guardia.
—Está bien —espetó risueño.
—¿Por qué llamabas? —inquirió el joven mirando por dónde manejaba.
—Acaso un padre no puede llamar a su hijo solo para saber cómo está —indicó con molestia en su voz, le encantaba regañarlo porque sabía que el joven se enojaba más de la cuenta.
—Papá por favor —protestó molesto.
—Sabes que bromeó —Carcajeó el hombre.
—Sí, claro —musitó—. ¿Cómo está mamá? —preguntó, doblando en una esquina.
—Tu madre está bien, ya desayunamos y salió para atender su jardín.
—Envíale mis saludos —dijo el joven.
—Qué te parece si hoy al mediodía vienes a almorzar con nosotros —sugirió el hombre.
—No puedo papá, tengo guardia doble esta noche y quiero descansar —comunicó Dustin.
—¡Entiendo! —exclamó—. ¿Qué hay del fin de semana? ¿Por qué no te vienes a Santa Bárbara? Le diré a tu hermano. ¿Te has enterado que está de novio con una chica? —preguntó el hombre.
—No, no lo sabía —dijo sin interés—. Y lamento no poder estar allí el fin de semana. —Aparcó el auto en el garaje de su casa—. Pero me iré con Leila a Las Vegas, hace rato que no podemos pasar un tiempo juntos.
—Pues, vengan a pasar el fin de semana a casa, a tu madre le encantará tener la casa llena de gente.
—Lo siento, será en otra oportunidad. —Abrió la puerta de su casa e ingresó arrojando el maletín en el sofá.
—¿Estás peleado con tu hermano? —preguntó preocupado el hombre.
—No, claro que no. —Se apresuró a responder el joven, mientras subía las escaleras.
—Bueno —espetó el hombre sin convencimiento.
—Papá, quiero descansar unas horas, tengo que volver al hospital en la noche y tendré doble guardia.
—Claro, te dejaré descansar —espetó el padre—. Solo no dejes pasar mucho tiempo para dejarme saber que estás bien.
—Por supuesto —indicó el joven—. Envíale mis saludos a mamá.
—Lo haré. ¡Cuídate! —exclamó.
—Ustedes también, espero verlos pronto —espetó bostezando.
—Espero lo mismo —musitó y finalizó el llamado.
Apenas apoyó la cabeza en la almohada se quedó dormido, pero las horas de sueño le parecieron pocas cuando su despertador sonó. Se levantó adormilado y pudo ver por la ventana entrar la luz de una brillante luna, era indició de que debía regresar al hospital. Estaba adormilado cuando se levantó y un pensamiento invadió su mente. Se trataba de un sueño que no podía dilucidar bien, se dio una ducha y allí seguía, pero cada vez con más nitidez, la información iba siendo más clara y cuando estaba preparando un emparedado para comer en el camino al trabajo con su café, un nombre apareció.
Hizo memoria y supo que había soñado con la hija de una de sus pacientes, era la primera vez que le pasaba algo similar, sobre todo por el tono del sueño. Intentó recordar porque le parecía tan conocida, pero no pudo. Ese cuestionamiento lo acompañó hasta el estacionamiento del hospital. Cómo era costumbre en él, llegó antes de comenzar con su labor y al bajar de su automóvil vio que su novia lo esperaba apoyada en su camioneta. El joven se acercó y la saludó cálidamente.
—¿Tu turno no terminó hace una hora?
—Sí, pero quería verte aunque fueran unos minutos antes de que ingreses —respondió ella con una sonrisa..
—¿Cuánto llevas esperando aquí? —inquirió entre besos.
—Unos veinte minutos, pero estuve jugando en el móvil así que pasaron rápido.
—¡Oh nena! —exclamó él con cierta culpa—. Eres perfecta. Acarició su mejilla.
—Porque tú lo eres —acotó la joven—. Creo que es hora de que ingreses —informó mirando el reloj de su móvil.
—¡Lo sé! —bufó el joven con pesar.
—Piensa que el fin de semana será solo nuestro y que mañana nos veremos durante todo el día.
—Es cierto, lo había olvidado. —Le dio un beso y se apartó de ella—. Es lo único que me gusta de las guardias dobles.
—¿Quieres que mañana te traiga algo para desayunar juntos? —consultó la obstetra—. Vendré un rato antes.
—Eso suena interesante, quiero donas bañadas en chocolate. —Elevó las cejas entusiasmado.
—Es un hecho.
—Iré a fichar para comenzar a trabajar. —La tomó de la mano, le costaba dejarla ir—. ¿Tu día estuvo tranquilo?
—No tanto, pero mañana hablamos bien. —Se soltó y caminó hacia la puerta de su camioneta—. ¡Te amo! —Abrió la puerta.
—Yo también te amo —respondió él con una sonrisa—. Descansa y envíame un mensaje cuando llegues a tu apartamento.
—Lo haré —espetó ella bajando la ventanilla para luego cerrar la puerta—. Qué tengas una noche tranquila. —Le auguró la chica.
—Qué así sea —espetó haciendo el gesto de amen.
Dustin quedó viendo como la camioneta partía del estacionamiento y cuando se perdió de su campo de visión, decidió subir hacia su oficina, y la cara de la joven de sus sueños regresó nuevamente a su mente. Las primeras horas de guardia transcurrieron con tranquilidad, pero tras las tres de la madrugada un accidente vial, dejando heridos de gravedad, uno de los cuales tuvo que ser atendido por el cirujano. La misma duró más de cinco horas debido a que el joven tenía varias fracturas, incluso una expuesta, y una de las costillas había generado una hemorragia interna que si no era tratada podría terminar con su vida.
El joven cirujano estaba cansado cuando finalizó la operación y decidió retirarse un momento a su oficina para descansar. Se arrojó con todo el peso de su cuerpo sobre el mullido sofá y se quedó dormido al instante. Un suave beso sobre sus labios fue lo que lo despertó, Dustin se sobresaltó y cuando abrió los ojos vio que Leila estaba sonriendo parada a su lado.
—¿Qué hora es? —inquirió adormilado, restregando los ojos.—Las nueve —respondió dulcemente Leila—. ¿Quieres desayunar? —Se sentó en el borde del sofá.—Sí claro.Ella se levantó y se sentó en una de las sillas frente al escritorio, él hizo lo mismo.—¿Has tenido una noche dura? —preguntó sonriendo, mientras abría el paquete que llevó.—Tuve una cirugía de cinco horas, afortunadamente el hombre se encuentra estable. —acotó el joven.—Traje café. —Le alcanzó un vaso térmico donde había llevado la bebida.—¿Dónde compraste esto? —preguntó curioso.—No lo compré, el café lo hice en casa y lo coloqué en los vasos térmicos.—¡Qué rico! —Se frotó el abdomen, mientras relamía sus labios en señal de degustación.—Compré dos porciones de tarta para compartir. —El joven las observaba deseoso.—Creo que esta inyección de café y dulce me activará.—Pienso lo mismo —acotó la chica y tomó un trago de su bebida caliente—. ¡Oye! Ayer estuve viendo hoteles en Las Vegas y no habían muchas opciones, las
La semana transcurrió entre el trabajo y el hospital para Kimberley. Cuando el viernes llegó ella pudo respirar al enterarse que los pólipos de su madre eran benignos y podrían ser extirpados sin ningún riesgo. Eso fue un alivió para la joven y pudo concentrarse en la reunión con los padres de su novio. Cuando Siena y Misael se enteraron del viaje se pusieron felices de conocer a los padres de quien consideraban su papá. Ese día de buenas noticias, Francis los recogió en la casa, ya que la joven estaba de licencia por unos días, y fueron a un restaurante familiar donde los pequeños podían divertirse un poco en los juegos del lugar.Cuando Kimberley se colocó el cinturón, él arrancó el auto y a los pocos segundos rompió el silencio.—¿Cómo está tu madre? —preguntó mientras manejaba.—la vi mejor y con más ánimo, le dije que vería a tus padres este fin de semana y se puso contenta, dice que ya es hora después de tanto tiempo juntos.—Le dijiste que el problema no eres tú, sino yo, que n
La semana transcurrió entre el trabajo y el hospital para Kimberley. Cuando el viernes llegó ella pudo respirar al enterarse que los pólipos de su madre eran benignos y podrían ser extirpados sin ningún riesgo. Eso fue un alivió para la joven y pudo concentrarse en la reunión con los padres de su novio. Cuando Siena y Misael se enteraron del viaje se pusieron felices de conocer a los padres de quien consideraban su papá. Ese día de buenas noticias, Francis los recogió en la casa, ya que la joven estaba de licencia por unos días, y fueron a un restaurante familiar donde los pequeños podían divertirse un poco en los juegos del lugar.Cuando Kimberley se colocó el cinturón, él arrancó el auto y a los pocos segundos rompió el silencio.&mdas
A la mañana siguiente Kimberley giró su cabeza hacia el lado donde se encontraba Francis, luego de que sonara la alarma. Una sonrisa amplia se escapó de sus labios por lo plena que se sentía que todo estuviera saliendo tan bien en su vida, estuvo varios minutos así que fue descubierta por el joven cuando abrió sus párpados, el gesto de la joven lo contagió. —¡Buenos días! —musitó con voz ronca.—¡Buen día! —Saludó acariciando la mejilla de su prometido.—¿Siempre será así? —inquirió el joven lamiendo sus labios.—¿A qué te refieres? —Sonrió d
La situación se tornó tensa, los niños estaban escondidos detrás de su madre, y ella sintió que no podía respirar hasta que sintió el agarre de él en señal de contención. Él silencio reinaba en el lugar y solo habían miradas de reproche, sobre todo de parte de su madre. Fue su hermano Dustin quien al reconocer a la joven, rompió el silencio.—Hola, Kimberley —saludó amablemente el hombre—. Nunca imaginé que éramos familia.—¿La conoces? —preguntó Francis confundido.—Seré quien opere a su madre, nos conocimos en la primera noche de internación de su madre. —Se giró hacia ella—. Ahora entiendo porque me veías raro. &md
Antes de salir de San Diego cumplieron la promesa a los pequeños y fueron por el helado que ninguno de los dos pudo terminarlo. Tocó a los adultos hacerlo.Tras una hora y media de viaje los mellizos se durmieron. Kimberley le pidió que se detuviera unos minutos para poder taparlos con un cobertor, así no tenían frío. Cuando volvió a subir se dispuso a poner un poco de música suave para que los acompañara en el viaje, antes de salir a la ruta pasaron por un drugstore y compraron algunos dulces y snack para comer. De acuerdo al tiempo que habían estimado iban a llegar a Fresno a la medianoche. Con tiempo cronometrado llegaron justo diez minutos antes de la hora pensada.El joven le sonrió a Kimberley
Francis quitó la camisa que tenía puesta Kimberley, desabrochando botón por botón, deslizó la tela por sus hombros y se dispuso a besarlos. Sentir la tersa piel de su prometida lo excitaba más que nada. Ella desabrochó las mangas y se quitó la prenda arrojándola hacia el suelo. Él pasó las manos hacia atrás y tomó los broches del sostén para quitarlo, amaba deleitarse mirando a la mujer.Las manos de la joven descendieron en forma de caricia hasta el final de la camisa que tenía puesta él y desató el cinturón para poder quitarla de adentro del pantalón negro que usaba Francis, las manos de él pasaron de la cintura de la joven a sus pechos, los acarició con intensidad haciendo que los pezones de la joven se excitaran. Ambos se sonrieron mirándose a los ojo
Kimberley bajó las escaleras de prisa y cuando llegó al piso inferior le envió un mensaje a su hermana para responder el audio que le había enviado. Tomó las llaves del auto del recipiente central de la sala donde las había dejado la noche anterior, y se precipitó hacia el garaje para sacar su auto.Diez minutos después se encontraba conduciendo en dirección al hospital donde su madre se encontraba internada. La salud de la mujer la tenía muy alterada, había sido una semana intensa, con muchos eventos importantes, algunos bonitos y otros no tan positivos y sintió que la vida la estaba llevando por delante. Las lágrimas volvieron a aparecer en sus ojos y se agolparon en el párpado inferior. Se resistió a dejarlas salir, pero llegó un momento que el pestañeo que hizo provocó que algunas abandonaran sus cuencas.Soltó el volante por un momento y las secó, se miró en el espejo retrovisor al detenerse en un semáforo para corroborar que el maquillaje no se le hubiera corrido. Quería parar,