Capítulo 4

—¿Qué hora es? —inquirió adormilado, restregando los ojos.

—Las nueve —respondió dulcemente Leila—. ¿Quieres desayunar? —Se sentó en el borde del sofá.

—Sí claro.

Ella se levantó y se sentó en una de las sillas frente al escritorio, él hizo lo mismo.

—¿Has tenido una noche dura? —preguntó sonriendo, mientras abría el paquete que llevó.

—Tuve una cirugía de cinco horas, afortunadamente el hombre se encuentra estable. —acotó el joven.

—Traje café. —Le alcanzó un vaso térmico donde había llevado la bebida.

—¿Dónde compraste esto? —preguntó curioso.

—No lo compré, el café lo hice en casa y lo coloqué en los vasos térmicos.

—¡Qué rico! —Se frotó el abdomen, mientras relamía sus labios en señal de degustación.

—Compré dos porciones de tarta para compartir. —El joven las observaba deseoso.

—Creo que esta inyección de café y dulce me activará.

—Pienso lo mismo —acotó la chica y tomó un trago de su bebida caliente—. ¡Oye! Ayer estuve viendo hoteles en Las Vegas y no habían muchas opciones, las habitaciones disponibles eran las más costosas. —Torció sus labios decepcionada.

—¿Y si buscamos otro destino? —sugirió el joven.

—No lo sé, me había hecho ilusiones de ir —espetó torciendo hacia abajo sus labios en señal de tristeza—. No sé, quizás podríamos alquilar un yate y pasar tiempo en altamar —espetó no convencida.

—Cualquier cosa que me aleje todo el fin de semana de California —dijo sin pensar.

—¿Por qué? —preguntó la chica frunciendo el ceño.

—Porque mis padres quieren que haga fin de semana en familia. —Revoleó los ojos.

—Sííí —exclamó entusiasmada—. Hace mucho que no vemos a tus padres.

—Por favor, cariño —protestó el joven—. Estará mi hermano con su nueva novia, y si es como las anteriores. Será un fin de semana horroroso —bufó molesto.

—¡Vamos, Dusty! —indicó sonriente—. Francis no es tan terrible, y no conoces a la chica, quizás ella sí sea agradable. —Se removió en la silla con alegría—. Además, será lindo poder conocer gente fuera del trabajo, quizás, terminemos siendo amigas, además de cuñadas —agregó sonriente.

—¿En serio quieres ir? —preguntó con molestia, ella asintió con el mismo entusiasmo—. De acuerdo, haré feliz a tres personas este fin de semana —agregó con una sonrisa ladina.

—Sí. —Leila chocó sus palmas imitando un aplauso de agrado y saltó en el lugar reiteradamente—. Amo a tu madre, y lo sabes. —Le hizo ojitos pestañeando reiteradamente.

—Entonces, los llamaré en un rato, deben estar desayunando —comentó el joven.

—Llámalos ahora, y digamosle la noticia juntos —Se paró y rodeó la mesa para sentarse sobre su falda.

—¡Qué insistente! —protestó de mejor humor.

La alegría que ella emanaba lo contagiaba. Dustin marcó el número de sus padres y esperó a que atendieran.

—¡Hola! —Se escuchó de forma distraída una voz del otro lado de la línea.

—Hola padre, soy Dustin. —El joven había colocado el móvil en altavoz.

—¡Vaya! ¡Qué sorpresa! —espetó asombrado el hombre—. No me hablas por semanas, y ahora hablamos dos días seguidos. ¿Sucede algo? —inquirió con voz preocupada.

—No, claro que no —respondió rápidamente el joven—. Llamaba porque estuve hablando con Leila, el viaje a Las Vegas se ha cancelado…

—¿Por qué? —interrumpió el hombre.

—Por capacidad, no hay lugar disponible —indicó el doctor—. Entonces le comenté tu idea, y le ha gustado. Así que, si los planes no han cambiado, me gustaría saber si podemos ir a su casa el fin de semana —consultó con dudas el joven.

—¡Claro que sí, hijo! —exclamó feliz—. A tu madre le encantará la noticia. Ayer me preguntaba por Leila, que hacía tiempo no sabía de ella.

—Prometo hablarle más seguido señor Timothy —espetó la joven que había escuchado el reclamo—. A veces llegó tan cansada a casa del trabajo que lo olvido.

—Pero no me digas señor, solo Timothy, somos familia. A pesar de que aún no se hayan casado —reclamó el hombre del otro lado de la línea.

—No empieces padre —retrucó Dustin.

—No empiezo. —Se defendió—. Llevan diez años de novios, es hora de que formen una familia.

—Es lo que queremos —respondió la chica—. Pero los horarios de trabajo nos hacen coincidir poco, y formar una familia se dificulta, pero es lo que más queremos, solo hay que esperar.

—Ves lo que digo —murmuró el joven molesto, la chica le hizo una seña de que le restara importancia.

—Recuerda que vendrá tu hermano también —espetó como recordatorio.

—Ya lo sé papá —espetó el joven con molestia, su novia le dio un codazo para que cambiara la actitud—. Me lo contaste ayer.

—Sí, es verdad. Disculpa a tu padre, ya se está volviendo viejo y cenil —comentó con tristeza.

—Eso no es verdad, usted tiene mucha vitalidad —comentó Leila, intentando seguir la conversación.

—Tú siempre tan cordial con todo el mundo —comentó el hombre del otro lado de la línea—. Mi hijo ha sido afortunado en encontrarte.

—Afortunada he sido yo, en encontrarlo a él —espetó sonriendo.

—¿Hijo aún estás ahí? —preguntó el hombre.

—Sí papá, pero te está hablando Leila. No seas descortés.

—No fue descortés preguntar por ti —comentó la chica.

—Escucha a tu novia, que está en lo cierto —retrucó el hombre—. Entonces los esperamos el sábado al mediodía. Prepararemos las habitaciones de huéspedes. ¿Por qué van a quedarse, verdad? —consultó el hombre.

—Sí, claro Timothy, nos quedaremos el fin de semana —acotó la chica.

—Padre debo cortar el llamado, tengo que volver a trabajar y Leila también debe empezar su turno.

—¡Claro, por supuesto! —indicó contento Timothy—. Cuídense. Nos vemos en unos días.

—¡Adiós, papá! Envíale saludos a mamá de parte de los dos.

—Lo haré. Adiós. —El hombre finalizó el llamado.

—¿Feliz? —dijo con un tono de ironía.

—Sí, muy —respondió de la misma forma y se levantó—. Debo ir a fichar para comenzar las rondas.

—Espero que todo sea tranquilo —espetó el joven mientras veía caminar hacia la salida a Leila.

—Todo saldrá bien —indicó ella tomando el pomo de la puerta para abrirla.

—Eso espero —musitó—. Igual te debo el viaje a Las Vegas.

—Ya iremos, no te preocupes —dijo con medio cuerpo fuera de la oficina—. ¿Dormirás un poco más?

—No creo que pueda dormir. —Se levantó de su asiento—. Creo que iré a dar alguna vuelta por si alguien necesita ayuda en algún caso. Mi primera operación la tengo programada a las once de la mañana.

—Muy bien —espetó sonriente—. Yo estaré en guardia pediátrica hoy. Sí me necesitas ya sabes dónde encontrarme.

—Por supuesto —musitó y se acercó a la chica—. ¡Qué tengas una bonita jornada! —Apoyó su cuerpo sobre la pared justo al lado de la puerta.

—Tú también. —Le dio un beso en los labios—. Te amo.

—También te amo —le respondió el joven.

Dustin observó salir a su novia de su oficina, y segundos después se asomó por la puerta para seguir viéndola, estaba completamente enamorado de esa mujer. Era extraordinaria como mujer y como profesional, tenía dos títulos, cómo pediatra y obstetra. Amaba a los pequeños y él estaba deseoso de formar una familia y darle hijos. Metió la mano en el bolsillo de su ambo y sacó una caja pequeña de color azul oscuro, la brió y observó el anillo de compromiso que estaba dentro, hacía días que llevaba con él encima, era la sorpresa que quería darle en una noche romántica en su viaje a Las Vegas, pero se había arruinado.

Analizó la idea de hacerlo en casa de sus padres, pero sin duda no era el lugar y momento adecuado, ni lo que tenía en mente. Debía mentalizarse para poder ver a su hermano luego de meses de no saber de él. Se acostó en el sofá y cerró sus ojos, y en su mente apareció el rostro de la joven con la que había soñado.

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