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—¿Quién eres tú? —él volvió a sonreír, volvió a inclinarse y pegó su frente a la de ella.

—¿Quién más voy a ser? Soy sólo… August, el idiota que te hizo llorar por tanto tiempo.

—No, no… Tú…

—Y alguien que se muere por estar contigo—. Tess se quedó en silencio por unos instantes, agitada no sólo por sus respuestas, sino por su abrazo—. Alguien que quiere estar aquí —siguió él con voz que parecía más un ronroneo—, justo aquí.

—¿Y sólo eso? —preguntó ella con ojos llenos de malicia— ¿Te conformas sólo con estar aquí, abrazados? —por los ojos de August pasó lo que pareció ser auténtico fuego azul.

—No me provoques, Tess. Sólo est&aacut

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