No soy un ángel guardián (parte dos)

Ares

Me dejó sin palabras y jadeante, incapaz de dar un solo paso, hasta que escuché el rugido del motor.

Un par de minutos después, deseé poder estar en la ciudad, allí podría salir a despejarme. Necesitaba algo que me hiciera olvidar esa odiosa casa, a Máximo, Allegra y ahora también, necesitaba dejar de pensar desesperadamente en esa mujer desafiante que sin el menor esfuerzo había puesto mi mundo de cabeza.

—Ella, es un problema que camina —me dije, frotándome la frente —. Lo mejor es tenerla lejos, hiciste justo lo que tenías que hacer.

Suspiré profundamente, si no tenía vida nocturna a la mano, lo mejor sería ahogar mis penas en el trabajo. Una vez que la casa estuviera lista, podría irme muy lejos, quizás a alguna playa, donde pudiese rodearme de mujeres hermosas, deseosas por ayudarme a enterrar mi dolor.

—Para eso, hay que dejar este mausoleo como nuevo y muy deseable —me dije, antes de ir en busca de la escalera, para comenzar a quitar las enormes arañas del comedor.

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