AresUn mes después…León caminaba por el pasillo de la pequeña iglesia de Monte de oro, junto a la Vicky su mejor amiga del colegio. Nos pareció justo que la propusiese a ella para que lanzara los pétalos de rosas, ya que no tenía sobrinas por el momento. Atravesaron el lugar repleto de familiares de amigos, concentrados en llegar a donde estábamos esperándolos, con una sonrisa y los brazos abiertos. Él caminaba a su lado con los anillos sobre una almohadilla de terciopelo negro, mientras ella lanzaba los pétalos con su pequeña mano enguantada.Cuando León llegó a mi lado, curvó los labios en una sonrisa y agitó su manecita, antes de darle los anillos a mi padrino: Aquiles. Se veía adorable en ese pequeño esmoquin a medida, que era exactamente idéntico al que usábamos los tres de Hugo Boss. Tiró de la manga de mi saco y me agaché para poder escucharlo sobre el sonido de la sangre rugiéndome en los oídos. Los nervios estaban acabando conmigo. Apenas si lograba mover las manos por
Ares Aquellos votos eran tan importantes como las promesas que le hice a Nora. Porque al casarte con una mujer que es madre, te debes comprometer a amar y respetar también a sus hijos. Ya que ellos, serán también tus hijos, por quienes trabajaras más duro, por los que pasaras noches en vela y te sentirás orgulloso. Ellos son la razón por la que al final del día, justo antes de cerrar los ojos, sabes que todo esfuerzo valió la pena. —León —. Me arrodillé frente a él y comencé a leer. Su expresión de sorpresa me decía que no entendía lo que ocurría —. Anoche, luego de mi despedida de soltero, escribí esto para ti porque quiero que todos sean testigos del compromiso que hoy tomaré para contigo —. Acaricie su mejilla con los nudillos al ver que su barbilla temblaba —. Mi pequeño Leoncito, mi vaquero y compañero de aventuras… Incluso antes de que tu mami me dejase entrar a su vida… Antes de que admitiese que no podía resistirse a mi encanto innato —. Los presentes comenzaron a reír, entr
NoraAres abrió la puerta de la lujosa suite, negándose a bajarme, por lo que rodee su cuello con los brazos y me apreté contra él, riendo. —Dímelo otra vez —. Le pedí dejando descansar la cabeza en el pliegue de su cuello, en tanto entrabamos al vestíbulo en tono marfil. —La amo, señora D´ Amico y déjeme decirle que me ha convertido en el hombre más feliz de este mundo —suspiré nuevamente al escucharlo y alcé el rostro hacia él, lo que le permitió atrapar mis labios. Me besó con cuidado primero, antes de que su boca se volviese exigente y al separarnos ambos estábamos agitados —. Entonces —jadeo con un brillo hambriento en los ojos —, ¿quieres beber algo? ¿Dar un recorrido por la suite? —Ronroneo contra mi cuello —. Podemos beber algo, bajar a cenar o tal vez comenzar con nuestra luna de miel de inmediato. Lo que sea que hagamos es tu decisión —. Bajo cabeza para besarme la línea de la mandíbula y mordisqueo la suave piel del lóbulo de la oreja. Ambos estábamos ansiosos. Ni siqui
AresLeón levantó el iPad y comenzó a grabar un video. Se lo había regalado su tío a pesar de que le advertí que no lo hiciese. Por mucho que le reprendía, siempre buscaba la manera de consentirlo. Aquiles, se pasaba la vida cumpliéndole cada uno de sus caprichos, aunque nosotros nos enojásemos con él por eso. Por suerte León continuaba siendo el niño más bueno y dulce que cualquiera hubiese conocido.—Mira Lizzy —, llamó la atención de su pequeña hermana de un año que extendía sus manitos regordetas para llenar de puré de manzana la reluciente pantalla —. Di: León —le pidió —aunque ella solo se limitó a inflar los cachetes y soplar con fuerza, cubriéndome con puré.—Papi… —Agitó las manos, cerrando las manos, nerviosa. —¡Oh, Lizzy! —Me quejé, intentando limpiar mi camisa blanca sin éxito —. No inventes, tu mami, va a enojarse muchísimo porque he arruinado otra camisa.Mi hijo lanzó una risita cómplice y le acaricio la pelusa de la cabeza a su pequeña hermana.—Mira la cámara papi
Si estás leyendo esto, es porque has llegado al final de la historia y no puedo estar más agradecida por eso. Espero que hayas disfrutado de la historia de Ares, tanto como yo disfrute escribiéndola. Gracias por regalarme tu tiempo y compartir conmigo esta novela. Pero la historia no termina aquí y si te gusto el hermano D´ Amico del medio, también puedes leer las historias que le siguen. Aquiles: Atrapando al jefe de mi ex. Ya disponible. Eros: En las sabanas del profesor D´ Amico. Estreno 30 de septiembre. Atlas: Seduciendo a mi cuñada. Estreno 15 de octubre. León: Mi exesposo es mi jefe. Estreno 30 de octubre. Muchas gracias nuevamente por elegir esta historia y espero que nos leamos muy prontito.
Ares Le lancé las fotografías, sobre la mesa de pino de Paraná que ella había comprado con mi tarjeta hacía solo una semana y no pudo evitar mirarme con los ojos muy abiertos, como un cervatillo encandilado por las farolas de un coche. —¿Qué es esto? —Logró preguntar con voz temblorosa y expresión de mosca muerta.«¡Maldita sea, su cinismo!» Grité internamente. Lo único que yo quería era echar una pared a patadas y liberar lo que bullía en mi interior. En ese momento, me sentía como una bestia. Ni siquiera lograba reconocerme. Todo en mí, rugía por destrozar el departamento hasta el último ladrillo, por la frustración que me consumía. Sin embargo, me esforzaba por comportarme como un caballero, un hombre sensato que solo necesitaba una explicación. Aun así, Allegra continuaba mirándome como a un loco a punto de atacar. Olvidaba que ella había golpeado primero con su traición. —Dime tú que significa… —Mi voz emitió un soni
Nora Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, antes de decidirme por fin a subir la calefacción del viejo Volvo. No podíamos gastar demasiada gasolina, pero tampoco podía dejar que mi Leoncito, continuase tiritando de frío. Ya era demasiado con sentir hambre, sin decir ni pío, como para agregarle algo más a la lista. Mi mirada fue desde el parabrisas azotado por la lluvia, al pequeño que dormía en el asiento trasero, aferrado a su pequeño caballito de peluche. Lo llevaba a todos lados, desde que su maestra favorita en la guardería se lo regaló al marcharnos para que nunca la olvidase. Esos fueron buenos tiempos. Tenía trabajo en una cafetería, donde todos nuestros clientes eran amigos. La mayoría de ellos, pasaban sus tardes allí, me preguntaban por León, le llevaban dulces y siempre me dejaban generosas propinas. La guardería estaba a solo dos calles de allí y todo marchaba bien. Incluso comencé a creer que lo lograría, que podría darle a mi hijo todo lo que necesitaba.
Nora Ni siquiera me invitó a entrar. Era una suerte que no continuase lloviendo. No obstante, no podía ignorar que el hecho de que no me invitase a entrar, era una pésima señal. Mientras caminaba hacia la casa de mi madre, había pensado en si sería correcto disculparme. Finalmente, decidí, que probablemente fuese correcto, pero no sincero y ella lo sabría. No tenía mucho sentido explicarle los motivos por los cuales me había marchado en primer lugar y excusarme. Porque ambas sabíamos que su vida sentimental, era un infierno para mí. Tanto así, que por más que intenté recuperar a la distancia los buenos recuerdos, me fue imposible, porque no existían buenos recuerdos. Gracias a su afán por tener atención masculina de manera casi compulsiva. Me dejó completamente de lado. Para qué intentar disculparme, si de todas maneras, nunca me entendería. Ni yo a ella, por supuesto. No lograría comprender su manera de pensar, después de haber sido madre. Mi conexión con León fue casi inmedi