Epílogo

Ares

León levantó el iPad y comenzó a grabar un video. Se lo había regalado su tío a pesar de que le advertí que no lo hiciese. Por mucho que le reprendía, siempre buscaba la manera de consentirlo.

Aquiles, se pasaba la vida cumpliéndole cada uno de sus caprichos, aunque nosotros nos enojásemos con él por eso. Por suerte León continuaba siendo el niño más bueno y dulce que cualquiera hubiese conocido.

—Mira Lizzy —, llamó la atención de su pequeña hermana de un año que extendía sus manitos regordetas para llenar de puré de manzana la reluciente pantalla —. Di: León —le pidió —aunque ella solo se limitó a inflar los cachetes y soplar con fuerza, cubriéndome con puré.

—Papi… —Agitó las manos, cerrando las manos, nerviosa.

—¡Oh, Lizzy! —Me quejé, intentando limpiar mi camisa blanca sin éxito —. No inventes, tu mami, va a enojarse muchísimo porque he arruinado otra camisa.

Mi hijo lanzó una risita cómplice y le acaricio la pelusa de la cabeza a su pequeña hermana.

—Mira la cámara papi
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