Si estás leyendo esto, es porque has llegado al final de la historia y no puedo estar más agradecida por eso. Espero que hayas disfrutado de la historia de Ares, tanto como yo disfrute escribiéndola. Gracias por regalarme tu tiempo y compartir conmigo esta novela. Pero la historia no termina aquí y si te gusto el hermano D´ Amico del medio, también puedes leer las historias que le siguen. Aquiles: Atrapando al jefe de mi ex. Ya disponible. Eros: En las sabanas del profesor D´ Amico. Estreno 30 de septiembre. Atlas: Seduciendo a mi cuñada. Estreno 15 de octubre. León: Mi exesposo es mi jefe. Estreno 30 de octubre. Muchas gracias nuevamente por elegir esta historia y espero que nos leamos muy prontito.
Ares Le lancé las fotografías, sobre la mesa de pino de Paraná que ella había comprado con mi tarjeta hacía solo una semana y no pudo evitar mirarme con los ojos muy abiertos, como un cervatillo encandilado por las farolas de un coche. —¿Qué es esto? —Logró preguntar con voz temblorosa y expresión de mosca muerta.«¡Maldita sea, su cinismo!» Grité internamente. Lo único que yo quería era echar una pared a patadas y liberar lo que bullía en mi interior. En ese momento, me sentía como una bestia. Ni siquiera lograba reconocerme. Todo en mí, rugía por destrozar el departamento hasta el último ladrillo, por la frustración que me consumía. Sin embargo, me esforzaba por comportarme como un caballero, un hombre sensato que solo necesitaba una explicación. Aun así, Allegra continuaba mirándome como a un loco a punto de atacar. Olvidaba que ella había golpeado primero con su traición. —Dime tú que significa… —Mi voz emitió un soni
Nora Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, antes de decidirme por fin a subir la calefacción del viejo Volvo. No podíamos gastar demasiada gasolina, pero tampoco podía dejar que mi Leoncito, continuase tiritando de frío. Ya era demasiado con sentir hambre, sin decir ni pío, como para agregarle algo más a la lista. Mi mirada fue desde el parabrisas azotado por la lluvia, al pequeño que dormía en el asiento trasero, aferrado a su pequeño caballito de peluche. Lo llevaba a todos lados, desde que su maestra favorita en la guardería se lo regaló al marcharnos para que nunca la olvidase. Esos fueron buenos tiempos. Tenía trabajo en una cafetería, donde todos nuestros clientes eran amigos. La mayoría de ellos, pasaban sus tardes allí, me preguntaban por León, le llevaban dulces y siempre me dejaban generosas propinas. La guardería estaba a solo dos calles de allí y todo marchaba bien. Incluso comencé a creer que lo lograría, que podría darle a mi hijo todo lo que necesitaba.
Nora Ni siquiera me invitó a entrar. Era una suerte que no continuase lloviendo. No obstante, no podía ignorar que el hecho de que no me invitase a entrar, era una pésima señal. Mientras caminaba hacia la casa de mi madre, había pensado en si sería correcto disculparme. Finalmente, decidí, que probablemente fuese correcto, pero no sincero y ella lo sabría. No tenía mucho sentido explicarle los motivos por los cuales me había marchado en primer lugar y excusarme. Porque ambas sabíamos que su vida sentimental, era un infierno para mí. Tanto así, que por más que intenté recuperar a la distancia los buenos recuerdos, me fue imposible, porque no existían buenos recuerdos. Gracias a su afán por tener atención masculina de manera casi compulsiva. Me dejó completamente de lado. Para qué intentar disculparme, si de todas maneras, nunca me entendería. Ni yo a ella, por supuesto. No lograría comprender su manera de pensar, después de haber sido madre. Mi conexión con León fue casi inmedi
Su expresión en primer momento me pareció inescrutable, hasta que habló: —Mira lo que hay que ver —dijo con un deje satisfecho —. Así que, después de ser por tanto tiempo una engreída que me miraba con superioridad como si fuese una cualquiera. Vienes a mi puerta, porque no pudiste cerrar las piernas y ahora necesitas de mi ayuda —. Chasqueo la lengua de puro placer. Mamá torció el gesto y me vi obligada a tragarme la última pizca de orgullo que me quedaba. Miré en dirección al Volvo, donde se encontraba mi leoncito y suspiré con pesar. —No te lo pediría, si no fuese por León. Por favor, mamá —le supliqué —, solo un par de semanas y no volverás a vernos nunca más. No volveré a pedirte nada, te lo juro y en cuanto consiga trabajo, te pagaré hasta el último centavo. Me prometí no morder el anzuelo, aunque ella no pensaba detenerse. Así que continúo disfrutando de la oportunidad: — Vaya uno a saber cuánto tiempo estuviste dando palos a ciegas, antes de aparecer en mi puerta, con u
Ares Eros frunció la nariz, cuando la pesada puerta de roble de la mansión crujió al abrirla. Entramos a la vieja casona de nuestra abuela paterna y nos quedamos de pie frente al enorme recibidor. En algún momento aquella casa fue un despliegue de opulencia y buen gusto. Recordaba vagamente correr por las escaleras de mármol de niño, rodar por la mullida moqueta u observar asombrado las arañas de cristal que colgaban de los altos techos. Pero ahora solo me parecía el hueco oscuro al que Aquiles me enviaba para no perjudicar la imagen del grupo Carissino. —No está tan mal —intentó animarme, Eros —. Si lo consideras bien, a ti siempre te gusto construir y arreglar cosas. Por eso decidiste dedicarte al sector inmobiliario en primer lugar. Bueno, aquí arreglarás y construirás hasta que te canses, ¿no es eso genial? —Alzó una mano, esperando que chocase los cinco, con él. Sin embargo, solo me limité a exhalar con fuerza. —Lamento no estar tan entusiasmado como tú, hermanito —recorr
NoraNo sabía mucho de Ares D' Amico, más allá de lo que sabía por Erin.Se decía que solía ser exigente, temperamental y era imposible llevarse bien con él cuando se encontraba en un mal momento.Por eso, de inmediato supe que tenía un problema. Ya que, por lo que se rumoreaba, estaba en un pésimo momento.Monte de Oro, como todo pueblo pequeño, tenía el potencial para que las noticias se propagaran como reguero de pólvora. Y la historia de Ares D'Amico era un chisme lo bastante jugoso como para que todos quisieran compartirlo. Después de todo, allí nunca pasó nada importante.Había escuchado algunos retazos de la historia.Algunos decían que su prometida lo abandonó, para escapar con un modelo de ropa interior masculina. Otros aseguraban que ella lo engañó, quedando embarazada y él, loco de celos, le destrozó la cara a su amante.En realidad, no me importaba que le hubiera ocurrido. En lo único que podía pensar, era en lo mucho que necesitaba ese empleo.Ingresé por el camino de gra
Nora Él respiró profundamente, y sus impresionantes pectorales se marcaron, bajo la camiseta negra que se ajustaba perfectamente a la amplitud de sus hombros, antes de estrecharse hacia la cintura.Bajé la mirada con cuidado y me di cuenta, que estaba limpiando las manos grandes con venas marcadas con un trozo de franela sucia. Lo hacía cuidadosamente, como si cada uno de sus movimientos estuviese calculado para atraer a su presa. Una vez que completó su tarea, colocó el trapo en la pretina de sus vaqueros gastados.Había escuchado que era guapo, varonil. Sin embargo, el hombre que se cernía frente a mí, era insoportablemente atractivo.Todo en él proclamaba, virilidad y sensualidad. Su cabello castaño oscuro, espeso y vigoroso, su mandíbula cuadrada, las líneas que perfilaban unos labios ligeramente gruesos, las espesas cejas oscuras que enmarcaban los ojos de color avellana que me observaban con dureza.No tenía garras, ni dientes afilados. Vaya que no. Lo que sí poseía, era un cue