Ares —No tiene nada que me interese —eso no era del todo cierto. Por eso, no pretendía torturarme, contratando a alguien que parecía tener alguna especie de poder sobre mi libido. En cuanto puse los ojos en ella me sentí invadido por la lujuria y percibí como me palpitaba la ingle en respuesta. Ella levantó la barbilla de una forma feroz y a mí, el nudo que tenía en la garganta, se me subió hasta la cabeza, recordando la juerga de la noche anterior. Sus labios parecían suaves y húmedos. Lo suficiente como para que un hombre como yo, perdiese la cabeza. —Puedo ser más útil y trabajadora que diez hombres. No debería subestimarme por ser mujer—. Un fugaz estallido de deseo golpeo mi vientre. En realidad era lo contrario, me parecía peligrosa. Era demasiado delgada, pero aun así sentía que me resultaba difícil manejar la respuesta de mi cuerpo al suyo. —Eso no es cierto —repliqué, aspirando profundamente y pasándome la mano por la cara —. Físicamente, un hombre me sería más útil.
Ares Me dejó sin palabras y jadeante, incapaz de dar un solo paso, hasta que escuché el rugido del motor. Un par de minutos después, deseé poder estar en la ciudad, allí podría salir a despejarme. Necesitaba algo que me hiciera olvidar esa odiosa casa, a Máximo, Allegra y ahora también, necesitaba dejar de pensar desesperadamente en esa mujer desafiante que sin el menor esfuerzo había puesto mi mundo de cabeza. —Ella, es un problema que camina —me dije, frotándome la frente —. Lo mejor es tenerla lejos, hiciste justo lo que tenías que hacer. Suspiré profundamente, si no tenía vida nocturna a la mano, lo mejor sería ahogar mis penas en el trabajo. Una vez que la casa estuviera lista, podría irme muy lejos, quizás a alguna playa, donde pudiese rodearme de mujeres hermosas, deseosas por ayudarme a enterrar mi dolor. —Para eso, hay que dejar este mausoleo como nuevo y muy deseable —me dije, antes de ir en busca de la escalera, para comenzar a quitar las enormes arañas del comedor.E
NoraPasaron al menos dos horas, antes de que comenzara a sentir que por fin dejaba de temblar de pies a cabeza. Después del terrible encuentro que había tenido con Ares D'Amico, no lograba mantener mi pulso controlado.«Imbécil». Aun la cólera, retumbaba en mis oídos. No solo había sido capaz de sugerirme, que prestara mis servicios a los pescadores. Si no que también se atrevió a darme una limosna, como si fuese un vagabundo, al que deseaba ahuyentar frente a la fachada de su lujoso edificio.La mano todavía me ardía cuando entramos con León al lavabo de la estación de servicio, y mis piernas parecían de gelatina.Con el dinero que tenía, compré una hamburguesa pequeña para mi hijo, un par de botellas de agua y cargué combustible. Debía estirar lo que me dejó Erin, hasta conseguir empleo.Humedecí una toalla para higienizar un poco a mi Leoncito, le cambié la ropa y puse un poco de pasta en el cepillo para que se lavase los dientes.—No olvides, cepillarte la lengua —le dije, dándol
NoraNo me percaté de que me encontraba dormida, hasta que me desperté sobresaltada por fuertes golpes contra el cristal del coche:—¡Nora! ¡Nora! —Escuché más allá de la neblina de la inconsciencia y me incorporé de golpe, con los ojos muy abiertos. Y mis manos cerradas con fuerza sobre la botella de agua —. Sal del coche, por favor. Así podremos hablar —. Me pidió la voz de un hombre que me observaba desde el otro lado, con las manos apoyadas sobre el techo del vehículo.Me miró con impaciencia al ver que intentaba volver a la realidad perezosamente, y me dijo que era dolorosamente guapo. Un mechón de cabello oscuro le caía sobre la frente y los músculos de sus brazos se flexionaban bajo el jersey.Parpadeé varias veces, antes de entender qué ocurriría.Quería que saliera del coche y era muy atractivo. Discernir eso, fue un buen comienzo.—¿Puedes salir para que hablemos un momento? —Insistió, apartándose un poco y colocando las manos en los bolsillos de los Levi's rotos. —Quiero di
NoraCuando por fin terminé de ducharme, el agua salía fría. Tenía la sensación de que había pasado una eternidad desde la última vez que me había dado una ducha como Dios manda. En la casa de Erin, sentí que estaba invadiendo su espacio, por lo que me forcé, para no demorar más de diez minutos.Sin embargo, decidí que allí, podía tomarme mi tiempo. En todo caso, la enorme mansión tenía al menos cinco baños. Si Ares deseaba ducharse, podría escoger cualquiera de esos cinco, mientras yo ocupaba el de la casa de servicio. Aunque en el fondo sabía que usaba eso. Estaba en su espacio y eso me provocaba un cosquilleo en la piel.Para mi sorpresa, descubrí que vivía en la pequeña casa con revestimiento de piedra, contraventanas de madera, y porche con columpio, que parecía asentarse suavemente sobre la hierba.Lo supe en cuanto entró y me vi envuelta en el delicioso olor masculino del gel de baño. La casa contaba con tres habitaciones y no paraba de preguntarme si él dormía en la habitación
NoraÉl se apartó un poco confundido, para mirarme de frente y no sobre mí.—No sé de qué estás hablando —. Me aparté de él tan rápido como pude y tomé la tabla para cortar yo misma los vegetales.—¿No lo sabes? ¿Estás seguro de eso? —Él negó con el entrecejo fruncido, al tiempo que yo retiraba la carne ya sellada, para luego agregar la cebolla, la zanahoria y el puerro —. Tú repentina generosidad, no tiene nada que ver con que creíste que podrías pasar un buen rato conmigo, ¿no? —Revolví hasta que los vegetales quedaron rehogados —. Nora, la cualquiera. ¿No te dice nada? —Apoyé las manos sobre la encimera —. Mira, yo sé lo que dije la primera vez que nos vimos, solo que no me refería a esto.Me sentí nerviosa, agitada y todo me daba vueltas.—¿Qué? ¡No! —Estalló, dejando de lado el humor complaciente que mostraba hasta hacía un momento —. Mi hermano me pidió que remediarse mi comportamiento, eso es todo y bueno, no sé, creí que había algo… Tampoco tiene nada que ver con lo que dijist
AresPasé al menos cien veces frente a la habitación donde estaba durmiendo Nora con su hijo.Sabía que era muy impulsivo, pero aún experimentaba una extraña necesidad de hablar con ella para disculparme. Me había sentido culpable desde que cerró la puerta de un golpe, dejándome solo en la cocina.Me sentí culpable por haber dejado que se fuera a la cama, molesta y sin cenar. Apenas si había logrado pegar un ojo y después de darle muchas vueltas, comprendí que era inútil continuar perdiendo el tiempo. Además, luego de ver la hora, me di cuenta de que ya pasaban de las cinco de la madrugada y de todas formas, solo restaba media hora, antes de levantarme.Finalmente, decidí marcharme para no ceder a la tentación de llamarla. Por lo que me puse a trabajar en la mansión. Intenté concentrarme lo suficiente como para terminar los planos y realizar costos.Sin embargo, sobre las seis, estalló una tormenta de proporciones épicas, que me obligó a correr nuevamente a la casa de servicio. El te
Nora Era una pena ver el jardín completamente descuidado y seco. Las altas hierbas cubrían el espacio donde en algún momento habían florecido preciosos rosales, y los setos, crecían salvajes. El jardín trasero, donde se encontraba la piscina y una explanada, no había corrido mejor suerte. Junté un montón de hierba y la coloqué dentro de una carretilla, para luego llevarlos hasta el contenedor de escombros que se encontraba cerca de la entrada de servicio de la mansión. Ya casi era mediodía y el sol estaba alto. El intenso calor comenzaba a tornarse insoportable. Por lo que el sudor, hizo que el cabello se me pegase en las mejillas y la frente. Me sequé unas cuantas gotas que corrían por mi rostro, con el dorso del brazo y me quité los guantes, cuando vi la camioneta de Ares, ingresando por el camino de grava. León bajó de un salto del columpio del porche, y corrió hacia donde me encontraba al verlo llegar. Me preocupaba, un poco, la extraña fascinación que tenía por Ares, tanto