Ares Nora ni siquiera me escuchó. Salió precipitadamente del consultorio, y atravesó el pasillo como un rayo, antes de que lograse decir nada más. Corrí tras ella, a través de la recepción, esperando alcanzarla antes de que saliese fuera de la clínica. Estaba ciega de dolor y aturdida por la noticia. Me preocupaba realmente lo que pudiese llegar a hacer. —Señor D’ Amico —me llamó la recepcionista al verme, ofreciéndome una sonrisa encantadora —. Necesito sus datos para cargarlos al sistema, el doctor Gotzer, me dijo que lo cargaremos a su cuenta —. Le alcé una mano a modo de disculpa. —En un momento haré lo que me pida, pero ahora, solo deme un minuto —. Ella asintió y volvió al ordenador, azotando su cabello sobre el hombro, un tanto ofendida. La puerta de cristal se abrió y bajé los peldaños de dos en dos. —Nora, ¿A dónde vas? —La tomé por el brazo, antes que bajase a la acera y la atraje pegándola a mi pecho. —Solo necesitaba un poco de aire —me lanzó una mirada recelosa y
Ares —Muchas gracias, hombre —le dije a mi hermano, acomodando la caja donde se encontraba el muñeco que esperaba alegrarse a León y por qué no, también pretendía sumar puntos con Nora. Desde que me había dicho que se casaría conmigo, me miraba como si tuviese la peste e intentaba evitarme —. El niño va a estar feliz, hoy lo trasladaron a una habitación normal e incluso le dieron la cena. No sé mucho de medicina, pero creo que esa es buena señal. —Pues, me alegro mucho, es muy pequeño y cuando me contaste me sentí fatal por él —dijo mi hermano —, y en realidad no fue nada, los venden en todos lados, no sé por qué tanto alboroto —. Sonreí. —Eso lo dices porque no has visto las películas, es el mejor vaquero del mundo. John Wayne no le llega a los talones de sus botas de cuero —. Eros lanzó una carcajada profunda. —Normal, no las he visto porque tengo más seis años y no soy padre. En cambio, tú, te has convertido de buenas a primeras en una de las dos cosas: niño o padre —. Apenas s
Nora Ares y su hermano, llegaron a la clínica cerca de las cuatro de la tarde, y me convencieron de irme a casa a descansar, mientras ellos se quedaban con León. A él la idea le pareció fabulosa porque estaba más que encantado con toda la atención que Eros le brindaba. Le había llevado rompecabezas, blocks de dibujo y cientos de colores, en una enorme caja de metal. Ares, decía que su hermano no estaba muy de acuerdo con el matrimonio. Aunque, no lo demostraba en absoluto, frente a nosotros. Se comportaba encantador, para ser honesta parecía encantado con la idea. También era un seductor nato como su hermano, pero además, era sumamente agradable y me había dado una primera impresión fantástica. A diferencia de Ares, que siempre estaba con el ceño fruncido y la guardia alta. Cuando doblé para tomar el camino que me llevaba a la casona, tuve la vista completa de la entrada y vi a Erin desde lejos. Se encontraba sentado en el capot de su Chevrolet Trax, con los brazos cruzados sobr
Nora No podía creerlo. Simplemente no podía. Era mi amigo, durante mucho tiempo me había conocido mejor que nadie y la noche que nos reencontramos le conté todo lo ocurrido. Realmente pensé que me entendía. —Es mejor que te vayas —repiqué, me estaba hiriendo al escupir aquellas palabras cargadas de rabia y veneno—, estás diciendo cosas de las que más tarde te vas a arrepentir —. Me di la vuelta, dándole la espalda, sin embargo, Erin me tomó de la muñeca para impedir que entrase a la casa y la llave voló bajo el columpio del porche. —Algo intentas conseguir enredando a ese engreido, no vas a engañarme con esa pose de mosca muerta. ¿Pretendes quedarte con la mansión? —¡Suéltame! —Arranqué mi muñeca de su agarre de un tirón —¡De Ares solo voy a obtener su seguro! ¡León tiene diabetes tipo uno! ¿Tienes idea de lo costoso que es? ¿Lo difícil que nos va a resultar todo? —Le puse las manos en el pecho y le di un empujón. Sintiendo la furia subiendo de forma arrolladora por mi garganta —
Nora —No puedo verte de esa manera —gemí. —¿No puedes verme de esa manera? —Me preguntó, tensando la mandíbula. La forma en la que Erin se comportaba, me estaba poniendo la carne de gallina. Siempre me pareció guapo y encantador, pero en ese momento solo me causaba terror. Respiré profundamente e hice acopio de toda mi fuerza antes de hablar. —Mi hijo está internado —me miró imperturbable, como si no le importase y apreté los dientes con rabia—. No es momento para esto, pero si quieres que sea más clara. Lo seré: nunca me gustaste de esa manera. Siempre te he considerado mi amigo, mi mejor amigo. Incluso llegué a considerarte mi hermano y no podría llegar a corresponderte de la manera que esperas. Menos en este momento —. Intenté, empujarlo, removiéndome incómoda, con la certeza de que no podía a terminar bien —. Erin, necesito entrar, hablemos en otro momento, la forma en la que te estás comportando es repugnante —le pedí, empujándolo, para ir a por las llaves que se encontraban
Nora La cabeza comenzó a darme vueltas, ni siquiera entendía por qué Erin, traía a colación al padre biológico de León. —¿Qué tiene que ver Máximo en todo esto? —No pude evitar que me temblase la voz. Intentaba no pensar en él. Olvidarlo —. Tampoco entiendo por qué le importaría lo que hago con mi vida. Me abandonó como a un perro en cuanto supo que estaba embarazada. —Yo creo que le importa, más de lo que imaginas —. Llevó la mano sana, al bolsillo trasero de sus vaqueros, sacó una hoja de periódico y me la extendió —. ¿Sabías que su negocio de construcción ganó hace un año un premio? —Negué con la cabeza, con la vista clavada fijamente en el trozo de papel —. Pues, así es. Ganó un premio por destacarse en el rubro. De hecho, un premio internacional, llamado: medalla de oro del Riba —. Ladeo la cabeza en busca de mi mirada —. Parece que el papá real de León, está forrado. Respiré con dificultad. —Para ser completamente honesta Erin, me importa un comino, el padre de León. No me
Nora —No voy a irme contigo —Le dije, dándole un empellón, antes de lanzarme con rapidez, en busca del juego de llaves que se encontraba bajo el columpio —. No voy a llevar a mi hijo bajo el mismo techo que alguien que aparece borracho, admitiendo que violó mi intimidad y que me ha intimidado a la fuerza. No eres el hombre que creía que eras —. Recogí las llaves, mientras lo veía intentando recuperar el equilibrio. Abrí de un golpe la tela mosquitera y la coloqué en la cerradura. Sin embargo, antes de que lograse entrar, me agarró del jersey sacándome de un tirón y rodeando con sus brazos mi cintura. Mi cuerpo se aflojó y mis ojos se desenfocaron por su agarre brusco. Apenas si podía respirar por su agarre férreo. —¡Basta Nora! ¡Vas a venir conmigo, te guste o no! —Me apretó con fuerza, deslizando la mano a través de mi estómago y sujetándome por el hombro con autoridad—. ¡Yo sé lo que es mejor para ti! —Comencé a chillar, esperando que alguien me escuchase, aunque eso fuese práct
Nora Ares abrió los ojos sorprendido y me buscó con la mirada. Yo todavía me encontraba acurrucada contra el marco de la puerta. Incapaz de reaccionar o de defenderme. Todavía era presa de la sorpresa y la angustia. —Es gracioso, porque estoy bastante seguro que no quiere irse contigo —. Señaló con voz mortalmente fría. Aquello sacó por completo de las casillas a Erin, que lo tomó por el cuello de la camisa de franela. —De verdad crees que alguien que la conoció hace apenas una semana, ¿va a decirme que es lo que ella quiere? —Escupió muy cerca de su rostro —. La conozco de toda la vida. —Y aun así, te mira aterrada —. Por una fracción de segundo el relampagueo en la mirada de Ares me deja perpleja y un brusco estallido de personalidad lo llevó a tomarlo del cuello, para elevarlo. Erin luchó por mantenerse de pie, mientras se aferraba desesperadamente a las enormes manos que lo sostenían. Tirando y moviéndose, en un intento por deshacerse del agarre férreo de Ares. —Escúchame