CAPITULO 02

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— ¿Señor Marshall? Un placer soy la directora del centro de acogida.

Danna Riddick.

— Una mujer regordeta de mejillas rosadas y cabello rizado se acercó hasta mí.

— Si, si el gusto es mío.

— La saludé y comencé a seguirla por el lugar mientras que escuchaba su pequeño discurso.

— Más de medio millón de niños están en centros cómo éste, normalmente han sufrido abusos toda su vida o fueron abandonados a su suerte.

Pero no podemos quedarnos con todos ellos, el sistema está desbordado, por eso cuando surge una oportunidad cómo la que usted y su esposa desean brindarle a uno de nuestros pequeñitos, nos sentimos muy felices de poder guiarlos y ayudarlos a crear el vínculo entre ustedes y su futuro hijo...

— Se queda en silencio observandome.

— ¿Disculpe y su esposa?

— Indagó.

— En este momento ella se encuentra fuera del país, pero yo estoy aquí para encargarme de todo.

— Le respondí con tranquilidad mientras escaneaba el lugar con la vista, habían niños corriendo por doquier, de todas las edades y tamano.

— ¡Hey cuidado!

— Unos chicos gritaron pero su pelota ya había impactado contra mi pecho ensuciando mi camisa con un poco de lodo.

— Lo siento, señor.

— Extendi mi mano mientras sacaba un pañuelo para limpiarme.

— No ha pasado nada, tranquilos.

— Me alejé muy rápido hasta acercarme de nuevo a la señora.

— Muy bien, quiero que sepa que éste camino no será fácil, los chicos son realmente difíciles y sacaran lo peor de ustedes.

— Alce las cejas sintiendo confusión por sus palabras.

— Pero ya no hablemos más de eso, por que mejor no me dice que clase de niño o niña están buscando.

— Nos gustaría adoptar a un chico entre siete y ocho años, sería lo más ideal.

— Asintió gentilmente y me guío hasta un área de recreación, dónde se encontraban otros chicos.

— Chicos, quisiera presentarles al Señor Marshall.

— Les dice con voz calmada, mientras me presenta.

— Hola.

— Saludé con una, pero no dejaba de sentirme incómodo, nunca he hablado con ningún niño.

— Mi nombre es Lily, tengo seis años, me gustan los animales y quisiera tener una familia.

— Yo soy Zac, tengo siete años, me gusta el fútbol....

— Si, si... Yo soy Robert...

Todos comenzaron hablar al mismo tiempo y no entendía absolutamente nada.

— Me da un momento por favor.

— Me disculpe con la directora y caminé hacia uno de los pasillos principales mientras sacaba el móvil para comunicarme con Alexandre.

— ¿Cómo estás Ciro?

— Pregunto desde el otro lado de la línea.

— ¿y cómo he de estar?

Entre la espada y la pared, además de cansado.

— Refunfuñé.

— ¿Si? Y eso que aún no eres papá.

— Se rió con fuerza.

— No es gracioso Alex.

Debo admitir que lo he pensado mejor y no creo poder con ésto de la adopción.

— Pronuncie con pesar.

— ¿Al menos hiciste el intento de entablar una conversación con los chicos?. Ese es el paso más importante crear un vínculo.

— Preguntó con un tono de voz más serio.

— Algo así, pero es mejor no recordarlo.

— Mentí, la verdad esque ni siquiera había interactuado con ellos.

— No sé si te haya quedado claro que debes hacer ésto, no puedes tirar todo por un caño y dejarlo en manos del idiota de tu hermano. El cuál debo mencionar que tiene una hermosa esposa y hace un mes nació su segunda bebé.

— Apreté mis puños, él tenía razón mi hermano era un idiota, pero un idiota con una vida familiar justo lo que deseaba mi difunto abuelo.

— ¿Sabes que? A la m****a... No es tan fácil como crees.

— Dije exponiendo mi punto de vista.

— Estos chicos vienen con traumas incluidos, son rechazados por la sociedad.

Simplemente no puedo y creo que Astrid tampoco está preparado.

— Me disponía a cortar pero de nuevo me hizo entrar en razón.

— Hey Ciro... ¡Espera! No puedes renunciar estando tan cerca de lograrlo.

Solo vuelve de dónde huiste y has el intento de hablar con uno. Además siempre está la opción de regresar al chico a los de servicio sociales. Pero por ahora lo que importa es mantenerte en la constructora.

— Pasé mi mano entre mi cabello un par de veces, parece que no tenía otra opción.

— Está bien lo haré.

— Dije para luego finalizar la llamada.

Cuándo estába apunto de marcharme un par de ojos verdes me veían desde el pie de las escaleras. Se trataba de un niño de no más de ocho años.

— Oh, hola amiguito.

¿Quieres jugar? O ¿comer un helado?

— Pregunté amablemente.

— ¡No! no quiero.

Escuché toda tu conversación, no tienes que venir y ser hipócrita.

— Añadió con recelo.

— Si, pues, ¿cuál conversación no se de qué hablas?.

— Ignoré sus palabras.

— La conversación dónde te quejabas y decías que los sin hogar venimos con traumas y somos unos rechazados por la sociedad.

— Me quedé en silencio sintiendome apenado.

— Niño... Yo...

— No me interesa, puedes marcharte y buscar a otros niños.

Sólo, no los invites a comer "helado" o a "jugar" te oyes cómo un pervertido.

— Me dejó con la palabra en la boca y se marchó hacía el jardín principal.

No sabía que responder al respecto, el chico además de rechazarme, me había impresionado demasiado.

En la distancia pude observarlo sentarse en una banca alejado de los demás niños, solo los veía jugar, pero ni una vez se acercó.

Llevaba puesto un gafete con su nombre.

« James »

Unos segundos después los aspersores se activaron de la nada y todos los chicos incluyéndo a las demás personas en el jardín recreativo terminaron con su ropa empapada por el agua...

Todos menos él, que se reía a carcajadas.

En ese momento me dí cuenta de la conexión que tanto hablaba la directora Danna.

¿Acaso sería posible?

[...]

— Así que ha elegido un chico.. ¡Enhorabuena!

— Preguntó la directora Danna, entrando a su oficina mientras se secaba con una toalla.

— Si, solo he hablado con él un minuto pero me causo muy buena impresión.

— Bueno, señor Marshall...

— Se sentó detrás del escritorio.

— ... James es un tanto peculiar, tiene diez años, entró en el sistema cuándo tenía cinco años y desde entonces está con nosotros.

— ¿Porqué nadie lo ha adoptado?

— Le pregunté sorprendido, a simple vista se notaba que era un chico listo.

— No voy a mentirle señor Marshall, es un niño difícil...

— Dice mientras teclea algo en su ordenador.

— ¿Que tan difícil?

— Pregunté y ella apretó los labios antes de contestarme.

— Prendió fuego a la casa de su primera familia sustituta, para con la segunda se quitó la ropa en pleno servicio cristiano y con la tercera les hizo creer durante un mes que su casa estaba embrujada.

— ¡Demonios! Pensé.

— Después de allí ha sido una constante entre ir y venir del juzgado familiar, ninguna familia ha querido adoptarlo.

Y desde entonces, nos a costado mucho convencerlo de volver a participar en los días de visita, tiene problemas para confiar en las personas.

— Sacó unos folders y me los entregó con toda la información del chico.

— ¡Dios! No me extraña que no confíe, de hecho yo tampoco lo hago.

¿Que sucedió con su madre?

— Indague mientras hojeaba aquel largo historial.

— Ella lo abandonó en un parque cerca de aquí, con la promesa de regresar pero eso nunca pasó.

— Negué con mi cabeza, que mala suerte la del chico.

— ¿Y el padre?

— Está cumpliendo una sentencia en la cárcel del condado.

Ninguno de los padres de James solicitó la reunificación, ni han intentado contactarlo durante todo éste tiempo.

— Vaya, eso es horrible.

— Le entregué de nuevo el folders.

— Si. Lo sé.

Pero, señor Marshall, no lo recomendaría si no creyera que con un poco de organización, disciplina y amor, James podría ser un niño maravilloso.

— Expresó.—

No me convenció del todo. Por una parte sentía que estaba cometiendo un error por otra sentía una sensación de vacío extraña, por algún motivo quería ayudar aquel chico.

— Directora Danna... Es que...

— Solo le pido una oportunidad para este chico.

— Lo pensé durante unos segundos y que ¡Rayos! ¡Lo haré!

— Muy bien, pues comencemos con el trámite.

******************

[Tres semanas después...]

Con pasos apresurados me dirigí hacía el centro de acogida, le hice seña a Jonas, mi chófer para que diera vuelta en U, no quería darle más largas a éste asunto, tampoco me apetecía mucho estar en este sitio.

— Hola... James.

— Saludé al chico con interés, se encontraba a un lado de la directora.

— Cómo va todo señor Marshall.

— Respondió actuando completamente normal, luego se gira y le da un abrazo a la mujer antes de partir conmigo.

— No dude en llamarme señor Marshall.

— Titubeó Danna casi antes de echarse a llorar cómo una Magdalena, estaba sorbiendo por la nariz y su voz sonó congestionada.

— Por supuesto.

— Fue lo último que dije antes de girarme.

Una vez estuvimos frente al auto abrió los ojos de par en par al ver la Toyota Crown.

— ¡Vaya máquina!.

— Exclamó con admiración.

— ¿Así que eres millonario?

— Sonreí mientras negaba.

— No soy millonario, soy multibillonario.

— Abrí la puerta del auto y le indique que pasara.

Tomó una bolsa negra que llevaba consigo y la lanzó adentro primero, luego se subió él.

— ¿Que llevas en esa bolsa? Espero no sea basura.

— Le pregunté moviendo la bolsa para sentarme.

— Son mis pertenencias.

— Dice haciéndome sentir miserable.

— Dios... Lo lamento, no quise... Bueno tu entiendes.

— Traté de excusarme pero levantó su mano.

— No, no no. Da igual.

Un dato curioso; es que ésta es la manera en la que puedes diferenciar a un huérfano de un niño común.

Sin pertenencias, sin afectos, sólo somos los chicos de la bolsa.

— Llevé mi mano hasta mi sien para masajearla.

Me sentía cómo un idiota.

Cada vez que abría la boca frente al chico, sólo lo hacía para decir sandeces.

— Bien, señor Marshall, ahora que ya no estamos en el centro de acogida.

¿Podría decirme la verdad y hacía dónde vamos?

— Pregunta sin apartar la mirada de mis ojos.

— De que verdad hablas, justo ahora tomaremos un vuelo a París para que conozcas a mi esposa.

— Hablo de la verdad, ninguna persona obtiene una custodia tan rápido y tampoco se fija en niños de mi edad, de seguro algo está tramando.

¿Es un traficante? ¿Quiere mis ojos? o mis riñones.

— Me quedé boquiabierta, la directora Danna tiene razón en decir que James es un tanto peculiar.

— Oye... Oye... Amiguito ¡tranquilo! no soy un jodido traficante.

Mi esposa y yo, somos un matrimonio bendecido enormemente y hemos decidido ampliar nuestra pequeña familia de dos.

— Hizo una mueca divertida con su rostro.

— Eres muy malo mintiendo.

— Apreté los labios para luego suspirar.

— Bueno, vale.

¡Ganaste!

La verdad es que necesito hacerle creer a mi familia que tengo un hijo.

Ese es el verdadero motivo.

— Confesé finalmente.

— ¿Y yo que saco de todo ésto.?

¿Porque debe haber dinero detrás de ésto?

— Levanté la vista para mirarlo.

«Chico listo, Eh.»

— Si tú me ayudas con ésto, prometo darte cualquier cosa que quieras. Esa es mi oferta para ti.

— Llevó su mano hasta su mentón, cómo si estuviese pensando.

— Quiero que me ayudes a encontrar a mi madre biológica.

— Soltó de repente y tuve que pensarlo un par de segundos, la directora Danna me había dicho que su madre no había tenido contacto con el desde que lo abandonó.

Comenzar una búsqueda ahora sería cómo buscar una aguja en un pajar. pero por ahora no me queda otra opción.

— ¡Hecho!.

— Extendí mi mano y él la tomó cómo si fuese todo un empresario cerrando un trato.

— Otra cosa James, cuando estemos solos puedes llamarme Ciro.

— le dije para aliviar la tensión.

— Está bien.

[...]

Luego de un intenso vuelo de diez horas y miles de preguntas por parte de James, llegamos a nuestro destino «Paris»

Astrid no había contestado mis llamadas, ni mensajes de texto desde que bajé de mi avión privado, ya era un poco tarde así que decidí desviarme al conjunto residencial.

Habíamos estado separados durante varias semanas, ya la extrañaba.

Eso es lo que pasa cuándo encuentras al amor de tu vida. «Te vuelves un romántico de primera»

En compañía de James aborde el ascensor sin anunciarme, estoy seguro de que Astrid está dormida y no quiero despertarla.

— ¿Cariño?

— Miré la amplia sala del Penthouse, las luces estában bajas y sonaba una música de fondo muy tenue.

Lo primero que pensé fue que estuvo trabajando hasta tarde.

— Puedes esperarme en el sofá.

— Caminé junto a él para colocar su bolsa en el sofá de cuero, pero me detuve cuándo observé dos copas de vino medio llenas, puestas sobre la mesilla de cristal.

Tras una rápida mirada por todo el lugar, me dirigí hacía las escaleras alfombradas.

— Ya regreso.

— Recuerdo haberle dicho a James, pero algo no iba bien y lo sabía.

Unos gemidos provenían de la habitación y fue entonces cuándo todo pareció girar y la música se desvaneció por completo.

«Esto no está pasando»

— Astrid...

— Abrí la puerta y me quedé paralizado con la imagen.

«Ella estaba enredada en la cama con otro hombre.» Las piernas de Astrid lo atrapaban por la cintura mientras él la embestía con fuerza.

— ¡PERO QUE DEMONIOS!

— Grité, yéndome de inmediato directo hacia el tipo para golpearlo un par de veces.

— ¡CIRO! ¡Dios mío!

¿Que haces aquí?

¡Espera! ¡Lo lastimas!

— Di un paso hacía atrás y me coloqué cerca de la puerta, apoyándome en el marco.

Ella al igual que aquel hombre buscaban su ropa regada por el piso para tapar su desnudez.

— ¿Cómo es posible que me hayas hecho ésto, Astrid?

— ¡No es lo que piensas!.

— Dijo y sus manos estaban temblorosas.

— Estuvimos trabajando hasta tarde y subí por un informe.

Después él me siguió a la habitación.. yo...

— Hizo una pausa y se tapó el rostro.

— ¡Eres una atrevida! ¡Sin vergüenza!

¿Cuántos años tiene este tipejo 17?

— Dejé la pregunta al aire casi sin poder creer lo que me estaban haciendo.

—« j'ai 21 ans monsieur»

— Contestó el hombre haciéndo que mi sangre hirviera.

y cuándo estába por irme sobre él, de nuevo para partirle la cara, James se asomó.

— ¡Wow!

— Exclamó.

— ¿Ella era mi madre sustituta?

Te han puesto de cornudo viejo.

— Astrid trataba de arreglar su cabello despeinado pero se paralizó en cuánto escuchó la voz de James.

— ¿Quién es ese niño, Ciro?

— Pregunto mirándolo de arriba abajo, dándole una mirada despectiva.

— ¿Que fue lo que quiso decir.?

— Preguntó y cubrí mi rostro esto se había salido control.

«No era lo que esperaba.»

— Regresa a la sala James, y tú.....

— Señalé al amante de mi mujer.

— Lárgate antes de que te mate.

caminaba de un lado para otro en la habitación, cómo león enjaulado sin saber que hacer.

¿Debería sentarme?

¿Gritar?

¿Vivir?

¿Morir?

Todas las emociones se mezclaban en mi interior, eso nunca me había sucedido.

— No sé que otra cosa puedo decir, Ciro.

— Dijo bajando la mirada.

Iba a contarle todo mi plan y el motivo de mi visita, pero mi ego pudo más, el desorden caótico no me permitía ni siquiera mirarla a los ojos.

— No puedo hacer ésto Astrid...

— Le di la espalda y mi mirada se posó en una foto enmarcada de nosotros dos que estába en un estante.

La tomé y suspiré en cuánto la vi.

«Todo fue una mentira »

— Te juro Ciro que ésto sólo paso una vez, de verdad no sé lo que pasó.

— ¿No lo sabes?

— Me reí amargamente, sus palabras eran cómo una veneno que subía por mi pecho, directo al corazón.

— Esa es tu respuesta.

¿Enserio, Astrid?

— Negué con mi cabeza por su descaro.

— Desde ahora te entenderás con mi abogado.

— Tiré la foto al piso haciéndola añicos.

— ¿Que quieres decir con eso?

No entiendo a qué te refieres.

— Balbuceó entre lágrimas.

— Quiere decir...

Que quiero el divorcio.

— Me alejé de aquella habitación lo más rápido que pude.

— ¡Maldición! ahora estoy cómo al principio sólo que peor.

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