CAPITULO 03

POV : BELLA.

Un mechón de cabello se soltó de mi cola de caballo. Enseguida aparté el pelo de mis ojos y me levanté para ver mi obra de arte.

Bueno, en realidad no era una obra de arte, era un exhibidor de productos de supermercado, distribuidos por color y tamaño.

— ¡Excelente trabajo, Isabella!.

— Levanté la vista para ver a mi jefe, parado muy cerca de mí.

— Gracias señor Lambert.

— Respondí distraídamente mientras limpiaba el polvo de mis manos.

— Me gustaría hablar contigo en privado, podrías acompañarme a mi oficina.

— Puso una mano en mi hombro y no pude evitar preocuparme, eran pocas las veces en que el gerente de la tienda me dirigía la palabra.

— Si, señor.

— Concedí.—

Me senté temblorosa en la pequeña silla viendolo cruzar sus manos por encima del escritorio.

— Sabes que no es ningún secreto que la tienda presenta graves problemas financieros, el mercado de valores ha tocado fondo y nosotros nos hemos tenido que apañar para poder salir adelante.

— Traté de suavizar mi entrecejo pero ésto me sonaba a despido.

— El asunto es... que no puedo seguir pagandote un salario.

— ¡Carajo! Lo sabía. «Pensé»

A pesar de que era completamente conciente que el empleo era temporal, me ayudaba a pagar gran parte de mis facturas, infortunadamente, mi otro trabajo no era tan socialmente apropiado.

Si bien obtenía buen dinero por hacerlo, no me sentía orgullosa de ello, pero las oportunidades laborales para una madre soltera cómo yo, en esta ciudad eran casi nulas por no decir inexistentes.

No pude culminar mis estudios, pues salí embarazada a los 16 años y cómo era de esperarse el chico mágicamente desapareció del planeta en cuánto le di la noticia, desde ese entonces sólo hemos sido Lizzie y yo, así que me las arreglé para mantenernos a flote durante ocho años.

— Supongo que eso es todo, señor Lambert.

De igual manera quiero darle las gracias por la oportunidad.

— Le respondí a mi jefe tras quince minutos de haberlo escuchado.

— Sabía que entenderías Isabella, no sabes cuánto lo lamento.

— Me encogi de hombros y atravesé la puerta caminando directo a mi casillero para recoger mis cosas.

Tan pronto como salí a la calle, respiré profundamente no me hacía bien pensar en algo que estaba perdido, solo necesitaba comenzar a buscar algo mejor.

Pero no hoy.

Saqué mi móvil para enviar un texto a mi vecina, no tenía mucho dinero para pagarle una niñera a Lizzie, por suerte tenía un ángel llamada Magda, y ella se encargaba de cuidar a mi pequeña por las noches.

«Me han despedido de la tienda, hare doble turno en el club.»

Una vez que guardé mi teléfono, levanté la mano y un taxi se detuvo.

— ¿A dónde la llevo señorita?

— Preguntó amablemente el hombre de mediana edad apenas me subí.

— ¡A la avenida 120 por favor!

frente a Poison'Club.

[...]

Avancé con firmeza hacía el ascensor para ir hacia el último piso, en cuánto las puertas del ascensor se abrieron, mi segunda vida chocó frente a mí, con parpadeantes luces de neon entre azules y blancas.

El club era uno de los lugares más buscado por los hombres en la ciudad, por supuesto era un sitio donde el alcohol y el sexo estában al alcance de cualquiera, pero yo solo me limitaba a bailar, había quienes me pagaban mucho dinero para que los entretuviera el tiempo que quisieran, sin colocarme un dedo encima.

— ¡Buenas noches!.

— Dijeron al unísono los chicos del personal de seguridad, dejándome ingresar a mi camerino.

Sin perder tiempo cambié mi vestimenta por un body oscuro y brillante, con algunas correas plateadas a juego, abroché mis tacones de 18cm y finalmente me dirigí a uno de los siete escenarios disponibles.

Justo en ese momento la play list comenzó a sonar y salí detrás de la cortina pavoneandome con sensualidad, hasta llegar a la barra de metal que acostumbraba utilizar rodeandola con mi pierna.

Durante toda la coreografía fingí no ver a nadie, solo movía mis caderas al ritmo de la música, bloqueando todos mis problemas del día.

Apenas las luces brillaron me deslicé lentamente por el poste, recogí los billetes que habían lanzado a mi alrededor los ejecutivos presentes en la sala y finalmente regresé a mi camerino, esperando a que de nuevo fuera mi turno de salir.

Básicamente éste era mi método: bailar y entretener por dinero.

Hasta ahora había logrado pasar desapercibida de algún cliente que pensara que unos cuantos billetes demás significaba ir a un cuarto privado.

Horas después, culminé mi turno y fuí directo a mi casa, Magda cómo siempre me esperaba despierta.

— ¿Bella eres tu?

— Pregunta antes de quitar el pasador de la puerta.

— Si, Magda soy yo.

— Le confirmó.

— Lo siento tanto cariño, estoy segura que encontraras algo mejor.

— Me abraza y procede a colocarse una chamarra.

— Gracias ¡Que pases una buena noche!

— Digo mientras ya va cruzando el pasillo para entrar a su departamento.

Dejo mis cosas en el salón y voy directo a la habitación de Lizzie, ella está profundamente dormida, me senté con cuidado en el bordillo de la cama y luego noté que está abrazando su libro de cuentos favorito.

Lo retiré lentamente para no despertarla pero en el medio de sus páginas había un papel doblado. Era un examen escrito de hace tres días, había sacado la calificación máxima.

Supongo que ella deseaba que lo viera pero con dos trabajos, más la rutina del día a día, me ha sido imposible ocuparme de estas cosas.

«Soy terrible»

— Lo siento cariño, estoy tan orgullosa de ti.

— Susurré, antes de dejar un beso en su frente.

Mañana será otro día, estoy completamente segura que encontraré un empleo grandioso.

***************

[Un mes después....]

— Lo siento señorita pero no cumple con el perfil que estamos buscando.

— Asentí y ni siquiera tuve la cortesía de despedirme.

Era mi quinta entrevista en la semana, había solicitado en más de veinte empleos y no recibía más que rechazos.

Cada día suponía una lucha para llegar al siguiente y sabía que si no conseguía algo pronto, las deudas terminarían por dejarnos a mí hija y a mí sin hogar.

Es por ello que seguía haciendo búsquedas interminables por G****e.

Caminé hacía una cafetería cercana tratando de no perder la esperanza, no podía rendirme de alguna manera u otra, alguien acabaría contratandome.

— Un café con crema de caramelo, por favor.

— Le pedí a la mesera sin prestarle mucha atención.

Estaba chequeando el lugar fijándome en cualquier aviso en caso de que necesitarán otra camarera.

Un pitido llegó a mi móvil, me había registrado en varias páginas de asistencia esperando me ayudarán a conseguir empleo.

«Si. estába desesperada»

Pasé varios anuncios en los cuales no calificaría ni en un millón de años, hasta que uno muy particular llamó mi atención.

"SE BUSCA ESPOSA" ¡Oh! tal parece que hay alguien más desesperado que yo.

Me reí mientras que por curiosidad ingresaba al sitio web dónde se había publicado el anuncio y sorprendentemente era una propuesta real. Pero eso no era lo más impresionante sino la cantidad de dinero que estaban dispuestos a pagar.

¡Tiene que ser una broma!

Cualquiera diría que estoy loca, pero ese empleo debe ser mío.

[...]

Al día siguiente me encontraba de pie frente al imponente edificio, hice un esfuerzo consciente para calmar mis manos inquietas.

«Tranquila es solo una entrevista de trabajo.»

Sintiendome más repuesta atravesé las enormes puertas de cristal y me dirigí hacía el mostrador de seguridad donde se encontraba una hermosa mujer, quien amablemente se ofreció ayudarme.

— yo, ummm.

— Tartamudeé y me odié por eso.

— Lo siento.

Vengo por el anuncio en la web.

— Se quedó pensativa durante unos segundos hasta que finalmente la comprension invadió su rostro.

— Muy bien.

— Me entregó un formulario junto a una lapicera.

— Llenalo con toda tu información y lo entregas a la secretaria encargada en el piso 20, después de eso solo espera a que te llamen para entrevistarte.

— Me regaló una última sonrisa antes de señalarme el camino hacía los ascensores.

La lujosa sala de espera a la que ingresé era enorme y me tomó unos minutos poder ubicarme.

Estaba amueblada con varios sofás de cuero colocados en forma de L a mi izquierda y en el centro se exhibía una pequeña estatua de piedra, todo aquí olía espantosamente a dinero.

Vi varias chicas más parecidas a las modelos de pasarelas esperando a ser entrevistadas, de repente me sentí muy consciente de mi modesto y corto vestido azul.

¡Ah! Pero las cosas no terminaron ahí, sino que se pusieron peor al leer las preguntas del formulario.

¿Algún talento especial?

¿Profesión Universitaria?

¿Cuántos idiomas domina?

¡Dios! ¿Es enserio? ¿Quién necesita hablar varios idiomas para casarse?

Maldije en voz baja, sabiendo que lo más inteligente sería irme.

¿Cómo puedo ser tan ridículamente torpe?

Me di media vuelta y casi corri hasta los ascensores, al abrirse las puertas una chica chocó conmigo y nuestras cosas cayeron al piso, la ayude a ponerse de pie y con ojos fisgones leí la información de su formulario.

— ¡Disculpa! Es que vengo por lo del anuncio en la web.

— Dice mirándome de arriba abajo.

— ¿Tu también vienes por él?

— Parecía confundida.

Mi instinto de conservación y supervivencia me hizo actuar.

— ¡Oh! no, no. Yo trabajo acá.

Es una pena, pues ya han elegido una chica.

— Su rostro cambió la expresión y apretó los labios con fastidio.

Sin decir más entró en el ascensor y golpeteó con fuerza el panel de botones.

Los nervios se apoderaron de mi parte racional y llené el formulario con los datos de aquella chica. «Bueno la mayoria» y luego entregue el folder a la secretaria.

Casi una hora después de esperar y esperar finalmente alguien dijo mi nombre, me levanté del cómodo sofá para seguirla hasta llegar a la puerta que abrió con gentileza y me indicó que pasara.

Avergonzada el calor comenzó a extenderse por mi cuello hasta llegar a mi rostro, dos hombres me miraban desde el fondo tras un escritorio.

— Señorita...

— Dijo el primer hombre mirando el formulario.

— Isabella Miller.

Bienvenida, tomé asiento por favor.

— Señaló la silla frente a mí y con torpeza logré sentarme.

El segundo hombre no había dicho ni una palabra, se veía de lejos que no era un tipo cualquiera con traje, también era atractivo, algo mayor pero muy, muy atractivo, probablemente estuviera cerca de los cuarentas.

Tenía un rostro deslumbrante, perfectamente cincelado y con una bonita mandíbula cuadrada. Estaba de pie era alto, quizás más de un metro ochenta y cinco.

¡Santo cielos!

Se veía magnífico, su cabello rubio perfectamente cortado y ojos color ámbar, pero su mirada era muy intensa casi intimidante.

¡Ningún hombre se le debería permitir lucir tan bien! Aunque parecía estar disgustado, sólo estaba allí irradiando poder, con los ojos al nivel de los míos.

¿Quién era ese hombre? ¿sería posible que sea él novio, quién busca esposa?

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