Adriano acarició suavemente con la punta de sus dedos su labio inferior, mientras se relamía el suyo propio, y Angelina contenía la respiración como si con eso pudiera tomar el control absoluto de sus estúpidos impulsos.
— No sabes lo que me haces Angelina, ¡En verdad no tienes idea! Nunca mujer alguna me había dominado tanto como tú — Dijo convencido, pero ella no se lo creyó.
— Dominado no es la palabra que yo usaría — Ella replicó reuniendo fuerzas para hacerlo.
— Dominado es la palabra que lo define mejor, nunca había cometido tantas tonterías por una mujer.
— Y seguramente nunca habías obligado a ninguna monja a contraer matrimonio — Le escupió a la cara con desprecio.
Él sonrió de nuevo.
— No, es la primera vez, y me está gustando.
— ¿C&oac
Adriano sintió que el corazón se le partía en dos. Bruno era un buen amigo, quizás el único verdadero que había tenido en la vida, y ahora estaba muerto por protegerlo del desastre ocasionado por Vico.Quiso salir de su escondite para ir por Bruno, pero en cuanto hizo un movimiento fuerte se arqueó de dolor.— ¡Ah!Y escuchó de nuevo a los endiablados canes que seguían ladrando en las cercanías.— ¡Maldito Vico! Me la haz de pagar algún día, ¡La muerte de Bruno no quedará impune! ¡Juro que me las pagarás!Adriano esperó a que fuera seguro salir de su escondite bajo el puente, y luego con mucho esfuerzo caminó internándose en el bosque a orillas de la carretera que salía de la ciudad.Perdió la noción del tiempo, solo supo que al abrir los ojos estaba en aquel campo de
Cuando él abrió los ojos, ella ya no estaba, le había dicho que regresaría temprano al convento para evitar problemas. Las heridas le quemaban y ardían como el diablo y cuando intentó sentarse el mundo se le fue encima.— ¿Qué diablos? No puedo ni siquiera mantener la cabeza erguida — se dijo con aire de frustración, alguien como él sintiéndose totalmente inútil también era nuevo, pero no agradable, para nada agradable — ¿Cuánto tiempo tardará esta tortura?Adentro en el claustro:— ¡Ave María purísima! — La voz de la madre superiora casi la hace saltar del susto, tomándola completamente por sorpresa.— ¡Sin pecado, concebida! — Ella se apresuró a contestar disimulando el susto.— Angelina, no te vi esta mañana en la oración de “mai
Angelina se quedó muy quieta, mientras la monja al otro lado de la puerta de su habitación seguía golpeando repetidamente.El sonido de los golpes sobre la madera tensaban sus nervios como si fueran a romperse en cualquier momento. Hizo silencio sepulcral, no podría dar una explicación convencional al hecho de estarse drenando la sangre sin decir todo lo que ocultaba.La mujer al otro lado se cansó de llamar y pensó que la novicia había salido de su habitación.— Sor Juana, ¿No le pedí que llamara a Angelina? — Alguien llamó la atención de la que había tocado la puerta — La necesitaremos para esto.— Madre, creo que no está — Respondió la otra.— ¡Pero si la vieron entrar no hace mucho en su habitación! — Aseguró contrariada, tal vez la joven estaba haciendo la colada.
Adriano sonrió al ver lo arriesgada y valiente que era la novicia, estaba impresionado, nunca se le hubiera ocurrido que una monja pudiera ser tan audaz y correr peligros de esa manera solo por tener una aventura que la sacara de su monótona vida, una aventura sin malas intenciones, pero aventura al fin, algo que pusiera un poco de tensión y picante a su aburrida existencia.Escuchó cuando la puerta del establo se cerró y quedó sumido en la profunda soledad.Extrañó ese sentimiento, desde hacía muchos años no se sentía solo ni vacío de esa manera, cuando era niño ambas cosas lo acompañaban con frecuencia el vacío y la soledad, pero al ir creciendo se prometió a si mismo que nunca más dejaría que lo afectara, eso lo hizo fuerte, era un hombre ahora, uno temible y rico, uno con el poder de decidir sobre la vida de sus enemigos si quería.
Sor Juana corrió adentro de la sacristía buscando a alguien que pudiera ayudarlas— ¿Hay alguien aquí?, por favor, ¡Necesito ayuda!Los gritos de la monja se escucharon en todo el lugar, y el párroco se asomó a la puerta.— ¿Quién grita?— ¡Soy yo Padre! — La mujer estaba visiblemente afectada, muy nerviosa.— Pase Sor Juana, dígame, ¿Qué pasa?La mujer vio al párroco de la iglesia con unos papeles en la mano y entró corriendo a su despacho.— ¡Padre! ¡Ayúdeme, Padre!El hombre la miró sobresaltado y trató de calmarla.— ¡Hija, tranquilízate, casi me matas del susto! Háblame más lento, ¿Qué es lo que sucede?— Padre, es Angelina, se ha desmayado de pronto en la entrada de la iglesia, est
Durante el día, la novicia no pudo moverse de su habitación, el malestar no le permitía siquiera levantarse de la cama, pero, aunque hubiera podido hacerlo, en la puerta permaneció una de sus compañeras vigilante de todo por si necesitaba ayuda con alguna cosa o se acrecentaba su malestar.Esperó a que oscureciera, pensó que tendría que ir hasta el comedor, y entonces aprovecharía para guardar lo que pudiera, e ir a ver al enfermo. No pudo. Las cosas no se dieron como ella esperaba.Alguien trajo su ración, y por orden del médico estaba rebozada, la miró y pensó que podría llevarle un poco más al hombre para que se recuperara más rápido, pero de nuevo, tampoco pudo.— ¡Muchas gracias Sor Juana! Se ve delicioso y… es mucho… — Le dijo haciendo un esfuerzo por levantarse y sentarse en la esquina de la cama.&m
Cuando despertó, Adriano tenía la boca reseca y necesitaba con urgencia cambiar de posición, pero el dolor generalizado se lo impedía, ¡Si tan solo tuviera un poco de agua!, pero se la había acabado ya.«¿En dónde estás Angelina?», se preguntaba en medio del profundo malestar, la sed quemaba su garganta y el cuerpo comenzaba a temblarle incontrolablemente.Sacó cuentas mentales del tiempo que llevaba sin medicación y no fue difícil darse cuenta de que la infección comenzaba a ganar terreno, sin los antibióticos solo sería cuestión de días para que se encontrara en una situación en verdad peligrosa. Pensó que debía levantarse a como diera lugar antes de que el invierno dejara caer los primeros copos de nieve.— ¡Debo irme de aquí cuanto antes! Si la nevada cae primero, las monjas estarán d
Angelina caminó de puntitas para hacer el menor ruido mientras afuera el ladrido de los perros parecía enmascarar un poco los demás sonidos, y se acercó a Adriano poniéndole una mano en la boca. El hombre abrió los ojos e intentó decir algo, pero la chica acercando un dedo a sus labios movió la cabeza negativamente en señal de que no emitiera una sola palabra. Ella le hizo un gesto para que comprendiera que había gente fuera del Establo y él agudizó el oído. Angelina acortó la distancia entre los dos y se inclinó para murmurarle algo muy cerca. — ¡Shisss! No hables, la policía está fuera, necesito esconderte para que no te encuentren, te moveré un poco y te cubriré con algo del lodo de los establos de los caballos, no será agradable, pero ocultará tu olor y confundirá a los perros. Él pareció comprender la idea y asintió con la mirada. Angelina se puso manos a la obra, y tomó un balde que luego lleno con paladas del lodo de los animales y lo trajo has