La nave seguía ganando altura y Sofi tenía atragantada la pregunta que había dejado en el aire, pero tuvo que esperar hasta llegar al helipuerto para que Antón pudiera contestarla.— ¿Vas a explicarme lo último que me dijiste en la mansión antes de salir?— Sí, por supuesto, amor… — Él sonrió — Ella estaba muy herida, dudando del amor de Adriano, es normal, Adriano es un hombre difícil y lleno de traumas. Nunca pensé que pudiera tener una relación tan estable con una mujer como hasta ahora, de hecho, me sorprende…— Estás cambiando el punto.— No, es el mismo punto, ella estaba desesperada, había llorado tanto que estaba dormida sobre la paja en los establos cuando llegué.— ¡Oh!— Sí, la pobre estaba destrozada. Y cuando la desperté para que viniera conmigo, ella comenzó a llorar de nuevo.— Comprendo, quisiste darle esperanzas.— Sí.— Y él lo malinterpretó todo.— Si…— Pero no te creyó a ti que le has salvado la vida tantas veces… eso me duele y me molesta mucho.— Fue un impulso,
— ¡Deja esa cosa, Vico!— ¿Qué? ¿Esto? — Levantando más la víbora y acercándola al rostro de Angelina, de pronto a ella le pareció que la cola del animal se movió por sí sola y lanzó un grito.— ¡Ah!Vico lanzó la serpiente al suelo lejos de ella.— No temas, hermosa, ya está muerta, y no puede hacerte nada. Ahora, después de haberte puesto a prueba, créeme que estoy muy feliz de que pasaras todas las pruebas.— ¿Pruebas?— Sí, no mucha gente sobrevive a este lugar, hay quienes han muerto en la primera hora, tú, en cambio, pasaste la noche y acabaste con dos de los peligros más fuertes que tengo aquí, así que eres una rareza.— ¿Y debo sentirme alagada por lo que me estás diciendo?— Un poco, sí, pero ahora, tú y yo iremos de paseo.— ¿A dónde me llevarás?— A cualquier lugar, preciosa, ¿No crees que cualquier otro sitio es mejor que estar aquí?Allá no dijo nada, pero técnicamente era cierto, cualquier otro sitio en donde no hubiera serpientes sería mucho mejor que ese.Ella asintió
Adriano tragó grueso, quería sacarle los ojos al maldito de Vico con sus propias manos.— Pelea conmigo como un hombre, Vico, en igualdad de condiciones, fuera de esta trampa mortal en la que solo tú tienes la ventaja.— Je, je, je… ¿Crees que soy tan estúpido?— No, ¡Eres un cobarde!— Un cobarde con ingenio, un cobarde que ha puesto en jaque al príncipe de la mafia.— ¡Pero sigues siendo un miserable cobarde!— ¿Por qué no vienes por mí, he Adriano? ¿Qué te lo impide? ¿Unas serpientes? ¿En serio? ¿No se dice por los bajos mundos que eres el diablo?Angelina escuchaba tras la puerta sin saber qué hacer, estaba asombrada de que Adriano hubiera ido a rescatarla, pero más asombrada estaba de lo valiente que era y lo arriesgado en poner su propia vida en riesgo por ella, temió por él, temió a que si la veía se volviera totalmente loco y arremetiera contra Vico sin protección ninguna.— ¡Vamos, príncipe del mal! ¡Ven por mí! — Escuchó a Vico gritar y no pudo evitar asomarse.Adriano la vi
Con los ojos cerrados Adriano seguía viendo el infierno arder a su alrededor, sintiendo como el calor abrazador se extendía muy cerca de él y como la pierna le quemaba desde dentro hacia fuera.El dolor se incrementaba y casi podía sentirlo como ese día, como si fuera mejor rogar porque le amputaran la pierna para no seguir sufriendo de ese modo.Vio a retazos los flashes de los recuerdos del rostro de su amada Angelina bañada en lágrimas llorando a su lado, junto a la cama de hospital, y escuchó claramente cuando alguien anunció la muerte de Livia.Después de eso los recuerdos eran borrosos. Solo pequeños destellos de médicos discutiendo sobre su supervivencia, y luego… nada… hasta que los efectos del veneno y de las drogas desaparecieron y la tranquilidad del apacible rostro de la pelirroja le dijeron que estaba fuera de peligro.Se había jugado la vida incontables veces, y en muchas ocasiones estuvo a punto de perderla, pero nunca sintió tanto miedo como la última vez, miedo real.
Tres fuertes golpes se escucharon en la puerta de la residencia de los De Santi, los dueños de famosa tienda De Santi, una de las perfumerías más antiguas y exclusivas de la ciudad.La familia era propietaria de la tienda desde hacía al menos unos cien años, era parte de esos negocios familiares ancestrales en Roma.Alessandro De Santi se estremeció. Sabía quién era y a que venía. Se revolvieron las vísceras de solo pensar en lo que podría hacer cuando supiera que no tenía lo que era suyo.Hizo un gesto a la ama de llaves para que abriera la puerta y Adriano Bonuchi entró seguido de tres de sus matones.— ¡Adriano, que sorpresa! ¿A que debemos el honor de tu visita? — Alessandro saludó impostando una sonrisa mientras mantenía un nudo en la garganta y observaba al hombre enmascarado entrar en su casa.— No hay honor en lo que vengo a hacer a tu casa Alessandro, creo que ya sabes por qué estoy aquí — clavando la mirada gélida sobre el hombre entrado en años.Adriano reparó en la mujer e
Alessandro se alejó cojeando y una daga de dolor atravesó el pecho de la joven novicia.Amaba a su padre, pero nunca lo creyó capaz de una bajeza como esa, tratarla como si fuera una mercancía con la cual podía cerrar un trato, era tan bajo como querer que ella rompiera con el compromiso que había hecho con todo lo sagrado.No pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas y el pecho se le apretara dolorosamente.— ¡No puedo hacer lo que me pide! ¡Los amo!, pero no puedo…— Lo sé, entiendo lo que sientes, y aunque sea duro, ese problema no es tuyo Angelina, seguramente tu padre lo resolverá — El sacerdote aseguró.— No lo sé, solo espero estar haciendo lo correcto y no tener que arrepentirme de esto después.— ¿Angelina? — La voz de la Madre superiora se escuchó desde la puerta.— Creo que ya debo irme, muchas gracias por escuchar, y por no juzgarme…— No podría hija.La joven corrió y desapareció tras la puerta del Convento de las hermanas Siervas de María.— ¿Sucede algo An
Angelina fue arrastrada por la escalera de la iglesia y luego metida la fuerza en una camioneta negra y lujosa con los vidrios polarizados. Ya dentro del vehículo luchó por zafarse del agarre del tirano.— ¡Dijiste que no harías ningún daño! — Ella gritó dentro del auto — ¡Destruiste siglos de arte e historia en ese techo! — Golpeándolo con fuerza en los brazos y el pecho.Adriano la contuvo tomándola de las manos.— ¡Calma hermana! ¡No parecen cosas de una religiosa! — Ironizó mirándola desde detrás del antifaz, ahí estaban esos intrigantes ojos grises otra vez — He cumplido, no he tocado a nadie, solo es el estúpido techo, alguien podrá repararlo — Continuando con la burla.— ¡Eres despreciable!Adriano la tomó por el rostro y la contuvo contra el respaldo de la silla con rudeza mirándola a los ojos e intentando no volverse loco con su aroma, ese que inundaba todo el auto. Ella pudo ver su propio reflejo en la mirada acerada de Adriano al que todavía no lograba descubrir el rostro p
— La dejaré para que descanse, pero recuerde estar lista temprano para la cena.Luego de que la criada se fuera, Angelina se sintió terriblemente sola, pegó su espalda a la pared y se dejó deslizar por ella hasta el suelo mientras las lágrimas seguían saliendo sin control.Se recostó sobre la alfombra sabiendo que la vida se le escapaba de las manos, su vida, sobre la cual pensó que tenía el control, ahora no le pertenecía, era de él, de Adriano Bonuchi, un tipo que ni siquiera le había mostrado su rostro.Los golpes en la puerta la despertaron, cuando abrió los ojos había oscurecido.— ¡Señorita, señorita! ¿No está usted lista? ¡Señorita, levántese, debe darse una ducha y vestirse! ¡Ya es hora! — La criada llegó como un tornado levantándola del suelo y empujándola a la ducha.Fue la ducha más rápida de la historia, la mujer la apresuraba desde el otro lado y la envolvió con el paño al salir, aún le dolían mucho las manos.— Es tarde, el jefe no estará nada feliz, ¡Vístase rápido, por