Angelina sintió cuando era arrastrada por el suelo, pero sus brazos y piernas estaban tan pesadas que parecían estar hechas de plomo, intentó abrir los ojos, pero los parpados se le cerraban y ni hablar de emitir algún sonido, solo podía gemir, pero al parecer ni siquiera Vico se percataba de ello.Para cuando la metieron al auto que esperaba a afuera ya había quedado sumida en tinieblas.Cuando Adriano despertó le dolía la cabeza como el demonio, sentía como si tuviera metida en un enorme tanque metálico y alguien lo golpeara por fuera haciendo un zumbido ensordecedor.Tomó el teléfono y llamo a la cocina para que le subieran un té o un café bien cargado y un medicamento, cualquier cosa que le calmara el maldito dolor y malestar de la resaca.El teléfono sonó varias veces y nadie lo tomo.— Maldición, tendré que hacer cambios radicales en esta casa, nadie me respeta, nadie me obedece, ¡Los mandaré a todos al demonio! — Se dijo mientras hacía amago de levantarse, pero al hacerlo sinti
Angelina abrió los ojos pesadamente, le dolía todo el cuerpo, en especial la cabeza, los parpados pesados apenas si la dejaban poder ver. Miró a su alrededor y no reconoció el lugar. Era oscuro, había una pequeña ventana en la parte superior de la pared que daba a una jardinera descuidada y con la maleza crecida, lo que le hizo pensar que se encontraba en un sótano.— Bueno, solo cambié de lugar — se dijo a sí misma — Pero no de status, sigo siendo una don nadie que no vale siquiera el que me encierren en una habitación común, soy parte de las cosas que menos valor tienen para que me lancen últimamente a los sótanos — se lamentó con profundo dolor en el pecho.Miró hacia todos lados, el opaco rayo de luz que entraba por el cristal sucio iluminaba a medias el lugar polvoriento y lleno de cosas viejas, había manchas verdes y negras en las paredes y el olor a moho le golpeó con fuerza haciéndola estornudar.— Humedad, ¡Lo que me faltaba! Si me mata Vico lo harán las esporas en los pulmo
La nave seguía ganando altura y Sofi tenía atragantada la pregunta que había dejado en el aire, pero tuvo que esperar hasta llegar al helipuerto para que Antón pudiera contestarla.— ¿Vas a explicarme lo último que me dijiste en la mansión antes de salir?— Sí, por supuesto, amor… — Él sonrió — Ella estaba muy herida, dudando del amor de Adriano, es normal, Adriano es un hombre difícil y lleno de traumas. Nunca pensé que pudiera tener una relación tan estable con una mujer como hasta ahora, de hecho, me sorprende…— Estás cambiando el punto.— No, es el mismo punto, ella estaba desesperada, había llorado tanto que estaba dormida sobre la paja en los establos cuando llegué.— ¡Oh!— Sí, la pobre estaba destrozada. Y cuando la desperté para que viniera conmigo, ella comenzó a llorar de nuevo.— Comprendo, quisiste darle esperanzas.— Sí.— Y él lo malinterpretó todo.— Si…— Pero no te creyó a ti que le has salvado la vida tantas veces… eso me duele y me molesta mucho.— Fue un impulso,
— ¡Deja esa cosa, Vico!— ¿Qué? ¿Esto? — Levantando más la víbora y acercándola al rostro de Angelina, de pronto a ella le pareció que la cola del animal se movió por sí sola y lanzó un grito.— ¡Ah!Vico lanzó la serpiente al suelo lejos de ella.— No temas, hermosa, ya está muerta, y no puede hacerte nada. Ahora, después de haberte puesto a prueba, créeme que estoy muy feliz de que pasaras todas las pruebas.— ¿Pruebas?— Sí, no mucha gente sobrevive a este lugar, hay quienes han muerto en la primera hora, tú, en cambio, pasaste la noche y acabaste con dos de los peligros más fuertes que tengo aquí, así que eres una rareza.— ¿Y debo sentirme alagada por lo que me estás diciendo?— Un poco, sí, pero ahora, tú y yo iremos de paseo.— ¿A dónde me llevarás?— A cualquier lugar, preciosa, ¿No crees que cualquier otro sitio es mejor que estar aquí?Allá no dijo nada, pero técnicamente era cierto, cualquier otro sitio en donde no hubiera serpientes sería mucho mejor que ese.Ella asintió
Adriano tragó grueso, quería sacarle los ojos al maldito de Vico con sus propias manos.— Pelea conmigo como un hombre, Vico, en igualdad de condiciones, fuera de esta trampa mortal en la que solo tú tienes la ventaja.— Je, je, je… ¿Crees que soy tan estúpido?— No, ¡Eres un cobarde!— Un cobarde con ingenio, un cobarde que ha puesto en jaque al príncipe de la mafia.— ¡Pero sigues siendo un miserable cobarde!— ¿Por qué no vienes por mí, he Adriano? ¿Qué te lo impide? ¿Unas serpientes? ¿En serio? ¿No se dice por los bajos mundos que eres el diablo?Angelina escuchaba tras la puerta sin saber qué hacer, estaba asombrada de que Adriano hubiera ido a rescatarla, pero más asombrada estaba de lo valiente que era y lo arriesgado en poner su propia vida en riesgo por ella, temió por él, temió a que si la veía se volviera totalmente loco y arremetiera contra Vico sin protección ninguna.— ¡Vamos, príncipe del mal! ¡Ven por mí! — Escuchó a Vico gritar y no pudo evitar asomarse.Adriano la vi
Con los ojos cerrados Adriano seguía viendo el infierno arder a su alrededor, sintiendo como el calor abrazador se extendía muy cerca de él y como la pierna le quemaba desde dentro hacia fuera.El dolor se incrementaba y casi podía sentirlo como ese día, como si fuera mejor rogar porque le amputaran la pierna para no seguir sufriendo de ese modo.Vio a retazos los flashes de los recuerdos del rostro de su amada Angelina bañada en lágrimas llorando a su lado, junto a la cama de hospital, y escuchó claramente cuando alguien anunció la muerte de Livia.Después de eso los recuerdos eran borrosos. Solo pequeños destellos de médicos discutiendo sobre su supervivencia, y luego… nada… hasta que los efectos del veneno y de las drogas desaparecieron y la tranquilidad del apacible rostro de la pelirroja le dijeron que estaba fuera de peligro.Se había jugado la vida incontables veces, y en muchas ocasiones estuvo a punto de perderla, pero nunca sintió tanto miedo como la última vez, miedo real.
Tres fuertes golpes se escucharon en la puerta de la residencia de los De Santi, los dueños de famosa tienda De Santi, una de las perfumerías más antiguas y exclusivas de la ciudad.La familia era propietaria de la tienda desde hacía al menos unos cien años, era parte de esos negocios familiares ancestrales en Roma.Alessandro De Santi se estremeció. Sabía quién era y a que venía. Se revolvieron las vísceras de solo pensar en lo que podría hacer cuando supiera que no tenía lo que era suyo.Hizo un gesto a la ama de llaves para que abriera la puerta y Adriano Bonuchi entró seguido de tres de sus matones.— ¡Adriano, que sorpresa! ¿A que debemos el honor de tu visita? — Alessandro saludó impostando una sonrisa mientras mantenía un nudo en la garganta y observaba al hombre enmascarado entrar en su casa.— No hay honor en lo que vengo a hacer a tu casa Alessandro, creo que ya sabes por qué estoy aquí — clavando la mirada gélida sobre el hombre entrado en años.Adriano reparó en la mujer e
Alessandro se alejó cojeando y una daga de dolor atravesó el pecho de la joven novicia.Amaba a su padre, pero nunca lo creyó capaz de una bajeza como esa, tratarla como si fuera una mercancía con la cual podía cerrar un trato, era tan bajo como querer que ella rompiera con el compromiso que había hecho con todo lo sagrado.No pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas y el pecho se le apretara dolorosamente.— ¡No puedo hacer lo que me pide! ¡Los amo!, pero no puedo…— Lo sé, entiendo lo que sientes, y aunque sea duro, ese problema no es tuyo Angelina, seguramente tu padre lo resolverá — El sacerdote aseguró.— No lo sé, solo espero estar haciendo lo correcto y no tener que arrepentirme de esto después.— ¿Angelina? — La voz de la Madre superiora se escuchó desde la puerta.— Creo que ya debo irme, muchas gracias por escuchar, y por no juzgarme…— No podría hija.La joven corrió y desapareció tras la puerta del Convento de las hermanas Siervas de María.— ¿Sucede algo An