Adriano sonrió al ver lo arriesgada y valiente que era la novicia, estaba impresionado, nunca se le hubiera ocurrido que una monja pudiera ser tan audaz y correr peligros de esa manera solo por tener una aventura que la sacara de su monótona vida, una aventura sin malas intenciones, pero aventura al fin, algo que pusiera un poco de tensión y picante a su aburrida existencia.
Escuchó cuando la puerta del establo se cerró y quedó sumido en la profunda soledad.
Extrañó ese sentimiento, desde hacía muchos años no se sentía solo ni vacío de esa manera, cuando era niño ambas cosas lo acompañaban con frecuencia el vacío y la soledad, pero al ir creciendo se prometió a si mismo que nunca más dejaría que lo afectara, eso lo hizo fuerte, era un hombre ahora, uno temible y rico, uno con el poder de decidir sobre la vida de sus enemigos si quería.
Sor Juana corrió adentro de la sacristía buscando a alguien que pudiera ayudarlas— ¿Hay alguien aquí?, por favor, ¡Necesito ayuda!Los gritos de la monja se escucharon en todo el lugar, y el párroco se asomó a la puerta.— ¿Quién grita?— ¡Soy yo Padre! — La mujer estaba visiblemente afectada, muy nerviosa.— Pase Sor Juana, dígame, ¿Qué pasa?La mujer vio al párroco de la iglesia con unos papeles en la mano y entró corriendo a su despacho.— ¡Padre! ¡Ayúdeme, Padre!El hombre la miró sobresaltado y trató de calmarla.— ¡Hija, tranquilízate, casi me matas del susto! Háblame más lento, ¿Qué es lo que sucede?— Padre, es Angelina, se ha desmayado de pronto en la entrada de la iglesia, est
Durante el día, la novicia no pudo moverse de su habitación, el malestar no le permitía siquiera levantarse de la cama, pero, aunque hubiera podido hacerlo, en la puerta permaneció una de sus compañeras vigilante de todo por si necesitaba ayuda con alguna cosa o se acrecentaba su malestar.Esperó a que oscureciera, pensó que tendría que ir hasta el comedor, y entonces aprovecharía para guardar lo que pudiera, e ir a ver al enfermo. No pudo. Las cosas no se dieron como ella esperaba.Alguien trajo su ración, y por orden del médico estaba rebozada, la miró y pensó que podría llevarle un poco más al hombre para que se recuperara más rápido, pero de nuevo, tampoco pudo.— ¡Muchas gracias Sor Juana! Se ve delicioso y… es mucho… — Le dijo haciendo un esfuerzo por levantarse y sentarse en la esquina de la cama.&m
Cuando despertó, Adriano tenía la boca reseca y necesitaba con urgencia cambiar de posición, pero el dolor generalizado se lo impedía, ¡Si tan solo tuviera un poco de agua!, pero se la había acabado ya.«¿En dónde estás Angelina?», se preguntaba en medio del profundo malestar, la sed quemaba su garganta y el cuerpo comenzaba a temblarle incontrolablemente.Sacó cuentas mentales del tiempo que llevaba sin medicación y no fue difícil darse cuenta de que la infección comenzaba a ganar terreno, sin los antibióticos solo sería cuestión de días para que se encontrara en una situación en verdad peligrosa. Pensó que debía levantarse a como diera lugar antes de que el invierno dejara caer los primeros copos de nieve.— ¡Debo irme de aquí cuanto antes! Si la nevada cae primero, las monjas estarán d
Angelina caminó de puntitas para hacer el menor ruido mientras afuera el ladrido de los perros parecía enmascarar un poco los demás sonidos, y se acercó a Adriano poniéndole una mano en la boca. El hombre abrió los ojos e intentó decir algo, pero la chica acercando un dedo a sus labios movió la cabeza negativamente en señal de que no emitiera una sola palabra. Ella le hizo un gesto para que comprendiera que había gente fuera del Establo y él agudizó el oído. Angelina acortó la distancia entre los dos y se inclinó para murmurarle algo muy cerca. — ¡Shisss! No hables, la policía está fuera, necesito esconderte para que no te encuentren, te moveré un poco y te cubriré con algo del lodo de los establos de los caballos, no será agradable, pero ocultará tu olor y confundirá a los perros. Él pareció comprender la idea y asintió con la mirada. Angelina se puso manos a la obra, y tomó un balde que luego lleno con paladas del lodo de los animales y lo trajo has
Adriano la siguió con la mirada mientras ella salía del establo. Esperó a que el ladrido de los perros ya no se escuchara, como tampoco las voces de los efectivos policiales, y entonces se arrastró con mucha dificultad para salir de debajo del tumulto de paja y lodo. Estaba temblando de frío, podía sentir como su cuerpo se estremecía y el hielo le calaba hasta los huesos. Se tendió sobre el heno limpio y seco y cerró los ojos. Angelina entró de nuevo en el convento y se deslizó sigilosamente por el lugar en busca de todo lo que necesitaba, recordó que Sor Juana había preparado agua de rosas como aromatizante natural para la capilla y que estaba en el almacén, así como las barras nuevas de jabón. Se infiltró y tomó lo que necesitaba para regresar lo más rápido posible, pero a mitad de camino recordó que no tenía una muda de ropa limpia para que el enfermo se cambiara. — ¿De dónde voy a sacar ropa de hombre? — Se detuvo a pensar por un momento. De pronto, en medio de un rayo de ilum
Adriano la miró con intensidad, esos ojos grises endiabladamente sensuales podrían encender incluso a la Madre Superiora, o eso pensó Angelina.El hombre tal vez no era completamente consciente del efecto que le causaba a la pobre chica, si lo hubiera sido, no habría perdido la oportunidad de seducirla, aunque no tuviera una pisca de fuerzas, las habría sacado de donde fuera, una mujer como esa no era para desperdiciar, incluso si vestía con traje de monja.¡Sí! Eso era lo de menos, con quitárselo resolvía el problema. Y entonces su cabeza, bien sabida de todo lo que Adriano había vivido en la cama, y en donde fuera con una mujer, se imaginó deshaciéndose del bendito vestido negro luto.¿Por qué tenía que ser negro como el luto? ¿En serio estarían de luto por su virginidad bien guardada? ¡Quién sabe! Algo en su entrepierna se
— ¿En dónde estabas metida Angelina? ¡Me quedé por horas esperándote!, hasta vino la policía y revisó todo el convento ¡Centímetro a centímetro! — Sor Juana le reclamó molesta — Pensé que éramos buenas amigas, pero en realidad no sé qué pensar ahora…Angelina bajó la mirada en automático muy avergonzada, estuvo de nuevo a punto de confesarle todo a Sor Juana, pero luego se arrepintió, tal como la última vez, no quería mentirle, ni ocultarle nada, la apreciaba y ciertamente así como ella Angelina también la quería como una fiel amiga, pero si le decía todo, seguramente Soy Juana no querría mentir, ni siquiera por su amistad, nada justifica un pecado como la mentira.— Perdóname… en verdad se me olvidó por completo.— ¿Se te olvid
— ¿Estás loca? — Sor Juana musitó apenas con los labios y sin emitir sonido, pero con una expresión de asombro total. Angelina solamente suplicó con la mirada que no la delatara por el momento, después le explicaría todo, le diría de qué se trataba, pero ahora necesitaba que mantuviera la boca sellada, cosa demasiado difícil en su amiga que tenía un carácter un poco exasperante a veces. Sor Juana no pudo evitar poner cara de impresión y la Madre Superiora se le quedó mirando. — ¿Sucede algo Sor Juana? La mujer se giró para verla mientras buscaba en su cabeza, algo que responder que no implicara mentir. — ¡No! Nada Madre, solo que es indignante lo que usted dice. — ¿Indignante? ¡Explícate! — Pues que no debería perderse nada aquí, me asombra en verdad… — tratando de deshacerse del problema. — Mmm… — La Madre Superiora lo había tomado por el lado de que tal vez la monja regordeta y molesta ponía en duda sus palabras, pero con aquella explicación se dio por convencida — Bueno, com