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5 ¡Puede besar a la novia!

Angelina escuchaba la conversación banal que tenían las estilistas encargadas de arreglar su cabello, cotilleaban sobre los últimos estilos de tintes para el cabello, sobre quienes los habían impuesto y por supuesto a quienes se les veía mejor, si a esta estrella de cine o a la otra.

¡Como si eso le importara! ella suspiró agotada en la silla de tortura en la que la tenían contra su voluntad desde las seis de la mañana. Intentaba no pensar en el suplicio hasta que la chica de las uñas le habló:

— ¡Es usted muy afortunada! Casarse con ese señor tan guapo, sofisticado y rico, ¡Debe ser como estar en un sueño…! ¿Verdad?

A Angelina le pareció de lo más acertado el comentario, era exactamente eso, como estar en un sueño, ¡Pero en uno de terror!, una total pesadilla, claro que ella no podía ventilar sus problemas, cualquier cosa que dijera, e incluso, cualquier mueca que hiciera podría poner a más de uno en peligro, se le había ordenado no decir nada, y no correría riesgos, no confiaba en Adriano.

Intentaba prestar atención a todo lo que rodeaba el hecho de su matrimonio para mantener la cabeza en su lugar y no morir en el intento, el vestido, el peinado, las flores, la decoración dorada y crema… ¡Todo!, menos a lo verdaderamente importante, su prometido y las circunstancias en las que se estaba casando.

Al fin la peluquera terminó y dejó a la maquilladora hacer su trabajo con más libertad, faltaba poco para dar los últimos retoques de un maquillaje elegante y natural, con tonos tierra y rosa suave que realzaban la belleza natural de su piel de porcelana.

— Muchas gracias, ya pueden irse, abajo les darán su paga en efectivo — Anunció la criada que venía con órdenes de su jefe.

— Señorita, déjeme ayudarla, así será más rápido — se apresuró la criada a decir al verla tan perdida en sus miedos y abrazándose a sí misma — Permítame — tomando el vestido y ayudándola a ponérselo.

Lo ajustó en la espalda y en el base del cuello y dejó caer el largo de la falda hasta el suelo, la cola arrastraba casi un metro y el velo blanco inmaculado de novicia se sustituyó por el traslúcido de una novia perfecta. El vestido se ajustaba maturalmente a su esbelta figura dejando mucha de su blanca piel al descubierto.

— ¡Está usted hermosa, señorita! ¡Es la novia más linda que he visto!

Angelina pensó que tal vez la criada no había tenido la oportunidad de ver a muchas novias, porque si ella se veía como se sentía, seguramente no tendría ningún tipo de atractivo.

— Venga, mírese al espejo — insistió — Solo falta un poco de maquillaje para ocultar las sobras bajo los ojos.

Angelina caminó hasta el espejo de cuerpo entero y la imagen de una mujer irreconocible y rostro triste la miró desde su propio reflejo. Se sintió desnuda con tantas trasparencias y bordados solo en los lugares que era necesario cubrir.

— ¡No puedo usar esto!

—Señorita, no lo haga enojar, él señor ha estado bastante tranquilo desde que usted llegó, es como si su presencia lo calmara, no haga que eso termine.

— ¡Es que no puedo! Soy una monja, ¿Cómo voy a desfilar desnuda por la casa del Señor?

— Solo es un vestido, además, por lo que vi, no desfilará en ninguna iglesia, la ceremonia será en el jardín trasero, le garantizo que muchas novias eligen ese estilo de vestido, es muy común hoy en día.

— ¡Pero yo no soy una novia común!, no puedo, ¡No saldré con este vestido!

— Si me permite, le daré un consejo, no despierte al monstruo que hay dentro del señor Adriano, no le conviene, solo cierre los ojos y camine hacia el altar, cuando se está en este mundo se aprende a sobrevivir, usted debe aprender a hacerlo.

Angelina la miró con los ojos llenos de lágrimas mientras la chica hacía malabares para evitar que arruinara su maquillaje.

— No voy a llorar más — Se dijo mentalmente para darse fuerzas — No es una ocasión para llorar, ¡No le daré el gusto a ese troglodita de verme derrotada! ¡No!, será la primera novia-monja a la que vean estoica e impasible, con la mejor cara de póker que tenga.

¡La estaban casando a la fuerza por Dios santo! Pero el hecho de que no hubiera podido oponerse no significaba que asumiera la postura de una oveja llevada al matadero, debía ser fuerte.

Al bajar por la escalera sintió un ligero mareo, como si el oxígeno no llegara a su cerebro, se sujetó del pasamanos con fuerza para no dejarse caer.

Un nudo en la garganta apretó cortándole la respiración y haciendo que el suelo bajo sus pies le diera vueltas. Esperó unos segundos hasta recomponerse y dio otro paso sin soltarse del pasamanos.

Continuó caminando hacia las puertas francesas que daban al esplendido jardín, se encontró con que su prometido no había escatimado en gastos, el derroche era banal, y ella pensó en todo lo que hubiera podido hacerse en el orfanato con tanto dinero.

La mantelería, y los espectaculares ramos de calas y rosas blancas estaban estratégicamente puestos en todo el espacio del majestuoso jardín en donde se llevaría a cabo la ceremonia, a ella no le importó, de todas formas, no se sentía como en una boda, ¡Sino como en su propio funeral!, uno muy bonito, pero funeral al fin, ¡Eso era lo que era, nada más!

Su padre la esperaba en el descanso de la escalera, al verla se acercó y la observó por un momento con los ojos húmedos admirando la enorme belleza de su hija.

— Estas hermosa… te pareces a tu madre, hubiera querido que las cosas se dieran de otra forma, pero tú eres en este momento la tabla de salvación de todos nosotros, no lo olvides.

— Claro padre, ¿Cómo podría olvidar que soy solo una mercancía para ti y para Adriano? Sé exactamente cuál es mi lugar en todo esto.

Alessandro bajó la mirada, avergonzado, y tomó el borde del velo trayéndolo hacia delante para cubrirle el rostro.

Angelina respiró de nuevo y apretó con fuerza el brazo de Alessandro De Santi mientras en el aire comenzaba a sonar la marcha nupcial, esa que le pone siempre los vellos de punta a las personas llenándolas de emociones, bueno, a ella le sonó a la marcha de la última despedida.

Comenzó a caminar cuando su padre tiró de ella con suavidad diciéndole algo al oído que no alcanzó a comprender, miraba a su alrededor buscando algún rostro conocido además de los de sus padres, estaba sola.

Divisó al novio vestido de traje elegante al final de la alfombra roja, su padre la entregó como es costumbre y Adriano se giró para tomar su mano.

— Te pedí que te quitaras el antifaz — Ella le dijo al notar que todavía lo traía puesto.

— Lo haré en cuanto termine la ceremonia.

El párroco dijo algo que obviamente ella no escuchó, solo se dio cuenta de la ceremonia estaba llegando a su fin cuando Adriano se giró y levantó su velo atrayéndola hacia él con firmeza para besarla.

— ¡Puede besar a la novia!

Se quedó estupefacta, pensó que sería rudo, hostil, pero no lo fue, al contrario, lo hizo con tal delicadeza que solo logró confundirla, sellando así el convenio acordado con su padre, no con ella, sintió que ese matrimonio era entre ellos dos.

Adriano se alejó un poco, lo suficiente para clavar su mirada gris sobre los ojos azul cielo de su nueva esposa.

— ¿Ahora te quitarás ese antifaz? — Ella preguntó.

— Lo haré, pero te advierto que puede que no te guste lo que veas, solo quiero que sepas que el destino nos juntó Angelina, y yo no estaba resignado a vivir sin ti.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado en señal de interrogación.

— No comprendo…

Él se llevó una mano al antifaz y antes de quitárselo por completo dijo:

— Nunca quise hacerte daño, ¡Lo juro! — y se descubrió en rostro manteniendo la mirada baja y levantándola de apoco mientras Angelina se llevaba ambas manos a la boca.

— ¿Tú?

La impresión duró unos segundos que a ambos les pareció una eternidad, mientras el padre de Angelina, Alessandro De Santi los observaba sin comprender qué diablos estaba ocurriendo.

¿Por qué la impresión de su hija al verle el rostro? El tipo no era feo, entonces ¿Qué estaba pasando?

— ¡Eres tú…! — Ella repitió sin podérselo creer — ¿Por qué? Dime ¿Por qué me haces esto? ¿Qué te hice yo? Solo fui una estúpida que arriesgó todo por salvarte la vida, ¿Y así me pagas?

— Angelina, solo déjame explicar…

— ¿Explicar? ¿Qué es lo que quieres explicar? — El rostro de la hermosísima joven mudó colores, del blanco al rosa y luego al rojo sangre — ¿Crees que tiene algún mérito que me digas eso? ¿Acaso no ves lo que has hecho? ¡Obligaste a una monja a casarse contigo!

Ella apenas si podía respirar mientras sentía como su pecho quería salírsele por la boca.

— Yo no pude verte el rostro en todo este tiempo, y no pude reconocerte porque has cambiado mucho, no eres ni la sombra de aquel desgraciado que cayó moribundo a mis pies, ¡Pero tú sí! Tú sabías perfectamente quien era yo Adriano Bonuchi, si es que es así como te llamas…

— Es mi verdadero nombre, oculto mi rostro de la gente común, solo en casa no uso el antifaz…

— ¡Pero lo usaste estando yo aquí!

— Sí, lo hice porque temí a tu reacción.

— ¿Temiste? ¿Cómo podrías? — Con toda la ironía que pudo — Tú eres un mafioso, un hombre perverso, un tipo sin corazón que solo juega a ser un dios manipulando la vida de los demás a su gusto.

Adriano tomó las manos de Angelina e intentó explicar.

— ¡Suéltame! Y disfruta de tu fiesta, de tu comida y de todo lo que preparaste.

Zafándose de su agarre y dándose la media vuelta para regresar dentro de la casa.

Adriano llamó a uno de los guardias.

— Redoblen la vigilancia, no le quiten un ojo de encima.

Angelina alcanzó a escuchar y se devolvió sobre sus pasos enfurecida.

— ¿Qué has dicho? ¿Pondrás más vigilancia? ¿Crees que pondría la vida de mis padres en peligro huyendo de ti? ¡Que poco me conoces Adriano!, y veo con tristeza que yo te conozco menos a ti de lo que tú a mí.

La mirada turbia y absolutamente desconcertada de Angelina hizo temblar las entrañas de Adriano, era la primera vez que alguien lo afectaba de esa manera.

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