Capítulo 27

Con las manos en los bolsillos de su viejo y gastado pantalón de jeans, Santiago esperaba paciente el ascensor. Desde donde estaba, podía escuchar nítidamente todo el lío que se estaba desatando dentro de la sala de juntas.

Exhaló un suspiro por lo bajo y miró atento las puertas metálicas, esperando a que se abriesen.

—Santi, no puedo permitir que te marches —Santiago rodó los ojos—. Nos debemos una charla, solos tú y yo.

—No te debo nada, padre.

—Es cierto, tú no me debes, pero yo sí, hijo —Sintió una mano ceñirse a su brazo izquierdo—. Ven, acompáñame al despacho, Santi.

—Si no tengo otra opción… —musitó Santiago, dejándose guiar por su padre rumbo a una oficina.

Cuando estaban pasado por al lado de la sala de juntas, su padre se detuvo en la puerta abiert

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