Capítulo LX

—Bebe esto y acuéstate.

Ingiero el trago amargo para luego tirarme en el sofá. Ella se reclina para posar sus palmas a los costados de mi cara y junta las pestañas. Se mueve de una manera extraña y después me contempla con los rasgos desaliñados, como si algo la hubiese extrañado.

—Es bueno que hayas venido. —Alcanza un pequeño libro de una mesita a su lado—. Te haré una protección, pero no te puedo asegurar que ignorará cosas peores por parte de ese engendro, querida. Haré lo que pueda.

Asiento.

—Haz cualquier cosa. No deseo tener un segundo momento como ese —mascullo.

Me da una última mirada antes de proceder.

Me relajo.

Cuando pude levantarme, agujas pincharon cada centímetro posible de mi cuerpo. Baal se metió en mi cabeza como si nada y jugó conmigo de una manera tétri

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