Capítulo LVI

La quemazón en mi mejilla no me hace retroceder, ni tan siquiera trastabillar. Recibo la indignación mediante ese gesto. Ingiero saliva y no titubeo, mantengo el mentón firme y muestro serenidad, aunque en realidad estoy nerviosa. Hace mucho que no me pegaba, es más, nunca llegó a tocarme. Siempre fueron regaños verbales por parte de ambos, de mamá y papá, pero rebosé un límite, así que lo entiendo.

—¿Por qué, Autumn? —Me duele que emplee mi nombre y no "princesa" o "mi niña", como suele hacer todo el tiempo—. Le diste tu sangre dentro de la protección. Eso por una parte es bueno, pero por la otra no. Esa acción pudo haber debilitado el muro. ¿Lo sabías? ¡Estás llevando la poca humanidad que queda a la mierda!

De soslayo busco a Eva, que está cruzada de brazos.

—¿Es eso verdad? —le

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