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Capítulo 5. En tus manos

Luka Provenzano

Remuevo el whisky en mi vaso, reflexionando cómo es que me metí en este maldito embrollo. Mi cabeza parece querer reventarse del dolor, gracias al atrevimiento de la m*****a pelirroja que fue capaz de golpearme. Si tan solo hubiese estado conmigo uno de mis guardias, la historia sería muy diferente, pues, de seguro me hubiera convertido en viudo, antes de siquiera haberme casado con la joven.

«Pero qué tamaño de ovarios para atreverse a tocar al futuro líder de la mafia»

Sonrío negando con mi cabeza dolorida, al pensar en la pequeña bruja de ojos castaños que tuvo el valor de desafiarme en mis propios terrenos. Hay que admitir que tiene coraje.

Unos golpes en la puerta de mi oficina me sacan de mis pensamientos, y digo a Chiara que pase con el analgésico que antes le pedí. El dolor no ha disminuido en absoluto en el transcurso de las tres horas que han pasado desde que fui agredido por esa salvaje.

—Señor, la chica se niega a cenar —me informa la mujer con angustia en lo que deja una pequeña bandeja sobre el escritorio—. Dice que prefiere morir antes de probar la comida que usted paga con su dinero sucio —cita las palabras de mi futura esposa, obligándome a preguntarme ¿dónde carajos tenía la cabeza, cuando decidí elegirla precisamente a ella?

Estoy seguro de que cualquiera de mis amiguitas hubiese sido feliz de casarse conmigo y disfrutar de mi “dinero sucio”, como ella lo llama. Pero no, yo tenía que elegirla a ella: Alina Fiore, la chica puritana que se las gasta de santa y se niega a cambiar su miserable destino como ramera. Pero si hasta el nombre de niña buena me advertía de los problemas en los que me estaba metiendo.

«¿De verdad le parezco una peor opción que el burdel?»

—Déjala, ya comerá cuando tenga hambre. —Hago un ademán para que se retire y tomo la pastilla con la esperanza de que calme mi malestar lo antes posible.

Después de cenar, voy a mi recamara con la intención de descansar del maldito día de m****a que he tenido; pero antes de entrar, mi vista se dirige hacia la habitación de enfrente, donde la loca se hospedará por esta noche y siento el impulso de comprobar su estado, sin embargo, me detengo justo antes de girar la perilla, pues, en realidad, no es algo que me importe demasiado.

****

Una punzada en mi sien me despierta, recordando el motivo de tal dolor. La luz que se filtra entre las cortinas me hace apuñar los ojos con molestia, aun así, me levanto, pues el día no espera y los negocios tampoco.

No tengo tiempo de quedarme a desayunar; hoy debo hacer acto de presencia en la empresa que funge como pantalla de los verdaderos negocios de mi organización. Aún después de muerto, mi padre me sigue jodiendo la vida, al imponer esa m*****a clausula en el testamento, ha impedido que pueda tomar posesión de mi puesto como líder de la Cosa Nostra, en cambio, debo rendir cuentas al imbécil de mi tío, como si fuera un jodido empleado a su disposición. Es por ello que no puedo darme el lujo de dejar escapar a la pelirroja cabeza hueca que, quiera o no, se convertirá en mi esposa en dos días.

—Señor, me temo que hay problemas en casa —me informa mi jefe de seguridad cuando nos dirigimos de regreso a casa.

—¿Qué tipo de problemas, Mario? —pregunto fastidiado. El día ya fue bastante largo y agotador, como para soportar aún más m****a.

—Se trata de su… prometida.

Suspiro hondo al recordar a la mujer que, sin conocerla, ya me da los peores dolores de cabeza, literal y figurativamente.

«Espero que te estés retorciendo en el infierno, padre» pienso con coraje, pero me arrepiento al instante, al recordar el respeto que siempre le tuve al viejo.

—Apresúrate —ordeno frotando mi rostro con frustración—. Vamos a ver que ha hecho mi novia ahora.

Llegamos a casa y subo rápidamente hasta donde se puede escuchar el alboroto proveniente de la habitación de mi futura esposa. Chiara trata de razonar con ella amablemente, en cambio yo, me abro paso sin pedir permiso con la intención de detener de una vez por todas a la dramática de Alina.

—Gracias, Chiara, ya puedes salir —digo lo más amablemente que puedo, intentando no descargar mi enojo con la mujer, pero mis ojos no se apartan de la tonta pelirroja que me observa de manera desafiante.

«En realidad no es fea, lástima que sea tan puritana y falta de ambición. Juntos podríamos formar un buen equipo y beneficiarnos por igual»

—Quiero irme a mi casa —exige con la cabeza en alto—. He dicho que no acepto su oferta y debe respetar mi decisión.

—Lo siento, querida, pero tú no das las órdenes aquí. —Me cruzo de brazos y respiro profundo tratando de controlar las ganas de sacarla a patadas de mi casa—. Me perteneces desde que el vicioso de tu padre comenzó a vivir de mi generosidad; él selló tu destino, Alina.

—Yo no tengo la culpa de los errores que mi padre cometió —exclama confiada, igualando mi postura.

Me acerco a ella, hasta que quedamos frente a frente y el castaño de sus ojos se encuentra con el verde de los míos. El odio en su mirada me fascina, y me encantaría saber hasta dónde es capaz de llegar con tal de deshacerse de mí.

—¿Por qué sonríe? —inquiere molesta—. ¿Qué le causa tanta gracia?

—¿Cuál es el problema contigo, Alina? —Ignoro sus preguntas, yendo directo al grano—. ¿Es verdad que prefieres suicidarte antes que casarte conmigo? —cuestiono fingiendo indignación.

—Así es, me parece un ser repulsivo e inescrupuloso —escupe con veneno—. Jamás me casaría con un monstruo como usted.

—En primer lugar, comienza por tutearme; en dos días es nuestra boda y nadie creerá que me amas si sigues llamándome señor.

—Ni siquiera se cómo se llama —rueda los ojos con cansancio.

—Soy Luka Provenzano, futuro líder de la mafia italiana y tu futuro esposo.

—Eso no sucederá…

—Déjame decirlo de otra manera —la interrumpo, antes de sacar la carta que guardo bajo la manga, la que estoy seguro de que la hará recapacitar y aceptar el trato definitivamente—. Si aprecias lo suficiente a tu nonna, aceptarás casarte conmigo. Sería una lástima que muriera en ese hospital, sola. Siempre llevarías en tu consciencia que pudiste haberla salvado, sin embargo, elegiste no hacerlo.

Su rostro pálido me demuestra que he dado justo en el blanco. Y de un momento a otro, sus mejillas se humedecen por las lágrimas que derrama ante mi amenaza.

Durante el día ordené a mis hombres que averiguaran todo sobre la familia Fiore; necesitaba algo lo suficientemente importante para Alina, para poder obligarla a firmar el acuerdo. Por suerte me enteré de que su abuela, a quien tanto quiere, fue hospitalizada y necesita un costoso tratamiento para poder seguir con vida, lo que me deja en bandeja de plata a la chica que parece querer desmayarse frente a mí, justo en el lugar donde la necesito.

—N-no sería capaz —murmura con labios temblorosos—. Mi abuela no tiene nada que ver en esto.

—Acepta casarte conmigo y no tendrás que lidiar con la culpa de haber dejado morir a tu querida abuela.

—¡Eres un malnacido, aprovechado! ¡Espero que te pudras en el infierno! ¡Monstruo! —Estrella sus pequeños puños en mi abdomen sin causar el menor daño, pero, por alguna razón, sus palabras son como una espina que se clava muy en el fondo de mi pecho.

—Lo dejo en tus manos. Será tu responsabilidad si ella muere, así que decídete ahora. —Continúo presionándola—. Si aceptas, me haré cargo de todo su tratamiento a partir de ahora, solo debes decir Sí.

Sostengo sus manos hechas puños en mi ropa, y espero por su respuesta, mientras la observo sollozar derrotada con la cabeza baja. Un leve remordimiento me recorre al verla tan vulnerable, pero me obligo a apartarlo, pues me recuerdo que de esto depende mi futuro como líder la organización y, mientras más pronto inicie mi matrimonio, más rápido pasará este año y cada uno volverá a su propia realidad.

—Acepto —dice la palabra que he estado esperando, sintiendo una enorme satisfacción que me llena el cuerpo sin saber bien por qué—. Quiero ver a mi abuela antes —pide, en tanto limpia sus mejillas.

—Imposible —respondo con seguridad—. La verás después de la boda. Chiara se encargará de organizar todo y por tu bien, espero que cooperes y no retrases más lo inevitable.

—Te odio, Luka Provenzano.

Me acerco a ella, hasta que no cabe el espacio entre nosotros; su fragancia dulce invade mis fosas nasales y reprimo las ganas de suspirar ante la agradable sensación que su calor me transmite.

—Puedes odiarme todo lo que quieras, Alina Fiore; pero, frente a la gente fingirás amarme, o te juro que tu querida nonna pagará las consecuencias. —Tomo sus mejillas con una de mis manos y planto un beso en sus llenitos labios, mientras ella se resiste sin lograr apartarme.

Trato de ignorar la suavidad de sus labios, y el hormigueo en el pecho que ese beso me ha provocado y salgo disparado de la habitación, azotando la puerta tras de mí, dejando a Alina hecha una furia por mi atrevimiento. 

Necesito olvidarme de este día y relajarme un poco antes de asimilar todo lo que me espera con ese matrimonio que, casi puedo asegurar, no será para nada fácil. Informo a mis guardias que saldré y me acompañan a uno de mis tantos clubes en la ciudad y me dispongo a ahogar mis problemas en alcohol, así como pasar la noche con la primera mujer que se atraviese en mi camino.

«Haré mi propia despedida de soltero»

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