1. PERO ME ACUERDO DE TI

Sofía

—¿Ya tienes todo, cariño?

—Sí, mamá —respondo revisando por última vez mi bolso de mano esperando no olvidarme de nada—. Celular, cartera, llaves…

—¿Un cambio extra de ropa interior? —pregunta mamá haciéndome reír—. ¿Qué?, nunca sabes cuándo puede caerte mal una comida y tengas un accidente en la empresa —me recuerda lo mismo que me ha dicho tantas veces durante mi vida, y agradezco el tenerla a mi lado hoy más que nunca, después de tantas cosas por las que he pasado; no sé qué hubiera hecho el último año sin ella y mi padre—. Algún día me lo agradecerás.

—Ya lo hago, mami —digo envolviéndola en un fuerte abrazo que la hace respingar—. Sabes cuánto te agradezco todo lo que has hecho por mí.

—Sabes que lo hacemos porque te amamos, no tienes nada qué agradecer, eres nuestra bebé —murmura apretujando mis mejillas con cariño, mientras que ahora soy yo la que lucha por escapar de sus brazos.

—Mamá… —Un llantito proveniente de la cama nos obliga a separarnos, y voy al encuentro con la pequeña princesa que extiende sus bracitos en mi dirección sin parar de sollozar—. Ya, mi amor, aquí estoy —balbuceo llegando a ella y tomándola en brazos.

—Jamás me cansaré de decirlo, Sofía; esta princesita es hermosa, la niña más hermosa de todo el mundo ¿verdad, mi corazón? —Me la arrebata de las manos deshaciéndose en mimos hacia la pequeña manipuladora que suspira dejándose querer por su abuela.

No puedo evitar perderme en la escena durante algunos segundos y, cuando mis ojos se encuentran con los de mi hija, una punzada dolorosa se extiende por todo mi cuerpo al recordar a cierto hombre responsable de la mitad de sus genes. «Los mejores de ellos, si soy sincera».

—Aún lo recuerdas ¿cierto? —cuestiona mi madre al notar mi ensimismamiento y, aunque no respondo, no hace falta, pues conoce la respuesta—. Deberías de buscarlo…

—No, mamá, ni lo menciones —digo con firmeza—. Él ha quedado en el pasado…

—Pues yo lo veo muy presente en esta princesita que… es su viva imagen, hija —termina la frase con cautela esperando mi reacción.

—¿Crees que no lo sé, mamá?, ¿que no lo veo en ella cada vez que la observo?, ¿que no me atormenta su recuerdo cada vez que sus ojitos se encuentran con los míos? —indago sucumbiendo al dolor—. A veces pienso que su parecido es mi karma, el castigo por lo sucedido aquella noche…

—No digas eso —me reprende—. Tu hija es y será siempre tu mayor bendición, nunca te atrevas a decir otra vez que su presencia es un castigo por… ya sabes…

—Lo siento, no me refería a eso —me disculpo recuperando a mi hija y lleno su hermosa carita de besos—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida —me dirijo a mi bebé, sin poder frenar las lágrimas traicioneras que se escurren por mis mejillas, llevándose consigo mi maquillaje—. Nunca dudes del amor que siento por ti —digo, aun sabiendo que ella no comprende mis palabras, pero eso me hace sentir mejor conmigo misma después de lo que dije.

—Anda —dice mamá sorbiendo su nariz—. Vas a llegar tarde a tu primer día de trabajo y, mira, tu maquillaje se ha corrido. Ve y arréglalo mientras termino de vestir a esta hermosura de la abuela.

Le entrego nuevamente a mi bebé y corro al baño de la habitación para corregir lo que mis lágrimas arruinaron.

—¿Segura que no prefieres que la cuide yo? —La escucho gritar a través de las paredes que nos separan—. Puedo dejar la panadería y dedicarme solo a ella, tu padre está de acuerdo, ya hemos hablado sobre conseguir una empleada que me supla…

—No, mamá, pero gracias —espeto llegando a su lado—. ya hice todos los trámites para alojarla en la guardería de la empresa y me siento más segura de tenerla tan cerca mientras trabajo. Sé que cualquier emergencia que pudiera ocurrir estaré a dos minutos de ella.

—Eres una excelente madre, mi amor. —Me observa con ojos brillantes—. Estamos muy orgullosos de ti. Sabemos que nada de esto ha sido fácil, pero has sabido afrontar la situación como toda una guerrera.

—Ustedes han sido mi pilar, mami, no sé qué habría hecho sin ti y papá —confieso—. Ya debo irme, o me vas a hacer llorar de nuevo. —Le quito a mi hija y me aseguro de que esté bien abrigada antes de salir del departamento. Mi madre nos acompaña hasta la calle, donde espero por el taxi que pedí y nos separamos entonces.

Las frías calles de San Francisco nos reciben y abrazo más a mi bebé para poder transmitirle un poco de mi calor. Agradezco a Dios porque no hay demasiado tráfico y en cuestión de quince minutos ya nos encontramos frente al enorme edificio de veinte pisos, donde se encuentra la agencia de publicidad Lutionns Publishing, donde trabajaré de ahora en adelante y espero durar muchos años si todo sale bien.

Entro al edificio y saludo a la recepcionista de manera cordial antes de dirigirme hacia los elevadores. Angie se muestra un poco inquieta cuando el ascensor comienza a moverse y no la culpo, a mí tampoco me agrada la idea de estar encerrada en este pequeño y asfixiante pedazo de metal en movimiento.

Ambas suspiramos una vez que las puertas se abren y de inmediato el ambiente laboral se hace sentir. Las oficinas se encuentran tranquilas a esta hora de la mañana, pero prefiero llegar varios minutos antes que el resto para poder llevar a mi hija a la guardería y tener tiempo de prepararme para la jornada.

—Buen día —saludo a la chica que recién abre las puertas de la zona infantil y ella me mira extrañada, supongo que por la hora.

—Buen día —responde—. Es muy temprano para llegar a la oficina ¿no lo crees?, recién estoy abriendo y los empleados de limpieza están trabajando…

—Lo sé, perdón si te incomodo, pero quiero estar preparada con tiempo —me disculpo—. Es mi primer día y no quiero dar una mala impresión.

—No te preocupes, pasa —me indica—. ¿En qué área vas a trabajar?

—Soy la nueva asistente del CEO.

—Ah, perfecto, el señor Lutionn es genial, es muy amable y comprensivo —me informa—. Ya puedes relajarte.

—Uff, es bueno saberlo —suelto en un suspiro—. No sé qué haría si tuviera que lidiar con un jefe exigente y malhumorado como los pintan en las películas, ya tuve uno así y fue horrible, y eso fue antes de tener a mi hija. No me imagino tener que pasar de nuevo por eso y además cuidar de una bebé.

—Para eso estoy yo. —Extiende sus brazos hacia Angie y mi gesto receloso la hace sonreír—. Oye, estará bien —promete—. Llevo haciendo esto desde hace años y me encanta, adoro a los niños y se me da muy bien —presume orgullosa.

—¿Años? —cuestiono sorprendida—. No te ves mayor que yo.

—Tengo 27 años, y desde hace 5 que trabajo en esta empresa.

Me sorprende saber su edad, pues no parece mayor de 25. Debe ser su rostro juvenil y su energía vibrante la que me confundió; aunque no es que sea tan grande.

«La maternidad envejece a las mujeres», pienso para mis adentros al notar la diferencia entre su energía y la mía.

—Está bien, te entrego a mi tesoro más preciado, si hay algún problema no dudes en llamarme, me llamo Sofía, por cierto, ¿cuál es tu nombre?, lo siento, hablo mucho cuando estoy nerviosa y…

—¡Para! —exclama soltando una hermosa carcajada—. Todo estará bien, te lo prometo.

—Okey. —Le entrego a mi hija, quien comienza a pronunciar ese dulce puchero con su boquita y de inmediato se me parte el corazón.

Su llanto inunda la sala, pero, aunque me duela en el alma, sé que debo dejarla e ir a trabajar; nuestro futuro depende de ello. Solo espero que con los días se acostumbre a verme partir.

—Soy Katy —se presenta la chica tratando de consolar a mi pequeña—. ¡Wow! Sus ojos son…

—Sí, hola, Katy —la interrumpo antes de que termine la oración—. Regresaré en unas horas para darle de comer —le informo y, con todo el dolor de mi corazón, salgo de la guardería después de darle un beso a mi bebé y prometerle regresar pronto.

***

Como Katy dijo, el señor Lutionn es un amor; un hombre amable entrado en sus sesenta años que conoce a todos y cada uno de sus empleados y se desvive procurando que todo el mundo trabaje en las mejores condiciones.

Jamás imaginé tener tan buen recibimiento. Por poco y es él el que termina trayéndome el café.

Para el final del mes las cosas con Angie aún no mejoran, llora bastante cuando la dejo en manos de Katy, pero, conforme avanza el día se entretiene jugando con la chica y tomando siestas; ocasionalmente me doy mis pequeñas escapadas para ir a visitarla a la guardería.

No podría pedir más en la vida que este empleo, es un sueño realizado. Por fin después de todo lo que he tenido que pasar durante el último año veo una luz al final del túnel que me indica que todo estará bien, que de ahora en adelante el único camino es hacia adelante.

—Señorita Gonzáles —llama mi jefe—. Necesito que reúna al personal en la sala de juntas, por favor.

La seriedad de su tono me alarma al instante, pues, aunque han sido pocos los días que llevo laborando en la agencia; nunca lo vi con un semblante tan apagado como el que carga ahora.

—Por supuesto, señor.

Hago lo que me pide y aviso a todo el personal sobre la reunión. Llego a su lado para poder tomar nota sobre lo que se diga, pero me quedo de piedra en cuanto escucho la primera oración y siento cómo todas mis esperanzas se derrumban como una casa de naipes bajo mis pies.

—La agencia está en banca rota, por lo que debemos parar labores. Hicimos cuánto pudimos por mantenerla a flote, pero la competencia es dura y los negocios son así. Quiero agradecerles por todo su esfuerzo y dedicación…

Dejo de escuchar las palabras de agradecimiento que pronuncia el señor Lutionn cuando mi mente comienza a divagar sobre las pocas opciones que me quedan.

Otro empleo perdido, todos los gastos que tengo, el futuro de mi hija…

Me convierto en un fantasma en la sala, solo existiendo y dejando que pasen las horas para poder llegar a casa y comenzar a llorar. La sala se queda vacía cuando menos me lo espero y me despido de mis compañeros para poder ir a la guardería y recoger a mi hija por última vez en esta empresa.

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