El papel se arrugó dentro de la mano fuerte del hombre, Ricardo Ferreira irradiaba enojo por cada poro de su cuerpo, sus ojos eran dos pozos de hielo frío.—Ricardo…—Se ha ido —musitó con los dientes apretados, haciendo un esfuerzo sobrehumano para controlarse.—¿De qué hablas? —preguntó el hombre a su mejor amigo.—Ella se ha marchado, me ha dejado a las puertas del altar —gruñó, lanzando lo primero que estuvo a su alcance, provocando un estrepitoso estruendo en la sala de la lujosa mansión.Renato se apartó de su camino cuando otro florero salió disparado y se estrelló contra la pared más cercana.—Debe haber un error…—¡Ningún maldito error! ¡Se ha largado sin importarle la vergüenza a la que me expone delante de cientos de invitados! —gritó con enfado contenido.Ricardo Ferreira era un hombre importante en el mundo de los negocios. Dueño de una fábrica de chocolate próspera, era millonario y codiciado por muchas mujeres, pero él solo había mostrado interés por una en particular y
Kate miró su imagen en el espejo de su habitación, su rostro estaba lleno de angustia y dolor. Se preguntaba ¿Qué es lo que había hecho mal para ser tan desdichada? Primero fue la muerte de sus padres, que hasta la fecha no sabía cómo había ocurrido. Luego, la enfermedad de su abuela y el tener que trasladarse a vivir a casa de sus tíos. Aquella fue la guinda del pastel, pero trató de sobreponerse y de salir adelante, incluso trató de no ser ruidosa, creyendo que, si no se fijaban en ella, era como si no existiera.Sin embargo, había sido buscada y asediada por Ellen cada vez que ella estaba molesta. Su prima y su tía se habían encargado de hacerle la vida de cuadritos y tal parecía que todo esto de la huida de Ellen también era para causarle dolor y obligarla a ocupar su lugar.—¿Estás lista? —preguntó Mabel con impaciencia.—¿Por qué me hacen esto? —cuestionó Kate, ganándose una mirada fría por parte de su tía.—Deberías sentirte agradecida de que nos tomemos la molestia de consegui
—Espera, Kate, por favor —pidió Renato, tomándola del brazo y presionando sobre él para evitar que siguiera huyendo.—Suéltame —pidió ella de inmediato.—Lo siento —se disculpó el hombre, aligerando la presión sobre el brazo de Kate—. Por favor, cuida de Ricardo —insistió.Kate le dedicó una rápida mirada a su esposo, él la miraba fijamente y un escalofrío recorrió su espalda.—No estaré en la misma habitación que él —gruñó.—¿Qué?—Ricardo está borracho, no voy a arriesgarme a estar a solas con él —reiteró.Renato se rascó la cabeza con frustración, el pobre hombre no había tenido un solo momento de paz desde que la carta de Ellen llegó a manos de su amigo.—¿Qué es lo que tanto discuten ustedes dos? —preguntó Ricardo, acercándose con una copa en la mano.—Es tarde, deberías irte, Ricardo, estás dando un espectáculo —le recriminó Renato con seriedad.—¿Deberíamos irnos, mi esposa de reemplazo? —preguntó con una amarga sonrisa que acentuó el dolor en su mirada.Kate no podía imaginars
Kate buscó la manera de explicarle, de decirle que el golpe sobre su rostro no tenía nada que ver con él; sin embargo, Ricardo no le dio oportunidad. Pasó por su lado y se encerró en el cuarto de baño, dejándola con la palabra en la boca.—Dios, esto es una locura —murmuró, sentándose sobre la cama, cubriendo su casi desnudo cuerpo con las sábanas. La joven no sabía qué hacer ni a dónde ir. No tenía nada decente que ponerse y el vestido de novia no era una opción. Los ojos de Kate se llenaron de lágrimas. Jamás en su vida se había sentido tan perdida como en ese momento. No obstante, tenía que encontrar una solución. Se puso de pie, buscó algo más decente que ponerse en el clóset de su esposo, cogió un pijama que le quedaba bastante grande y salió en busca de un teléfono para comunicarse con Grace y pedirle ayuda y un poco de ropa.Mientras tanto, Ricardo golpeó la pared con su puño. Odiaba no poder recordar nada de lo ocurrido la noche de bodas. Había bebido como nunca antes lo había
Kate bajó del auto, apenas Grace estacionó. Hasta ese momento no se dio cuenta de que se había saltado el desayuno, su estómago gruñó en respuesta.—Muero de hambre —susurró, cuando la modelo se unió a ella.—Somos dos, soy capaz de comerme lo primero que encuentre en el menú —dijo, mientras caminaban por el estacionamiento.—Estás exagerando —sonrió Kate, deteniéndose al chocar con un cuerpo macizo—. Perdón—se disculpó de inmediato.—¡Kate! —gritó el hombre, dibujando una hermosa sonrisa en el rostro al ver a la muchacha.—Michael, ¿Qué haces aquí? —preguntó Kate, saliendo de su sorpresa inicial, dibujando una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Los latidos de su corazón se aceleraron y un pequeño sonrojo pintó sus pálidas mejillas sin maquillaje.—Supongo que lo mismo que ustedes, ¿nos sentamos en la misma mesa? —preguntó el guapo hombre.—Claro, hace tiempo que no coincidimos —dijo Kate con emoción, mordiéndose el interior de su mejilla. Michael tenía algo que le encantaba y le
Michael contuvo el aliento y una mueca de decepción se dibujó en sus bellas facciones, mientras Kate sintió que el rostro se le tiñó de rojo carmesí. Los vellos de su nuca se erizaron un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza.Su corazón se aceleró, no se atrevía a mirar a Michael, sus ojos estaban fijos sobre el rostro frío de Ricardo.—¿Es cierto eso, Kate? —Michael se notaba aturdido ante la noticia—. ¿Te has casado?Kate se obligó a mirarlo, mientras un atisbo de furia se adueñaba de ella en contra de Ricardo, él no tenía por qué comportarse como si fuese un marido enamorado y celoso, porque no lo era.—Sí —respondió.—¿Desde cuándo? —quiso saber el hombre.—Nos hemos casado ayer —intervino Ricardo, mirando con fiereza a Kate.—¿Es esto verdad, Kate?La joven asintió, miró a su esposo con molestia y desafío.—Gracias por ser tan comunicativo, Ricardo —gruñó Kate, haciendo que el hematoma sobre la comisura de sus labios fuera más notorio al tensar la piel de sus mejil
Ricardo se quedó de piedra ante la respuesta de Kate, sus ojos eran dos pozos de esmeraldas brillantes y desafiantes. No estaba jugando y él tampoco.—Pues no te daré el gusto, llevarás mi apellido por el tiempo que sea necesario y aprenderás a respetarlo. No voy a permitir que me veas la cara, Kate. ¡No voy a tolerar que me seas infiel! —explotó. Su orgullo sin duda era el peor de sus defectos, sumado a la terquedad característica de su personalidad.Kate apretó los dientes, tan fuerte que creyó que iban a romperse, su mandíbula se tensó y le dolió, pero no iba a echarse atrás.—Tu orgullo es demasiado grande, te ciega tanto que no te deja ver la verdad. No hay nada entre nosotros, ningún tipo de sentimientos, no seas necio, Ricardo, y ahórranos el sufrimiento a los dos —le pidió.Ricardo acercó un poco más el rostro, hasta que sus alientos se mezclaron.—No te dejaré libre.—Ni siquiera te gusto —susurró, recordando la mirada que él le dio esa mañana.—No tienes que gustarme para se
Kate abrió los ojos cuando Ricardo abandonó la cama, lo vio dirigirse a la ducha y minutos más tarde, salir de la habitación como si el diablo le pisara los talones. Ella se quedó un rato más, pensando en la reacción de su esposo, por mucho que analizara la situación, no encontraba razones para seguir con aquel matrimonio.No había atracción entre ellos, no había ni siquiera un minuto de paz, ellos se miraban, hablaban dos palabras y explotaban.Kate salió de la cama, sabía que no iba a encontrarse con Ricardo por la mañana, ni por la tarde, pero su encuentro por la noche sería inevitable y ella ya estaba preparada. Otro conjunto de esos que compró y con suerte su esposo buscaría otra habitación donde dormir.Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de su móvil. Ella frunció el ceño, pues la última vez que lo había visto, fue en casa de sus tíos, pero esté sonaba estrepitosamente en algún rincón de la habitación.Kate se agachó bajo la cama, buscó en el futón que estaba a l