Ricardo Ferreira, un exitoso empresario brasileño en Nueva York, se encuentra en el punto más alto de su vida: a punto de casarse con Ellen Spencer, la hermosa heredera de una familia adinerada. Sin embargo, su mundo se derrumba cuando, horas antes de la boda, Ellen lo abandona en una nota, huyendo con otro hombre. Furioso y avergonzado, Ricardo decide tomar medidas drásticas para salvar su reputación en la alta sociedad neoyorquina. La familia Spencer, consciente de la importancia de la unión entre Ricardo y Ellen para su estatus social, se siente presionada por el escándalo y las críticas de la sociedad. Ante la demanda de Ricardo de encontrarle una novia de reemplazo, recurren a Kate Spencer, la sobrina que han criado desde la muerte de sus padres. Kate, aunque reticente al principio, se ve obligada a aceptar la oferta debido a las amenazas de sus tíos de dañar a su querida abuela. ¿Podrá esta pareja tan diferente encontrar una solución a su boda por conveniencia? ¿Podrá el amor surgir entre ellos con un inicio poco convencional?
Leer másRicardo se quedó sin aliento cuando abrió y deslizó la prenda del cuerpo de Kate, su esposa traía un conjunto de pecado, un precioso y exótico baby doll en tono vino, que hacía lucir mucho más cremosa su piel.Kate se mordió el labio, su mano acarició su abdomen y subió con lentitud hacía su pecho, acunando su redondo y perfecto seno.—¡Joder! —expresó él, casi a punto de caer de rodillas frente a Kate.—¿No te gusta? —preguntó ella, presionando su pezón por encima del sostén de encaje.—Me fascina —vociferó Ricardo, colocando su mano sobre la mano de Kate, acariciándole los dedos, reemplazando su mano por la de Kate.La rubia jadeó cuando la boca de Ricardo se cerró sobre sus labios, fue tan rápido, que no lo vio venir, sin embargo, no tuvo ningún problema en corresponder el beso apasionado de su esposo.Kate abrió la boca y le dio completo acceso a su cavidad, mientras la mano de Ricardo presionó sobre su cintura y la pegó a su cuerpo, haciéndola consciente de su dura erección, arra
Una semana después del nacimiento de Patrick, Grace no pudo más con la incertidumbre y luego de visitar el cuarto de baño por las mañanas, finalmente acudió a la farmacia. Primero lo haría con una prueba casera y luego visitaría a la doctora. Era una buena idea, pero no quería decirle nada a Renato, pues no quería que se hiciera falsas ilusiones, desdaba estar segura cuando se presentara ante él y darle la noticia.Tras tres pruebas, salió del cuarto de baño, según el instructivo decía que tenía que esperar tiempo para un buen resultado, ella decidió que podía darles más tiempo, no llevaba prisa esa mañana y Renato se fue a la oficina, así que, no volvería hasta la cena. Confiada, se fue a la cocina, se preparó un buen desayuno, se concentró tanto en la comida, que no se dio cuenta de que Renato había regresado a casa.El abogado había olvidado los documentos que tenía que presentar ante el juzgado para hacer valido el fideicomiso de Kate; con el nacimiento de Patrick, ella tomaría po
El dolor atravesó el cuerpo de Kate, su mano presionó la pierna de Ricardo, mientras Renato pisaba el acelerador, pues Ricardo había sido incapaz de encender el motor debido al nerviosismo que le embargó.—Date prisa, Renato —le urgió Ricardo, ver el dolor en los ojos de Kate le rompió el corazón, no había nada más doloroso para él que ver a su esposa sufriendo y no poder hacer nada por ella.—Hago lo que puedo —refutó Renato, pisando el acelerador a fondo.Ricardo apretó los dientes cuando las uñas de Kate se enterraron en su carne por encima de la tela de su pantalón.—Siento que voy a partirme en dos —musitó Kate. Tenía la voz y la respiración agitada, su rostro estaba rojo debido a las contracciones que cada vez fueron haciéndose más seguidas.Ninguno entendía cómo todo cambió, de la felicidad a la angustia en cuestión de segundos. Kate no había tenido más que un ligero malestar sobre su pelvis esa mañana, pero la doctora le había comentado que era normal. Las caderas estaban dánd
Ricardo sostuvo la mano de Kate entre sus dedos, ella lo miraba, como si quisiera ahorrarse aquel momento; pero ya estaban allí y no podía echarse atrás. Además, solo se trataba de una caja fuerte, ¿qué podía contener? Ricardo estaba convencido de que no era nada peligroso, algo dentro de su corazón se lo gritaba.—Estoy contigo —le dijo, animándola a cerrar esos cinco pasos que separaban a Kate del objetivo.Cuando Renato le había hablado de la caja fuerte en la oficina de su padre, muchos recuerdos acudieron a su mente, recuerdos que había olvidado o que, tal vez, de alguna manera había decidido no recordar. Jack nunca le habló de aquella caja fuerte y así fue más fácil olvidarse de su existencia. Ahora que se encontraba frente a aquella negra caja de metal, algunos recuerdos se desbloquearon.«—Cuando no estemos cerca, recuerda que acá siempre habrá algo que nos una.Kate miró a su padre con curiosidad.—¿Las cajas fuertes no se hicieron para guardar dinero, papito? —preguntó, mira
Grace miró a Renato, sus ojos aún estaban nublados por la pasión que recientemente había experimentado y la petición de mano tan original y ardiente que le había hecho, ella se mordió el labio.—Te aseguraste de que no tuviera la menor oportunidad de decirte que no, ¿verdad? —preguntó, bebiendo un sorbo de agua, su garganta se lo agradeció.Renato la miró con la ceja arqueada.—¿Ibas a decirme que no? —le cuestionó, levantándose de la silla y caminando hacia Grace como un animal en plena casería—. ¿Lo pensaste acaso?Grace sintió un nudo formarse en su garganta ante el asecho de su novio.—Por supuesto… —ella hizo una pausa cuando el aura de Renato la golpeó con la misma fuerza que lo hizo su orgasmo minutos atrás.—¿Estás segura?—No me has dejado terminar, no había posibilidad de que te dijera que no. No tenías ninguna oportunidad de escapar de mí —le aseguró con voz ahogada. El toque de Renato sobre su mejilla la hizo estremecer.—Deberíamos irnos o no saldremos de la oficina —musi
Renato cogió la mano de Grace, le dejó un beso sobre el dorso y luego buscó su mirada.—¿Qué? —preguntó ella, al notar la intensidad en los ojos de su novio.—He estado pensado… —Renato hizo una pausa y colocó dos de sus dedos bajo el mentón de Grace.—Tú siempre estás pensando, hay tantas cosas en tu cabeza…—No me refiero al trabajo, Grace —murmuró él, inclinándose ligeramente sobre el rostro de la joven.Grace sintió un calor atravesar su cuerpo ante la proximidad de Renato, sucedía siempre que estaban juntos y le complacía. Nunca podía cansarse de su calor.—¿Entonces? —preguntó, mordiéndose los labios.—Sabes que te has convertido en una persona muy especial para mí, ¿verdad?Grace asintió, sus dientes presionaron un poco más sobre su labio.Renato llevó uno de sus dedos al labio castigado de Grace, con la yema acarició la zona y lo liberó de la blanca prisión.—Te harás daño —susurró, sus narices se acariciaron, Grace cerró los ojos cuando el dedo fue reemplazado por los labios
Kate dejó su taza de té sobre la madera para ver a Grace sentada al otro lado del escritorio.—Entonces, ¿todo salió bien? —preguntó.—Mejor de lo que esperaba, no sabes los nervios que sentí cuando encontré a Renato saliendo del elevador con un enorme ramo de rosas, él no tenía idea de que Michael y nuestros padres estaban dentro.—Eso fue muy arriesgado por parte de Larissa —musitó Kate.—Lo sé, pero Renato se comportó a la altura. Es tan perfecto y es todo mío —pronunció con un tono de voz meloso.—Y pensar que antes no deseabas nada más que sacarle los intestinos, cómo cambia la gente, ¿no?Grace se sonrojó y Kate sonrió.—No dejarás que me olvidé del pasado, ¿verdad?—Es imposible que te deje hacerlo querida.—Bueno, no estás en mejores condiciones que yo. Ricardo no era de tu tipo ideal de hombre y mírate ahora, no puedes apartar la lengua de esa barra de chocolate.Kate se sonrojó y no pudo evitar recordar lo bien que sabía esa barra de chocolate y de cómo se derretía bajo su t
Renato bajó del auto, respiró profundo mientras pensaba en las palabras que iba a expresarle a Larissa para disculparse. Nuevamente, volvía a sentirse como un mal hermano. Tres días, ¡tres días y no había podido venir a visitarla! Negó con pesar y frustración, abrió la puerta trasera de su auto y sacó un enorme ramo de rosas, esperaba que si las palabras no eran buenas o si no expresaban lo que él deseaba transmitirle a su hermana, lo hicieran las rosas de manera silenciosa.Con paso firme y con un nudo instalado en la boca del estómago caminó hasta el ascensor para subir al piso de Larissa.Renato estaba preparándose para cualquier tipo de recibimiento que su hermana le diera, se lo merecía por desconsiderado, pero el asunto de Ricardo no podía esperar; no podían darle ninguna clase de ventajas a la rata de Jack y su abogado.Se puso ansioso con cada piso que dejaba atrás, sus manos sudaban alrededor del ramo de rosas. ¿Qué podía decirle que no sonara como una excusa? Era mejor solo
—Ellen. —Mabel lloraba sin consuelo, su mano se aferraba a la de la mujer dormida sobre la cama, se veía tan pálida, tan desprotegida. Ella no podía soportar ver a su hija de aquella manera.Mabel sabía muy bien que ella y Jack tenían la culpa del sufrimiento de su hija, habían sido un mal ejemplo para ella toda la vida, nunca le mostraron nada distinto a la ambición y el resentimiento.—Lo siento, mi querida Ellen, no supe cómo educarte. Mi amor ha sido un veneno que fue metiéndose en tu sangre y corazón poco a poco. Aunque fuiste tú quien haló el gatillo de aquella pistola, siento que fue mi mano la que te guio a hacerlo, con mis actitudes y la presión que ejercí sobre ti todo este tiempo.Mabel cerró los ojos y otra cascada de lágrimas se desbordó por sus mejillas, su corazón estaba destrozado. Jamás en la vida había experimentado tanto dolor, no pensó que ver a su hija tras las rejas iba a hacerle conciencia de sus actos.—Despierta, cariño, despierta —pidió con voz rota—. Quería