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Capítulo 2. No es lo que imaginaba

Kate miró su imagen en el espejo de su habitación, su rostro estaba lleno de angustia y dolor. Se preguntaba ¿Qué es lo que había hecho mal para ser tan desdichada? Primero fue la muerte de sus padres, que hasta la fecha no sabía cómo había ocurrido. Luego, la enfermedad de su abuela y el tener que trasladarse a vivir a casa de sus tíos. Aquella fue la guinda del pastel, pero trató de sobreponerse y de salir adelante, incluso trató de no ser ruidosa, creyendo que, si no se fijaban en ella, era como si no existiera.

Sin embargo, había sido buscada y asediada por Ellen cada vez que ella estaba molesta. Su prima y su tía se habían encargado de hacerle la vida de cuadritos y tal parecía que todo esto de la huida de Ellen también era para causarle dolor y obligarla a ocupar su lugar.

—¿Estás lista? —preguntó Mabel con impaciencia.

—¿Por qué me hacen esto? —cuestionó Kate, ganándose una mirada fría por parte de su tía.

—Deberías sentirte agradecida de que nos tomemos la molestia de conseguirte un marido rico, digamos que…, por tu cuenta, sería muy difícil de conseguir, así que no hagas más problemas y date prisa. Ricardo Ferreira no es un hombre de mucha paciencia y tras la carta de Ellen, pues imaginarás lo furioso que debe estar como para pedir una novia de reemplazo.

Kate presionó sus dientes tan fuertes que su mandíbula se marcó.

—Eres una mujer muy cruel —dijo la joven.

—Ay, por favor, no vayas a llorar, Kate. No seas ridícula y termina de cumplir con este compromiso. Los hoteles de la familia y Carlota te lo agradecerán —dijo, importándole tres pepinos lo que Kate estaba sintiendo.

—Llegará el día que pagues todo esto que haces conmigo.

—Ay, querida, eres tan dramática. De verdad, pero que podía esperar de ti, teniendo la madre que tenías.

Kate se mordió el labio para no responder al pensar en su abuela y la amenaza que colgaba sobre su cabeza.

—Estoy lista —susurró con un nudo en la garganta.

—Te gusta la mala vida, es todo lo que tenías que decir en un principio —se burló sin piedad.

Kate guardó silencio y caminó detrás de Mabel, hasta bajar a la sala donde esperaba su tío.

—Kate está lista, debemos darnos prisa y no hacer esperar a Ricardo, el hombre debe estar hecho una fiera y no lo culpo, pero sinceramente, mi hija era demasiado para un hombre como él —espetó.

Kate no supo la razón de las palabras de su tía, pese a que Ricardo era un hombre rico y poderoso, parecía no encajar en los requisitos de su tía para ser el esposo de Ellen. Ella dejó de pensar cuando fue casi arrastrada del brazo por su tío.

El trayecto a la iglesia fue demasiado corto para Kate, que aún buscaba una manera de salir bien librada de aquella situación, aunque no tenía ninguna posibilidad, se aferraba a alguna esperanza. Rogaba al cielo que algo sucediera que impidiera aquella boda ¡Era una locura! Sin embargo, nada sucedió y ella se vio frente a la iglesia, con ciento de invitados que murmuraban y cuchichiaban entre sí al darse cuenta de que la novia era ella y no la bonita y perfecta Ellen.

—Vamos, Ricardo debe estar esperando dentro —ordenó Jack, halándola del brazo con cuidado de no quedar en evidencia.

Kate caminó a paso lento, su mirada se posó sobre el hombre parado frente al altar, tenía un traje hecho a medida en tono blanco y de corte elegante que realzaba su color de piel. Él era como el chocolate, un hombre guapo, debía admitir, pero no era el hombre que ella había elegido y tampoco era ella la mujer que él quería tener a su lado. Eso era más que claro y lo supo cuando las perfectas facciones de su rostro cambiaron al mirarla.

«No es lo que imaginaba», pensaron al unísono.

Ricardo se fijó en su futura esposa, era rubia, lo contrario de Ellen, que tenía el cabello castaño y unos bonitos ojos café, mientras que esta mujer tenía unos brillantes ojos verdes, el rostro en forma de corazón y un cuerpo… distinto.

—Aún estás a tiempo, Ricardo, termina con esta farsa —le pidió Renato al ver a la mujer que ocupaba el lugar de Ellen.

—De Ninguna manera, ya estoy acá y no seré yo quien arruine mi vida y reputación.

—Es un matrimonio sin amor, no durará mucho.

—Durará lo que tenga que durar, los divorcios existen y son menos escandalosos que ser abandonado a las puertas de la iglesia —espetó, firme en su decisión.

—Eres más terco que una mula —le susurró Renato antes de alejarse y sentarse en la primera fila, reservado para la familia de los novios y él era toda la familia que Ricardo tenía.

Ricardo echó en saco roto las palabras de Renato y esperó a que Kate llegara a su lado, era la prima de Ellen a quien hasta hoy conocía.

«Aún estás a tiempo», le gritó su conciencia, pero también pasó de ella, tomó la mano de la mujer y el contraste entre sus pieles fue tan abrumador. Ella era rubia, su piel era casi blanca como la nieve, mientras que él, era oscuro como el mismo chocolate que producía y que lo habían convertido en un hombre asquerosamente rico, pero no lo suficiente para ser aceptado…

Ricardo apretó con fuerza su puño libre, mientras se arrodilló frente al altar, obligando a Kate a hacer lo mismo.

La ceremonia religiosa transcurrió según lo planificado por Ricardo, era una boda que podía ser catalogada como la “Boda del año”. Personajes importantes y de renombre fueron invitados y si alguno de ellos sabía o no que Kate no era la verdadera novia, ninguno se atrevió a decir algo. Aunque Ricardo no era tonto y sabía que, bajo sus sonrisas y felicitaciones, se escondía su verdadera naturaleza y la poca aceptación que tenía en su mundo. Para un rico de cuna, el que un extranjero se hiciera millonario en sus tierras era un crimen, pero Ricardo era tan rico que soportaban su presencia en la sociedad. Por conveniencia.

Entretanto, Kate era una simple espectadora de su propia boda, sus dedos jugaron con su argolla de matrimonio con nerviosismo, preguntándose ¿Qué era lo que ahora venía? ¿Su noche de bodas? ¿Eso también estaba incluido en este absurdo trato? Ella esperaba que no, Ricardo Ferreira no era su tipo ideal de hombre.

—¿Qué es lo que has hecho?

Kate giró el rostro para encontrarse con el rostro desencajado de su mejor amiga.

—Yo… —ella no sabía qué decir.

—¡Por Dios, Kate! ¿Qué fue lo que hiciste? ¿Por qué has aceptado esta locura? —preguntó la mujer con desespero, podía adivinar el sufrimiento en los ojos esmeraldas de su amiga.

—No tuve más opciones, Grace…

—No puedo creer que tu propia familia te hiciera esto y peor aún que lo aceptaras sin más.

Kate miró a sus tíos, riendo y bebiendo con los invitados cercanos a su familia, parecían compartir algún chiste gracioso y por un momento pensó que era ella el motivo de sus risas.

—Lo hice por mi abuela.

—Te han manipulado a su antojo, Kate.

—Lo sé.

—¿Lo sabes y no piensas hacer nada? —cuestionó la mujer aireada.

—Lo he estado pensando, Grace, quizá esta boda no sea un desperdicio.

—¿De qué hablas?, ¿te has vuelto loca?

Kate negó y miró a Ricardo en la distancia conversando con otro hombre.

—Ahora soy la esposa de un hombre rico y mis tíos no podrán hacer nada para manipularme. Puedo sacar a mi abuela de la clínica y llevarla a otro lugar, yo…

Grace suspiró.

—Ni siquiera conoces a ese hombre, ¿Qué te hace pensar que saliste del fuego y no caerás en las brasas? —preguntó Grace.

Kate cerró los ojos, resistiendo el deseo de echarse a llorar.

—Tengo que intentarlo —insistió.

Grace se detuvo al ver al hombre acercarse a ellas, no era Ricardo Ferreira, pero por la manera que el tipo se desplazaba con total autoridad podía ser su hermano.

—Kate —la llamó Renato, acercándose lo suficiente para que la gente no pudiera escuchar su conversación.

—Sí.

—Soy Renato, el mejor amigo de Ricardo —se presentó.

—¿Necesitas algo? —cuestionó Grace—. Mi amiga y yo estamos conversando sobre esta locura que acaba de cometer, así que si nos disculpas… —la muchacha le mostró el camino para que se marchara.

—No sé quién sea usted, señorita, y tampoco me interesa —espetó—. ¿Podemos hablar, Kate? —preguntó, agregando rápidamente, un—: a solas.

Kate asintió.

—No vayas.

—Espérame, ya vuelvo —le pidió.

Grace miró a su amiga y a Renato alejarse, volvió su atención a Ricardo Ferreira y luego a los tíos de Kate, los odiaba con cada fibra de su ser. Jack y Mabel eran personas egoístas y crueles, no entendía cómo era que Kate soportaba tantos malos tratos…

Kate se detuvo cuando estaban lejos del ojo público.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó, incapaz de soportar el silencio entre ellos.

—Es mejor que te lleves a Ricardo, ha bebido demasiado y…

—Nadie lo ha obligado a beber de esa manera tan irresponsable —refutó Kate con rapidez.

—Lo sé, pero debes comprender que todo esto para él no ha sido nada fácil. Ellen lo ha dejado herido.

—¿Y cómo te imaginas que estoy yo? —le cuestionó—. ¿Piensas que estoy acá por mi propia voluntad? Si tu amigo no hubiese obligado a mis tíos a conseguirle una novia de reemplazo, ninguno de los dos estaría en esta situación. Yo bien podría estar dormida en la comodidad de mi cama y él emborrachándose en la privacidad de su casa —espetó Kate con enojo.

Renato miró a Kate, la muchacha tenía razón. La culpa no era suya, sino de Ellen por abandonar a Ricardo y él por insistir en seguir con la boda. Aun así, no podía dejar de insistir.

—Ahora es tu esposo, Kate, debes cuidar de él.

—Soy su esposa, no su niñera, y si se ha emborrachado solo, que también se cuide solo —respondió, alejándose de Renato y mirando fijamente a su esposo. Ella no era el motivo de su embriaguez, ¿Por qué tenía que preocuparse por él?…

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