Kate miró su imagen en el espejo de su habitación, su rostro estaba lleno de angustia y dolor. Se preguntaba ¿Qué es lo que había hecho mal para ser tan desdichada? Primero fue la muerte de sus padres, que hasta la fecha no sabía cómo había ocurrido. Luego, la enfermedad de su abuela y el tener que trasladarse a vivir a casa de sus tíos. Aquella fue la guinda del pastel, pero trató de sobreponerse y de salir adelante, incluso trató de no ser ruidosa, creyendo que, si no se fijaban en ella, era como si no existiera.
Sin embargo, había sido buscada y asediada por Ellen cada vez que ella estaba molesta. Su prima y su tía se habían encargado de hacerle la vida de cuadritos y tal parecía que todo esto de la huida de Ellen también era para causarle dolor y obligarla a ocupar su lugar.
—¿Estás lista? —preguntó Mabel con impaciencia.
—¿Por qué me hacen esto? —cuestionó Kate, ganándose una mirada fría por parte de su tía.
—Deberías sentirte agradecida de que nos tomemos la molestia de conseguirte un marido rico, digamos que…, por tu cuenta, sería muy difícil de conseguir, así que no hagas más problemas y date prisa. Ricardo Ferreira no es un hombre de mucha paciencia y tras la carta de Ellen, pues imaginarás lo furioso que debe estar como para pedir una novia de reemplazo.
Kate presionó sus dientes tan fuertes que su mandíbula se marcó.
—Eres una mujer muy cruel —dijo la joven.
—Ay, por favor, no vayas a llorar, Kate. No seas ridícula y termina de cumplir con este compromiso. Los hoteles de la familia y Carlota te lo agradecerán —dijo, importándole tres pepinos lo que Kate estaba sintiendo.
—Llegará el día que pagues todo esto que haces conmigo.
—Ay, querida, eres tan dramática. De verdad, pero que podía esperar de ti, teniendo la madre que tenías.
Kate se mordió el labio para no responder al pensar en su abuela y la amenaza que colgaba sobre su cabeza.
—Estoy lista —susurró con un nudo en la garganta.
—Te gusta la mala vida, es todo lo que tenías que decir en un principio —se burló sin piedad.
Kate guardó silencio y caminó detrás de Mabel, hasta bajar a la sala donde esperaba su tío.
—Kate está lista, debemos darnos prisa y no hacer esperar a Ricardo, el hombre debe estar hecho una fiera y no lo culpo, pero sinceramente, mi hija era demasiado para un hombre como él —espetó.
Kate no supo la razón de las palabras de su tía, pese a que Ricardo era un hombre rico y poderoso, parecía no encajar en los requisitos de su tía para ser el esposo de Ellen. Ella dejó de pensar cuando fue casi arrastrada del brazo por su tío.
El trayecto a la iglesia fue demasiado corto para Kate, que aún buscaba una manera de salir bien librada de aquella situación, aunque no tenía ninguna posibilidad, se aferraba a alguna esperanza. Rogaba al cielo que algo sucediera que impidiera aquella boda ¡Era una locura! Sin embargo, nada sucedió y ella se vio frente a la iglesia, con ciento de invitados que murmuraban y cuchichiaban entre sí al darse cuenta de que la novia era ella y no la bonita y perfecta Ellen.
—Vamos, Ricardo debe estar esperando dentro —ordenó Jack, halándola del brazo con cuidado de no quedar en evidencia.
Kate caminó a paso lento, su mirada se posó sobre el hombre parado frente al altar, tenía un traje hecho a medida en tono blanco y de corte elegante que realzaba su color de piel. Él era como el chocolate, un hombre guapo, debía admitir, pero no era el hombre que ella había elegido y tampoco era ella la mujer que él quería tener a su lado. Eso era más que claro y lo supo cuando las perfectas facciones de su rostro cambiaron al mirarla.
«No es lo que imaginaba», pensaron al unísono.
Ricardo se fijó en su futura esposa, era rubia, lo contrario de Ellen, que tenía el cabello castaño y unos bonitos ojos café, mientras que esta mujer tenía unos brillantes ojos verdes, el rostro en forma de corazón y un cuerpo… distinto.
—Aún estás a tiempo, Ricardo, termina con esta farsa —le pidió Renato al ver a la mujer que ocupaba el lugar de Ellen.
—De Ninguna manera, ya estoy acá y no seré yo quien arruine mi vida y reputación.
—Es un matrimonio sin amor, no durará mucho.
—Durará lo que tenga que durar, los divorcios existen y son menos escandalosos que ser abandonado a las puertas de la iglesia —espetó, firme en su decisión.
—Eres más terco que una mula —le susurró Renato antes de alejarse y sentarse en la primera fila, reservado para la familia de los novios y él era toda la familia que Ricardo tenía.
Ricardo echó en saco roto las palabras de Renato y esperó a que Kate llegara a su lado, era la prima de Ellen a quien hasta hoy conocía.
«Aún estás a tiempo», le gritó su conciencia, pero también pasó de ella, tomó la mano de la mujer y el contraste entre sus pieles fue tan abrumador. Ella era rubia, su piel era casi blanca como la nieve, mientras que él, era oscuro como el mismo chocolate que producía y que lo habían convertido en un hombre asquerosamente rico, pero no lo suficiente para ser aceptado…
Ricardo apretó con fuerza su puño libre, mientras se arrodilló frente al altar, obligando a Kate a hacer lo mismo.
La ceremonia religiosa transcurrió según lo planificado por Ricardo, era una boda que podía ser catalogada como la “Boda del año”. Personajes importantes y de renombre fueron invitados y si alguno de ellos sabía o no que Kate no era la verdadera novia, ninguno se atrevió a decir algo. Aunque Ricardo no era tonto y sabía que, bajo sus sonrisas y felicitaciones, se escondía su verdadera naturaleza y la poca aceptación que tenía en su mundo. Para un rico de cuna, el que un extranjero se hiciera millonario en sus tierras era un crimen, pero Ricardo era tan rico que soportaban su presencia en la sociedad. Por conveniencia.
Entretanto, Kate era una simple espectadora de su propia boda, sus dedos jugaron con su argolla de matrimonio con nerviosismo, preguntándose ¿Qué era lo que ahora venía? ¿Su noche de bodas? ¿Eso también estaba incluido en este absurdo trato? Ella esperaba que no, Ricardo Ferreira no era su tipo ideal de hombre.
—¿Qué es lo que has hecho?
Kate giró el rostro para encontrarse con el rostro desencajado de su mejor amiga.
—Yo… —ella no sabía qué decir.
—¡Por Dios, Kate! ¿Qué fue lo que hiciste? ¿Por qué has aceptado esta locura? —preguntó la mujer con desespero, podía adivinar el sufrimiento en los ojos esmeraldas de su amiga.
—No tuve más opciones, Grace…
—No puedo creer que tu propia familia te hiciera esto y peor aún que lo aceptaras sin más.
Kate miró a sus tíos, riendo y bebiendo con los invitados cercanos a su familia, parecían compartir algún chiste gracioso y por un momento pensó que era ella el motivo de sus risas.
—Lo hice por mi abuela.
—Te han manipulado a su antojo, Kate.
—Lo sé.
—¿Lo sabes y no piensas hacer nada? —cuestionó la mujer aireada.
—Lo he estado pensando, Grace, quizá esta boda no sea un desperdicio.
—¿De qué hablas?, ¿te has vuelto loca?
Kate negó y miró a Ricardo en la distancia conversando con otro hombre.
—Ahora soy la esposa de un hombre rico y mis tíos no podrán hacer nada para manipularme. Puedo sacar a mi abuela de la clínica y llevarla a otro lugar, yo…
Grace suspiró.
—Ni siquiera conoces a ese hombre, ¿Qué te hace pensar que saliste del fuego y no caerás en las brasas? —preguntó Grace.
Kate cerró los ojos, resistiendo el deseo de echarse a llorar.
—Tengo que intentarlo —insistió.
Grace se detuvo al ver al hombre acercarse a ellas, no era Ricardo Ferreira, pero por la manera que el tipo se desplazaba con total autoridad podía ser su hermano.
—Kate —la llamó Renato, acercándose lo suficiente para que la gente no pudiera escuchar su conversación.
—Sí.
—Soy Renato, el mejor amigo de Ricardo —se presentó.
—¿Necesitas algo? —cuestionó Grace—. Mi amiga y yo estamos conversando sobre esta locura que acaba de cometer, así que si nos disculpas… —la muchacha le mostró el camino para que se marchara.
—No sé quién sea usted, señorita, y tampoco me interesa —espetó—. ¿Podemos hablar, Kate? —preguntó, agregando rápidamente, un—: a solas.
Kate asintió.
—No vayas.
—Espérame, ya vuelvo —le pidió.
Grace miró a su amiga y a Renato alejarse, volvió su atención a Ricardo Ferreira y luego a los tíos de Kate, los odiaba con cada fibra de su ser. Jack y Mabel eran personas egoístas y crueles, no entendía cómo era que Kate soportaba tantos malos tratos…
Kate se detuvo cuando estaban lejos del ojo público.
—¿De qué quieres hablar? —preguntó, incapaz de soportar el silencio entre ellos.
—Es mejor que te lleves a Ricardo, ha bebido demasiado y…
—Nadie lo ha obligado a beber de esa manera tan irresponsable —refutó Kate con rapidez.
—Lo sé, pero debes comprender que todo esto para él no ha sido nada fácil. Ellen lo ha dejado herido.
—¿Y cómo te imaginas que estoy yo? —le cuestionó—. ¿Piensas que estoy acá por mi propia voluntad? Si tu amigo no hubiese obligado a mis tíos a conseguirle una novia de reemplazo, ninguno de los dos estaría en esta situación. Yo bien podría estar dormida en la comodidad de mi cama y él emborrachándose en la privacidad de su casa —espetó Kate con enojo.
Renato miró a Kate, la muchacha tenía razón. La culpa no era suya, sino de Ellen por abandonar a Ricardo y él por insistir en seguir con la boda. Aun así, no podía dejar de insistir.
—Ahora es tu esposo, Kate, debes cuidar de él.
—Soy su esposa, no su niñera, y si se ha emborrachado solo, que también se cuide solo —respondió, alejándose de Renato y mirando fijamente a su esposo. Ella no era el motivo de su embriaguez, ¿Por qué tenía que preocuparse por él?…
—Espera, Kate, por favor —pidió Renato, tomándola del brazo y presionando sobre él para evitar que siguiera huyendo.—Suéltame —pidió ella de inmediato.—Lo siento —se disculpó el hombre, aligerando la presión sobre el brazo de Kate—. Por favor, cuida de Ricardo —insistió.Kate le dedicó una rápida mirada a su esposo, él la miraba fijamente y un escalofrío recorrió su espalda.—No estaré en la misma habitación que él —gruñó.—¿Qué?—Ricardo está borracho, no voy a arriesgarme a estar a solas con él —reiteró.Renato se rascó la cabeza con frustración, el pobre hombre no había tenido un solo momento de paz desde que la carta de Ellen llegó a manos de su amigo.—¿Qué es lo que tanto discuten ustedes dos? —preguntó Ricardo, acercándose con una copa en la mano.—Es tarde, deberías irte, Ricardo, estás dando un espectáculo —le recriminó Renato con seriedad.—¿Deberíamos irnos, mi esposa de reemplazo? —preguntó con una amarga sonrisa que acentuó el dolor en su mirada.Kate no podía imaginars
Kate buscó la manera de explicarle, de decirle que el golpe sobre su rostro no tenía nada que ver con él; sin embargo, Ricardo no le dio oportunidad. Pasó por su lado y se encerró en el cuarto de baño, dejándola con la palabra en la boca.—Dios, esto es una locura —murmuró, sentándose sobre la cama, cubriendo su casi desnudo cuerpo con las sábanas. La joven no sabía qué hacer ni a dónde ir. No tenía nada decente que ponerse y el vestido de novia no era una opción. Los ojos de Kate se llenaron de lágrimas. Jamás en su vida se había sentido tan perdida como en ese momento. No obstante, tenía que encontrar una solución. Se puso de pie, buscó algo más decente que ponerse en el clóset de su esposo, cogió un pijama que le quedaba bastante grande y salió en busca de un teléfono para comunicarse con Grace y pedirle ayuda y un poco de ropa.Mientras tanto, Ricardo golpeó la pared con su puño. Odiaba no poder recordar nada de lo ocurrido la noche de bodas. Había bebido como nunca antes lo había
Kate bajó del auto, apenas Grace estacionó. Hasta ese momento no se dio cuenta de que se había saltado el desayuno, su estómago gruñó en respuesta.—Muero de hambre —susurró, cuando la modelo se unió a ella.—Somos dos, soy capaz de comerme lo primero que encuentre en el menú —dijo, mientras caminaban por el estacionamiento.—Estás exagerando —sonrió Kate, deteniéndose al chocar con un cuerpo macizo—. Perdón—se disculpó de inmediato.—¡Kate! —gritó el hombre, dibujando una hermosa sonrisa en el rostro al ver a la muchacha.—Michael, ¿Qué haces aquí? —preguntó Kate, saliendo de su sorpresa inicial, dibujando una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Los latidos de su corazón se aceleraron y un pequeño sonrojo pintó sus pálidas mejillas sin maquillaje.—Supongo que lo mismo que ustedes, ¿nos sentamos en la misma mesa? —preguntó el guapo hombre.—Claro, hace tiempo que no coincidimos —dijo Kate con emoción, mordiéndose el interior de su mejilla. Michael tenía algo que le encantaba y le
Michael contuvo el aliento y una mueca de decepción se dibujó en sus bellas facciones, mientras Kate sintió que el rostro se le tiñó de rojo carmesí. Los vellos de su nuca se erizaron un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza.Su corazón se aceleró, no se atrevía a mirar a Michael, sus ojos estaban fijos sobre el rostro frío de Ricardo.—¿Es cierto eso, Kate? —Michael se notaba aturdido ante la noticia—. ¿Te has casado?Kate se obligó a mirarlo, mientras un atisbo de furia se adueñaba de ella en contra de Ricardo, él no tenía por qué comportarse como si fuese un marido enamorado y celoso, porque no lo era.—Sí —respondió.—¿Desde cuándo? —quiso saber el hombre.—Nos hemos casado ayer —intervino Ricardo, mirando con fiereza a Kate.—¿Es esto verdad, Kate?La joven asintió, miró a su esposo con molestia y desafío.—Gracias por ser tan comunicativo, Ricardo —gruñó Kate, haciendo que el hematoma sobre la comisura de sus labios fuera más notorio al tensar la piel de sus mejil
Ricardo se quedó de piedra ante la respuesta de Kate, sus ojos eran dos pozos de esmeraldas brillantes y desafiantes. No estaba jugando y él tampoco.—Pues no te daré el gusto, llevarás mi apellido por el tiempo que sea necesario y aprenderás a respetarlo. No voy a permitir que me veas la cara, Kate. ¡No voy a tolerar que me seas infiel! —explotó. Su orgullo sin duda era el peor de sus defectos, sumado a la terquedad característica de su personalidad.Kate apretó los dientes, tan fuerte que creyó que iban a romperse, su mandíbula se tensó y le dolió, pero no iba a echarse atrás.—Tu orgullo es demasiado grande, te ciega tanto que no te deja ver la verdad. No hay nada entre nosotros, ningún tipo de sentimientos, no seas necio, Ricardo, y ahórranos el sufrimiento a los dos —le pidió.Ricardo acercó un poco más el rostro, hasta que sus alientos se mezclaron.—No te dejaré libre.—Ni siquiera te gusto —susurró, recordando la mirada que él le dio esa mañana.—No tienes que gustarme para se
Kate abrió los ojos cuando Ricardo abandonó la cama, lo vio dirigirse a la ducha y minutos más tarde, salir de la habitación como si el diablo le pisara los talones. Ella se quedó un rato más, pensando en la reacción de su esposo, por mucho que analizara la situación, no encontraba razones para seguir con aquel matrimonio.No había atracción entre ellos, no había ni siquiera un minuto de paz, ellos se miraban, hablaban dos palabras y explotaban.Kate salió de la cama, sabía que no iba a encontrarse con Ricardo por la mañana, ni por la tarde, pero su encuentro por la noche sería inevitable y ella ya estaba preparada. Otro conjunto de esos que compró y con suerte su esposo buscaría otra habitación donde dormir.Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de su móvil. Ella frunció el ceño, pues la última vez que lo había visto, fue en casa de sus tíos, pero esté sonaba estrepitosamente en algún rincón de la habitación.Kate se agachó bajo la cama, buscó en el futón que estaba a l
—¿No? —Renato desconocía por completo a Ricardo, este hombre delante de él no era su mejor amigo—. No tengo que decirte lo necio que estás siendo. ¡Un insensato! —gritó con enojo.—Tendrías que estar en mis zapatos para comprender todo lo que siento. Fui burlado por la mujer que quería. ¡Ella se largó a unas pocas horas de la boda!—Kate no tiene la culpa de los pecados de Ellen. —Renato tomó el brazo de Ricardo para impedirle salir de la oficina.—Suéltame —pidió Ricardo con los ojos brillantes por el enojo.—No, no lo haré, Ricardo, no permitiré que cometas una locura de la cual puedes arrepentirte toda tu vida —gruñó.—No voy a ser su burla —vociferó con enojo.—Es una simple foto, Ricardo, ni siquiera hay contacto entre ellos —le hizo ver.Ricardo se alejó de su amigo y se sentó en la silla vacía, mientras Renato le servía un poco de agua con hielo, nada de alcohol.—Me está engañando —musitó.Renato se sentó frente a él.—Kate tenía una vida antes de casarse contigo, quizá tenía
Ricardo sintió que todo delante de sus ojos se convirtió en rojo sangre, tomó los hombros de Kate, dispuesto a apartarla de su lado. No podía creer que ella fuera capaz de abrazarlo y llorar delante de él por Michael. ¡¿No tenía ningún tipo de vergüenza?! ¿Qué clase de mujer era para hacer tal cosa?—La perdí, Ricardo. Perdí a mi abuela, no volveré a verla —lloró Kate con más fuerza, las manos del hombre se quedaron sobre los hombros de la muchacha y en vez de alejarla, por alguna razón terminó abrazándola al sentir su voz desgarrada.—Kate.—¡No volveré a verla! —gritó, enterrando el rostro en el pecho de Ricardo.El magnate brasileño se tensó de nuevo, pero esta vez era un sentimiento contrario a lo que había experimentado cuando creyó que su esposa lloraba por Michael.—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó, mientras inconscientemente, su mano se deslizaba por la espalda de Kate, buscando tranquilizarla.—Mabel vino a verme —sollozó.Ricardo se tensó más, aunque no sabía si eso era posib