El papel se arrugó dentro de la mano fuerte del hombre, Ricardo Ferreira irradiaba enojo por cada poro de su cuerpo, sus ojos eran dos pozos de hielo frío.
—Ricardo…
—Se ha ido —musitó con los dientes apretados, haciendo un esfuerzo sobrehumano para controlarse.
—¿De qué hablas? —preguntó el hombre a su mejor amigo.
—Ella se ha marchado, me ha dejado a las puertas del altar —gruñó, lanzando lo primero que estuvo a su alcance, provocando un estrepitoso estruendo en la sala de la lujosa mansión.
Renato se apartó de su camino cuando otro florero salió disparado y se estrelló contra la pared más cercana.
—Debe haber un error…
—¡Ningún maldito error! ¡Se ha largado sin importarle la vergüenza a la que me expone delante de cientos de invitados! —gritó con enfado contenido.
Ricardo Ferreira era un hombre importante en el mundo de los negocios. Dueño de una fábrica de chocolate próspera, era millonario y codiciado por muchas mujeres, pero él solo había mostrado interés por una en particular y esa no era otra que Ellen Spencer. Se había enamorado de ella y había aprovechado la oportunidad para concertar un matrimonio con Jack, el padre de Ellen, a cambio de invertir una buena suma de dinero en los hoteles de la familia Spencer.
—Tranquilízate, nada ganarás con ponerte en ese estado. ¿Qué es lo que te dice? —Ricardo miró a su mejor amigo con una rabia que espantó al hombre.
—¿Cómo pretendes que me calme? ¡Se ha largado con otro hombre! —gritó.
—¿Así, sin más?
—Sí.
—Me cuesta creerlo, creí que estaba enamorada de ti —se atrevió a decir Renato.
—Creí estúpidamente, lo mismo, pero al parecer Ellen no tenía ningún interés en mí, excepto el acuerdo de inversión.
Renato suspiró.
—Quizá fue mejor que lo hiciera ahora y no después de la boda —se atrevió a decir.
—Nunca en mi vida me he sentido tan burlado como hoy, jamás nadie se atrevió a humillarme tanto y la familia Spencer no será la primera en hacerlo —gruñó Ricardo, destruyendo el pedazo de papel que cambió su vida en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó el hombre ligeramente pálido.
Conocía a Ricardo de toda la vida, habían salido juntos de Brasil cuando apenas eran unos adolescentes. ¡No tenían nada más que sus nombres y la ropa que traían encima cuando llegaron a Los Estados Unidos! Renato comprendía la rabia y el dolor que encerraba Ricardo con aquella traición y el odio que podía despertar hacia la familia Spencer.
—Ricardo…
—No me convertiré en el hazmerreír de esta sociedad que espera un tropiezo de mi parte para hablar de mí.
—Nadie se atrevería a hacerlo, Ricardo —dijo, aun sabiendo que era tal cual su amigo lo imaginaba.
—Hazle saber a Jack Spencer que tiene menos de dos horas para conseguirme una novia de reemplazo.
—¡¿Te has vuelto loco?! —medio gritó, medio preguntó Renato ante la petición del magnate.
—No, pero estoy a punto y te aseguro que los Spencer no querrán conocer mi lado oscuro —gruñó en respuesta. El semblante de Ricardo era tenso, su mandíbula se remarcaba por la presión de sus dientes, dándole un aspecto frío y cruel.
—No necesitas hacer todo esto, Ricardo —insistió Renato.
—Dile que, si no hay boda, lo perderá todo —enfatizó—, también dile que voy a asegurarme que ningún banco le otorgue préstamos —agregó, girando sobre sus talones, dejando a Renato contrariado. ¿Por qué le tocaba a él hacer el trabajo sucio? Por la sencilla razón que era el mejor amigo de Ricardo y en el único hombre en el que confiaba. Así que, se dispuso a cumplir su orden…
El cristal se rompió en cientos de pedazos al estrellarse contra el piso, el vaso había resbalado de la mano de la joven mujer que miraba atónita y con la mandíbula desencajada al hombre delante de ella.
—¿Estás bromeando? —susurró la pregunta, pero supo de inmediato que su tío hablaba muy en serio. Su semblante era frío y sus ojos no tenían ni una pizca de calidez.
—¿No has escuchado lo que tu tío ha dicho? ¿Estás sorda? —las palabras duras de la otra mujer le hicieron girar el rostro.
—He escuchado muy bien las palabras de mi tío, Mabel, y es una locura que no puedo aceptar —argumentó Kate con un nudo en la garganta, su cuerpo temblaba como una hoja ante la mirada afilada de la mujer.
—¿Qué has dicho? —gruñó Jack ante la respuesta de su sobrina.
Kate lo miró, el corazón se le congeló dentro del pecho, aun así, habló.
—Dije que no puedo aceptar lo que me propones, tío. Agradezco todo lo que has hecho por mí durante todos estos años, pero no puedo casarme con un hombre al que no conozco y del cual no estoy enamorada.
Una bofetada cruzó el rostro de la joven ante su respuesta, la mano de Jack se aferró sobre el brazo de Kate, presionó tan fuerte que Kate no pudo evitar gemir de dolor mientras gruesas lágrimas corrían por su mejilla magullada.
—Me haces daño —murmuró.
—Puedo hacerte mucho más daño si no accedes a ocupar el lugar de Ellen…
—No puedes obligarme —musitó con temor, toda la valentía se había esfumado de su corazón al ver la sonrisa cruel de Jack.
—No olvides que me debes la vida y casándote con Ricardo Ferreira será la única manera de que puedas pagarme todo lo que he hecho por ti y por tu abuela…
Kate tembló ante la mención de su abuela.
—¿Aún quieres desafiarme, Kate? —preguntó con una sonrisa cruel— ¿Eres tan valiente para no aceptar casarte por el bien de tu querida abuela?
—¿Por qué me haces esto, tío? —susurró.
—No perderé el negocio con Ferreira por la estupidez de Ellen y menos si tengo el reemplazo que me ha solicitado para continuar con esta boda.
—No seré feliz…
—Me importa un comino si lo eres o no, Kate, sube a tu habitación y vístete de novia. Hoy te casas sí o sí —mencionó sin piedad.
Kate miró al hombre que la había criado desde los diez años, por un momento creyó que Jack sentía algún tipo de amor por ella, quiso creerlo pese a que no tenía ninguna buena experiencia dentro de su familia; desde que llegó fue siempre despreciada por Mabel y Ellen.
—¿Qué esperas para cumplir con las órdenes de tu tío? —preguntó la mujer con el ceño fruncido—. ¿Quieres que llame al hospital para preguntar cómo sigue tu abuela luego de su último infarto?
Era una amenaza y Kate lo sabía, así que, negó con un movimiento de cabeza y subió las escaleras como lo hace un condenado a muerte mientras se preguntaba, ¿qué sería de ella? No tenía el placer de conocer a Ricardo, las veces que el hombre acudió a cenar a la casa, ella fue encerrada en su habitación a petición de Ellen, tan paranoica como siempre, pensaba que Kate podía robarle la atención de Ricardo, como si Kate alguna vez hubiese tenido oportunidad de robarle algo. No era bonita, por lo menos, no en cuanto al estereotipo de mujer a la cual la sociedad llamaba bonita.
Ella era más… terrenal, no tenía una figura de modelo, más bien. Tenía unas bonitas curvas, pechos generosos y un rostro en forma de corazón, recordar que no era de la misma constitución física de Ellen le hizo detenerse en lo más alto de la escalera.
—¿Qué pasa? —preguntó Mabel con molestia al verla girar y titubear.
—No creo que el vestido de Ellen… —ella no pudo terminar la frase al escuchar la risa de burla de su tía política.
—Por supuesto que no hay manera de que entres en un vestido tan perfecto como el de mi hija, pero no te apures, Jack solucionó el pequeño contratiempo, mi esposo es un hombre que se adelanta a todo —aseguró—. Vístete y cúbrete ese asqueroso golpe —añadió la orden sin miramientos.
Kate de repente tuvo una ligera sospecha, pero sus nervios y la conmoción del momento no le permitió analizar la situación, por lo que continuó su camino con el corazón martillando dentro del pecho.
La sensación de frío la acompañó hasta su habitación, sus manos temblaban y sudaban producto de sus nervios. La mirada de Kate se posó en la ventana de su habitación, «escapar no es una opción», se dijo a sí misma al recordar a Carlota, su abuela.
Con resignación posó su mirada sobre la cama, el vestido de novia hecho a medida descansaba sobre ella.
Iba a casarse con un completo extraño, todo lo que conocía de Ricardo Ferreira era lo poco que salía de él en las revistas, ella sabía que era extranjero y que era el dueño de una de las principales fábricas de chocolate del país. ¿Era suficiente para casarse con él? ¡No! No lo era, pero tampoco es que tenía elección. Era su boda con el magnate del chocolate o perder la poca estabilidad económica que tenía para su abuela.
Con manos temblorosas tomó el vestido y se lo colocó por encima de la ropa.
—Fue un vestido mandado hacer con tiempo —musitó, dándose cuenta de que todo ese alboroto era un plan con maña, sus tíos, seguramente, querían liberar a Ellen de aquel matrimonio y la condenaban a ella a ocupar su lugar, a convertirse en una novia de reemplazo.
Kate miró su imagen en el espejo de su habitación, su rostro estaba lleno de angustia y dolor. Se preguntaba ¿Qué es lo que había hecho mal para ser tan desdichada? Primero fue la muerte de sus padres, que hasta la fecha no sabía cómo había ocurrido. Luego, la enfermedad de su abuela y el tener que trasladarse a vivir a casa de sus tíos. Aquella fue la guinda del pastel, pero trató de sobreponerse y de salir adelante, incluso trató de no ser ruidosa, creyendo que, si no se fijaban en ella, era como si no existiera.Sin embargo, había sido buscada y asediada por Ellen cada vez que ella estaba molesta. Su prima y su tía se habían encargado de hacerle la vida de cuadritos y tal parecía que todo esto de la huida de Ellen también era para causarle dolor y obligarla a ocupar su lugar.—¿Estás lista? —preguntó Mabel con impaciencia.—¿Por qué me hacen esto? —cuestionó Kate, ganándose una mirada fría por parte de su tía.—Deberías sentirte agradecida de que nos tomemos la molestia de consegui
—Espera, Kate, por favor —pidió Renato, tomándola del brazo y presionando sobre él para evitar que siguiera huyendo.—Suéltame —pidió ella de inmediato.—Lo siento —se disculpó el hombre, aligerando la presión sobre el brazo de Kate—. Por favor, cuida de Ricardo —insistió.Kate le dedicó una rápida mirada a su esposo, él la miraba fijamente y un escalofrío recorrió su espalda.—No estaré en la misma habitación que él —gruñó.—¿Qué?—Ricardo está borracho, no voy a arriesgarme a estar a solas con él —reiteró.Renato se rascó la cabeza con frustración, el pobre hombre no había tenido un solo momento de paz desde que la carta de Ellen llegó a manos de su amigo.—¿Qué es lo que tanto discuten ustedes dos? —preguntó Ricardo, acercándose con una copa en la mano.—Es tarde, deberías irte, Ricardo, estás dando un espectáculo —le recriminó Renato con seriedad.—¿Deberíamos irnos, mi esposa de reemplazo? —preguntó con una amarga sonrisa que acentuó el dolor en su mirada.Kate no podía imaginars
Kate buscó la manera de explicarle, de decirle que el golpe sobre su rostro no tenía nada que ver con él; sin embargo, Ricardo no le dio oportunidad. Pasó por su lado y se encerró en el cuarto de baño, dejándola con la palabra en la boca.—Dios, esto es una locura —murmuró, sentándose sobre la cama, cubriendo su casi desnudo cuerpo con las sábanas. La joven no sabía qué hacer ni a dónde ir. No tenía nada decente que ponerse y el vestido de novia no era una opción. Los ojos de Kate se llenaron de lágrimas. Jamás en su vida se había sentido tan perdida como en ese momento. No obstante, tenía que encontrar una solución. Se puso de pie, buscó algo más decente que ponerse en el clóset de su esposo, cogió un pijama que le quedaba bastante grande y salió en busca de un teléfono para comunicarse con Grace y pedirle ayuda y un poco de ropa.Mientras tanto, Ricardo golpeó la pared con su puño. Odiaba no poder recordar nada de lo ocurrido la noche de bodas. Había bebido como nunca antes lo había
Kate bajó del auto, apenas Grace estacionó. Hasta ese momento no se dio cuenta de que se había saltado el desayuno, su estómago gruñó en respuesta.—Muero de hambre —susurró, cuando la modelo se unió a ella.—Somos dos, soy capaz de comerme lo primero que encuentre en el menú —dijo, mientras caminaban por el estacionamiento.—Estás exagerando —sonrió Kate, deteniéndose al chocar con un cuerpo macizo—. Perdón—se disculpó de inmediato.—¡Kate! —gritó el hombre, dibujando una hermosa sonrisa en el rostro al ver a la muchacha.—Michael, ¿Qué haces aquí? —preguntó Kate, saliendo de su sorpresa inicial, dibujando una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Los latidos de su corazón se aceleraron y un pequeño sonrojo pintó sus pálidas mejillas sin maquillaje.—Supongo que lo mismo que ustedes, ¿nos sentamos en la misma mesa? —preguntó el guapo hombre.—Claro, hace tiempo que no coincidimos —dijo Kate con emoción, mordiéndose el interior de su mejilla. Michael tenía algo que le encantaba y le
Michael contuvo el aliento y una mueca de decepción se dibujó en sus bellas facciones, mientras Kate sintió que el rostro se le tiñó de rojo carmesí. Los vellos de su nuca se erizaron un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza.Su corazón se aceleró, no se atrevía a mirar a Michael, sus ojos estaban fijos sobre el rostro frío de Ricardo.—¿Es cierto eso, Kate? —Michael se notaba aturdido ante la noticia—. ¿Te has casado?Kate se obligó a mirarlo, mientras un atisbo de furia se adueñaba de ella en contra de Ricardo, él no tenía por qué comportarse como si fuese un marido enamorado y celoso, porque no lo era.—Sí —respondió.—¿Desde cuándo? —quiso saber el hombre.—Nos hemos casado ayer —intervino Ricardo, mirando con fiereza a Kate.—¿Es esto verdad, Kate?La joven asintió, miró a su esposo con molestia y desafío.—Gracias por ser tan comunicativo, Ricardo —gruñó Kate, haciendo que el hematoma sobre la comisura de sus labios fuera más notorio al tensar la piel de sus mejil
Ricardo se quedó de piedra ante la respuesta de Kate, sus ojos eran dos pozos de esmeraldas brillantes y desafiantes. No estaba jugando y él tampoco.—Pues no te daré el gusto, llevarás mi apellido por el tiempo que sea necesario y aprenderás a respetarlo. No voy a permitir que me veas la cara, Kate. ¡No voy a tolerar que me seas infiel! —explotó. Su orgullo sin duda era el peor de sus defectos, sumado a la terquedad característica de su personalidad.Kate apretó los dientes, tan fuerte que creyó que iban a romperse, su mandíbula se tensó y le dolió, pero no iba a echarse atrás.—Tu orgullo es demasiado grande, te ciega tanto que no te deja ver la verdad. No hay nada entre nosotros, ningún tipo de sentimientos, no seas necio, Ricardo, y ahórranos el sufrimiento a los dos —le pidió.Ricardo acercó un poco más el rostro, hasta que sus alientos se mezclaron.—No te dejaré libre.—Ni siquiera te gusto —susurró, recordando la mirada que él le dio esa mañana.—No tienes que gustarme para se
Kate abrió los ojos cuando Ricardo abandonó la cama, lo vio dirigirse a la ducha y minutos más tarde, salir de la habitación como si el diablo le pisara los talones. Ella se quedó un rato más, pensando en la reacción de su esposo, por mucho que analizara la situación, no encontraba razones para seguir con aquel matrimonio.No había atracción entre ellos, no había ni siquiera un minuto de paz, ellos se miraban, hablaban dos palabras y explotaban.Kate salió de la cama, sabía que no iba a encontrarse con Ricardo por la mañana, ni por la tarde, pero su encuentro por la noche sería inevitable y ella ya estaba preparada. Otro conjunto de esos que compró y con suerte su esposo buscaría otra habitación donde dormir.Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de su móvil. Ella frunció el ceño, pues la última vez que lo había visto, fue en casa de sus tíos, pero esté sonaba estrepitosamente en algún rincón de la habitación.Kate se agachó bajo la cama, buscó en el futón que estaba a l
—¿No? —Renato desconocía por completo a Ricardo, este hombre delante de él no era su mejor amigo—. No tengo que decirte lo necio que estás siendo. ¡Un insensato! —gritó con enojo.—Tendrías que estar en mis zapatos para comprender todo lo que siento. Fui burlado por la mujer que quería. ¡Ella se largó a unas pocas horas de la boda!—Kate no tiene la culpa de los pecados de Ellen. —Renato tomó el brazo de Ricardo para impedirle salir de la oficina.—Suéltame —pidió Ricardo con los ojos brillantes por el enojo.—No, no lo haré, Ricardo, no permitiré que cometas una locura de la cual puedes arrepentirte toda tu vida —gruñó.—No voy a ser su burla —vociferó con enojo.—Es una simple foto, Ricardo, ni siquiera hay contacto entre ellos —le hizo ver.Ricardo se alejó de su amigo y se sentó en la silla vacía, mientras Renato le servía un poco de agua con hielo, nada de alcohol.—Me está engañando —musitó.Renato se sentó frente a él.—Kate tenía una vida antes de casarse contigo, quizá tenía