Ricardo se quedó de piedra ante la respuesta de Kate, sus ojos eran dos pozos de esmeraldas brillantes y desafiantes. No estaba jugando y él tampoco.—Pues no te daré el gusto, llevarás mi apellido por el tiempo que sea necesario y aprenderás a respetarlo. No voy a permitir que me veas la cara, Kate. ¡No voy a tolerar que me seas infiel! —explotó. Su orgullo sin duda era el peor de sus defectos, sumado a la terquedad característica de su personalidad.Kate apretó los dientes, tan fuerte que creyó que iban a romperse, su mandíbula se tensó y le dolió, pero no iba a echarse atrás.—Tu orgullo es demasiado grande, te ciega tanto que no te deja ver la verdad. No hay nada entre nosotros, ningún tipo de sentimientos, no seas necio, Ricardo, y ahórranos el sufrimiento a los dos —le pidió.Ricardo acercó un poco más el rostro, hasta que sus alientos se mezclaron.—No te dejaré libre.—Ni siquiera te gusto —susurró, recordando la mirada que él le dio esa mañana.—No tienes que gustarme para se
Kate abrió los ojos cuando Ricardo abandonó la cama, lo vio dirigirse a la ducha y minutos más tarde, salir de la habitación como si el diablo le pisara los talones. Ella se quedó un rato más, pensando en la reacción de su esposo, por mucho que analizara la situación, no encontraba razones para seguir con aquel matrimonio.No había atracción entre ellos, no había ni siquiera un minuto de paz, ellos se miraban, hablaban dos palabras y explotaban.Kate salió de la cama, sabía que no iba a encontrarse con Ricardo por la mañana, ni por la tarde, pero su encuentro por la noche sería inevitable y ella ya estaba preparada. Otro conjunto de esos que compró y con suerte su esposo buscaría otra habitación donde dormir.Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de su móvil. Ella frunció el ceño, pues la última vez que lo había visto, fue en casa de sus tíos, pero esté sonaba estrepitosamente en algún rincón de la habitación.Kate se agachó bajo la cama, buscó en el futón que estaba a l
—¿No? —Renato desconocía por completo a Ricardo, este hombre delante de él no era su mejor amigo—. No tengo que decirte lo necio que estás siendo. ¡Un insensato! —gritó con enojo.—Tendrías que estar en mis zapatos para comprender todo lo que siento. Fui burlado por la mujer que quería. ¡Ella se largó a unas pocas horas de la boda!—Kate no tiene la culpa de los pecados de Ellen. —Renato tomó el brazo de Ricardo para impedirle salir de la oficina.—Suéltame —pidió Ricardo con los ojos brillantes por el enojo.—No, no lo haré, Ricardo, no permitiré que cometas una locura de la cual puedes arrepentirte toda tu vida —gruñó.—No voy a ser su burla —vociferó con enojo.—Es una simple foto, Ricardo, ni siquiera hay contacto entre ellos —le hizo ver.Ricardo se alejó de su amigo y se sentó en la silla vacía, mientras Renato le servía un poco de agua con hielo, nada de alcohol.—Me está engañando —musitó.Renato se sentó frente a él.—Kate tenía una vida antes de casarse contigo, quizá tenía
Ricardo sintió que todo delante de sus ojos se convirtió en rojo sangre, tomó los hombros de Kate, dispuesto a apartarla de su lado. No podía creer que ella fuera capaz de abrazarlo y llorar delante de él por Michael. ¡¿No tenía ningún tipo de vergüenza?! ¿Qué clase de mujer era para hacer tal cosa?—La perdí, Ricardo. Perdí a mi abuela, no volveré a verla —lloró Kate con más fuerza, las manos del hombre se quedaron sobre los hombros de la muchacha y en vez de alejarla, por alguna razón terminó abrazándola al sentir su voz desgarrada.—Kate.—¡No volveré a verla! —gritó, enterrando el rostro en el pecho de Ricardo.El magnate brasileño se tensó de nuevo, pero esta vez era un sentimiento contrario a lo que había experimentado cuando creyó que su esposa lloraba por Michael.—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó, mientras inconscientemente, su mano se deslizaba por la espalda de Kate, buscando tranquilizarla.—Mabel vino a verme —sollozó.Ricardo se tensó más, aunque no sabía si eso era posib
Mabel miró a Jack, esperando que su esposo hiciera o dijera algo, pero el hombre estaba igual o más sorprendido que ella, así que no tuvo más opciones que tratar de salvar el asunto. Por nada del mundo podía renunciar a Carlota, era la llave para tener a Kate bajo sus pies.—Ricardo, de verdad, no es necesario que hagas todo esto. Hemos cuidado a Carlota como un miembro más de nuestra familia, la queremos y procuramos por ella, te aseguro que no necesitas una carga de ese tamaño sobre tus hombros —dijo, acercándose a él.Ricardo dio un paso atrás, evitando el contacto entre ellos.—Ninguna carga, solo se trata de pagar los gastos del hospital, que es lo que ustedes han estado haciendo durante todo este tiempo —respondió.Las mejillas de Mabel se sonrojaron, había una evidente acusación en las palabras de Ricardo y como dice el dicho: “al que le venga el guante que se lo plante”.—Perdona que insista, querido. No llevas ni una semana casado con mi sobrina, no tienes idea de la persona
Kate cerró los ojos, sus labios se abrieron y dieron acceso a la lengua de Ricardo, era cálida y húmeda; la sensación de sus bocas juntas le envió un escalofrío por todo el cuerpo. Las manos de Ricardo se colaron entre sus cabellos mojados.El magnate se dejó arrastrar por la pasión que Kate estaba despertando en él, su entrepierna dolía como el infierno, así que, sin pensarlo dos veces, intercambió posiciones y colocó a la muchacha, bajó su cuerpo, separándose en el acto por un poco de aire.Los ojos de Kate se oscurecieron por el deseo, el verde de su mirada fue tan intenso que Ricardo se sintió perdido en ellos.—Kate —susurró, delineando el contorno de su rostro con la yema de sus dedos. De nuevo el contraste de sus pieles le abrumó, quizá por eso era por lo que él no gustaba de las rubias, le abrumaba la diferencia; sin embargo, en ese momento nada de eso importaba y él no detuvo su avance, sus dedos dibujaron los perfectos labios de Kate.Ella entreabrió la boca y succionó aquel
Un sentimiento de vergüenza embargó a Kate, pensar que se había entregado de esa forma a Ricardo, que, aunque era su esposo, no se conocían en absoluto, la hizo sentir abrumada, por lo que, se levantó presurosa de la cama y corrió al baño, sin preocuparse en cubrir su cuerpo desnudo.—¡Kate! —exclamó Ricardo al verla huir de él.La muchacha cerró la puerta, le pasó el seguro y se recargó contra la madera. Su corazón latía desbocado, sus pechos desnudos subían y bajaban, su entrepierna dolía y solo en ese momento que sus ojos se fijaron en el espejo es que pudo notar un hilo rojo entre sus piernas. ¡Estaba sangrando!—Kate, abre la puerta, por favor —pidió Ricardo al otro lado, tocando con desesperación la madera.—Déjame sola —le pidió ella con voz ahogada.Ricardo apretó los puños con frustración, recargó su frente sobre la puerta y trató de relajar su respiración. Él estaba completamente desnudo, no se había preocupado por cubrirse, por lo que agradeció el que Kate no saliera, así s
Carlota miró el rostro descompuesto de su nieta, frunció el ceño cuando Kate se levantó y sé apartó de su lado.—¿Qué fue lo qué te dijeron, mi niña? —preguntó con dulzura, sabiendo que no iba a gustarle lo que iba a escuchar.—No tiene caso que te lo diga, abuela. Nada cambiará lo que ya ha sucedido —musitó con dolor.Kate sintió su garganta apretarse, quería llorar, gritar, patalear, pero nada de lo que hiciera cambiará lo tonta que había sido por creerles a sus tíos. Aunque en su defensa, podía alegar que no estaba en sus manos el poder cuidar de su abuela, Mabel no la quiso jamás en su casa y por eso la habían internado…—Kate… —la llamó Carlota—. No hablar sobre el tema no hará que las cosas desaparezcan. Dime, cariño, cuéntale a esta vieja lo que ha pasado —pidió.—No creo que vaya a gustarte abuela, yo…—Buenos días —saludó Ricardo, interrumpiendo lo que Kate iba a decir. La joven abrió los ojos como platos, no esperaba que su esposo la siguiera hasta la habitación de su abuela