Mabel miró a Jack, esperando que su esposo hiciera o dijera algo, pero el hombre estaba igual o más sorprendido que ella, así que no tuvo más opciones que tratar de salvar el asunto. Por nada del mundo podía renunciar a Carlota, era la llave para tener a Kate bajo sus pies.—Ricardo, de verdad, no es necesario que hagas todo esto. Hemos cuidado a Carlota como un miembro más de nuestra familia, la queremos y procuramos por ella, te aseguro que no necesitas una carga de ese tamaño sobre tus hombros —dijo, acercándose a él.Ricardo dio un paso atrás, evitando el contacto entre ellos.—Ninguna carga, solo se trata de pagar los gastos del hospital, que es lo que ustedes han estado haciendo durante todo este tiempo —respondió.Las mejillas de Mabel se sonrojaron, había una evidente acusación en las palabras de Ricardo y como dice el dicho: “al que le venga el guante que se lo plante”.—Perdona que insista, querido. No llevas ni una semana casado con mi sobrina, no tienes idea de la persona
Kate cerró los ojos, sus labios se abrieron y dieron acceso a la lengua de Ricardo, era cálida y húmeda; la sensación de sus bocas juntas le envió un escalofrío por todo el cuerpo. Las manos de Ricardo se colaron entre sus cabellos mojados.El magnate se dejó arrastrar por la pasión que Kate estaba despertando en él, su entrepierna dolía como el infierno, así que, sin pensarlo dos veces, intercambió posiciones y colocó a la muchacha, bajó su cuerpo, separándose en el acto por un poco de aire.Los ojos de Kate se oscurecieron por el deseo, el verde de su mirada fue tan intenso que Ricardo se sintió perdido en ellos.—Kate —susurró, delineando el contorno de su rostro con la yema de sus dedos. De nuevo el contraste de sus pieles le abrumó, quizá por eso era por lo que él no gustaba de las rubias, le abrumaba la diferencia; sin embargo, en ese momento nada de eso importaba y él no detuvo su avance, sus dedos dibujaron los perfectos labios de Kate.Ella entreabrió la boca y succionó aquel
Un sentimiento de vergüenza embargó a Kate, pensar que se había entregado de esa forma a Ricardo, que, aunque era su esposo, no se conocían en absoluto, la hizo sentir abrumada, por lo que, se levantó presurosa de la cama y corrió al baño, sin preocuparse en cubrir su cuerpo desnudo.—¡Kate! —exclamó Ricardo al verla huir de él.La muchacha cerró la puerta, le pasó el seguro y se recargó contra la madera. Su corazón latía desbocado, sus pechos desnudos subían y bajaban, su entrepierna dolía y solo en ese momento que sus ojos se fijaron en el espejo es que pudo notar un hilo rojo entre sus piernas. ¡Estaba sangrando!—Kate, abre la puerta, por favor —pidió Ricardo al otro lado, tocando con desesperación la madera.—Déjame sola —le pidió ella con voz ahogada.Ricardo apretó los puños con frustración, recargó su frente sobre la puerta y trató de relajar su respiración. Él estaba completamente desnudo, no se había preocupado por cubrirse, por lo que agradeció el que Kate no saliera, así s
Carlota miró el rostro descompuesto de su nieta, frunció el ceño cuando Kate se levantó y sé apartó de su lado.—¿Qué fue lo qué te dijeron, mi niña? —preguntó con dulzura, sabiendo que no iba a gustarle lo que iba a escuchar.—No tiene caso que te lo diga, abuela. Nada cambiará lo que ya ha sucedido —musitó con dolor.Kate sintió su garganta apretarse, quería llorar, gritar, patalear, pero nada de lo que hiciera cambiará lo tonta que había sido por creerles a sus tíos. Aunque en su defensa, podía alegar que no estaba en sus manos el poder cuidar de su abuela, Mabel no la quiso jamás en su casa y por eso la habían internado…—Kate… —la llamó Carlota—. No hablar sobre el tema no hará que las cosas desaparezcan. Dime, cariño, cuéntale a esta vieja lo que ha pasado —pidió.—No creo que vaya a gustarte abuela, yo…—Buenos días —saludó Ricardo, interrumpiendo lo que Kate iba a decir. La joven abrió los ojos como platos, no esperaba que su esposo la siguiera hasta la habitación de su abuela
—¡El amor, el amor! —exclamó Carlota, haciendo que Ricardo dejara escapar los labios de Kate. La muchacha se puso roja como un tomate por las palabras de su abuela, por las acciones de su marido y por el descubrimiento de sus propios pensamientos. Ella quería pagarle, estaba más que dispuesta a hacerlo.Ricardo sonrió.—Las dejo un momento para que conversen —expresó Ricardo, mirando a Kate con intensidad, pidiéndole silenciosamente que no tocara el tema de su matrimonio. No es como si Kate quisiera confesarse delante de su abuela, era mejor que la creyera locamente enamorada de Ricardo.—Gracias, Ricardo, eres un amor de persona —aseguró Carlota, tomando su mano.Kate ahogó un gemido de protesta. Su marido era todo, menos un amor de persona. Todo esto que hacía era un plan con maña, estaba aprovechándose de la situación y no solo la besaba, sino también la tocaba y lo peor de todo ¡Le gustaba! La joven se sintió abrumada ante la revelación de sus propios sentimientos.—Espero que Kat
«Un bebé»Kate se quedó de piedra ante las palabras de Ricardo, ni siquiera se había detenido a pensar en las consecuencias de sus actos, aunque… la posibilidad de quedar embarazada eran pocas, no solo por ser su primera vez.—Ricardo, yo…—No vamos a separarnos, Kate —le interrumpió él—. Sé muy bien que nuestro matrimonio ha comenzado con el pie izquierdo, que no es lo que ninguno de los dos esperaba, pero… ¿No podemos intentarlo? —le preguntó, sin apartarse de ella.Kate podía sentir el calor del cuerpo de Ricardo atravesar la fina tela de su vestido.—No soy tu tipo ideal de mujer, ¿recuerdas? —dijo Kate y sin dejarle terminar añadió—: las prefieres delgadas y castañas.Ricardo se tensó, pero no la soltó.—No voy a mentirte, no tiene caso —respondió Ricardo.—Entonces, ¿qué ha cambiado? —«El sexo», pensó Kate, mientras esperaba la respuesta de su esposo.—Estamos casados.—Ya hemos hablado sobre eso, Ricardo.El magnate se alejó lo suficiente para reflejarse en aquellos hermosos oj
Kate acostó a su abuela luego del almuerzo y de una larga conversación, miró la hora en el reloj sobre la mesa de noche y se dio cuenta de que faltaban diez minutos para las seis. No tenía idea de la hora en la que Ricardo volvería a casa, es más, ni siquiera sabía si volvería. Se había marchado molesto.—Ve a comprar lo que necesitamos para prepararle algo a Ricardo, hija —repitió Carlota por décima vez.—No sé si le gusten los pasteles de leche, abuela —respondió, tratando deliberarse del compromiso de cocinarle algo a su esposo. No tenía dinero, no se atrevía a entrar a la cocina y robarse un par de cosas para preparar algo, no estaría agradeciéndole de ninguna manera a Ricardo, pues sería todo con su propio dinero. Lo que la llevó a pensar en que debía buscarse un trabajo. Tenía que ocupar su tiempo en algo, ahora que su abuela estaba con ella debía procurar su estabilidad económica. Si llegaba a separarse de Ricardo…—Date prisa, cariño —la urgió la abuela.Kate dejó de pensar y
Michael miró a Ricardo correr al estacionamiento, lo siguió por el vidrio del restaurante y también pudo ver a su hermana discutiendo con el amigo del brasileño y un poco más lejos estaba Larissa, la mujer estaba sentada sobre algo, no podía identificarlo con la distancia. Tenía las manos sobre su rostro, imaginaba que lloraba.La culpa y la vergüenza lo asaltó, pues todo lo que logró fue quedar en ridículo. Ricardo había aceptado a Kate como su esposa sin ningún problema, y debía admitir que eso solo podía significar una cosa. ¡No había infidelidad por parte de Ricardo!—Señor —el mesero llamó su atención, tocando su hombro.—¿Sí?—¿Quién pagará la cuenta de las dos mesas? —preguntó el muchacho un tanto apenado.Michael apretó los dientes, no había nadie más que él dentro del restaurante, si no pagaba, no iban a dejarlo ir.—Yo, supongo —susurró, pero ya estaba sacando su tarjeta.El mesero asintió y se marchó para cobrar la cuenta, Michael apretó los puños, esto le pasaba por metich