XLV

Stefan y Elijah no pudieron evitar mirarse como los rivales que eran en lo profundo de sus corazones por la misma mujer. No había sido necesario que Elijah gritara que lo que sentía no era amor de hermanos sino otra cosa. De la misma forma que no había sido necesario que Stefan gritara que había superado el dolor tras la muerte de Eliza y que estaba dispuesto a luchar contra todo y contra todos para tener a María Fernanda donde pertenecía. En sus brazos.

—¡Oh! Elijah, todavía estás aquí.

—Sí, el señor de la Fuente se ha ido a dormir y le dije que me quedaría hasta que volvieras.

Por una extraña razón se sintió incómoda entre aquellos dos. Nunca había sido el tipo de chica que se encontraba entre dos amores. Y por una extraña razón, sólo de pensarlo se le erizaba la piel.

—¿No dices 'hola', Elijah? —Stefan rompió el hielo.

Elijah sonrió sin querer. —Hola, Stefan. ¿Cómo te va?

—Bien. La mejor noche de mi vida—. Stefan presumió, obviamente sabiendo que Elijah iba a pensar otra cosa que p
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