XLVI

Cuando Enrique salió del edificio donde había visto al gran Stefan de la Barrera, no pudo evitar girarse, observando el imponente edificio. ¿Era cierto que Stefan estaba saliendo con el heredero de la familia de la Fuente? ¿Era realmente una mujer? ¿Cómo era posible? No, Enrique mejor que nadie que esa familia no tenía un heredero que fuera mujer. Esa era la razón de todos los sucesos del pasado y del pasado de la mujer que él decía amar más.

Antes de subirse a su coche donde le esperaba su chófer particular con la puerta abierta, Enrique marcó el número de aquella persona que tenía pleno poder de vidas, era suficiente para que Enrique le pidiera ayuda y le dijera el nombre de la siguiente persona a añadir a su lista de muertos.

—Hola, señor Rey, ¿cómo está?

—¿Consiguiste la firma del hombre de los documentos?

—No, todavía no. El hombre decidió leer los documentos a fondo.

El Sr. Rey se rió. —¿Ah, sí? Como si fuera a encontrar algo. De todos modos, has hecho bien dejando los documento
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