LV

Con un delantal de flores y una sonrisa en la cara, Adamaris habló de su pequeña situación a la anciana, que la había recibido en su cafetería una vez que Adamaris le suplicó un trabajo. Dijo que estaba sola, que se alojaba en un hotel, pero que el dinero se le acababa enseguida. La anciana dijo que no necesitaba a nadie, pero al verla en esa terrible situación removió recuerdos en su mente y decidió recibirla, aunque no pudiera pagar como cualquier otro trabajo estaría pagando hoy en día. Adamaris aceptó, la mujer además le había cedido un pequeño espacio en la cafetería para que durmiera y no necesitara seguir malgastando su dinero en el hotel.

La anciana suspiró cuando escuchó la historia de Adamaris de cómo acabó perdiéndolo todo por nada. Pero la anciana también sabía que había algo más.

—¿Estás segura de que te fuiste de casa sólo por ese hombre?

Adamaris se dio la vuelta. —Sí, es mi amiga. No podría haberle hecho algo así.

—Sí, no digo que debas hacerlo, pero ¿por qué? ¿Por qué
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