VIEJAS HERIDAS

El sol se alzaba sobre las cristalinas aguas del Caribe, marcando el inicio de un nuevo día en el paraíso. Isabela estaba en su habitación del hotel, sentada en el borde de la cama, con las manos entrelazadas y la mirada perdida en el suelo. Las sábanas revueltas a su espalda eran un testigo silencioso de la intimidad compartida con Leonardo la noche anterior.

Su mente estaba llena de preguntas. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué Leonardo insistía en acercarse solo para luego alejarse? ¿Y por qué, pese a todo, su corazón se aceleraba cada vez que él la miraba?

Afuera, el sol iluminaba el día, pero dentro de Isabela todo era un torbellino de emociones. Necesitaba respuestas, pero sabía que de Leonardo solo obtendría evasivas.

Un Desayuno Diferente

Cuando finalmente bajó al comedor, Leonardo ya estaba allí, sentado con su portátil abierto y una taza de café en la mano. Su postura era relajada, como si el día anterior no hubiera significado nada.

—Buenos días —saludó ella con un h
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