EL JUEGO DE CAMILA

El helicóptero aterrizó en un pequeño muelle donde el yate de la familia Arriaga había anclado. Isabela estaba sentada en la cubierta, su mente perdida en pensamientos, cuando escuchó el sonido de las hélices acercándose. Al levantar la vista, vio a Leonardo bajar con paso firme, sus ojos oscuros clavados en ella.

—Isabela —llamó con voz grave, haciéndola girarse completamente hacia él.

Ella se levantó, insegura de cómo recibirlo. Había algo en su mirada que mezclaba furia, preocupación y, quizá, algo más que no podía identificar.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, tratando de mantener su compostura.

—Vine por ti. —Leonardo se acercó, dejando claro que no aceptaría una negativa como respuesta.

Isabela retrocedió un paso, pero él la alcanzó, atrapando su muñeca con suavidad.

—No puedes seguir huyendo.

—¿Huyendo? —replicó ella con un destello de indignación en su mirada—. ¿Huir de qué, Leonardo? ¿De tu control? ¿De la manera en que me humillas constantemente?

Leonardo apretó la mandíb
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